Las opiniones son variadas. Los comerciantes en general están encantados de tener tanta gente en la ciudad, ya que cuantas más personas, más negocios hacen. Sobretodo taberneros y posaderos, y a raíz de ellos productores de vino, cerveza, ganaderos, panaderos, etc... En general los cruzados pagan bien y no dan demasiados problemas.
El ciudadano de a pie es el que peor mira a los cruzados, para quién no obtiene beneficio de ellos, el punto de vista es otro. Según ellos son ruidosos, molestos y ocasionan problemas a los transeúntes. La ciudad es más insegura con ellos de lo que era antes.
Si quieres entrar en detalles o hablar con alguien concreto, dímelo.
Me acerco a una de esas personas que parezcan hablar mal de ellos.
-Disculpad mi osadía, acabo de llegar a la ciudad después de un largo viaje y no esperaba encontrarla tan... bulliciosa. De bien es sabido que es una ciudad bien habitada, pero veo más gente de lo habitual... ¿Qué ocurre? No parecéis muy contento con lo que ha llegado a la ciudad...- hablo en un tono amable y pido al guardia que se mantenga un par de pasos tras de mi, pues no quiero parecer amenazante.
-Buenos días, señora. -El hombre en cuestión es un campesino que hablaba acaloradamente con un comerciante de vinos que defendía a los cruzados, mientras que el hombre al que te diriges, con aspecto de hombre aburguesado los criticaba duramente. -Aquí el buen Silvano, -señalando al comerciante, al que al parecer conoce- alega que los cruzados son buenos para su negocio y que no hacen mal a nadie, y yo le trato de convencer de lo contrario. Hace dos noches, sin ir más lejos, un grupo de ellos asaltó a una mujer he hicieron con ella lo que quisieron. ¿Y qué hicieron las autoridades? ¡Nada! -El hombre parece hablar más para el comerciante que para ti.
-¡Venga ya, hombre de Dios! ¡Pero si era una meretriz! ¡Bien ganado tuvo lo que recibió! -Una voz a vuestras espaldas, que no lográis averiguar quien pronuncia mete hierro al asunto y la gente que miraba empieza a reír a carcajadas. Empiezas a percatarte de que la discusión está empezando a atraer la mirada de los transeúntes cercanos.
-¿Quién ha dicho eso? Que poca vergüenza... ¿Pero que os pensáis? -El hombre se encara a todos los que os rodean, sin saber bien a quién dirigirse y las risas desaparecen poco a poco.- ¿Que vosotros no estáis bajo el mismo peligro? Esos hombres hacen lo que quieren, y las autoridades no se atreven a encararse a ellos porque son muchos, entrenados y bien armados.
Continuamos esta conversación en tu día a día, cierro esta escena y así no tengo a los demás esperando de forma innecesaria.