Partida Rol por web

-No me ha resultado difícil sacar información sobre ellos, -aseguró el caballero, -si esa posada tuviera unas reservas de vino y cerveza tan anchas como el Mar Angosto serían capaces de terminarlas en menos de una semana. - Por lo que Varya había visto hasta entonces del séquito de los Lugus no le extrañaba que tuvieran la lengua muy suelta después de unas cuantas horas de beber en la posada.

-Ser Naton es el heredero, un fuerte guerrero y gran justador. Aunque su punto débil sin duda es la cerveza y el vino especiado, si durante el banquete de bienvenida se le rellena la copa con frecuencia caerá antes de subirse al caballo. También he oído que su hermana acompaña al séquito porque está comprometida con Langley Woods, otro de los nombres que me distéis. -guiñó un ojo hacía la dama, como indicando que era capaz de matar tres pájaros de un tiro. - Por cierto, menuda pieza es ella también. Igual de bebedora que su hermano. Su escudo de armas es un cáliz, pero de seguro que está vacío con tamaños hígados... La llaman la Viuda Negra, por las misteriosas muertes de sus últimos maridos y se dicen que Langley está algo nervioso. Si me preguntáis a mí, el mundo no perdería mucho con un Woods menos. Ser Naton por su parte está soltero, todavía no se ha casado. Si hace un buen papel igual le encuentran esposa digna.

El caballero se internó entre el gentío. No podía perder tiempo, pero lo primero era asegurarse de que nadie le seguía. No podía olvidarse de las precauciones. 

Aparecería más tarde en distintos puestos de la ciudad, sin ostentar su emblema familiar y con el pelo recogido bajo un sombrero. Quería cambiar su aspecto para facilitar su misión y estaba consiguiendo lo necesario para ello. Aunque esperaba no tener que intervenir. 

A la hora acordada Ser Roshar vigilaba la entrada de la posada desde una gran distancia. Conocía a quienes se reunirían y que dirección pretendían tomar, por lo que no contaba con tener grandes dificultades en la persecución. Al menos hasta abandonar la ciudad. Solo debía evitar ser descubierto. Y esperaba que su nuevo aspecto le ayudara a conseguirlo. Había ocultado su larga cabellera, conseguido un caballo que no aparentaba poder aguantar demasiado, mostraba la cara sucia e intentaría juntarse a quienes abandonaban la capital para volver a sus hogares. La idea era dejarse adelantar junto a la puerta de Desembarco para iniciar una discreta persecución. 

Whalen se había retirado para ponerse su coraza y se preparó para acompañar a la comitiva. No le acababa de gustar la idea de ir a un combate. A una posible celada de aquel desgraciado del Caballero Zorro, y mucho se temía que su apodo fuera por algo.

Le robó un corto beso a su esposa quizás es el útlimo y se dispuso a partir.

Como mínimo voy bien acompañado. El primo Adrik se ve impresionante. y Galdrín es un guerrero diestro. Y Bryan debe ser el más experimentado de todos.

Observó al desmañado Lugus. Era como un extraño reflejo de él mismo y se dijo que tenía suerte d eno tener hermanos cabrones como él. Debería hablar con ese noble. No sabía nada de ellos. Nada que no fuera lo que le habían explicado.

Asintió satisfecho ante el trabajo de su escudero. Tenía la cabeza llena de pájaros, pero era un buen chico.

La llegada de Joris no le dio mucha tranquilidad. Parecía que fuera a un torneo. Daba la sensación de estar un poco loco, pero no quedaba otra que seguirle la corriente. Y parecía un viejo simpático.

Cuando usted diga, ser Joris.

La mujer asintió levemente a las explicaciones del caballero, básicamente era lo que ya sabía aunque la fama de la joven le llamó la atención, pensó que quizás el misterio se debía a ciertos aditivos en la bebida o la comida. Se propuso hablar con los hermanos en cuanto el grueso de su familia saliese para acudir al desafío, pero antes quedaban mínimo un par de preguntas.

-¿Y qué podríais decirme de Orten Lugus, el hermano pequeño?

Ser Gennady dejó de mirar los pendones y centró su atención en un chiquillo desarrapado que caminaba por aquella calle en dirección a la posada. Seguramente uno de esos mocosos del Lecho de Pulgas, a juzgar por su aspecto. Ser Gennady escupió al suelo para aliviarse una flema y volvió a centrar su atención en Lady Varya.

-Orten el Enclenque. -Señaló con cierto desdén. -No. Él no va a participar en el torneo, vino para negociar el matrimonio de su hermana con Woods. Apenas podría levantar una espada y sujetarla con firmeza. -Señaló con el pulgar hacia el interior de la posada. - Creo que ese caballero anciano está loco, pero si realmente van al encuentro de ese bandido que dice conocer, Orten será el primero en morir. Tal vez del susto. -Soltó una carcajada tan grande que Varya pudo verle las muelas picadas del fondo de la mandíbula. -Es un poeta.

Ser Joris Landseer abrió la marcha con paso decidido y bastante seguridad a la hora de dirigir el grupo, hasta aquel momento no habían visto al anciano tan decidido y seguro de si mismo. Incluso mantenía cierto porte gallardo y heroico. Le seguían Whalen, Galdrin, Ser Adrik, Ser Bryan y Orten Lugus, quien cerraba la pequeña comitiva que partía al encuentro del bandido conocido como el Caballero Zorro. Un hombre que había ocasionado demasiados problemas para la casa Crogall y que seguramente tendría todas las respuestas que ellos no conseguían encontrar en aquella ciudad pestilente.

Atrás quedaba Lord Evan, Ser Roshar y las señoras de la casa, quienes no partirían a tan peculiar desafío. Todos esperaban que aquello no fuera realmente una trampa tejida desde las sombras que ocultaban a sus hasta ahora invisibles enemigos, y también esperaban que el Caballero Zorro, quien realmente respondía al nombre de Lord Clayton Archay, se presentara al desafío y fuera vencido y derrotado.

Ser Joris mantenía a su caballo a un trote ligero marcando un buen ritmo para el grupo. Cruzaron el Paseo del Río desde la posada Árbolverde hasta la puerta Real a buena velocidad y abandonaron la ciudad cruzando el terreno de los Torneos donde había nacido ya un barrio externo a la ciudad con paredes de tela en lugar de piedra y una brillante y diversa mezcolanza de colores que las adornaban. Cada caballero que participaba en el torneo tenía su pabellón allí plantado, con sus estandartes y sus colores iluminados por los rayos bajos del sol de la tarde que arrancaban colores más intensos y anaranjados. Pero también se habían sumado decenas de comerciantes que habían colocado allí sus tenderetes de venta, aprovechando la enorme oportunidad de comercio que suponía el Torneo. Y muchos artistas callejeros se ganaban unas monedas exhibiendo sus habilidades en improvisados corros de gente cuyos bolsillos descuidados pasaban a formar parte de las bolsas de los ladrones que los aprovechaban. Otros oficios como herreros, armeros y prostitutas también ocupaban el lugar. También habían delimitado ya el terreno para la liza, la melé y las otras competiciones del torneo. Los carpinteros se afanaban en construir una grada que diera cobijo del sol veraniego para los nobles que asistirían a presenciar la competición y preparaban un palco de honor para el orondo rey y su esposa.

Pasaron de largo aquella algarabía y fueron en busca de un vado para cruzar el Aguasnegras y dirigir sus pasos hacía el Bosque Real. La zona más cercana a la ciudad de aquel infame bosque era el coto de caza del Rey, sin embargo, más allá se encontraban las peligrosas hermandades de forajidos y vándalos que acechaban a los descuidados caminantes y viajeros. Durante el trayecto, Ser Joris iba silbando la canción del Oso y la doncella con gesto animado. El resto del grupo mantenía el silencio, especialmente Orten quien apenas pronunció palabra durante el viaje y tenía un aspecto entre mareado y angustiado.

Ser Bryan Telson trataba de mantener el espíritu del grupo alto y en contraposición a Orten se mostraba más animado y le encantaba charlar. Pronto se dieron cuenta de que Telson tenía más educación y hablaba mucho mejor que el típico caballero errante dorniense, a veces era por como escogía las palabras y otras por la entonación de su voz. Para mantener al grupo entretenido durante el viaje comenzó a contarles una pequeña historia.

-No me puedo creer, mi buen amigo Whalen, que no conozcáis la historia de Escorpión. -Dijo con una amplia sonrisa. - Era una espada de acero valyrio entregada a un gran guerrero de Dorne por su príncipe como recompensa por sus servicios al rechazar las fuerzas de Daeron I, el Joven Dragón, tras la Conquista de Dorne. - En ese momento hizo una inflexión. -Recordaran vuesas mercedes que Dorne no pudo ser conquistado con la fuerza, sino con el amor. -La Conquista del Joven Dragón terminó con su muerte y Baelor, su sucesor, tuvo que casar a su primo con la hija de Lord Martell para lograr anexionar a los dornienses definitivamente al Reino. - La espada fue pasando de padres a hijos durante generaciones. Hasta que hace algunos años, su legitimo dueño fue asesinado y la espada robada por un grupo de desconocidos. Se dice que la espada tiene un dibujo a lo largo de un lado de la hoja que parece un escorpión preparado para atacar. Algunos dicen que simplemente parece un puñado de espirales rojas, pero si la vieran de cerca descubrirían la picadura del Escorpión.

Whalen se sentía un poco como el joven Orten, aunque se esforzaba por disimularlo. A fin de cuentas aún tenía fresco su viaje hasta Desembarco, cont odas las peripecias vividas. Se sentía más hombre por todo aquello. Joris silbaba la balada de la Doncella y el Osos, pero se reprimió para no seguirle. Aún tenía presente la reprimenda que sufrió por aquello. Un lord no sólo debía serlo, sino también parecerlo.

Asintió a las palabras de Bryan mientras hablaba. Era un historia muy bien contada. Cuanto admiraba aquel hombre.

Oh. Es una historia muy triste. Un trofeo ganado por un antepasado valeroso es robado por unos asesinos. Otra maldita conjura entre nobles. Quizás algo fruto de la envidia. No hay nada peor que la envidia. Hace a los hombres perpetrar actos inmundos. ¿Y luego? ¿Les da placer su crimen? ¿Se deben sentir culpables? Realmente ganan algo? Los que tengan esa espada deben saber que no les pertenece. ¿Les debe gustar tener una espada que saben que no se la han ganado? Que la han robado a quien se mereció ese regalo? Eso los debería hacer verse como despreciables a sus propios ojos y los de su príncipe. ¿Y qué sacan con ello? No pueden mostrar esa espada en público. Sólo sirve para su  íntimo disfrute de un acto criminal.

Iba hablando, casi vomitando las palabras. El escueto relato le había reordado  a su propia historia actual. Era víctima de calumnias por algo que no entendía. Aunque en su caso no tenían una espada de acero valyrio. Sólo tenían pantanos y lagartos.

Bryan miró a Whalen un poco sorprendido por la reacción que la historia de Escorpión había suscitado en el joven heredero. No esperaba que fuera tan susceptible a la historia, pero tras recapacitar un instante se dio cuenta de que seguramente aquello estaría recordándole los sucesos que ellos mismos habían padecido recientemente.

-Me gustaría creer que al final se hará justicia y los culpables serán encontrados y sentenciados. -Añadió en una frase que bien podía valer para ambos casos.

Galdrín se había mantenido en silencio durante todo el viaje, vigilando a ambos lados del camino por si cualquier cosa se atrevía a sorprenderles y también teniendo un ojo para cada uno de los desconocidos que viajaban con ellos. La prioridad sin duda era proteger al joven señor. No lo aparentaba, pues su imagen exterior mostraba calma y serenidad, pero en realidad estaba en tensión, sintiendo el peso de la espada en la cadera para sentir dónde estaba en cada momento y desenvainarla rápidamente de ser preciso. Escuchó la historia de la espada dorniense y después miró a Whalen al escuchar su reacción.

-Mucho me temo que a quienes tengan esa espada poco les importará exhibirla en público si pueden jactarse de cómo la han conseguido. - Algo así pasaría con su propio caso, quienes acechaban contra ellos se mantenían en las sombras pero no les importaba dejar un reguero de acusaciones, muertos, problemas, mujeres embarazadas, puñales misteriosos y saben los Dioses qué más.

La idea de Scarlett era ir hacia la zona de los extranjeros a ver si encontraba a alguien con las características de aquella persona que describió la hija del herrero.   Estaría observando todo como una compradora más en la zona.

El caballero, entre el gentío, dejó que el grupo tomara cierta distancia mientras metía papeles en una cartera. Giró su sombrero, montó sobre el caballo y retomó la persecución. Abandonar la ciudad suponía perder la ventaja de las multitudes para pasar desapercibido y limitaba en exceso las posibles excusas en caso de ser descubierto. Pero el buen ritmo de los jinetes desviaba a los viajeros, facilitando su visión, y les exigía más atención al frente. Además el ruido del trote de las monturas apagaría la mayoría de los sonidos a su alrededor. Ser Roshar confió en estar suficiente alejado como para ser detectado o tomado como una amenaza. No quería depender de aquel disfraz que quería hacerle parecer un mensajero, pues entrar en contacto con ellos complicaría su encargo e incrementaría sus precauciones. 

El Blackfist se lamentó por no conocer el lugar de la cita. Aquella información habría facilitado su presencia en el encuentro. Era posible que alguno de sus hombres hubiera podido guiarle, pero no había tenido el tiempo suficiente para preparar aquella persecución en condiciones. Al menos no tanto como hubiera querido. Debía suplir las carencias de su plan, y para ello prefería perderlos de vista unos instantes antes que alertarlos. Mientras siguieran en línea recta no había forma de perderlos. Y si tomaban un desvío o abandonaban el camino deberían dejar un rastro fácil de localizar dado el ritmo y el número de animales. En otro caso siempre podría preguntar a los viajeros que se encontrase. Si su "deber" de entregar el mensaje a un noble no les convencía tendría que hacer uso del oro. Un material muy persuasivo. 

Varya escuchó lo que el caballero le decía del menor de los Lugus y soltó una risita acompañando al hombre.

-Espero que no, nos acusarían de esa muerte también.

En su mente ya se formaba un motivo por el que el joven Orten había orquestado todo aquello, pero como sabía que podía ser simplemente paranoia suya lo dejó a un lado, echó una mirada alrededor para asegurarse que seguían a distancia prudencial de oídos indiscretos y volvió a mirar a ser Gennady.

-¿Y qué ha oído del otro apellido?

Lady Varya se acercó a los miembros de su casa que partían en busca de respuestas y, mientras acababan de preparar a sus monturas, tuvo unas palabras con cada uno de ellos. El primero fue su hijastro.

-Tened cuidado Whalen, este desafío ha sido demasiado oportuno. Lord Evan lamentaría mucho que os pasase algo -dudó si apoyar una mano en el antebrazo del joven, no sabía si el gesto sería bien recibido, pero al final lo hizo -y yo también. Sois el heredero de la casa Crogall, solo vos podéis continuar el legado de vuestro padre.

Luego sus pasos la llevaron hasta ser Adrik.

-Cuidad de vuestro primo y de vos, ambos sois los pilares sobre los que la casa Crogall ha de crecer, además vuestra madre no me perdonaría que os pasase algo... ni yo tampoco lo haría. -luego bajó aún más el tono de voz para seguir -No perdáis de vista a nuestros nuevos aliados, nunca se sabe debajo de qué piedra puede haber una serpiente.

Con una leve sonrisa se separó del capitán y llegó por fin al maestro de armas.

-Galdrín, -dijo su nombre para hacerle saber que también se iba a despedir de él, a pesar de su origen humilde era un hombre importante dentro de la casa y también lo merecía -no dejéis que cometan ninguna imprudencia. Cuento con vos para imponer el sentido común frente al honor, el segundo es importante pero solo si volvéis todos bien.

Y con palabras a medio decir se separó de los hombres que partían y se quedó en un segundo plano.

Lady Scarlet se encontró en medio de una inmensa ciudad llena de gentes de todos los lugares de Poniente y más allá del Mar Angosto. Sin duda encontrar a alguien parecido a quien les habían descrito sería como encontrar una aguja en un pajar. Y más en medio de aquel torneo que había logrado que la población de la ciudad se incrementara aún más. Pensó que si había nuevas caras que pudieran coincidir con la descripción que había dado la joven sería cerca del lugar donde se celebraría el torneo y por ello se dirigió hacía el terreno de los Torneos. Allí había nacido ya un barrio externo a la ciudad con paredes de tela en lugar de piedra y una brillante y diversa mezcolanza de colores que las adornaban. Cada caballero que participaba en el torneo tenía su pabellón allí plantado, con sus estandartes y sus colores iluminados por los rayos bajos del sol de la tarde que arrancaban colores más intensos y anaranjados. Pero también se habían sumado decenas de comerciantes que habían colocado allí sus tenderetes de venta, aprovechando la enorme oportunidad de comercio que suponía el Torneo. Y muchos artistas callejeros se ganaban unas monedas exhibiendo sus habilidades en improvisados corros de gente cuyos bolsillos descuidados pasaban a formar parte de las bolsas de los ladrones que los aprovechaban. Otros oficios como herreros, armeros y prostitutas también ocupaban el lugar. También habían delimitado ya el terreno para la liza, la melé y las otras competiciones del torneo. Los carpinteros se afanaban en construir una grada que diera cobijo del sol veraniego para los nobles que asistirían a presenciar la competición y preparaban un palco de honor para el orondo rey y su esposa.

-Del Dannett se dicen muchos elogios. Que es la personificación de la caballería, que es un gran justador, que podrá hacer un buen papel en el torneo... Dicen que tiene fuego y determinación en sus venas. También dicen muchas cosas sobre los incidentes que ocurrieron en sus tierras, pero supongo que estaréis hartos de esas historias. Sin embargo, con ellos viaja un tal Ruber Piper, un rico mercader prometido con Irish Dannett, la hermana del joven Adham. Es viejo y gordo, y la muchacha era guapa y joven. Por eso se ha largado sin que nadie sepa donde. Pero podéis estar tranquilos, de eso no os culpan al menos. - Bromeó con una sonrisa ancha.

-Creo haber visto esa espada de la que habláis, ser. -Dijo de pronto el primo de Whalen. -O al menos una muy similar. Lo recuerdo por la descripción que habéis dado de la hoja. Recuerdo que me parecieron un montón de remolinos salvajes, pero sin duda la hoja era hermosa y afilada. La llevaba un caballero dorniense en la posada, desenvainó la espada para alardear de ella delante de Lady Varya. Estuve a punto de cortarle la mano por tamaña grosería, pero lo dejé estar.

Bryan se giró inmensamente interesado en lo que Ser Adrik acaba de decir, casi con ansía le abordó para acosarle a preguntas clavando en él sus ojos intensos como las tormentas del desierto de Dorne. En el tono de su voz se adivinaba cierto tono de urgencia en conocer las respuestas, casi de desesperación. Por un momento pareció que el caballero errante iba a picar las espuelas de su caballo y correr de vuelta a la ciudad dejándoles allí plantados, pero se frenó en última instancia. Aquella historia de la espada Escorpión sin duda alguna le afectaba más allá de una simple historia de viajero para entretener a los compañeros del camino.

-¿Estáis seguro de eso, ser? ¿En la posada Árbolverde? ¿Quien la llevaba?.- Adrik contestó de manera afirmativa a todas las preguntas y aseguró no conocer la identidad del caballero que portaba la espada. -Caballero... un farsante es lo que es. Tendréis que decirme Ser, de quién se trata cuando regresemos. 

Ya habían avanzado cierta distancia al cobijo de los árboles del Bosque Real que flanqueaban el camino, habían doblado algún recodo o dos para seguir avanzando hacía el sur y según Ser Joris no quedaba mucho para llegar al lugar donde se habían citado con el Caballero Zorro. La tarde iba muriendo mientras el anochecer cambiaba los tonos de luz clara del cielo por otros más apagados y anaranjados. Brian desenvainó su espada, pero ahora su mirada estaba fija en algún punto indeterminado del camino a las espaldas del grupo, entre los árboles que habían dejado atrás.

-Y ahora mi buen amigo Whalen, más vale que os cubráis detrás y preparéis vuestra espada. Alguien nos está siguiendo.

Se quedó perplejo al descubrir que la historia de esa fabulosa espada era la misma historia de Bryan. Quizás esa era la razón por la cual era un caballero errante. La búsqueda de esa espada era una gesta propia de un caballero. Restaurar el honor perdido a su familia... Iba a ofrecerse para ayudar, pero quizás su padre le iba a reprender por ello, y por otra parte estos asuntos de honor acostumbraban a ser cosas muy personales.

Aún no había decidido si ofrecerse o no al caballero para esa empresa, cuando el propio Bryan le avisa que alguien les sigue.

Traga saliva con disimulo, asiente y desenvaina su espada con un lúgubre silbido de su hoja. Embraza el escudo y se muestra a punto para lo que sea. Con Bella entre las piernas se siente seguro. Su yegua es un corcel de fiar, que se anticipa a sus propios deseos. Ambos podrán enfrentarse a ese cabrón traidor y sus secuaces.