Drake parpadea un par de veces cuando le arrebatas el teléfono.
—Claro, mientras le quede memoria al teléfono puedo sacar más fotos. Menos mal que compré esa tarjeta de memoria de 128 gigas aunque me costó un riñón.
—¿Eh? ¿Empeñaste un riñón?
—No, no, es una expresión de mi tierra. Quiere decir que salió muy caro.
Drake toma posición con el móvil, sosteniéndolo de lado, y procede a tomarte varias fotos en esa postura. Mientras tanto explica el concepto de las fotografías, cómo se hacían originalmente y cómo funciona actualmente.
—Interesante. ¿Eres un experto en esa materia?
—Para nada, pero por mi trabajo tuve que hacer un cursillo en el que explicaron estas cosas— termina de sacar las fotos y te deja el móvil —Toma, mira qué foto te gusta más. Déjame el otro para revisar sus datos, por favor.
Si le entregas el smartphone rosa Drake tratará de encenderlo, sin resultado.
—Me lo imaginaba. Tendrá la batería gastada o algún componente roto— Drake le retira la tapa para extraer la batería, con Eugene y a ti observando de cerca.
—¿Vas a ver si puedes arreglarlo?
—Así es. Primero probaré a meterle algo de carga a la batería. Los aparatos de mi mundo funcionan con electricidad como fuente de energía.
—Ah, ya veo. Jugáis con la conductividad de algunos metales y las propiedades de otros para almacenarla, ¿verdad?
—Exactamente. Me sorprende que sacaras esa conclusión siendo de este mundo.
Drake invoca un pequeño conjuro eléctrico que se concentra en su mano mientras lo explica, y después vuelve a colocar la batería en el móvil. Procede a encenderlo y esta vez lo hace. En ese momento cierra los ojos apesadumbrado.
—Este teléfono perteneció a Himiko...— os enseña la pantalla en la que sale Himiko junto a un par de amigas suyas —Teniendo en cuentas las circunstancias, ella probablemente ya esté...
No quiere acabar la frase. Le tiembla el labio y la mano que sostiene el teléfono.
—Si hubiese sido más diligente buscándola...
—Esto es...
Miro atónita las llamadas fotos. Los detalles que se intercambian entre ellos dos me pasan desapercibidos mientras admiro la calidad de las imágenes.
—Es demasiado maravilloso. Es pequeñita, pero parece como si realmente estuviera ahí. Siempre he querido una pintura de mí en ese diván para regalarle a... em... bueno, pero la cosa es que nunca encontré ningún artista que me convenciera. Ninguno estaba a la altura de mis exigencias. ¡Pero esto es una locura! Hirokichi...
Lo miro a él, poniendo uan sonrisa radiante, con los ojos cargados de ilusión.
—...No te haces idea, de verdad. No han dejado de ocurrir cosas buenas desde que llegaste. Gracias por esto.
Sigo mirando el teléfono y... Y ahora surge un problema y mi expresión alegre se desvanece.
—Y... ¿Cómo podemos poner esto en un marco y colgarlo en la pared?
La conversación nos deriva al teléfono de Himiko y, si bien la situación es triste, se me ocurre una manera muy efectiva de comprobar si vive.
—Bueno, ya sabes qué hacer. Si le ocurrió algo fatal, lo más seguro es que esté en el Seno de Selena.
No sé cómo hará Eugene para explicar por medio de la cienca lo que va a intentar Drake ahora, pero bueno, no es mi problema.
—Si no la encontramos allí, ¡entonces vive y la vamos a encontrar! —exclamo, palmeando la mesa.
Eugene esboza una sonrisa muy confiado.
—La magia tiene también su ciencia. ¿Qué tratáis de hacer?— se lo explicáis —Ah, eso es muy simple. Las almas se las personas que van al otro plano son como masas de energía. El que convoca un alma en concreto trata de sintonizar con su energía tratando de encontrar su misma frecuencia generando una opuesta a ella. Las energías de frecuencias opuestas, al igual que las polaridades de los imagen, se atraen. Supongo que habrá que tener en cuenta el coeficiente de voluntad de esa masa de energía, que cuanto más fuerte es más puede oponerse a ese llamado— en una pizarra escribe una fórmula matemática increíblemente compleja —Supongo que esto lo explicaría más o menos.
A Anabella le sale humo por las orejas mientras que Katya pone todo su empeño para tratar de entenderlo, pero le es imposible. Es demasiado complejo incluso para ti. Al igual que para Drake.
—... impresionante. Ni siquiera soy capaz de entender esa fórmula pero creo entender tu fundamento. Y Rosalia tiene razón, si Himiko ha muerto en este mundo puedo convocar su espíritu. Dadme un momento por favor, necesito estar a solas.
Drake se mete en el despacho, cerrando la puerta tras de sí. Te fijas en las rendijas de la misma por si se ve una luz dorada pero no distingues nada. Poco después sale Drake pensativo.
—No he sido capaz de convocar su espíritu. Se me ocurren 3 posibilidades: la primera es que esté en otro plano diferente a los de este mundo, cosa que veo poco probable. La segunda es que en el momento de su muerte un espiritista o nigromante capturara su alma en algún objeto. Y la tercera es que... Himiko siga con vida. Eugene, ¿sabes de nigromancia?
—Solo he investigado por mi cuenta lo de reanimar cadáveres para estudiar el cuerpo humano. Eso de poner maldiciones, evadir la muerte o levantar un ejército de esqueletos no tiene ningún interés científico.
—¿Y qué estamos esperando aquí entonces? —exclamo con vehemencia, apoyando las dos manos sobre la mesa, casi a punto de saltar—. ¡Vamos a encontrarla! ¿Qué pistas tenemos? Tenemos que pensar cómo llegó ese teléfono a la subasta. Podríamos volver a Florentia y preguntar. Luego, Hirokichi, ¿recuerdas en qué parte del mundo apareciste cuando lelgaste aquí por primera vez? Tal vez allí podamos descubrir algo.
—Descansemos por hoy, que hemos tenido un día largo y luego habrá cena bonita. ¡Pero mañana nos ponemos manos a la obra con esto!
—Ésta es la primera y única pista que tengo de ella. ¿Crees que no se me ha ocurrido ir a donde aparecí para buscar pistas de ella? Aparecí en el norte del reino de Germania, cerca de la frontera con Ambrosia. Sí, la mejor opción que tenemos es regresar a Florentia y preguntar cómo lo obtuvieron, sí.
Te da escalofríos pensar en que Drake apareció en el norte de Germania. Con un poco de mala suerte habría acabado siendo víctima de los bárbaros, fue una suerte para él que quien le encontró primero fuese Gustav el Sabio.
Cuando vas a retirarte para descansar Drake te hace señas para que te acerques.
—Rosalia, dame un momento. Todavía no te he agradecido debidamente por rescatarme en esa subasta.
Una vez os aseguráis de que no hay ojos indiscretos Drake se pone de rodillas, te toma la mano y besa cortésmente el dorso.
—Cuando quieras puedes pedirme un capricho, el que quieras. Además buscaré la forma de pasar a un cuadro una de las fotos que te saqué. ¿Te parece adecuado el agradecimiento?
Y con tu mensaje cerramos esta escena.
—No, n-no es para tanto, ya te lo dije.
Me arde la cara. Me arde mucho. Parece un caballero jurándole devoción a su princesa. Es... es...
—Ah... a... em, s-sí. Eso es demasiado más que suficiente, Hirokichi, en serio. Sacarte de ahí no se compara pero ni de lejos con todo lo que has hecho por mí. No hace falta que me hagas ningún capricho, de verdad.