Mientras sir Efraín luchaba por ponerse en pie para despedirla Lady Mónica se acercó y cogió su mano brevemente, sólo el tiempo suficiente para darle un suave apretón mientras le miraba profundamente a los ojos con devoción. La soltó al mismo tiempo que el Ailil lograba levantarse para hacer una educada reverencia.
-Cuídate, Candela. Que pases un buen día -se despidió la sidhe.