-Si sellas la cerradura, gente como tu amigo - señala a Oswald. - quedará atrapada aquí. ¿Por qué quieres hacerlo? Tú, que has sido olvidada por tus amigos, igual que todos los habitantes de este mundo...
- No habrá sincorazón.- las palabras del enigmático individuo casi estuvieron a punto de convencer a Tsubaki. Afortunadamente, logró recordar la información que Oswald le había proporcionado sobre las cerraduras en el lugar donde se conocieron. Quizás cerraría el flujo que permitiese la comunicación entre El Páramo y otros mundos, pero también les libraría temporalmente de la amenaza sincorazón. Y eso era un handicap que les ayudaría a evolucionar, a hacerse con una nueva identidad con la que darse a conocer por el resto del universo.- Los olvidados necesitamos aislarnos para encontrar nuestro nombre.- alejándose de sus escuetas respuestas por primera vez en mucho tiempo, la chica afrontó las dolorosa verdad que el encapuchado se encargaba de no hacerle olvidar.- Yo ayudaré a este mundo a que encuentre el suyo.
Levantó el brazo con el que sujetaba la llave-espada, dando a entender que no pensaba continuar con la discusión, apuntando hacia la pared que guardase el corazón de El Páramo. El artefacto haría el resto.
Alzas tu llave espada y la cerradura luminosa reacciona a tu gesto, volviéndose aún más brillante. Observas cómo el encapuchado niega con la cabeza, al parecer con disgusto, y da media vuelta para marcharse. Le sigues con la mirada, pero un ruido hace que te gires hacia el otro lado: es Oswald, que ha escalado hacia donde tú estás. Cuando vuelves a mirar hacia el encapuchado, ha desaparecido.
De pronto, un rayo de luz brillante sale del extremo de tu llave espada, la cual te obliga a tensar tu brazo de un tirón sobrenatural. El rayo de luz impacta contra la cerradura... y una luz cubre todo el lugar. Sabes que la cerradura ha sido sellada, y que dirigiéndote a esa luz viajarás a otro mundo.
- Haceos fuertes.- dijo Tsubaki, volviéndose durante unos segundos para dedicar a Oswald una medio sonrisa sincera. Odiaba las despedidas, pero sentía que le debía mucho a Oswald. Ambos eran muy similares, meros retazos condenados al olvido, personas que jamás serían echadas de menos.- Sin los sincorazón prosperaréis, podréis encontrar una identidad.- sorprendida por haber abandonado su escueto carácter por un momento, se arrodilló frente a Oswald y colocó ambas manos en sus hombros.- Cuando estéis preparados para haceros un sitio en el mundo, El Páramo lo sabrá y os abrirá las puertas al exterior.- incorporándose lentamente para encaminarse hacia el núcleo del que procedía la luz.- Cuida de los nuestros. Regresaré. Es una promesa.
Y tras estas últimas palabras, se dejó llevar por el torrente luminoso.