Partida Rol por web

Lei asiente con la cabeza, aún cortada.

 —Oye... tú no has visto todos los movimientos que sé hacer, y a ti no te enseñaría los feos y brutos— uno de los matones se incorpora y se dispone a escapar pero Drake lo vuelve a derribar con una llave muy estilosa, dejándolo inmovilizado con la maestría de un artista marcial —En mi país tenemos mucha tradición por las artes marciales, y en la policía nos lo enseñan.

Suelta al matón, dejándolo marchar. Drake se encoge de hombros.

 —Como quieras.

El señor Fong se ríe.

—Es indudable que os lleváis bien, jovencitos. Señorita Vivaldi, me encantaría enseñarle pero estoy en mitad de un viaje. Lamentablemente no podrá ser. Sin embargo mi hija sí podría enseñarle.

 —Para mí sería un honor adiestrarla, señorita Vivaldi.

—No —respondo a Drake mientras inmoviliza a ese—. Me los hubieras enseñado antes, ahora ya perdiste la oportunidad.
Sonrío, acariciándole la mejilla.
—Y no te me hagas el indiferente, que sé bien que te morías de ganas de enseñarme para estar más tiempo conmigo.

—¡Estaría encantada, señor Garra! —exclamo alegre y tomo las manos de Lei—. ¿Oíste? ¡Serás mi maestra!
Pero mi cara cambia, a un gesto de desdén.
—Ojo con ser muy dura conmigo o te despido.
E inmediatamente le doy un abrazo, riendo.
—Es broma. ¡Ya quiero aprender todo eso que haces! Sé que tomará tiempo, pero será una buena manera de hacer ejercicio, que me hace mucha falta. ¡Desde que me gradué no he vuelto a practicar esgrima! Así que esto viene de maravillas.

Luego de soltarla le pellizco los mofletes.
—Y deja de llamarme señorita Vivaldi, que somos amigas. Bueno, no, eres más como mi hermana mayor. ¡Llámame Rosalia! O Rosi, Ros, Rosita... Bueno, no sé.

 —Eso va a ser difícil, señorita Vivaldi.

—Estará en buenas manos, señorita— sonríe en sensei —Si me disculpa, he de proseguir con mi viaje. Ojalá pudiera estar más tiempo y hablar un rato con mi hija, pero tengo deberes que atender. Que tengan un buen día. Y Lei, sigue esforzándote y cuídate, hija.

Lei abraza a su padre en un acto impulsivo, visiblemente emocionada. Tras ese momento emotivo el anciano se despide otra vez y prosigue con su camino. Tu criada poco a poco recupera la compostura hasta volver a ser la de siempre.

 —Volveré a mis deberes si no necesita nada más, señorita Vivaldi. Mañana empezaremos con el entrenamiento.

—¡Juuu!
Doy un pisotón, inflando los mofletes. Pero entonces, otra sorpresa más que me deja pasmada.

—¡Sí! ¡Aguarda ahí, que sí que hay otra cosa que necesito! —le ordeno a Lei antes de que de la media vuelta.
Extiendo entonces los brazos y quedo así esperando, poniendo morritos.
—Ahora me tienes que dar un abrazo así de lindo, como el que le diste a tu papá. Ya demostraste delante de mis ojos que puedes hacerlo.

Después de eso, regreso con Drake, sintiéndome bastante culpable.
—Perdona que se haya interrumpido nuestro momento juntos, pero es que... bueno, ha sido una sorpresa demasiado asorpresada. Y los otros bobos nos están espiando desde allá. ¿Qué hacemos?

Lei se sonroja un poco y, dubitativa, acaba abrazándote. Al principio lo hace con bastante timidez pero al final se deja llevar mostrando el aprecio que te tiene.

 —No creo que sea necesario decirle cuánto la aprecio, señorita Vivaldi— dice con una sorprendente sonrisa antes de retirarse.

Cuando vuelves con Drake éste niega con la cabeza.

 —Para nada, yo habría hecho lo mismo. Pero sí que puedes disculparte con eso de que no quieres que te entrene yo, muchos darían su brazo por ser entrenados por el "héroe legendario"— dice fingiendo estar molesto antes de volver a sonreír —¿Y si le tendemos una trampa a esos mirones?

—Serás el legendario héroe para la plebe, Hirokichi —replico con las manos en la cintura, inclinándome levemente hacia adelante y mirándolo fijamente a los ojos, sabiendo que su enfado es falso—. Pero para mí tú eres Hirokichi, mi futuro esposo. Podré estar contigo el tiempo que quiera y sé que me darías cualquier cosa que te pidiera, pero la oportunidad de entrenar directamente con el papá de Lei me pareció única. Ya está muy anciano, además...

Me quedo mirando distraída en la dirección que los ví a aquellos husmeando. Suspiro de nuevo.
—Sería divertido, si es que aún no se han percatado de que ya los vimos.
Sonriente me doy la vuelta para mirar a Drake de nuevo.
—¿Qué propones? —pregunto, para luego poner una sonrisa presumida y pegarme a él—. ¿Y si nos ponemos mimosos delante de ellos para darles corte?

Drake esboza una sonrisa traviesa mientras te rodea la cintura con tus brazos y atraerte.

 —Me parece estupendo. Tenía ganas de ponerme meloso contigo...

Se dispone a besarte con dulzura pero se queda a medio camino, sonrojado y cortado.

 —Lo siento... me da corte hacerlo en público.

—Ah, ee, a mí también —respondo nerviosa—. Mejor no.

Encima a sabiendas de que todos tienen la atención bien puesta en nosotros. Aunque si hubiera sido más espontáneo creo que no me hubiera dado cuenta y lo habría hecho de todos modos. Quizás.

Mientras pasamos por otro escaparate de joyería, miro distraídamente el anillo que todavía llevo en el dedo. No sé qué pensar.
—Es hermoso y me daría mucha pena guardarlo en la caja de seguridad —murmuro, pensando en voz alta—. Más allá de su significado, me lo regaló para que lo usara, ¿no?

Drake pone la mano sobre la tuya, y te mira a los ojos.

 —Eres libre de usarlo como quieras, y más si significa mucho para ti. Si no quieres que se quede guardado en una caja fuerte, úsalo. Sé lo importante que fue para ti Jules, tanto como lo fue para mí Yukie. Lo comprendo mejor de lo que imaginas. Atesóralo, eso me animará a estar a tu lado y conseguir que me tengas tanto cariño como en el pasado le tuviste a Jules.

—Oye, no digas eso. Puede que no te conozca desde hace tanto tiempo como conocía a Jules, pero te tengo el mismo cariño.
Cierro un momento los ojos, pensando que me iba a poner a llorar de vuelta, pero resulta que no. Bien.
—Perdona, pero no sé qué decir. Em, mejor cambiemos de tema, ¿sí? No quiero que se arruine este momento lindo.

Mientras continúa el paseo trato de enfocarme en lo que estamos haciendo, sin embargo, no se me ocurre ninguna forma divertida de hacer escarmentar a los intrusos curiosos y en un rato ya me estaré cansando de caminar, que ya llevamos toda la tarde.
—Al final se dieron el gusto —comento, suspirando, y luego grito sin dirigirme a nada en particular—. ¡Bueno, ya fue! ¡Salgan de donde estén y vayamos todos juntos a cenar a algún sitio bonito! Para variar...

Tras el suspiro Drake te hace un gesto para que no digas nada más, y mira hacia un edificio que hay tras la esquina sin ningún disimulo.

 —¡Rosalia, apártate! ¡Ese edificio tiene un depósito de aguas fecales que va a explotar!

Los que están ocultos salen de su escondite corriendo como pollos descabezados, excepto Michello quien va persiguiendo a su hermana para tranquilizarla. Incluso Lloyd sale despavorido, abandonando su sigilo. Ves que Drake apenas puede aguantarse la carcajada y su risa es bien sonora.

—¿Eh? ¿Q...? Ah.
Me quedo mirando a Drake con los ojos entornados mientras él ríe. Cruzo los brazos y suspiro de nuevo.
—Son unos tontos. Y ahora tengo más hambre.

Mientras van todos a quejarse a Drake me quedo pensando a dónde podríamos ir a comer. Al final se ha hecho tarde para ir a ver a Eugene, pero no sé si en realidad ese tipo duerme. De todos modos no me gustaría molestarlo a estas horas.

—Creo que nunca te he preguntado cuál es tu comida favorita, Hirokichi. Aunque si es algo tradicional de donde vienes, ¿crees que podríamos encontrarlo por aquí?

Drake se queda pensativo.

 —Hum... es verdad, hace una eternidad que no pruebo el gyudon.

Himiko grita histérica.

 —¡Maldito, no te pongas a hablar de comida japonesa que me entra la nostalgia! Echo de menos los noodles del puesto de enfrente de mi antiguo trabajo, estaba riquísimo.

 —¿Y qué me dices de los onigiris?

 —Ufff, a mí me salían deliciosos. Lástima que aquí sea raro encontrar arroz.

 —Cierto, con el aislacionismo de Xianzu apenas lo exportan. Va a ser muy complicado poder replicar esos platos, pero con los noodles creo que sí sería posible.

—Pero eso tiene solución —respondo, sonriente, a la vez dándome gracia lo fácil de resolver un problema que ellos pensaban impasable.

Chasqueo los dedos y Lei aparece al instante a mi derecha. Hago aparecer entonces la pluma mágica y trazo unas palabras en un pergamino, que enrollo y... ah.
—Bueno, tendremos que regresar a casa a buscar el sello de lacre, no creo que Lei lo tenga encima, es demasiado conveniente hasta para ella.
Enrollo el pergamino y se lo doy a la sirviente.
—No, mejor ve a casa y dáselo a papá para que lo selle él.

Junto las manos con alegría y me dirijo a los demás:
—Si tenemos suerte, nos traerán media docena de bolsas de arroz de las reservas de Levante. ¿Será suficiente para darnos el gustito? De todas formas, hoy quería invitarlos a comer fuera, especialmente a Lei y a Lloyd, que nunca pueden compartir la mesa con nosotros por tener que estar trabajando.

Lei aparece un instante, toma el pergamino y asiente con la cabeza antes de irse rápidamente.

 —Rosalia, agradezco tu intención pero yo sé muy bien que el arroz es un bien muy raro de encontrar. Dudo mucho que en las reservas de Levante tuviesen siquiera alguna bolsa.

 —No se pierde nada por intentarlo. Sería maravilloso poder volver a probar el arroz— Drake te abraza con dulzura y te da un besito —Muchas gracias, Rosalia.

—Boh. Dejad de poneros melosos y vayamos a comer algo. Estoy hambrienta.