—Es un alivio que salierais ilesos.
—¡Yo no he salido ilesa! ¡Esa cosa me atrapó y me estrujó la espalda! ¡Creí que iba a partirme en dos!— se queja Anabella.
—Es verdad, noto que tienes la espalda más recta— bromea Michello.
Anabella responde tirándole lo primero que pilla.
—Lo más importante— Drake mira a Daniel —¿Quién es él?
—Una pregunta razonable, y estoy seguro de que la señorita Vivaldi tiene muchas preguntas que hacerme— toma asiento en una de las pocas sillas que no han acabado carbonizadas —Mi nombre es Daniel Laplace, y soy el hermano mayor de Norman y el legítimo señor de Altaria. En base a mis impresiones desde mi confinamiento, creo que fui sellado hace más de un siglo.
—... ¿un siglo? ¿Cómo es eso posible?— pregunta sorprendido Lloyd.
—Creo que eso lo había mencionado lo que quedaba de mi hermano antes de ser derrotado, pero lo mencionaré: soy un vampiro. Pero no temáis, no pienso ir tras la sangre de nadie ni pienso tomar vida alguna. No obstante mi existencia no debería permitirse, va en contra de lo que yo creo— mira a Drake —Percibo la bendición de los 3 dioses en ti, así que imagino que eres su adalid invocado de otro mundo.
—¿Cómo sabes...?
—Mi hermano y yo hemos leído todo tipo de texto y libros antiguos sobre los dioses, Nihil, las bestias primigenias... o la Canción de la Vida. En base a lo poco que sé, sospecho que el culto de Nihil ha pasado a la acción, ¿me equivoco?
—Tenemos preguntas, sí, pero imagino que tú también, ¿no te interesa ponerte al día?
—Aborrezco a los vampiros no menos que tú, pero no tomemos acciones drásticas. Últimamente hemos estado realizando lo imposible, así que no veo por qué no buscar una forma de curarte. Tanto Hirokichi como yo tenemos bendiciones y el resto de mis amigos no son cualquier cosa. El problema sería el tiempo que nos tome y cuánto podrías aguantar.
—No, no te equivocas. Entre esto y lo otro, resulta que está el culto ese provocando todo tipo de líos. Si no fuera porque me interesé en cierto objeto legendario, me habría enterado demasiado tarde como para reaccionar. Hemos acabado ya con la mayoría de las bestias, pero nos hemos cruzado con pocos cultistas.
—Tenemos preguntas, sí, pero imagino que tú también, ¿no te interesa ponerte al día?
—Solo si mi ayuda es necesaria. De lo contrario no tendría sentido seguir viviendo como una aberración.
—Aborrezco a los vampiros no menos que tú, pero no tomemos acciones drásticas. Últimamente hemos estado realizando lo imposible, así que no veo por qué no buscar una forma de curarte. Tanto Hirokichi como yo tenemos bendiciones y el resto de mis amigos no son cualquier cosa. El problema sería el tiempo que nos tome y cuánto podrías aguantar.
—Me temo que la única cura es la muerte, señorita Vivaldi. No tendré problema en conservar mi humanidad mientras no pruebe la sangre humana, pero me llevará mucho tiempo recuperarme de las heridas. Agradezco vuestra intención pero lo mío ya no tiene arreglo, sobre todo ahora que mi hermano ha muerto. Sólo él podía revertirlo, y hacerlo habría llevado a mi irremediable muerte de todas formas.
—No, no te equivocas. Entre esto y lo otro, resulta que está el culto ese provocando todo tipo de líos. Si no fuera porque me interesé en cierto objeto legendario, me habría enterado demasiado tarde como para reaccionar. Hemos acabado ya con la mayoría de las bestias, pero nos hemos cruzado con pocos cultistas.
—Hmmm... ¿qué bestias primigenias quedan aún?
—Lujuria y Envidia.
—Las más problemáticas. En sí no son tan peligrosas como las otras, pero en manos equivocadas cambia totalmente. Decidme que Envidia no están en manos de la secta.
—Eso me temo.
—En ese caso tenemos un problema muy serio. Adivinaría que el objetivo de la secta ahora mismo es conseguir los fragmentos del Diapasón, y usarán a Envidia para obtenerlos. Si os habéis topado con pocos sectarios se debe a que ellos prefieren dejar el trabajo sucio a otros. Ojalá pudiera ayudar con esto, pero ahora estoy muy débil y salir a la luz del sol supondría sufrir una muerte horripilante. Me temo que no os podría ser de ninguna ayuda.
Notas en Drake la expresión que pone cuando se le ocurre algo.
—¿Ni siquiera para entrenar a tu descendiente? Lo que haces con la espada es telekinesis, ¿cierto?
—¿Has dicho descendiente?
Los ojos de Daniel y Lloyd se encuentran, y se quedan mirando un rato.
—¿Hola? ¿Alguien puede atenderme?— exclama Fynn, ayudado por Ester.
—Voy. Se ve que ahora no nos hacen caso a los heridos— se queja Anabella mientras se acerca a Fynn para sanarlo.
—Viendo cómo te quejas no pareces muy herida— le replica Michello con tono burlón.
—La única cura que tú conoces —respondo a Daniel—. Y te puedo asegurar que en todo este tiempo que has dormido puede que hayan surgido métodos nuevos para tu problema. No te rindas así de fácil.
—Miren, ustedes dos, que yo no debería meterme en sus asuntos. —Me pongo detrás de Lloyd y pongo mis manos en sus hombros—. Ni tampoco me importaría si fueran otras las circunstancias, pero dada la situación actual, cualquier ayudita nos viene de maravillas. Si puedes enseñarle a él a sernos todavía más útil, bienvenido sea y ruego que lo hagas.
—La única cura que tú conoces —respondo a Daniel—. Y te puedo asegurar que en todo este tiempo que has dormido puede que hayan surgido métodos nuevos para tu problema. No te rindas así de fácil.
—Ojalá tengáis razón.
Si puedes enseñarle a él a sernos todavía más útil, bienvenido sea y ruego que lo hagas.
Daniel esboza una elegante sonrisa.
—Por supuesto, puedo entrenar sus poderes y su destreza de combate mientras le imparto educación. Cuando crezca será el nuevo señor de Altaria.
—Y... ¿yo?— responde Lloyd sorprendido —¡Pero si he crecido en la calle!
—Y eso puede hacer que puedas convertirte en un gobernante ejemplar. No te preocupes, yo me encargaré del gobierno mientras no estés preparado.
—Yo no me fío— afirma Fynn, quien mira con desconfianza a Daniel —Eres el hermano de ese monstruo que estuvo matando a niños callejeros solo para seguir siendo joven. ¿Acaso crees que puedes compensar eso?
—Nada puede compensar la pérdida de una vida. Los pecados de mi hermano son imperdonables y son mi responsabilidad, y cargaré con esa culpa el resto de mi vida. Pero tenga por seguro que voy a trabajar muy duro para que este tipo de sucesos no vuelvan a repetirse nunca más. Tiene usted mi palabra.
—Pienso vigilarte de cerca.
—Espero que lo haga manteniendo esa actitud crítica, así evitará que me desvíe del camino correcto. ¿Entonces asumo que aceptará ser mi consejero?
—¡¡¡!!!
La expresión de Fynn es de sorpresa absoluta.
—Sí, necesito a alguien que conozca la realidad del mundo para que me aconseje, mejor si no se dedica a darme coba. ¿Se dice así lo de adular?
—Creo que se dice "hacer la pelota"— suspira Fynn —Caray, estás un poco anticuado. Definitivamente necesitas un consejero puesto al día. Qué remedio, tendré que hacerlo mientras te vigilo de cerca. Esto me recuerda una cosa...— Fynn te arroja el fragmento del diapasón —Te prometí que te lo entregaría si me ayudabas con mi problema, y has cumplido de sobra. Gracias.
—¡Muchas gracias por salvarme!— te agradece Ester —¡Y gracias por cuidar de mi Lloyd!
—¿Tu qué?
Ester se pone roja como un tomate y empieza a hacer aspavientos.
—¡No, no, no! ¡No he dicho nada!
Anabella esboza una sonrisa maliciosa y se coloca a tu lado tapándose el rostro con el abanico.
—Parece que a Lloyd le ha salido una pretendienta.
—A veces el mejor líder es aquel que no quiere ser líder —digo, sonriente—. Más intención sincera de sacar todo adelante, menos probabilidades de corrupción.
—Fynn, mantenlo vigilado, sí, porque más allá de todo, sigue siendo un vampiro y, por más que uno no quiera, puede que su naturaleza sobrepase su voluntad y acabe convirtiéndose en algo que no queremos. No digo que suceda, pero la posibilidad está.
Una vez acabado el asunto, voy de nuevo con Drake para que nos regrese a casa. Creo que ya no tenemos nada más que hacer acá.
—Lloyd, ¿te quedarás un tiempo viviendo aquí entonces? Parece que estás rodeado de gente que te quiere y te extraña. Por supuesto que te vamos a echar de menos. Tendré que buscarme otro sirviente así de tierno.
—"Pretendiente" —corrijo a Anabella—. ¿Qué te pasa? ¿Dos minutos en la calle y ya te contagias de los plebes que hablan mal?
—Fynn, mantenlo vigilado, sí, porque más allá de todo, sigue siendo un vampiro y, por más que uno no quiera, puede que su naturaleza sobrepase su voluntad y acabe convirtiéndose en algo que no queremos. No digo que suceda, pero la posibilidad está.
—Parece que eso es lo que quiere. Tranquila, yo le echaré un ojo. Tú mantén vigilado a Hiro para que no haga locuras.
—Oye, Fynn...
—Lloyd, ¿te quedarás un tiempo viviendo aquí entonces? Parece que estás rodeado de gente que te quiere y te extraña. Por supuesto que te vamos a echar de menos. Tendré que buscarme otro sirviente así de tierno.
—Lo siento mucho, señorita Vivaldi. Me gustaría seguir a su servicio pero parece que tengo cosas que hacer aquí. Si necesita mi ayuda no dude en venir a buscarme. Yo también os echaré de menos, sobre todo a la señorita Fong.
—Guárdese el sentimentalismo para usted, asuma que va a ser el futuro señor de Altaria. Muchos verán eso como una debilidad y conspirarán contra usted. Aparte de eso siga trabajando duro como hasta ahora... y alce la cabeza orgulloso.
Tras las serias palabras de Lei sabes que hay afecto fraternal hacia Lloyd.
—"Pretendiente" —corrijo a Anabella—. ¿Qué te pasa? ¿Dos minutos en la calle y ya te contagias de los plebes que hablan mal?
—Es lo que tiene mezclarse con la plebe para solucionar sus problemas.
—Sentimos ser meros plebeyos— bromea Fynn.
Cuando vais a despediros recibes una llamada de tu interfono. Al atender a la llamada ves que se trata de Eugene.
—Vaya, parece que conseguí hacer una llamada de larga distancia. Qué malote. Por cierto, ¿estáis ocupados? Parece que está ocurriendo algo muy malo en tu casa, deberíais venir urgentemente.
Pasamos a la siguiente escena.