La sombra se aparta cuando intentas abrazarla.
—¡Tú me aceptarás pero yo no te acepto! Te has vuelto débil, patética e idiota. ¿Cómo has podido rendirte tan pronto para resucitar a Jules? ¡No puedo aceptar eso, me niego! ¡Tampoco puedo aceptar que te hicieras tan rápido con un sustituto como Hirokichi! ¿Tan poco te importaba Jules en realidad? ¿Tan fácil es sustituir al amor de tu vida?
Sus palabras están llenas de rencor, rencor hacia ti.
No voy a dejártelo tan fácil :P
—Ah, sí —digo, suspirando y bajando los brazos.
—Comprendo que digas esas cosas, ya que tú eres yo y yo soy tú, me estás expresando mis tribulaciones y los problemas a los que me enfrenté cuando lo perdí y luego apareció Hirokichi. Significa que aún me está remordiendo la consciencia eso.
¿Por qué estoy hablando en voz alta? La sombra puede escucharme igual, así como yo a ella. Está compuesta por mis pensamientos y sentimientos más oscuros, guardados en el fondo de mi mente. Pienso que tengo que aprender a convivir con ellos, pero si debo purgarlos para avanzar...
No, no realmente. Si los purgo, otros nuevos aparecerán eventualmente.
—Yo no he sustituido a nadie.
¿Por qué estoy intentando convencerme a mí misma de esto? ¿No lo hice ya?
—Es cierto que soy débil, patética e idiota. Una hormiga lo es si se compara con un tigre. Pero no estoy sola. Mis amigos y mi familia me complementan. Si no tuviera a nadie, jamás hubiera logrado todo lo que he estado haciendo. Tampoco olvido a Jules, que siempre tendrá su lugar en mi corazón, de la misma forma que Anita, Michello, Lei y todos los demás. La vida continúa. Seguir llorando a Jules es aferrarse al pasado y el pasado sólo sirve para aprender de él, no para repetirlo.
Tiendo una mano, pero esta vez no para abrazarla, sino para emitir un fulgor que la encandile.
—Así que fuera, bicho. Mi antigua yo se ve que no sabe nada sobre la virtud y la fortaleza, si va a seguir con esas ideas absurdas.
La sombra escucha en silencio y cuando terminas de decirle todo lo que tenías que decir se desvanece. Poco después sientes una calidez en tu pecho que va extendiéndose por todo tu cuerpo y te ves envuelta en una luz.
—Enhorabuena, has superado la prueba. Te has enfrentado a ti misma, a tus dudas y temores. Esto era para confrontar y aceptar tus propios defectos como parte de ti misma. Es hora de regresar con los demás.
Vuelves en ti, y en cuanto abres los ojos lo primero que ves es a Anabella ojiplática.
—¡Boh! ¡Pero no me des estos sustos!— te regaña —¡Llevas como varios días catatónica y de repente te pones a brillar y tu pelo se volvió rubio así de la nada! ¡Pero rubio en plan Hirokichi! Pero menos mal que has vuelto a la normalidad, me encanta el pelo que tienes siempre.
Pensé que podría descansar luego de este estrés tan rotundo, pero Anabella no me lo permite. Inmediatamente me llevo las manos a la cabeza cuando me comenta lo del pelo, pero dejo caer los brazos cuando noto que sigue igual y ella además lo confirma.
—¿Entonces no ha servido de nada? ¡Casi lo logro! Pero no... Momento...
Miro mis manos y luego alrededor. Miro también hacia abajo. Levanto un pie, luego el otro. No parezco haber cambiado nada, sin embargo siento mi cuerpo mucho más ligero. Tampoco siento hambre ni sueño, y eso que hace un rato se me antojaba algún tentempié.
—¿Qué ha pasado? Hirokichi cambió de forma permanente. De no ser así, no se seguiría quejando sobre el color que tiene ahora, pudiendo regresar a voluntad a su aspecto original. No entiendo.
Anabella se encoge de hombros.
—Yo qué sé, no entiendo de esas cosas.
—Se me ocurren dos posibles motivos— comenta Yukie —El primero es que desde que naciste ya disponías de la influencia de Selene, otorgándote gracilidad y belleza naturales. Y el segundo posible motivo puede que tenga que ver con el origen de Hirokichi, recuerda que viene de otro mundo. Para poder ser un héroe completo para este mundo tiene que volverse alguien de este mundo, de ahí su transformación. Tú como ya pertenecías a este mundo no era necesaria una transformación.
—¿Y será por eso que Hirokichi tuvo que ir hasta el altar y yo pude hacerlo así tranquila en este lugar cualquiera? Aunque en realidad comencé en el altar. Pero bueno, imagino que para cada persona será diferente. Más con él, que es un extranjero.
—Por un lado creo que es mejor. A saber el escándalo que sale si ven a Rosalia con ese cambio de aspecto tan llamativo y repentino. Sin embargo, tendría que buscar una forma de que los de la ciudadela me capten como la sucesora del héroe, así quedan bien convencidos de que Hirokichi ya no está.
Dejo de pensar en voz alta mientras me quedo mirando a Anabella un momento. Al no darme ninguna respuesta, ni siquiera un comentario, me tiembra el labio y pongo ojitos como cada vez que me preocupa algo y busco los abrazos de mi amiga.
—¡Anita, ayúdame! ¿Qué se supone que deba hacer ahora? No noto ningún cambio. Bueno, sí, me siento demasiado bien. Mover mi cuerpo nunca había sido tan fácil y me da que podría hacer tres saltos con piruetas así nomás si tuviera aquí el espacio suficiente. ¿Pero y ahora? ¿Nos dormimos una siesta hasta que vuelvan los demás?
Anabella esboza una sonrisa.
—Eso tiene fácil solución. Un sacerdote puede corroborar que posees la bendición de los tres dioses. De todos modos Michello ya los ha convencido y tampoco disponemos de tiempo, pues te has tirado como cuatro o cinco días en trance. Menuda siesta te pegaste, dormilona— bromea —Tenemos que partir ahora si queremos llegar a tiempo para la batalla.
Vamos pasando a la siguiente escena.