A pesar de encontrarse claramente malherido, Alessio Narvaez logró subirse al primer vagón de aquel tren en marcha, todo esto gracias a que el tren apenas había avanzado y apenas tenía velocidad para marcharse definitivamente de la estación, así como este había caído relativamente cerca del propio tren luego de haber sido atacado.
Aquel vagón sorprendería a cualquiera persona promedio, principalmente porque todo el vagón estaba orientado a un único propósito, el placer y el descanso de la persona a la que perteneciera aquella habitación lujosa. De hecho, todo aquel vagón estaba destinado a una gran habitación así como el pasillo que conectaba con el resto del tren.
La cama estaba hecha, e incluso había comida para dos personas encima de la mesa, aún caliente. Probablemente recien puesto para un disfrute temprano.
A pesar de que Alessio Narvaez se encontraba en una habitación lujosa, este estaba haciendo bajar el valor de aquel lugar por medio del simple acto de desangrarse y manchar todo con su sangre. Al parecer el hecho de estar malherido hacía que el mero hecho de estar de pie fuera un reto.
Echando un vistazo en los alrededores, Alessio Narvaez encontró en una de las estanterías ocultas en la pared un botiquín perfectamente repleto de medicamentos y otros objetos y útiles para sanar heridas. Entre ellos incluso había desinfectante, aguja e hilo, parches...
Aunque estaba claro que la mayoría del daño era interno y aunque taponara la herida por ambos lados podría requerir una intervención a mayores o que por fortuna no hubiera atravesado ningún órgano de por medio. Pero el lado bueno es que si alguien tenía un sangrado interno es que la sangre estaba dentro... que es donde debe estar.
Echando un vistazo desde la ventana del lujoso vagón, Alessio Narvaez fue recibido por el golpe del humo de la locomotora en toda su cara; al parecer sea quien sea la persona que estaba en el vagón, estaba usando una gran cantidad de carbón y de madera para poner a toda velocidad aquel vehículo.
Aunque desde la zona en donde se encontraba, no parecía poder ver nada a causa del denso humo.
Alessio Narvaez se acercó, aún malherido, a la estancia que había fuera del primer vagón y antes de la locomotora. Este lugar era bastante peligroso pues había un hueco por el que uno podía caer si no se andaba con cuidado a la hora de pasar entre vagones y allí mismo se encontraba la anilla para la separación de los mismos.
Ni corto ni perezoso, Alessio Narvaez trató de romperlo y doblarlo para impedir que alguien más lo utilizara y lo dejara tirado en mitad del mar. Aunque con tan mala fortuna que el marine sin querer al tratar de romperlo, lo activó, escuchando un enorme "Clank" que lo dejó en el suelo al igual que una gran turbulencia.
Cuando este quiso darse cuenta, la Locomotora ya se había alejado mientras el resto de los vagones se estaban quedando atrás, aunque tan solo se habían separado dos metros, el resultado iba a ser el mismo. Se habían separado.
Por desgracia para Alessio Narvaez, sus intentos por tratar de separar el primer vagónd el segundo vagón no fueron del todo fructíferos, probablemente porque este estaba herido y hacer aquello significaba usar una buena cantidad de fuerza que, por su condición, no podía utilizar. A pesar de ello, al menos no cayó al agua ni se abrió las heridas.
Alessio Narvaez no tuvo ningún tipo de problema o inconveniente a la hora de ir preparando aquellas cuñas a partir de los materiales que había en aquel vagón dormitorio; a fin de cuentas, con el tiempo suficiente y su habilidad manual como pescador, esto era coser y cantar; excepto en que no cosía nada ni cantaba tampoco.
Logrando crear estas cuñas, colocarlas bajo la puerta no fue nada complicado. Ahora aquella puerta se encontraba atorada para aquellos que quisieran tirar de ella hacia el interior. Estaría algo más seguro.
Por desgracia la celebración de victoria se vio repentinamente detenida con un enorme impacto, aumentando drásticamente la velocidad de aquellos vagones del tren y causando un gran estruendo de metal doblándose y madera rompiéndose a lo largo y ancho de aquel tren. Fue de tal magnitud que Alessio Narvaez salió disparado contra la cama, golpeándose la cabeza contra la cabecera de la misma.
A pesar de que la celebración de victoria ya se vio repentinamente detenida con un enorme impacto, aumentando drásticamente la velocidad de aquellos vagones del tren y causando un gran estruendo de metal doblándose y madera rompiéndose a lo largo y ancho de aquel tren. Y que fuera de tal magnitud que Alessio Narvaez saliera disparado contra la cama, golpeándose la cabeza contra la cabecera de la misma... aún ocurrió otro choque más.
Aunque este choque nuevo claramente era de menor magnitud, hizo que Alessio Narvaez volviera a golpearse contra la cabecera de la cama y la herida profunda que tenía en su cuerpo volviera a abrirse una vez más luego de aquellos repentinos y abruptos golpes. Al parecer no tenía demasiada suerte, pero al menos seguía encerrado en aquel cuarto.
Aquellas cinco muchachas que se encontraban en la locomotora estaban heridas, algunas más que otras, como era el caso de Malva Indaco la cual tenía un serio golpe en la cabeza y no parecía reaccionar ante ningún estímulo; así como Mari Deepsea la cual tenía toda la espalda completamente quemada y ahora el ambiente olía a pescado a la brasa, así como Rena Koumori la cual tenía todo el cuerpo magullado y lleno de moratones. El resto, es decir Yudoku Cho y Kabi Aiyi, simplemente tenían las heridas habituales de estar en medio de un accidente en cadena, magulladas ligeramente y atontadas pero no con daños a mayores que un malestar general.
Por otro lado, justo frente a la locomotora había los restos de algunos vagones del tren nº3, incrustados en la locomotora, así como el resto del tren nº3 con la excepción de la locomotora de este mismo que, al parecer, no estaba en ninguna parte y fue por ello que irremediablemente tuvieron aquel accidente.
Al parecer ahora podían cruzar al tren nº3 si deseaban hacerlo.
Tanto Kogane como Lero, al igual que aquellos dos Doctores estaban tendidos en el suelo o simplemente desparramos por aquel tren mientras que, poco a poco, las criaturas de los vagones que Lero hubo desconectado y que ahora les habían impactado desde atrás, se acercaban a ellos, estando ligeramente detenidos por el alquitrán del alferez. A pesar de ello, sabían que si el tren ganaba velocidad era posible que estos se volvieran a desenganchar y se alejaran, aunque esto parecía ser más fácil de decir que de hacer.
Sin ningún tipo de problemas, Lero fue capaz de disparar a la cabeza a aquellas criaturas, matándolas de una a una, priorizando aquellas que parecían no estar en el alquitrán pegadas y que estaban más adelantadas en el tren nº2.
A pesar de ello, la gran cantidad de criaturas que estaban en los vagones traseros era tal que eventualmente terminaría agotado o peor aún, sin balas, a pesar de que estaba manteniendo este cuello de botella a raya, al menos de momento.
A pesar de la conmoción que algunos podían sentir o el estado de Shock, aquellas cuatro personas que seguían con vida en la locomotora pudieron escuchar con todo lujo de detalles como, desde la lejanía empezaban a escucharse disparos. Sea lo que fuera que estaba pasando, lo seguro era que alguien estaba disparando.
Aquellas cinco muchachas que se encontraban en la locomotora decidieron que lo mejor que podían hacer en estos momentos era continuar caminando, pasando de la locomotora que aún seguía en funcionamiento para posteriormente adentrarse en los vagones traseros que estos habían arroyado.
Una vez dentro del último vagón, y pasar por la zona de hierro retorcido y madera rota y astillada; estos pudieron ver que tan solo era un pasillo apenas iluminado con una luz ténue estaba repleto de jaulas, algunas con perros con miradas tristes y otras completamente vacías. Esta zona inicial se extendía por todo el vagón hasta llegar al final.
Cuando Mari Deepsea se acercó a la primera jaula de todas ellas, unas fauces saltaron sobre ella con la clara intención de morderla; al parecer aquellos animales a simple vista no parecían ser demasiado agresivos, pero cuando estos eran "amenazados" aunque tan solo fuera por su mera presencia, saltaban a atacar.Por suerte Mari Deepsea fue habil con su escudo para evitar tener una nueva marca. Y Cuando Yudoku Cho se acercó a otra de las jaulas a la par que hizo su capitana, unas fauces saltaron sobre ella con la clara intención de morderla; al parecer aquellos animales a simple vista no parecían ser demasiado agresivos, pero cuando estos eran "amenazados" aunque tan solo fuera por su mera presencia, saltaban a atacar. Por suerte Yudoku Cho fue habil al sacar rápidamente la mano de cerca de los barrotes para evitar tener un mordisco.O quizás fuera porque les apetecía pescado, a saber...
Aquellas cinco muchachas siguieron las órdenes de la Capitana, a fin de cuentas ella había pensado que lo mejor que podían hacer en estos momentos era continuar caminando, pasando de la zona de los animales encerrados para posteriormente ir al siguiente vagón y seguir adentrandose en los vagones traseros que estos habían arroyado.
Gracias a las pataditas de Lero, los Doctores lentamente se levantaron y echaron un vistazo a su alrededor, al parecer haber sido golpeados y haberse hostiado por el golpe eran dos cosas que no eran para nada positivas para mantener un ritmo de vida saludable. Sin más, Doctor 1 corrió hacia los vagones delanteros, huyendo de aquella "infección" que se iba propagando, y Doctor 2 antes de salir corriendo, este tomaría su maleta para poder huir con algo más que lo puesto.
Las criaturas empezaron a moverse hacia aquel vagón, al principio eran unas pocas, pero a medida que el tiempo pasaba más y más de estas criaturas se aglomeraban en las puertas y las iban cruzando. Al parecer iban a tener un gigantesco problema como no fueran capaces de detener el avance de estos seres, aunque parecía que el alquitran iba a ser de relativa ayuda, al menos de momento. La situación se había puesto bastante truculenta, por lo que era probable que si no lograban detenerlos o buscar una forma de aislarlos, iban a tener más que problemas.
Lero parecía tener bastante claro qué era lo que tenía que hacer al respecto, saliendo del lugar a toda prisa el marine se dispuso a buscar un espacio entre los vagones lo suficientemente bueno como para desengancharlo del resto, aunque había un total de 3 espacios distintos para desenganchar. ¿Cuál de ellos escogería?
Kogane Tsumi, quizás un poco conmocionado por todo lo ocurrido o quizás porque simplemente quería ser un héroe; se quedó atrás dispuesto a defenderse de aquellas criaturas a como esto diera lugar. por desgracia para el muchacho, a pesar de tener la ayuda del alquitrán, estas criaturas lograron alcanzarle y morderle.
Por suerte esto le dio el tiempo suficiente a Lero como para poder lograr desenganchar el vagón en el que se encontraba del resto de los vagones en donde se encontraban aquellas criaturas, distraídas, mientras trataban de salir de su pegajoso manjar que era su superior.
Luego de que Lero hubiera logrado desenganchar correctamente los vagones traseros del que el se encontraba y haber podido ver como poco a poco estos se iban alejando del resto del tren; este pudo sentir un pequeño temblor así como una ligera variación de las velocidades que llevaba.
Era como si ahora en donde se encontraba, por algún motivo, luego de aquella pequeña sacudida, fuera algo más lento. Quizás sería interesante investigarlo en un futuro cercano, o inminente si es que no tenía cosas más importantes que hacer en estos momentos.
Sin perder más tiempo, Lero corrió por los vagones vacíos en vagones vacíos hasta que llego al primer vagón de todos ellos, en donde, extrañamente, estaba también vacío. Por lo que echó un vistazo un poquito más adelante para encontrarse con algo que probablemente le sonaría bastante.
Aquellos doctores hijos de perra le habían desconectado de la locomotora, de hecho, habían desconectado todos los vagones salvo la propia locomotora. La distancia entre ambos no era demasiado grande, por lo que con cierta astucia y velocidad, Lero podría ser capaz de saltarla, y en caso de fallar caer a los railes y ser atropellado por el tren en como mínimo, dos circunstancias distintas.
Ver a Lero en el otro lado, en el lado incorrecto, de aquel tren tomó por sorpresa al "Doctor 1", el cual aún tenía entre sus manos el mecanismo que había usado para separar la locomotora del resto de los vagones del tren; similar a lo que Lero había hecho un par de vagones atrás.
El otro Doctor parecía casi tan sorprendido como el primero, aunque probablemente por los motivos completamente contrarios al que su compañero de profesión tenía. Aún así, este no se quedó callado sino que continuó hablando para tratar de salir de la situación tan "embarazosa" en la que estaba metido.
Lero corrió y saltó como nunca había corrido y saltado en su vida, durante el salto notó todo a su alrededor a cámara lenta y era capaz de sentir sus propias pulsaciones. Y ahí estaba saltando entre un vagón y una locomotora que se estaban separando en mitad del mar. Huyendo de otros vagones plagados de zombis y de una isla con muchos más zombis. Lero cayó en el lado de la locomotora y lejos de cumplir la amenaza de matar a los doctores se dejó caer al suelo y se puso a recuperar el aliento.
El "Doctor 2" cuando escuchó aquella amenaza, de manera heróica usó a "Doctor 1" como escudo humano, y a no ser que Lero pudiera atravesar la piel, la carne, el hueso, las tripas, el hueso o en su defecto la carne y nuevamente la piel de "Doctor 1" este médico cobarde estaría a salvo. El "Doctor 1" no fue mucho más avispado o más rápido que un objeto inanimado, por lo que se dejó -en contra de su voluntad- convertir en un escudo humano para su compañero, y tan solo reaccionó cuando este le gritó en el oído, algo que lo único que hizo fue agacharse un poco y hacer una mueca.
Una vez dentro del penúltimo vagón, y pasar por la zona de los animales con rostros tristes encerrados en jaulas; estos pudieron ver que aquel nuevo vagón tan solo era un pasillo apenas iluminado con una luz ténue estaba repleto de jaulas, algunas con niños encadenados con miradas tristes y otras completamente vacías. Esta zona se extendía por todo el vagón hasta llegar al final. Al parecer los últimos vagones eran para transportar criaturas encerradas y enjauladas, ¿Cambiaría de algo en la siguiente tanda de vagones?.
Aquella emotiva tirada de persuasión nobilística parecía captar la atención de los niños; en especial de una pequeña niña cuyo nombre casualmente era "Nina" y no era simple casualidad de que el primer nombre de una niña fuera literalmente la palabra niña sin la virgulilla encima de la ñ. Al menos había logrado captar la atención de los niños antes de acercarse, y a diferencia de los perros estos no saltaron al límite de la jaula mostrando sus dientes con fiereza a la par que temor. Pero que hubiera logrado hablar con ellos quizás no fuera el mejor paso a seguir, ¿O sí?.
A pesar de que la niña dijera "-Me hice pupa en la cabecita...¿Me puedes soltar?. Las cadenas están muy apretadas y me pica la nariz... tengo miedo... y... y... quiero irme a casa... ¿Me vas a llevar a casita, señora rosa?." el tono como este lo dijo era un tanto extraño, como si esto no fuera del todo verdad o tuviera motivos ulteriores para decir eso. Podían ver como la niña miraba de manera deseosa la piel de Mari Deepsea.
Gracias a su buen oído, Rena Koumori pudo distinguir en dos instancias completamente distintas como en aquel tren doble se desenganchaba algo grande; así como un claro y sonoro "¡YO OS MATO!" pocos segundos después de ambos desenganches. Sea lo que sea que había pasado, ocurría detras de ellos.
En efecto, aquella locomotora se veía dañada en algunos puntos con el metal doblado y torcido, pero lo que más llamaba la atención una vez que uno se fijaba bien, era el hecho de que justo frente a la locomotora había los restos de algunos vagones del tren nº3, incrustados en la locomotora, así como el resto del tren nº3 aún circulando en las vías, con la notable excepción de la locomotora de este mismo que, al parecer, no estaba en ninguna parte y fue por ello que irremediablemente tuvieron aquel accidente. Al parecer ahora podían cruzar al tren nº3 si deseaban hacerlo y disfrutar de sus vagones a falta de vagones del tren nº2; al menos de los vagones que no habían sido completamente destrozados a causa del impacto, claro está.
Para acceder a los vagones delanteros tan solo habría que bordear la locomotora, algo en teoría no demasiado complicado de hacer si se hacía correctamente y sin distracciones; luego ya en lso vagones delanteros estaba el problema de encontrar un camino entre los trozos de hierro doblado y las maderas rotas. No parecía haber rastro de peligro en aquel lugar, al menos no de momento o que este pudiera captar. Por lo que o bien los vagones del tercer tren estaban libres de criaturas peligrosas sueltas, o simplemente estas ya habían sido derrotadas con anterioridad. En la locomotora había restos de sangre, e incluso un ligero aroma de "pescado asado" en el ambiente.
El Doctor 2, no tuvo más remedio que aceptar a regañadientes, a fin de cuentas, eran sus propias palabras, por lo que de esta no podía lograr escaquearse, al menos no de momento... así que este, viendo que Lero parecía querer comunicarse con los demás tuvo una brillante idea, y era "librarse de él". Era evidente el hecho de que el Doctor 2 no quería tener a Lero cerca, pero lo que este decía quizás fuera verdad; aunque Lero necesitaría confirmarlo de otra manera; bien echándole un vistazo con sus propios ojos o bien confirmándolo por medio de la boca del primer Doctor, por suerte el iba a tener ambas.
En efecto, allí no había ningún caracolófono ni ningún medio posible para comunicarse, a no ser que Lero decidiera jugar a tirar de la bocina del tren, lo cual era una opción viable -aunque lo más probable es que la gente le miraría un poco mal-, de hecho aquella zona parecía haber sufrido de lleno los accidentes ferroviarios, había restos de sangre, restos de piel de pescado pegado al horno por la parte exterior, e incluso una palanca del panel de control se encontraba rota y perdida.
A pesar de no ser capaz de echar a Lero de la Locomotora para poder vaguear, el hecho de recibir una pregunta era algo que al Doctor 2 le parecía más que justificado como para parar de palear en la locomotora y simplemente apoyarse en la pala para charlar como si no tuviera un tren que alimentar. Por suerte para Lero, no tuvo que esperar demasiado tiempo como para escuchar un poquito más sobre lo que sí quería saber; a fin de cuentas, no los dos Doctores eran capaces de guardar un secreto de sus investigaciones.
La niña asintió con la cabeza al comentario de Mari Deepsea, pero no dijo en donde las llaves estaban ubicadas, al contrario, esta pequeña hizo un leve gesto con su mano para indicar a la mujer gyojin que se le acercara un poco más para que esta pudiera decírselo... Al parecer era tímida.
Todos los presentes sintieron un leve empujón, como si el tren empezara a tomar de nuevo algo más de velocidad; algo un tanto preocupante teniendo en cuenta por el hecho de que parecía que el Tren nº3 no tenía locomotora adjuntada, sino que la que los estaba empujando era la locomotora del Tren nº2. En efecto, alguien le estaba dando cierta caña a la locomotora, algo que no sería un problema si estos no supieran del detallito que no tenían frenos y toda la velocidad que estos tomaban iba a ser bastante complicado de detener una vez que quisieran frenar.
Aquella niña no parecía decir ninguna dirección de dónde estaban las llaves, al contrario, Yudoku Cho pudo entender que lo que estaba diciendo eran palabras inconexas e incluso cosas que ni siquiera eran palabras pero parecían serlo; aquella niña o bien no quería decir dónde estaban las llaves, o bien no lo sabía... pero la cuestión es ¿Por que mentir y susurrar entonces?.
Viendo como las otras personas se habían quedado prendadas de los niños que había por el lugar atados a las paredes con grilletes, cadenas o directamente enjaulados, Rena Koumori decidió que lo mejor que podía hacer era simplemente alejarse de todo aquel ajetreo y avanzar a la siguiente estancia. -- Y también llevaba a una Malva Indaco en brazos.
Viendo como las otras personas se habían quedado prendadas de los niños que había por el lugar atados a las paredes con grilletes, cadenas o directamente enjaulados, Kabi Aiyi decidió que lo mejor que podía hacer era simplemente alejarse de todo aquel ajetreo y avanzar a la siguiente estancia.
Antes de que Mari Deepsea pudiera darse cuenta, la niña saltó sobre su cuello tratando de morderlo, y de hecho, siendo capaz de clavar sus afilados dientes en la piel y en el músculo de la joven capitana pirata; sintiendo el intenso dolor de como aquellos dientes se clavaban en su carne y la hacían sangrar.
El golpe de Yudoku impactó directamente en la cabeza de la niña haciendo que sus pequeñas pero poderosas mandíbulas se abrieran, soltando del agarre que tenía presa a la Capitana. Aún así, a pesar de ello, la pequeña saltó nuevamente a tratar de morder a la pirata herida una vez más.
Al parecer aquella niña estaba ansiosa por probar la carne de la Capitana, bien puede ser porque esta era una Gyojin o bien porque estaba hambrienta y olía deliciosamente a pescado cocinado, sea como fuere el motivo, estaba claro que la niña las había engañado para pegar dicho mordisco.
La herida del cuello de la Capitana era bastante serio, y peor aún, había restos purpúreos y morados alrededor de la zona donde le había mordido; aunque quizás esto fuera el color normal, a fin de cuentas la Capitana siempre fue de una tonalidad rosadita un tanto particular.
Sea como fuera, la herida no paraba de sangrar, al parecer había sido muy profunda y ahora que se habían separado no había nada que la taponara y detuviera aquella gran hemorragia.
Antes de que Mari Deepsea pudiera darse cuenta, la niña saltó nuevamente sobre su cuello tratando de morderlo, y de hecho, siendo capaz de clavar sus afilados dientes en la piel y en el músculo de la joven capitana pirata nuevamente; sintiendo el intenso dolor de como aquellos dientes se clavaban en su carne y le hacían sangrar en otro sitio completamente distinto.
Aquel ofrecimiento para ser devorada parecía ser todo lo que aquella pequeña niña atrapada necesitaba, o al menos eso era lo que se daba a entender pues a medida que más tiempo pasaba, más feroz y agresiva se volvía con los mordiscos
Teniendo una gran habilidad con los venenos, Yudoku Cho trató de extraer la infección que poco a poco estaba exparciéndose por el cuerpo de Mari Deepsea, con tan buena mano que pudo lograr no solo controlarla, sino que además expulsarla por la misma herida sangrante que la niña le había hecho.
Por desgracia Yudoku Cho no tenía materiales médicos como para tratar a Mari Deepsea, y a no ser que encontrara una sala de cirujía completamente equipada lo más probable es que Mari Deepsea terminara sucumbiendo por sus heridas de caracter casi inmediato.
El hecho de curar a Mari Deepsea del veneno, no implicaba que esta estuviera sana y salva, puesto que la niña rabiosa seguía ahí, siendo abrazada por Mari Deepsea y por tanto, a un alcance perfecto como para seguir mordiendo a la Capitana, algo que irremediablemente la niña hacía. A no ser que separaran a la Niña de Mari Deepsea, la Capitana moriría a causa de los mordiscos de la pequeña.
Mientras se encontraban en el vagón, ellos pudieron escuchar la bocina de un tren proveniente de los vagones traseros. El sonido de la bocina resonó a lo largo de los vagones, creando un ruido ensordecedor que llenaba el aire. El estruendo era tan fuerte que podían sentir las vibraciones en el suelo debajo de ellos. El sonido de la bocina seguía resonando, el ruido se volvía aún más atronador, y las ventanas temblaban con cada vibración.
Mientras se encontraban en la locomotora, Lero tiró de la palanca haciendo sonar la bocina, todos los que estaban en el tren podrían escuchar la bocina de la locomotora proveniente de los vagones traseros. El sonido de la bocina resonó a lo largo de los vagones, creando un ruido ensordecedor que llenaba el aire. El estruendo era tan fuerte que podían sentir las vibraciones en el suelo debajo de ellos. El sonido de la bocina seguía resonando, el ruido se volvía aún más atronador, y las ventanas temblaban con cada vibración.
El Doctor 2 no parecía demasiado convencido con que Lero simplemente se quedara ahí, "defendiéndolos" mientras el seguía dando carbón a la locomotora, deslomándose más de lo que este se hubo deslomado en la vida; por lo que trató de buscar algún resquicio legal para evitar seguir trabajando. En ese momento fue cortado por su compañero y por aquella pala de carbón, al parecer el deber le llamaba para demostrar sus buenas dotes de paleador de nieve; lo cual, no era más que una estrategia por el Doctor 2 para dejar de trabajar y que este se encargara de la parte dura.
Cansada de estar siendo mordisqueada, Mari Deepsea desenganchó a la niña, haciendo que sus pequeñas pero poderosas mandíbulas se abrieran, soltando del agarre que la tenía presa y finalmente la empujó. Aún así, a pesar de ello, la pequeña saltó nuevamente a tratar de morder a la pirata herida una vez más.
Al parecer aquella niña estaba ansiosa por probar la carne de la Capitana, bien puede ser porque esta era una Gyojin o bien porque estaba hambrienta y olía deliciosamente a pescado cocinado, sea como fuere el motivo, estaba claro que la niña las había engañado para pegar dicho mordisco.
La herida del cuello de la Capitana era bastante seria, y aunque no había restos purpúreos y morados alrededor de la zona donde le había mordido gracias a la rapidez y limpieza de Yudoku Cho; las heridas no paraban de sangrar, al parecer habían sido muy profundas y ahora que se habían separado no había nada que la taponara y detuviera aquellas grandes hemorragias.
Viendo como haberse quedado prendadas de los niños que había por el lugar atados a las paredes con grilletes, cadenas o directamente enjaulados y lo que les ocurrió por ello, Mari Deepsea decidió que lo mejor que podía hacer era simplemente alejarse de todo aquel ajetreo y avanzar a la siguiente estancia; algo que Yudoku Cho aceptó, ayudándola a caminar.
Mientras aquellos tres hombres seguían haciendo sus cosas en aquella Locomotora, estos pudieron escuchar el claro y sonoro sonido de una pistola recién disparada en uno de los vagones que justo tenian delante de ellos, algo no tan complicado de pensar pues todos estaban justo delante, al parecer algo estaba pasando que había requerido el uso de un arma de fuego... y luego otro disparo más.
La situación parecía ser más clara imposible; en algún lugar de los vagones superiores estaba habiendo un tiroteo, puesto que ya hubo dos disparos consecutivos que ocurrieron en el lugar; y era evidente que esto al Doctor 1 no parecía gustarle lo más mínimo, dejando el trabajo a causa del miedo. Era evidente que aquello no era lo mejor que podía pasar, principalmente porque cuando la gente se ponía nerviosa no atendía a razones y eran más facilmente manipulados por otros que se aprovechaban de su miedo, justificado o injustificado, -aunque en este caso parecía que había algún motivo de peso-, pero aunque no lo hubiera el Doctor 2 lo aprovecharía igualmente.
Mientras aquellos tres hombres seguían haciendo sus cosas en aquella Locomotora, estos pudieron escuchar el claro y sonoro sonido de una pistola recién disparada en uno de los vagones que justo tenian delante de ellos, algo no tan complicado de pensar pues todos estaban justo delante, al parecer algo estaba pasando que había requerido el uso de un arma de fuego... Otra... Otra vez...
Sin esperar ni un solo segundo; el hombre tiró de la palanca de los frenos de emergencia de aquella locomotora; haciendo que esta fuera frenando bruscamente, mientras las ruedas chirriaban y el metal retorcido de los vagones delantero trataban de separarse perso sin que estos lograran romper las uniones que se hicieron a la fuerza del último choque. Aquel frenazo tan repentino mandó volando al Doctor 1 contra su compañero que seguía tirando de la palanca, noqueándolos a ambos con aquel golpe; al parecer ninguno de los dos doctores lo habían pensado muy bien aquello de su supervivencia en el tren... o no actuar de forma imprudente.
El frenazo fue tan intenso que Lero también perdió el pie, terminando por chocar contra los amasijos de metal que conformaban la caldera; al parecer aquel frenazo le había pillado con mal pie, algo completamente comprensible pues nadie en su sano juicio tira del freno en un tren que va a toda velocidad.
Aquellos dos doctores parecían haber caído inconscientes por el accidente; por lo que no iban a despertarse hasta dentro de un buen rato, quizás un alivio para Lero porque ahora no tendría que escucharlos y mucho menos se esperaría otro frenazo repentino por parte de la idea "brillante" de uno de ellos.
Aquel soldado de la marina que se encontraba en la locomotora decidió que lo mejor que podía hacer en estos momentos era continuar caminando, pasando de la locomotora que aún seguía en funcionamiento y lentamente moviéndose recuperando la velocidad luego de aquel brusco parón para posteriormente adentrarse en los vagones traseros que habían arroyado.
Una vez dentro del último vagón que se mantenía en pie, y tras pasar por las zonas de hierro retorcido y madera rota y astillada; este pudo ver que tan solo era un pasillo apenas iluminado con una luz ténue y estaba repleto de jaulas, algunas con perros con miradas tristes y otras completamente vacías. Esta zona se extendía hasta el final.
Entre los gimoteos de aquellos animales, Lero pudo escuchar los gritos de lo que parecía ser una pequeña niña al otro lado del vagón, en concreto por donde este podía escuchar, lo más probable es que esta estuviera en el siguiente vagón, puesto que allí tan solo había animales encerrados y no personas.
Aquel hombre siguió caminando, a fin de cuentas el había pensado que lo mejor que podían hacer en estos momentos era continuar explorando, pasando de la zona de los animales encerrados para posteriormente ir al siguiente vagón y seguir adentrandose en los vagones traseros que estos habían arroyado.
Una vez dentro del penúltimo vagón que se mantenía entero, y pasar por la zona de los animales con rostros tristes encerrados en jaulas; este pudo ver que aquel nuevo vagón tan solo era un pasillo apenas iluminado con una luz ténue y estaba repleto de jaulas, algunas con niños encadenados con miradas tristes y otras completamente vacías. Esta zona se extendía por todo el vagón hasta llegar al final. Al parecer aquellos vagones eran para transportar criaturas encerradas y enjauladas, ¿Cambiaría de algo en la siguiente tanda de vagones?.
Una pequeña niña cuyo nombre casualmente era "Nina" y no era simple casualidad de que el primer nombre de una niña fuera literalmente la palabra niña sin la virgulilla encima de la ñ. Lanzó una mirada triste a Lero. Esta niña estaba cubierta de sangre en su mandíbula, cuello y pecho.
Aquella pequeña niña no parecía estar demasiado herida, tenía en la frente una marca como si alguien la había golpeado recientemente así como unas marcas en las comisuras de los labios, como si le hubieran puesto mordazas para mantenerlo abierta y haberle dañado allí. A pesar de ello, la muchacha temblaba, probablemente de terror ante la presencia de Lero, cierta desconfianza hacia el marine, quizás por temor a que este no la ayudara o peor aún, que le hiciera daño.
Se notaba que aquel lugar era de la Marina, pues a pesar de estar relativamente ordenado y organizado, aquellos que no sabían de la absurda y rocambolesca sistematización de la Marina, no habrían visto que las llaves de las jaulas, collares y las celdas estaban bien organizadas dentro de una caja de la pared. Y la llave de la caja de dicha pared estaba debajo de un tiesto justo debajo de dicha caja. Lo cual era un poco extraño tener un tiesto con una planta mustia ahí mismo, en lo que parecía ser un vagón de carga de presos... pero como sea... Gracias a esto, Lero consiguió las llaves de aquellas jaulas, celdas y collares.
Viendo que Lero a pesar de obtener las llaves de los niños, este decidía simplemente marcharse del lugar para continuar explorando, la pequeña niña que había gritado por ayuda y que no había perdido de vista al marine mientras caminaba por el vagón y obtenía las llaves, habló. Al parecer no quería que este se fuera y la dejara atrás.
Viendo como haberse quedado prendado de los niños que había por el lugar atados a las paredes con grilletes, cadenas o directamente enjaulados no era la mejor idea para hacer en esos momentos, Lero decidió que lo mejor que podía hacer era simplemente alejarse de todo aquel ajetreo infantil y avanzar a la siguiente estancia.
Alessio Narvaez logró esconderse debajo de uno de los asientos sin demasiado problema, salvo por el hecho de que el asiento ahora estaba unos cuantos centímetros más elevado en el aire y había una bola del tamaño de un marine gordo debajo de dicho asiento. Pero sin contar esto, todo bien. Quizás si hubiera lanzado "Ocultar" estaría oculto.
Mientras Alessio Narvaez se encontraba escondido... este no se enteró de ningún cambio en la habitación; probablemente porque no hubiera cambio alguno que identificar en primer lugar o puede que sí hubiera algo nuevo o algo de menos o algo cambiado y este no se hubiera percatado ante una mala tirada de identificar... a saber... Al menos este seguía "escondido".
Todos los presentes sintieron un leve empujón (aunque en este caso era simplemente Alessio Narvaez, puesto que este se había quedado solo en aquel vagón), como si el tren empezara a tomar de nuevo algo más de velocidad; algo un tanto preocupante teniendo en cuenta por el hecho de que parecía que el Tren nº3 no tenía locomotora adjuntada, sino que la que los estaba empujando era la locomotora del Tren nº2.
Sea como fuere, al menos no se detenían en mitad del mar, lo cual era bueno y no habría ningún problema a la hora de quedarse varados o que otro tren les chocara por detrás; o al menos eso era lo que era de esperar. Otro accidente ferroviario no tendría demasiada buena pinta.
Y así fue como, de forma solitaria y aún herida; Alessio Narvaez decidió abandonar la paz y la tranquilidad que le ofrecía el Vagón Nº1 para adentrarse en lo desconocido que era el Vagón Nº2, con las esperanzas de encontrar algo que le pudiera servir en aquella situación... o no morirse de aburrimiento (o desangrado) hasta llegar a la isla.
El vagón de mercancías está repleto de cajas de diferentes tamaños y formas, todas ellas llenas de objetos científicos valiosos. El vagón en sí es de metal resistente y tiene un aspecto robusto y duradero. Su tamaño es considerable, lo que indica que puede albergar una gran cantidad de carga.
Las cajas están cuidadosamente apiladas, utilizando todo el espacio disponible dentro del vagón. Cada caja está etiquetada con precisión, indicando su contenido y su fragilidad. Algunas cajas son pequeñas y contienen instrumentos científicos delicados, como microscopios, protegidos con espuma y embalajes especiales para evitar cualquier daño durante el transporte.
Otras cajas son más grandes y contienen muestras científicas, como rocas, minerales o incluso caracolofonos (Den Den Mushi), que han sido recolectados de la base científica de Pigrita. Algunas de estas cajas están selladas herméticamente para evitar cualquier alteración o contaminación.
El ambiente en el vagón es silencioso y tranquilo, con un suave balanceo que acompaña el movimiento del tren. Aunque no se puede ver el paisaje exterior, se puede sentir la emoción y la importancia de la valiosa carga que se encuentra dentro.
Y así fue como, de forma solitaria y aún herida; Alessio Narvaez decidió abandonar la paz y la tranquilidad que le ofrecía el Vagón Nº2 para adentrarse en lo desconocido que era el Vagón Nº3, con las esperanzas de encontrar algo que le pudiera servir en aquella situación... o no morirse de aburrimiento (o desangrado) hasta llegar a la isla.
El interior del vagón de tren reconvertido en un almacén de documentos científicos e investigaciones científicas es un escenario caótico y abarrotado. Al ingresar, uno se encuentra con un pasillo estrecho que se extiende a lo largo del vagón, rodeado de estanterías a ambos lados. Las estanterías están llenas de documentos científicos, carpetas y libros, algunos de ellos están desordenados y se derraman por encima de los bordes.
El suelo del vagón está cubierto de papeles esparcidos y documentos que se han caído de las estanterías. Caminar por el pasillo puede ser un desafío, ya que se debe de tener cuidado para no pisar ninguno de los valiosos documentos científicos que están desperdigados.
En medio de este caos, se encuentra un científico arrodillado en el suelo, dedicado a recoger y organizar los documentos dispersos. Está vestido con bata blanca y lleva gafas, demostrando su compromiso con la investigación científica. Con concentración y meticulosidad, el científico toma uno a uno los papeles y los coloca cuidadosamente en carpetas, restableciendo el orden en medio del desorden.
A medida que el científico se mueve a lo largo del pasillo para confrontar al Marine, se puede observar que algunas estanterías han sido desplazadas de su lugar original, lo que ha contribuido al desorden general. Sin embargo, se pueden ver indicios de intentos anteriores de organizar los documentos, con algunas áreas más ordenadas que otras.
Mientras se encontraban en el vagón, ellos pudieron escuchar la bocina de un tren proveniente de los vagones traseros. El sonido de la bocina resonó a lo largo de los vagones, creando un ruido ensordecedor que llenaba el aire. El estruendo era tan fuerte que podían sentir las vibraciones en el suelo debajo de ellos. El sonido de la bocina seguía resonando, el ruido se volvía aún más atronador, y las ventanas temblaban con cada vibración.
El hombre estaba en completo shock, confundido por lo que Alessio Narvaez le estaba contando, a la par que los conocimientos y sensaciones que este parecía tener en estos momentos. Por un momento iba a responder una pequeña incongruencia cuando, la respuesta sonó alto y claro.
Al parecer Alessio Narvaez había decidido cuestionar a aquel científico que ya había conocido en persona al principio de aquel viaje, un movimiento que, claramente, iba a traer sus consecuencias. Aquel hombre de ciencia dejó los papeles encima de la mesa y sacando del interior de su bata de laboratorio una pistola apuntó al marine. Sin esperar ni un solo instante, y aprovechando que Alessio Narvaez estaba en el suelo, aquel hombre disparó.
La bala impactó directamente en el pecho de Alessio Narvaez, atravesándole la piel, el músculo e incluso rompiéndole un par de costillas antes de finalmente llegar al corazón; aquel Científico a pesar de su aspecto de simple pringado que en la escuela todos se meterían con él parecía tener una gran puntería, al menos lo suficientemente buena como para darle a alguien sentado en el suelo.
La sangre empezó a manchar rapidamente a Alessio Narvaez así como algunos documentos que había aún tirados por el suelo, dejándolos completamente perdidos; y lo único que pudo escuchar mientras su consciencia se iba era como su asesino se quejaba de que estaba manchando sus investigaciones...
Dentro del vagón de tren reconvertido en un laboratorio científico, el ambiente es tenso y sombrío. El espacio, normalmente destinado al transporte de pasajeros, ha sido adaptado para albergar una variedad de equipos científicos y experimentales. Las ventanas están cerradas y cubiertas, lo que limita la entrada de luz natural, creando una atmósfera lúgubre.
En el centro del vagón, hay una persona atada a una camilla, evidenciando que ha sido sometida a un experimento o estudio. La persona está inmovilizada, con expresión de dolor o desesperación en su rostro. Su estado físico puede mostrar señales de agotamiento, heridas o marcas causadas por los procedimientos realizados.
El suelo del laboratorio está manchado de sangre, lo que sugiere que se han llevado a cabo actividades que han resultado en derramamiento de sangre. Puede haber charcos dispersos, rastros o salpicaduras en el suelo, que añaden a la atmósfera inquietante y violenta del lugar.
A lo largo de las paredes del vagón, se encuentran estanterías y mesas con equipos científicos. Hay botes y frascos que contienen líquidos de colores extraños y etiquetas enigmáticas. Algunos de estos recipientes contienen caballitos de mar morados, cuyo propósito o relación con los experimentos no está claro de inmediato.
La iluminación del laboratorio es tenue, proveniente de lámparas o luces empotradas en el techo, lo que crea una sensación de intimidad y secretismo. Puede haber cables y tubos que se extienden desde los equipos hacia la camilla y la persona atada, indicando la conexión de los experimentos con el individuo.
El hombre atado y amordazado parece ser no otro que un simple marine, este se encuentra consciente y al escuchar como la puerta se abre, intenta liberarse de sus ataduras mientras gimotea de terror. Al parecer no te ha visto llegar, pero eso no quita que se altere por escuchar la puerta abrirse.
Rena Koumori había encontrado una camilla en la que poner a Malva Indaco, y no solo eso, sino que también esta encontró suministros médicos capaces de tratar de curarla de sus heridas, por lo que ni corta ni perezosa la muchacha empezó a tratar de curarla.
Aunque tener los materiales era una clara ayuda, sin tener las habilidades, el conocimiento o directamente el estado del paciente era lo que hacía que esta no tuviera demasiado éxito en tratar de curarla, a fin de cuentas, aunque no era una experta podía tratar de juzgar aquel resultado por la gran cantidad de sangre que se estaba acumulando en los vendajes.
Desde las estancias previas, la puerta se abrió para dejar ver no otra que Kabi Aiyi; al parecer aquella muchacha verdosa había venido para acompañarla, o porque quizás se había cansado de estar en el vagón de los niños. Sea como fuera el motivo por el cual ahora estaba ahí, estaba claro que al menos tendría un par más de manos.
El hombre atado y amordazado al escuchar como la puerta se abre, nuevamente este intenta liberarse de sus ataduras mientras gimotea de terror. Al parecer no ha visto llegar a la recién llegada, pero eso no quita que se altere por escuchar la puerta abrirse. Al parecer está completamente aterrorizado de algo que cree que vendrá.
Mientras se encontraban en el vagón, ellos pudieron escuchar la bocina de un tren proveniente de los vagones traseros. El sonido de la bocina resonó a lo largo de los vagones, creando un ruido ensordecedor que llenaba el aire. El estruendo era tan fuerte que podían sentir las vibraciones en el suelo debajo de ellos. El sonido de la bocina seguía resonando, el ruido se volvía aún más atronador, y las ventanas temblaban con cada vibración.
El sonido de la bocina del tren alteró bastante al muchacho que se encontraba atado a la camilla, al parecer los ruidos fuertes también lo alertaban casi tanto como el hecho de que alguien entrara por las puertas. A pesar del gran miedo que este sentía, no podía hacer nada salvo gritar.
Desde las estancias previas, la puerta se abrió para dejar ver a no otras que a Mari Deepsea y a Yudoku Cho; al parecer aquella muchacha rosada había venido acompañada porque quizás se había cansado de estar en el vagón de los niños o porque quizás tenía grandes mordiscos en el cuello y estaba sangrando profusamente, algo que Yudoku Cho trataba de evitar sin demasiado éxito.
El hombre atado y amordazado al escuchar como la puerta se abre, nuevamente este intenta liberarse de sus ataduras mientras gimotea de terror. Al parecer no ha visto llegar a la recién llegada, pero eso no quita que se altere por escuchar la puerta abrirse. Al parecer está completamente aterrorizado de algo que cree que vendrá.
Rena Koumori, la cual ya había investigado los alrededores de aquel lugar en busca de objetos médicos que pudieran tratar a la muchacha inconsciente, logró localizar algunas herramientas médicas que podían ayudar a Mari Deepsea en su gran problema de pérdida de sangre, bastantes gasas y vendas, así como alcohol medicinal y analgésicos para el dolor.
Por lo que, con rapidez, Rena Koumori empezó a tratar a la Capitana con las esperanzas de poderla salvar de un destino incierto pero evidente. Al parecer no iban dejar morir a la Capitana así como así... al menos no de momento...
Mientras aquellas chicas seguían haciendo sus cosas en aquel vagón médico, estas pudieron escuchar el claro y sonoro sonido de una pistola recién disparada en el vagón justo adyacente a estas, al parecer algo estaba pasando en el vagón número tres que había requerido el uso de un arma de fuego.
Mientras aquellos siguen haciendo sus cosas, las puertas del siguiente vagón se abren de par en par para dejar ver a la figura alta y delgada de un hombre con bata blanca blanca, camiseta, corbata negra fina y alargada, zapatos de traje negros y pantalón marrón sujetado por un cinturón. Aunque lo más llamativo es que en su mano llevaba un... ¡Portafolios!. Y en la otra una pistola humeante.
El hombre atado y amordazado al escuchar como la puerta se abre, nuevamente este intenta liberarse de sus ataduras mientras gimotea de terror. Al parecer no ha visto llegar al recién llegado, pero eso no quita que se altere por escuchar la puerta abrirse. Al parecer está completamente aterrorizado de algo que cree que vendrá.
El hombre levantó su mirada del portafolios para observar con cierta confusión en su mirada a aquellas cuatro piratas disfrazadas de científicas y médicas; así como a aquella que seguía inconsciente encima de la camilla, tan solo para pasar su mirada rápidamente hacia el hombre amordazado. El hombre levantó levemente aquella pistola, en dirección hacia Mari Deepsea, y sin esperar ni un instante o explicación alguna, este hombre, jaló el gatillo.
El disparo impactó directamente en el abdomen de Mari Deepsea, haciendo que esta cayera de espaldas hacia atrás, en mitad de aquel pasillo. La sangre salía a borbotones de la herida de la muchacha y aunque la situación parecía ser crítica, una ayuda urgente sería necesaria para salvar su vida. Poco a poco, el suelo de aquel vagón se iba llenando de la sangre de la joven capitana pirata que, por segunda vez, veía como su vida se escapaba por delante de sus ojos, aunque en verdad por donde se escapaba era por aquella herida que le había hecho el científico.
Aquel disparo fue un evento claramente imprevisto para aquellos piratas, en particular para Mari Deepsea, la cual fue la única que se alzó con cierta motivación para poder continuar explorando aquel tren, algo que le valió tan solo un disparo a bocajarro por parte de aquel hombre que seguía ahí. Aquel hombre volvió a levantar la pistola, en busca de su siguiente objetivo.
De forma heróica Yudoku Cho logró extraer todo el veneno que aquella muchacha inconsciente tenía, a fin de cuentas, no era un arduo trabajo teniendo en cuenta que, en principio, esta no había quedado en ese terrible estado ni por una arma manchada en veneno ni por un mordisco envenenado... Sino por golpearse contra la locomotora luego de uno de los frenazos/accidentes ferroviarios.
Alrededor de Rena Koumori había bastantes cosas que esta pudiera usar como arma, desde sierra de huesos, frascos y matraces llenos de líquidos extraños y morados; hasta evidentemente un pequeño bisturí... cosas típicas que uno encontraría en una mesa de operaciones; pero ahora también había otras armas disponibles, como los escudos de Mari Deepsea, si es que esta quería robárselos, o incluso podría usar como arma a la persona de la camilla... aunque para eso tendría que desatarlo y agarrarle de una pierna o algo...
A pesar de los esfuerzos de Kabi Aiyi, tratando de sanar la herida de bala de Mari Deepsea, esta era demasiado profunda como para bloquearla por completo, así como evitar que esta terminara por desangrarse tanto interna como externamente. El final de la Capitana se acercaba a medida que su sangre iba cubriendo todo el vagón.
El cuerpo de Mari Deepsea finalmente perdería todo rastro alguno de vida y sus manos caerían a ambos lados de su torso completamente inmóviles; al parecer, acababa de fallecer ante la presencia del resto de sus compañeros piratas, una muerte agridulce producida por un simple hombre con un arma lista y en mano.
Sus compañeros podían ver como el brillo característico de su mirada se apagaba finalmente y su cuello se relajaba, haciendo que su cabeza cayera hacia un lado. Ya no parecía que hubiera nada que hacer más allá de lamentarse por no haber podido salvar a la Capitana.
El ataque de Rena Koumori contra el hombre del arma era, claramente, una acción desesperada llevada por la ira que en aquel momento la muchacha sintió, una acción que, por otro lado, cargaba mucho significado pues, en su carrera contra aquel hombre había tomado para sí uno de los escudos de la Capitana para golpearlo.
Lo que, probablemente no tendría en cuenta que, correr en línea recta por un pasillo en donde, en el otro extremo se encontraba alguien armado con una arma de fuego, quizás no fuera la mejor idea, pues siquiera antes de llegar hasta donde este se encontraba, el Dr. ya había vuelto a levantar su arma.
La bala salió disparada en línea recta contra la muchacha, la cual apenas pudo poner el escudo de por medio para tratar de desviar la bala, pero en vez de esto, el escudo se rompió, dejando pasar aquella bala contra el cuerpo de Rena Koumori, no dañándola de gravedad, pero sí hiriéndola, gracias a la presencia del escudo.
El coletazo era algo que el hombre no vio venir, golpeándole directamente en el rostro y haciéndole saltar de la cara aquellas pequeñas gafas que este llevaba encima, rompiéndoselas de un golpe. El científico armado ahora sangraba por la nariz y había dado un par de pasos hacia atrás adolorido por aquel embiste fortuito. A pesar de todo, mantenía su arma en mano, y ahora esta apuntaba hacia Kabi Aiyi por semejante ataque contra su integridad.
Por fortuna Mari Deepsea tenía dos escudos, aquel que se desquebrajó a causa del disparo del científico, por lo que Rena Koumori fue capaz de tomar el otro escudo y con el, interponerse entre Kabi Aiyi y aquel hombre armado; quizás el resultado fuera similar, quizás no sirviera para nada, pero... al menos lo intentaría.
Con rapidez, mientras aquel hombre estaba centrado en Kabi Aiyi y Rena Koumori; Yudoku Cho saltó a la batalla, desenvainando aquella espada que portaba, esta cortó las distancias que la separaban de aquel científico y con la espada por delante de su cuerpo logró ensartarla directamente en el pecho del hombre, atravesándole el corazón de un único movimiento.
Al parecer el trabajo en equipo había sido lo único que se necesitaba para poder detener a aquel hombre y poner punto y final a su reino de terror; finalmente lo habían logrado.
Al parecer algo como una puñalada en el corazón que para todo el mundo sería letal, no era algo a tener en cuenta para un hombre como él; probablemente porque era una persona demasiado ocupada como para pensar en cosas tan insustanciales como era "morir".
Sin haber apartado la mirada de su objetivo; es decir, Kabi Aiyi y Rena Koumori, aquel hombre jaló del gatillo, haciendo que aquella pistola fuera disparada contra el escudo de Mari Deepsea que Rena Koumori había levantado para protegerlas a ambas de aquel hombre. Comentó molesto viendo como el disparo había fallado, de hecho, eso parecía molestarle más que tener su corazón atravesado por la espada de Yudoku Cho. Aquella arma en vez de apuntar hacia aquellas dos muchachas se giró para apuntar a la cabeza de Yudoku Cho, en un claro disparo a bocajarro.
Por desgracia todo tenía un momento para empezar a ir de mal a peor, y ese momento en particular era ese. Puesto que el tren dio un tremendo frenazo que lanzó, nuevamente todo y a todos por el aire, haciendo que este hombre se desensartara de la espada de Yudoku Cho, dejando tras de si un rastro de sangre rosada. A pesar de aquel nuevo frenazo, quizás podía ser una oportunidad para solventar el problema que tenían frente a ellos.
Rena Koumori cayó contra el suelo, al parecer aquel frenazo fue suficientemente potente como para tirarla y esta iba a tardar algo más de tiempo en levantarse de lo que a ella le hubiera querido; pero al menos iba a tener el honor de iniciar otra línea de diálogo de aquel científico.
Tanto Kaibi Aiyi como Yudoku Cho se mantenían en pie, mientras que Rena Koumori y aquel científico de la marina se levantaban del suelo; al parecer ahora tenían la oportunidad de actuar antes de que este hombre finalmente se reincorporara del todo, quizás hacerle frente, quizás escapar o... lo que fuera.
Desde las estancias previas, la puerta se abrió para dejar ver a no otras que a Lero; al parecer aquel marine no había venido acompañado por nadie, quizás se había cansado de estar en el vagón locomotora o porque quizás simplemente se cansó de escuchar disparos unos tras otros.
El hombre atado y amordazado al escuchar como la puerta se abre, nuevamente este intenta liberarse de sus ataduras mientras gimotea de terror. Al parecer no ha visto llegar al recién llegado, pero eso no quita que se altere por escuchar la puerta abrirse. Al parecer está completamente aterrorizado de algo que cree que vendrá... aunque ese "algo" ya está ahí...
Mientras aquellas doctoras seguían haciendo sus cosas, bajo las puertas del siguiente vagón se encuentra una figura alta y delgada de un hombre con bata blanca blanca, camiseta, corbata negra fina y alargada, zapatos de traje negros y pantalón marrón sujetado por un cinturón. Aunque lo más llamativo es que en su mano llevaba un... ¡Portafolios!. Y en la otra una pistola humeante.
Si Lero echaba un vistazo, las palabras del científico tenían todo el sentido del mundo, pues en su portafolios y su bata llevaban el logo del Gobierno Mundial, y no solo eso; sino que además en su pecho, a la altura del corazón había una mancha de sangre rosada, por lo que lo más probable es que hubiera sido atacado por aquella espada.
Aquella situación claramente daba una gran oportunidad al científico que no iba a desperdiciar en lo más mínimo; a pesar de que seguía en una minoría, al menos podía dar la vuelta a las tornas si tenía a un marine como su aliado contra aquellas falsas doctoras, un último clavo para la supervivencia de aquella banda pirata... Y la tomó.
Aquella muchacha tenía muy claro lo que tenía que hacer, alzando nuevamente su espada, la muchacha parecía que se le había olvidado las prendas que llevaba, a fin de cuentas, era una doctora y eso del "non nocere" y el código hipocrático también se le había olvidado por completo. El corte resultante hizo que este hombre tuviera una fuerte y profunda laceración en el pecho, cortando su camisa y defenestrando su corbata. El daño parecía ser bastante grande
El hombre luego de recibir aquel golpe directo, no tuvo más remedio que irse, dando tumbos, un par de pasos hacia trás, tratando de mantenerse en pie a pesar de todo el daño que había sufrido y como su sangre rosada iba manchando el suelo del vagón a medida que este trataba de mantenerse en pie.
Aquella situación parecía llegar a un pequeño impás, ni avanzaba ni retrocedía para ninguno de aquellos dos bandos enfrentados, al punto en el que, claramente, algo o alguien tenía que hacer algo para mover la balanza para uno u otro ladro y salir de aquel bloqueo.
Aquella muchacha ignoró por completo las órdenes del único Marine de la zona y alzando la espada esta volvió a atacar al Doctor, el cual apenas pudo apartarse lo suficiente del filo de la espada, poniendo instintivamente su brazo en medio, tan solo para ser revanado un poco por debajo del codo. Dejando caer el resto de la extremidad y la tablilla que sujetaba al suelo, mientras este lo llenaba con aquella sangre rosa tan característica. Aquel corte claramente había sido efectivo para desarmarlo, literalmente.
Cuando el doctor vio como el disparo falló a pesar de todas las indicaciones que dio, este simplemente se resignó a buscar el apoyo de Lero, si bien no sabía si considerarlo un traidor más o bien un simple incompetente, como la mayoría de los soldados de la marina que este veía; decidió poner en sus propias manos (ahora mano) su futuro y el de la investigación. Alzando su mano buena con la pistola y disparando a la doctora de verde, ignorando por completo el hecho de que tenía a Yudoku Cho más cerca y armada.
Rena Koumori saltó para ayudar a Kabi Aiyi, poniendo el escudo de Mari Deepsea por delante de su cuerpo, pero por desgracia para aquella muchacha, esto no fue suficiente, pues aquella bala no solo atravesó el escudo, sino que lo hizo añicos también. La bala continuó su rumbo para impactar en el cuerpo de la joven doctora, que, ahora más herida aún, apenas podía ponerse en pie a causa de los daños sufridos por los disparos que recibió.
Aquella muchacha tenía muy claro lo que tenía que hacer, alzando nuevamente su espada para atacar al doctor con la intención de acabar con el de una vez, ahora que ya había cortado su pecho y una de sus manos. Al parecer la violencia que aquella muchacha profesaba era algo impropio de una doctora, era como si aquel doctor se le hubiera colado la cola para ir al baño o algo similar que tuviera que justificar un asesinato.
Comprendiendo que ya era demasiado tarde para evitar que su "creación" se escapara de sus ataduras y buscar apoyos era algo que estaba bastante lejos de ser una realidad plausible; Tatsuno Toshigo decidió hacer lo que cualquier persona en su sano juicio haría: Empezar a disparar a diestra y siniestra.
Rena Koumori saltó para ayudar a Yudoku Cho, poniendose por delante de su cuerpo, pero por desgracia para aquella muchacha, pero evidentemente esto no fue suficiente, pues aquella bala no solo atravesó la falta de escudo, sino que la hizo añicos también. La bala continuó su rumbo para impactar en el cuerpo de la joven doctora, que, ahora ya no podía hacer nada más por ayudar a sus compañeros. Yaciendo muerta en el suelo, luego de aquellos continuos sacrificios.
El cuerpo de Rena Koumori finalmente perdería todo rastro alguno de vida y sus manos caerían a ambos lados de su torso completamente inmóviles; al parecer, acababa de fallecer ante la presencia del resto de sus compañeros piratas, una muerte agridulce producida por un simple hombre con un arma lista y en mano.
Sus compañeros podían ver como el brillo característico de su mirada se apagaba finalmente y su cuello se relajaba, haciendo que su cabeza cayera hacia un lado. Aunque había dedicado sus últimos momentos a tratar de salvar y proteger a aquellas dos piratas que aún seguían en pie.
Aquel muchacho finalmente liberado gracias a que Kabi Aiyi lo pudo quitar de sus ataduras, tuvo bastante claro lo que tenía que hacer; aprovechando la distracción que Yudoku Cho y el sacrificio que Rena Koumori habían hecho, este saltó directamente en contra del científico con la intención de tirarlo al suelo y evitar que siguiera disparando.
Un nuevo disparo se escuchó, en esta ocasión el que lo recibió no fue otro que aquel muchacho, el cual seguía encima del doctor, a pesar de ello, y de sangrar profusamente de un color rosado, este no solo no perdía la fuerza sino que mantenía bajo el, al científico, evitando que este se moviera o actuara.
La compuerta la abrió Kabi Aiyi, dejando entrar una ráfaga de viento con olor a mar que hizo que algunos de los viales y otros objetos médicos se movieran con virulencia, a la par que varios papeles y documentos salieron volando por todos lados debido a esto. A pesar de que la puerta estuviera abierta, lo difícil iba a ser lanzar al enemigo al exterior.
Haciendo caso a las directrices de Kabi Aiyi, tanto Yudoku Cho como aquel marine recién liberado tomaron y empujaron fuera del tren al doctor que pataleaba con tal de querer liberarse, pero al estar tan herido y con un brazo de menos no era suficiente.
Finalmente aquellos dos lograron tirarlo fuera del tren en marcha, pudiéndose librar finalmente de la amenaza que representaba aquel científico; por fin había terminado aquella terrible situación y ahora lo único que quedaba era, simplemente prepararse para llegar a la estación de Gripita.
El Marine respiró tranquilo, mirando la inmensidad del mar durante unos segundos en el firmamento a medida que iba recuperando las fuerzas para girarse al resto de los compañeros del lugar, y con una amplia sonrisa, mostrar sus sentimientos al respecto de lo sucedido.
En un abrir y cerrar de ojos, la cabeza de Shuji Nijo se fue deslizando hacia delante, a medida que su cuello iba mostrando una marca de color rosada de lado a lado, hasta que finalmente la cabeza se cayó de su cuerpo hacia delante, mientras que su cuerpo caía hacia atrás, fuera del vagón, siendo despedazado por las vías y las ruedas del tren. La cabeza, al parecer seguía con vida, pero ante la falta de pulmones, no podía hablar.
El científico se encontraba al otro lado de la puerta abierta de par en par, saltando en el aire, volando, a cada salto que daba, haciendo un leve sonido que estaba siendo opacado por el sonido de la locomotora y del metal chirriando por los vagones traseros. Al parecer esto era una técnica de combate. El hombre señaló con su dedo índice hacia Yudoku Cho.
Quizás Lero hubiera sido considerado como un tirador de élite en su regimiento, pero algo estaba claro y esto era el hecho de que, en el tren había fallado más disparos que nadie; algo que se hizo evidente cuando trató de disparar hacia aquellas dos Doctoras y terminó, sin querer, disparando al científico que volaba al lado del tren. Aquel fuerte impacto voló la rodilla del doctor, haciendo que la parte inferior de su pierna cayera al agua y se perdiera; así como desestabilizando su "geppo" y haciendo que este chocara contra la cabina.
El hombre ya había sido amputado en dos ocasiones distintas, y ahora, dentro del vagón se levantaba como malamente podía, apoyándose encima de la camilla en la que aquel marine había sido atado; realmente toda aquella situación era crítica y a este punto no se sabía del todo bien quién podía alzarse con la victoria.
El ataque de Yudoku Cho conecto directamente con el cuello del científico, atravesando piel y carne a medida que la cuchilla iba cortando y desgarrando el cuello. Los ataques continuados así como la ayuda brindada por todos los presentes, tanto los que están como los que no están, guiaron aquel filo hacia su destino final en el cuello del científico. La cabeza del doctor se separó del resto del cuerpo de un solo único y rápido movimiento de la catana de la doctora.
A pesar de que su cabeza había sido separada del resto de su cuerpo; el científico seguía con vida, o al menos un estado similar al de estar con vida; puesto que a pesar de ser decapitado su cabeza seguía moviéndose. El cuerpo del científico simplemente se desplomó inmóvil, al parecer la amenaza que representaba aquel hombre ya había sido neutralizada.
Al parecer Lero finalmente se abrió ante aquellos doctores sobre cual era su posición real, o quizás queriendo enmarcar sus disparos fallidos; sea como fuera, este joven marine se centró en el cuerpo del científico, empujándolo fuera del vagón, y viendo como este terminaría despedazado por las vías y las ruedas del tren y desaparecía en el mar en un burbujeante color morado por donde este pasaba.
Kabi Aiyi miro la cabeza, iro el comentario, y se me ocurre una idea. La cojo y la coloco enfrente de la puerta, y me voy alejando unos metros. Y acto seguido cogio carrerilla y le pego a la cabeza una patada como si fuese una pelota de futbol, lanzándola hacia el horizonte. Volvió a mirar el cuerpo de sus compañeras y sin previo aviso se pone a llorar.
Y así fue como aquel grupo decidió tirar los cadáveres que fueron encontrando por el tren por la borda, lo cual no era demasiado complicado, a fin de cuentas; tan solo había que tirar cuatro cadáveres, dos de ellos ya se encontraban en el lugar, el de Rena Koumori, el de Mari Deepsea y el de Malva Indaco, mientras que el tercero se encontraba en la sala siguiente, el de aquel marine, Alessio Narvaez.
El sonido de la bocina del tren volvió a llamar a todos los presentes a la realidad que los rodeaba, echando un vistazo aprovechando la compuerta abierta por la que lanzaron los cadáveres, estos pudieron ver como, en efecto, la isla se acercaba a ellos bastante rápido. De hecho, ya se habían acercado bastante para cuando sonó el aviso y... el tren no se detenía... ni parecía que iba a hacerlo...
El sol se asomaba tímidamente sobre el horizonte, iluminando la base militar en la que se encontraba la enfermería. Un edificio robusto, camuflado entre la vegetación circundante, resguardaba el corazón de la atención médica para los valientes hombres y mujeres que servían en el frente de batalla.
El ambiente resonaba con el suave murmullo de conversaciones entre enfermeros y médicos uniformados con esmero. El olor a desinfectante y medicamentos impregnaba el aire, brindando una sensación de seguridad y cuidado a aquellos heridos en combate.
A ambos lados del amplio pasillo, las habitaciones albergaban camillas vacías y tan solo un puñado estaban ocupadas por el soldado herido y por los doctores. Los enfermeros y enfermeras, con miradas serenas y manos hábiles, atendían a los pacientes con dedicación y compasión. Vendajes y apósitos cubrían las heridas, mientras las palabras de aliento y ánimo fluían de sus labios con naturalidad.
A pesar de las dificultades y los desafíos que enfrentaban a diario, el espíritu de camaradería entre el personal de la enfermería militar era palpable. Se apoyaban mutuamente, compartían sonrisas y consuelo, encontrando fuerza en la unión para enfrentar los retos que el día a día les imponían.
Los únicos supervivientes de todo ello reposaban en camas, algunos más heridos que otros, pero absolutamente todos bien vendados de arriba a abajo, al parecer no solo las heridas que habían sufrido en aquella deplorable aventura estaban siendo tratadas, sino del último y más catastrófico accidente ferroviario de todos, en concreto contra la Estación de la Marina de Gripita.
La puerta de la enfermería se abrió, dejando entrar a varios marines uniformados que desfilaron y formaron al otro lado de aquella hilera de camas ocupadas de la enfermería. Cuando esto ocurría generalmente era por algo gordo, o más concretamente por la presencia de un pez gordo.
Una figura que dos de aquellos doctores pudieron reconocer hizo acto de presencia en el lugar, cargado hasta arriba de decenas de galardones, y con un paso poco acompasado y usando un bastón como apoyo, llegaría lo que a todos ojos parecía ser un Mink gato uniformado como el comodoro, aunque la ropa le sentaba bastante más grande. Sin dudar ni un instante, todos los marines salieron de la enfermería llevándose a los Doctores y a Lero, dejando tan solo a aquel "Nuevo Comodoro" con el resto de los presentes. Al parecer iba a ser una conversación privada entre ellos.
Y tras echar un vistazo para corroborar que estaba relativamente solo con ellos. El gato dio un fuerte salto encima del costillar de Yudoku Cho, cortándole el aire por unos segundos y porque aún tenía el esparadrapo en la boca, esta no pudo quejarse al respecto de nada.
-¡Es una alegría volver a veros!. -Exclamó perdiendo aquel "disfraz"- ¿En serio lo mejor que pudisteis encontrar eran disfraces de Doctores?. ¡Lo mio fue sencillo!. Solo tuve que desvestir a un muerto y colarme en la locomotora... y encargarme de un par de estorbos... ¡Menuda sorpresa disteis cuando llegasteis estrellándoos con el resto de la locomotora!. Pero supongo que tengo que agradeceros, al parecer allí había una especie de pescado raro que unos tipos uniformados querían... y también se llevaron algunas cosas enjauladas... Pero bueno... ¡Esta isla es mía!. ¡Mirad cuantas medallas me han dado los del GM!. ¡A veces tardo una hora en levantarme de la cama solo porque brillan y me pongo a jugar con ellas!... Es lo que la Capitana hubiera querido...
Tras decir esto, se acordó de algo más que añadió.
-Ah, por cierto. -Dijo recordando algo- Dejo mi cargo de 1º Oficial Pirata tengo un mejor puesto aquí, y porque todos los demás están muertos, supongo que vosotras dos podéis pelearos por el puesto de Capitana y Primera Oficial. Hay un barco confiscado en el muelle, tomadlo si queréis y no volváis a mi isla... que no tenéis pinta de saber hacer cosas científicas...