En los meses y años que siguen, viajas junto a Piero alrededor del mundo, aprendiendo todo lo que te puede enseñar. Descubriste el gran secreto de Piero para poder caminar a plena luz del día, y el por qué de sus faltas de memoria. El Piero de día no era otro que su hermano gemelo, Nicola, al que Piero convirtió en ghoul al poco tiempo de ser abrazado.

Durante el tiempo que siguió aprendiste a controlar tus recién adquiridos poderes y habilidades. Descubriste tu verdadera naturaleza y a la Bestia que se escondía en tu interior y a como controlarla. También conociste a otros como Piero y como tú, una sociedad oculta a los ojos de todos. Intrigas palaciegas y políticas de las que Piero casi siempre huía. Tan sólo se involucraba cuando temía que su libertad corría riesgo.

Una noche, mientras navegabais con el viento en el rostro en dirección a Venecia, Piero te llama para hablar contigo.

-Se avecina una guerra, Paolo. Una grande y desastrosa. Ahora navegamos hacia Venecia, porque es ahí donde se está fraguando todo, y debemos intentar por todos los medios que lo que está por venir no destruya el mundo que conocemos. -Piero te mira y notas un velo de temor en su mirada. -La Cuarta Cruzada está preparándose para iniciar su periplo en nuestro hogar. Detenerla es inevitable, pero debemos evitar a toda costa que pase por Constantinopla. Tengo allí muchos intereses depositados, y las anteriores cruzadas fueron desastrosas. A tal efecto, he ofrecido mi apoyo a los cainitas bizantinos, y tu serás mi emisario. Se que es una tarea que nueva para ti, pero será una estupenda manera de que conozcas de cerca una sociedad que a mi cada vez me resulta más difícil de tolerar.

Grnnnn -Gruño el marino - ¿Guerra? ¿Cruzadas? Tal vez es lo que necesiten nuestros decadentes hermarnos, manchar sus garras con la sangre de sus enemigos y su comida en vez de esconderse tras esas estupidas pelucas y mascaras carnavalescas.

Levanto la mirada hacia el cielo infinito mientas la suave brisa del Mediterraneo acariciaba su curtida piel, pensativo. Esta bien, sere tu emisario en la capital bizantina. ¿Que debo saber de nuestros aliados, enemigos y cual seria mi mision? - Pregunto tras pasar un rato en silencio, pensativo, urgando en sus incisivos con una daga.

-No te equivoques, mi buen Paolo. La guerra no es buena para nadie. Nuestros hermanos, como tu dices, estarán en ambos bandos y no serán precisamente los que vayan al frente. Serán los mortales los que contarán sus bajas por miles. -Piero no parece afectado por tus palabras, más bien parece el maestro que explica una lección difícil a un alumno aventajado. -Te queda mucho por aprender... -Esta es una frase que le encanta repetirte. -Tu arma más poderosa no son tus manos. -Con su dedo índice te toca la cabeza. -Esta es tu arma más poderosa, nunca lo olvides. Con el paso de los siglos aprenderás a utilizar tu inteligencia, a dejar que tus enemigos te subestimen en combate cuerpo a cuerpo. Y el día que te veas acorralado, obligado al combate... Sorprenderás a tus enemigos con una fuerza tal que temerán tu ira para siempre... Si es que sobreviven.

-Nuestro rumbo ahora es Constantinopla, allí te presentaré a Abertorius, uno de los Tremere más poderosos que existen, y un poderoso aliado con el que tuve el placer de negociar tiempo atrás. Su chiquillo, Asenoc, será tu acompañante en esta misión como representante de Constantinopla.

-Si claro, mantenerte alerta y con la mente fría es lo primordial para salir bien parado ante la dificultad- Admite ante su mentor -Pero todo eso de engañar a otros para medrar... utilizarlos para convertirte en su líder por métodos distintos a tu fuerza y habilidad... ¿Te conté antes la historia de un capitán que tuve cuando serví en la armada del Dux? Pues se llamaba Benitto Pachino y la primera vez que entramos en combate lo hoy gritar "¡Traedme mi camisa roja!"... Aquella primera vez solo nos enfrentamos a un pequeño bergantín... Y así bramaba cada vez que estábamos a punto de entrar en combate ¡Traedme mi camisa roja!... y siempre era él el que estaba en primera línea de abordaje... luchando sin desfallecer, pareciera que las estocadas enemigas no le hirieran, y los demás luchábamos infatigables, embargados por la energía de nuestro inmortal capitán: el rojo de la camisa camuflaba la sangre que manaba de las heridas que recibía en cada refriega y sus cojones no nos dejaban ver el dolor que sufría… y así siguió, batalla tras batalla… ¡Traedme mi camisa roja!... Hasta aquel fatídico día, aquel día el sarraceno nos rodeaba… cuatro de sus naos por cada una de las nuestras… ese día el capitán bramo más fuerte que nunca ¡Traedme mis pantalones marrones! –El marino estallo en carcajadas ante su propio chiste, palmeando familiarmente la espalda de su capitán.

Tras recuperar el aliento, aspirando profundamente la salada brisa marina dijo –Ese es al tipo de hombre que yo seguiría, un hombre que combata hombro con hombro con los suyos, que coma la misma mierda que sus subalternos, que no pusiera la vida de los suyos en juego por puro egoísmo o crueldad- Miro fijamente a Piero- Y esos no son los hombres que he conocido en los palacios y demás sitios a los que me has llevado… Pero bueno, hare este trabajo por ti, si tanto significa esta mierda para ti, debe ser importante… Además parece que hacen décadas que no me dejo caer por los muelles de la vieja Constantinopla ¡El mejor vino y las mejores mujeres que… -De repente se cayó y miro ceñudo hacia el horizonte. Su semblante se convirtió en una máscara seria y compungida, pese a que aun recordaba los placeres mortales ya casi no significaban nada para él, solo un vago recuerdo, como si fuera uno de los cuentos que su vieja mamma le contaba cuando era niño.

-Me encanta tu carácter. Por eso te elegí para darte el don de la inmortalidad, pero hay algunos detalles que se te escapan de tu nueva naturaleza. -Piero parece bastante divertido con la conversación. -En primer lugar, recordarte que ahora no eres un hombre, sino un demonio maldito que no puede ver la luz del Sol. ¿Lucharás codo con codo junto a tus hombres si te atacan a plena luz del día? -Una sonrisa torcida te hace ver tu error. -No, lo dudo mucho. Por otra parte, debes tener una cosa muy clara. En una guerra, en cualquier batalla... Nunca hay vencedores. Sólo vencidos. En un supuesto enfrentamiento en que lucharas mano a mano con tus hombres, siempre habría bajas en ambos lados. Es algo inevitable. -Piero se gira mientras arroja algo de pescado por la borda a las gaviotas. Es una costumbre que le has visto repetir todas las noches, los marineros lo tienen por una manía del capitán y consideran un desperdicio alimentar a las gaviotas, pero a Piero no parece importarle, y todas las noches repite su ritual.

-Déjame que te cuente una historia real, no un chiste. Me ocurrió hace un par de años. Mis hombres y yo navegábamos por los mares del sur. Habíamos conseguido un importante cargamento de sedas que de seguro venderíamos por un muy buen importe. En nuestro Clan tenemos la capacidad de hablar con los animales, y de llamarlos, ya lo descubrirás con el paso del tiempo. Tengo la costumbre de llamar a las gaviotas de los alrededores y converso un rato con ellas en cuanto me despierto, por eso les doy de comer. Ellas me avisan de tormentas, bancos de pescado, de la dirección de los vientos, pero lo más importante... De otros barcos. Sobretodo los piratas. Cuando me informan de algo extraño, suelo usar una de estas mismas gaviotas para ir a explorar... ¡Oh! Si, también aprenderás a poseer el cuerpo de un animal. Es muy útil para tareas de vigilancia y espionaje.

-Aquella noche me informaron de que un barco pirata nos seguía. Sin dudarlo ni un instante, me transformé en murciélago y me desplacé hasta aquel barco. Una vez dentro del barco, pasé a forma de lobo, me paseé sin ser visto y localicé al capitán del barco pirata. Digamos... que le hice una oferta que no pudo rechazar. De ese modo, evité un conflicto que hubiera sido desastroso... ¿Qué opinas tú? ¿Hubiera debido preparar a mis hombres para presentar batalla? ¿Hubiera debido ponerme la camisa roja y luchar con ellos?

Después de un rato refunfuñando, cual adolescente rebelde y que cree que lo sabe todo, Paolo acabo reconociendo la sabiduría en las palabras de su maestro. – Tienes razón, capi, aun me falta mucho para terminar abarcar hasta donde pueden llegar mis nuevas eeeeh… “habilidades”.  Siempre es un placer escuchar tus historias y aprender de ti.

Saludo a Piero agarrándolo del codo y acto seguido se volvió hacia las aves marinas e intento comunicarse con ellas.

-Me alegro de que lo comprendas. Con razón dice el refrán que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Con el tiempo aprenderás más de lo que yo mismo puedo enseñarte. Mira... -Piero señala el horizonte. A lo lejos se ve la luz de un faro, y poco a poco se empiezan a ver algunas débiles luces en la superficie del mar que se hacen cada vez más grandes e intensas a medida que os acercáis a ellas. -Constantinopla aguarda. Nos reuniremos allí con Abetorius y su chiquillo.