-¿Sí? ¿Tú crees? -La kinain le echó otro vistazo al chico y Candela vio que ya no estaba tan convencida. Soltó un suspiro lastimero que mostró los incisivos manchados de pintalabios-. Ay, es que no encuentro uno bueno, ¿eh?
Segismundo y Eli salieron del almacén e hicieron una parada junto a la mesa para que la nocker recogiese el regalo. Cortapanes estaba con Cesi, Lord Tristán y unos cuantos mortales encantados. Su hermana mortal le dio un golpe en el hombro y le señaló a los dos infantiles. El troll se volvió y sonrió.
-¡Hola, zagales! No os había visto. ¿En qué andáis metidos?
Eli se acercó despacio y le tendió el paquete. Era bastante pequeño, pero compensaba el tamaño con la presentación: no tenía ni un pliegue fuera de su sitio.
- Hola. Como he llegado tarde no he podido dárselo antes. Feliz cumpleaños, señor - dijo ella mientras se lo daba.
-¡Pero si eso es lo mejor! Puede ser lo que tú quieras. El mundo es... Bueno, el mundo es un sueño que no termina. Tío, somos criaturas de leyenda. Hacemos magia. Bueno, no sé si has aprendido algún cantrip ya, pero el caso es que hacemos magia.
El pequeño Sluagh se llevó la mano a la boca para tapar su risa. "Jejeje, lo ha llamado señor." Quería saber que era el regalo, pero entretanto se movió sin molestar entre la gente para darle un abrazo a Tristán subido a su regazo. El Sluagh apenas pesaba nada, caminaba de asiento en asiento para acercarse a Cesi, a la que le dio otro abrazo acompañado de un beso en la mejilla, y por último se subió al regazo de Cortapanes, para agarrarse a su cuello y susurrarle al oído.
-Felicidades. Mañana te traeré un regalo, que no he podido hacer nada.- después empezó a tirarle de una de las orejas, como no sabía cuantos años tenía, tiraría hasta que el troll le hiciera parar.
Cortapanes le dio las gracias a la nocker y cogió el regalo con mucha ceremonia. Hizo un intento claro por no romper el envoltorio, pero tan pronto agarraba un extremo entre dos dedos el papel de regalo terminaba rasgado. Mientras tanto, Tristán ayudó a Segismundo a subirse a su regazo levantándole por las axilas.
-Hola, enano -dijo alegremente mientras le revolvía el pelo. Estaba colorado y su aliento olía igual que la fuente del feudo.
-Hola, cariño. No te había visto -dijo Cesi. Le pulsó la nariz con el índice y le dio un beso en la mejilla y otro en la frente-. Venga, bájate de ahí que luego el pobre Cortapanes tiene que limpiar todas las huellas de zapato.
-¡En mi cumpleaños! -se lamentó el troll con una risotada. Terminó de romper el papel y mostró a todos el regalo: una cartera con el tamaño adecuado para que un troll la manejara con comodidad-. ¡Una cartera! Muchas gracias, bonita. Justo me tenía que comprar una, que la mía estaba ya hecha una pena. Cuarenta y ocho, eh, no te pases. ¡No te molestes, hombre! ¿Quieres un cacho de bizcocho? -preguntó Cortapanes mientras se quitaba a Segismundo de encima con suavidad cuando iba por el tirón cuarenta y seis.
-¡Aun me faltan dos!- intentó gritar fracasando por su maldición y riendo tan alto como un niño podía hacerlo, al menos en su mente. Ser niño y un sluagh a la vez hacía las cosas más difíciles de lo que parecía y a veces era frustrante.- Lo siento Cesi, luego os ayudo. Sí, porfa. ¿De qué es?
- Sí, por favor - aceptó Eli, que era de diente muy dulce. De hecho, tenía una fijación malsana por las galletas con pepitas de chocolate.
En casa había un duelo entre su madre y ella. Su madre esconde el bote de galletas. Ella lo busca y lo encuentra. Lo última vez estaba entre el montón de la ropa de plancha. Su madre esperaba que ni se acercara a ese montón, con lo poco que le gustaban las tareas domésticas.
-Si bueno, de puta madre se va a integrar el crío mierda ese. Pero igual ni se lo damos a los redcaps, que se van a pillar una cagalera murciana de flipar. Yo lo que ya está muerto no me lo como, que a saber. Y lo de beber igual paso, que llevo dos kalimotxos encima y mira qué colores -se quejó la redcap.
-Ah, guay. Yo tampoco voy a beber más que mañana tengo que ir a clase. Pero me refería a si tenías alguna chorrada que contarme o me estás siguiendo porque quieres ser mi escudera. Que lo agradezco. En serio. Sobre todo con la rata pelona de la Noe queriéndome quitar el puesto de princesa. No veas que gritos pega... -dijo en tono confidente, como si fuese algo que nadie más supiese.
Mientras hablaba terminó de construir lo que a su entender era una magnífica réplica de unos cuernos hechos con vasos y unidor por un cordel que se podía anudar a la cabeza. Sonrió satisfecha con su trabajo y oteó alrededor en busca de algún infantil al que regalárselo.
-Ya lo encontrarás, que el mar está lleno de peces. Pero no hagas como yo, que voy de uno a otro. Es mejor esperar al bueno de verdad. Toma -dijo y le dio un clinex-. Límpiate los dientes, que los tienes llenos de carmín y te están mirando.
-Nah, de momento no. Ya te contaré, que igual la lío un montón con una cosa -se miró el reloj-. Lo mismo me voy para casa, que mi tía no quiere que vuelva muy tarde porque estoy de exámenes.
Trini hizo una pedorreta agitando la mano, quitándole importancia a la palabra 'examen'.
-Puf... Hace demasiado tiempo que no apruebo uno de esos como para que me importe. Yo creo que me quedaré aquí esta noche. ¡Hasta mañana!
-¿Qué? ¿¡Por qué no me lo has dicho!? -se frotó los incisivos con el dedo índice y la mancha desapareció. Se estaba poniendo roja y miró a Candela como si la sátiro le hubiera dado un puñetazo en el estómago. Cogió el pañuelo y lo usó para secarse el dedo-. Qué vergüenza. Por eso me miraba tanto, se estaba descojonando de mí. Vámonos ya, por favor, que sigue mirando.
-¿Quieres irte ya para casa? Vale -dijo Candela echándose el bolso al hombro-. Me harías un favor si me dejases quedarme en tu casa esta noche. ¿Tienes hueco?
-Sí, sí. Venga, vámonos ya -dijo Raquel mientras le pasaba a Candela su chaqueta-. Ese tío empieza a darme mal rollo.
Terminas aquí. Dime lo que quieres hacer y te abro escena.
Me toca ir visitando a los personajes con los que tengo relación. Empecemos por Mónica, por ejemplo. Esto ya a la mañana siguiente, supongo.