Partida Rol por web

10 de marzo de 1999, 21:35

Últimamente nadie tenía tiempo para Candela. Octavio estaba ocupado con el instituto y sus deberes del Consejo, y Lady Mónica le dedicaba todo su tiempo a un nuevo proyecto del que aún no quería hablarle. Rubén estaba muy alterado y más agresivo que de costumbre. Lo único que había conseguido sacarle era que había habido un intruso en el feudo del corby, y que iba a encontrar a quien hubiera sido y a partirle la crisma.

Por suerte había alguien que siempre tenía tiempo para ella. Lord Tristán la había llamado varias veces tratando de invitarla a unas copas, y por fin habían coincidido en una fecha. 

Quedaron en encontrarse en un bar local que la sátiro no conocía, y cuando llegó supo por qué. Era un sitio pequeño y en un estado de limpieza que, siendo generosos, podría considerarse cuestionable. Como era miércoles estaba casi vacío. Los únicos ocupantes eran Lord Tristán y una camarera de mediana edad que alternaba entre mirar el reloj con aire aburrido y mirar al sidhe con aire soñador.

En cuanto puso una pezuña en el local Tristán se levantó de la silla, tan deprisa que estuvo a punto que derribarla, y le hizo gestos para que se acercara. La cogió de la cintura para atraerla hacia sí y la besó con entusiasmo. Había empezado a beber sin ella, y su lengua sabía a cerveza y aceitunas.

-Estás impresionante -suspiró-. Ven, siéntate. Hace mucho que no te veo. ¿Qué vas a tomar?

Candela sonrió y se sentó en la mesa.

-Lo mismo que vos, milord -contestó juguetona.

La sátiro quería a sus amantes por diversos y diferentes motivos, pero no con especial fuerza, quizás esa era una de las razones por las que no se decidía por nadie. Todos le hacían buena compañía, cuando podían, y disfrutaba de las pequeñas cosas de cada uno de sus amigos, pero para ella no eran más que eso: amigos. El que más se esforzaba siempre era Tristán, y por alguna razón también era uno con los que más le costaba conectar... Y eso que era el más guapo y el que más prometía.

-¿Qué has estado haciendo estos días?

El sidhe hizo un gesto a la camarera, y ésta se acercó con los brazos cruzados y el bloc en el bolsillo del delantal. Le dirigió una mirada hostil a Candela que Tristán no debió ver, porque alzó la vista con una sonrisa y le pidió dos cañas de cerveza.

Cuando la camarera se hubo marchado el Lord, ansioso como un cachorrillo, le cogió la mano y entrelazó los dedos de ambos. Su agarre era más firme que el de Octavio, que siempre tenía miedo de que les vieran, y más seguro que el de Lady Mónica, quien la trataba como si estuviera hecha de cristal.

-Trabajando en el bar, como siempre. Perdona que no te haya llamado. Este fin de semana era el cumpleaños de un amigo y nos hemos ido de viaje. No estaba seguro de que fueras a querer venir.

Candela también miró de reojo a la camarera.

-Ah, si, ¿eh? ¿Y qué amigo? -preguntó con una sonrisa más grande aún que la suya, sujetándose la cabeza mientras mantenía la otra entrelazada con la del sidhe-. ¿Dónde habéis ido? Igual me hubiese gustado ir, tendrías que haberme dicho... -dijo disgustada.

Cuando la camarera regresó con sus pedidos Candela la llamó cuando ya se encontraba a medio camino de la barra para decirle que su cerveza no estaba lo suficientemente fría, que se la cambiase de vaso. Obviamente era mentira.

La camarera le dirigió una mirada envenenada y volvió con otra cerveza muy espumosa. Tristán le dio un suave apretón en la mano, ignorante de su duelo con la camarera, y ladeó la cabeza arrepentido.

-Jordi, se llama. Hemos estado de casa rural en Asturias. No ha sido gran cosa -le aseguró-. Me lo hubiera pasado mejor contigo.

-Avísame la próxima vez e igual me uno. Después de todo nunca está mal salir de este nido de culebras. ¿Por lo demás todo bien? ¿Ningún chascarillo que contarme? Vamos, seguro que sabes algo que me divierta el día...

-El otro día se pasó Segis por el bar -dijo Tristán tras pensar un momento. Al Eiluned no le caía bien Segismundo, que le robaba la atención de sus padres adoptivos- diciendo nosequé de trolls muertos y Lady Felisa. Les oí desde la cocina. -El sidhe resopló con desdén-. Es un crío muy raro.

La sola mención del nombre del sluagh le daba escalofríos.

-Ese puto crío... -se santiguó y agarró la disimulada y pequeña cruz de plata que llevaba colgada al pecho-. Es satanás. ¿Qué Lady Felisa? Creo que no conozco a nadie con ese nombre.

-Era la Condesa de las Plumas. Una troll. Dicen que estaba muy mal de la cabeza, en plan paranoica psicótica. Se tiró de una torre y se mató hace como diez años. -Lord Tristán se encogió de hombros-. El niñato también estuvo preguntando por mi madre.

-Que dices... -la sátiro abrió los ojos ávida de información-. No había oído hablar de eso. ¿Y tu madre que tiene que ver  con todo eso?

-¡Nada! -Tristán se sonrojó y bajó la voz-. Bueno, mi madre... Ella también estaba mal. Después de que mi padre se Deshiciera se quedó tocada. No me hacía caso ni nada de eso. Cesi y Cortapanes me dijeron que se marchó a donde podían cuidarla. No la he visto más.

El Barón se encogió de hombros, quitándole importancia al asunto.

-Oh, lo siento cielo -dijo estirando la mano para coger la suya. Candela odiaba admitir que las causas perdidas y las personas sensibles le daban cierta debilidad en contra a todo lo que dictaban sus normas de autoconservación-. Bueno, pero ahora me tienes a mi para cuidarte. Y hablando de cuidarnos... ¿Cuando me vas a regalar una de esas botellas de orujo de las que no hago más que oír hablar, eh?

-Puedes venir al bar y beber todo el orujo que quieras -dijo Tristán devolviéndole el apretón-. A Cortapanes y a Cesi les encantaría conocerte. Pero si quieres una botella te la puedo conseguir -se apresuró a añadir.

-¿Y por qué no ambas cosas? -sonrió sin ocultar su ambición.

-¿En... En serio? -preguntó sorprendido, aunque fiel a su linaje no tardó en reponerse-. Claro, cuando quieras. Me alegro de poder presentártelos por fin. ¿Por qué no te vienes a cenar? Mañana, o cuando quieras -añadió sin lograr ocultar su ansia-. Te tendré preparada una botella.

-Está bien, pero... Recuerda que me prometiste que no se lo dirías a nadie por el momento. Ya sabes que en realidad soy muy discreta. Prefiero que esto siga siendo nuestro secreto.

La sátiro levantó la mano del sidhe y le besó la palma.

-A menos que me puedas asegurar que Cortapanes y Cesi saben guardar secretos.

-Claro que sí -se apresuró a decir. Lamentablemente para él, Lord Tristán era transparente, y era fácil para Candela detectar la duda en el temblor y entonación de su voz y la manera de desviar la mirada. La garganta del sidhe subió y bajó cuando tragó saliva-. No tenemos por qué decirles que estamos juntos si no quieres.