Una vez en el exterior se acerca a Ser Roshar.
-Me vendría bien saber que ocurrió anoche en la posada mientras yo iba en busca del cazador. Si teneis un rato más tarde me podéis informar de lo descubierto.
Con un gesto señala el campamento que les rodea.
-Las cosas empiezan a ser dificiles de controlar y necesito tener toda la información para estar alerta.
Whalen asiente a la petición del maestre. Se le hace extrañoq ue le pida permiso para algo, pero intenta ocultarlo con su semblante de heredero responsable.
Ante el comentario de galdrín sobre el licor sonríe ligeramente, como si fuera una broma, y tras ello carraspea, nervioso.
En cualquier caso, señores, opino que esta daga es... Peligrosa. Si es un regalo de nuestros enemigos es que pronto va a morir alguien envenenado (si es que no ha muerto ya) y extrañamente alguien nos habrá visto con esta daga... O bien es cosa de un aliado imprevisto que ha puesto en nuestras manos la prueba de un asesianto, aunque no tengamos forma de saber a quien pertenece... Ni la daga ni la caja.
Y tras ello, el joven observa su nombre grabado, intentando saber si hace mucho o poco que le han puesto el nombre a la caja.
En cualquier caso soy de la opinión que lo mejor sería mantener oculta esta... prueba. Muy bien oculta, pues ya sea por los capas doradas o por nuestros enemigos, será un objeto que será buscado con ahínco.
Intentaba mostrarse entero, pero la voz le traicionaba. Podía tratarse de querer endosarle un asesinato, y esa posibilidad le turbaba... Le recordaba cierta escena de ciertos heraldos suplicando por sus vidas antes de ser ejecutados. El rostro cubierto de lágrimas del joven Claviger...
El caballero entendía bien las necesidades del maestro de armas, pues se encontraba en la misma situación. No haría falta extenderse para la respuesta que buscaba y decidió calmar sus dudas.
- No gran cosa. - respondió con desgana y sin girarse hacia su interlocutor. - Un anciano caballero ha partido hacia el Bosque Real en busca del escondrijo del Caballero Zorro. - Le dedicó una breve mirada divertida. - Afirmó haber estado a punto de capturarlo en varias ocasiones. - Regresó a su habitual actitud, añadiendo con desinterés un último dato que acababa de recordar. - También mencionó haber luchado junto a Lord Duncan.
Uy, uy... ya haces más preguntas que Ser Roshar xD
-Exacto, -dijo el maestre apoyándose en las palabras de Galdrín, -no sabemos qué es ese líquido y por eso es tan importante determinar si es peligroso o no, y en caso de serlo... -Dejó un instante antes de continuar. -Determinar cual puede ser su gravedad. Así estaremos prevenidos por lo que pueda pasar.
No, el recipiente que contiene el líquido y la hoja de la daga no están unidos de ningún modo.
-Me parece lo más sensato. -Le dijo Evan al maestre.
Tenían que analizar la sustancia, y saber si se trataba de un veneno como muchos temían o si la teoría de Galdrin sobre el licor pudiera ser cierta. No sería la primera vez que veía una maña semejante entre los hombres de armas. Pero el interrogante del motivo que tendría el misterioso hombre que había procurado el regalo a su hijo le tenía en ascuas. La situación cada vez se volvía más enrevesada. No había hablado mucho hasta entonces, pero compartía el temor de todos.
Fuera la situación se mantenía tranquila, ningún Capa Dorada apareció por allí para acusarles de ningún delito. Tanto Ser Roshar como Galdrín quisieron interrogar a los hombres que habían hecho guardia durante aquella noche para asegurarse de que no habían visto nada. Y esa fue la versión que todos dieron, habían encontrado la caja junto a los caballos, pero nadie había visto ninguna silueta acercarse entre las sombras de la noche ni nada por el estilo.
Lady Varya se mantuvo en un segundo plano, como era su costumbre, escuchando y observando las distintas teorías sobre el líquido que contenía el mango de la daga y su posible dueño. Con todos los acontecimientos que llevaban vividos, ella tenía claro cuál era más problable que fuese su función: inculparlos en un asesinato.
-Dese prisa maestre, el registro al que fuimos sometidos cuando entramos en la ciudad debería aclarar que no somos portadores de ningun veneno pero dados los rumores que han hecho correr sobre nuestra casa... -dejó la frase sin acabar, no hacía falta. Luego se inclinó hacia su esposo y le susurró unas palabras.
-¿No deberíamos presentarnos ante el rey antes de que pase algo más?
Ser Roshar acompañó a Galdrín y se mantuvo al margen mientras interrogaba a los hombres. Mantenían la declaración de que nadie había visto a nadie sospechoso, lo que ya habían escuchado de boca de Larkin. La situación presentaba tres opciones en la mente del caballero: No habían sido capaces de detectar al intruso, alguno mentía o quien había entregado el regalo no era un desconocido.
- Entonces... - intervino con una sonrisa, como si el asunto le pareciera una broma de poca importancia. - ¿en las cercanías de los caballos solo estuvisteis los soldados de la casa? ¿Dónde os situabais para las guardias? - No había acusación en sus palabras, tampoco parecía posible ninguna repercusión por cualquiera que fuera la respuesta.
El señor de la casa hizo un gesto hacía su mujer que reclamaba paciencia, después de que esta meditara sus palabras. Observó la escena con una tranquilidad que la tensión de sus ojos traicionaba. Sus ojos se detuvieron en Whalen y estudió a su heredero con detenimiento. ¿Acaso sería una amenaza hacía su persona?.
-No adelantemos acontecimientos. -Comentó. -Maestre Nicholas, ¿cuánto tardaríais en averiguar que sustancia es esa?.
-Es un proceso largo, pero si me doy prisa puedo tener algún resultado antes de esta noche. -Contestó el maestre.
-Entonces no hay tiempo que perder. Llevaos esa daga e informarnos cuanto antes. -Hizo un gesto para que le entregaran también la caja con la que había venido el regalo y un saco para cubrirla sin que ojos ajenos pudieran ver. -Examinad también la caja, por si aporta alguna pista.
-Que Ser Adrik escolté a Whalen a partir de ahora. -Añadió para finalizar.
-Nos situamos como nos ordenó Galdrin. Allí y allí. -Uno de los soldados señaló alrededor de las tiendas de lona levantadas para toda la Casa Crogall. -También nos fuimos moviendo para patrullar las cercanías, como hacemos de costumbre.
El caballero siguió con la mirada las indicaciones del soldado y asintió. Su cabeza calculaba la posibilidad de que alguien se acercara a dejar el regalo y volviera a alejarse sin ser visto, así como lo hábil que debía ser la persona para ser capaz de ello. Le venía un nombre a la cabeza, pero no esperaba que fuera cosa suya... O eso quería pensar.
Ser Roshar miró a Galdrín por si pretendía hacer alguna otra pregunta. En caso contrario se alejaría con gesto aburrido para dar un paseo por la explanada repleta de tiendas de las distintas casas. Con suerte escucharía algo de interés.
Mientras terminaban la conversación con los soldados de la casa que habían montado guardia durante aquella noche, un hombre se acercó hacía ellos caminando a través de la explanada. Llevaba un grueso delantal de cuero y vestía con humildes ropas de artesano, sus brazos eran fuertes y su pecho era ancho y poderoso, no cabía duda alguna de que se trataba de un herrero. Sujetaba con fuerza un martillo y su rostro estaba completamente enrojecido, y no era por el calor de su fragua, sino por la ira que lo consumía.
-¡Eh tú!. -Interpeló cuando estuvo a apenas cien metros. -¡Quiero hablar contigo!. -Al principio no tuvieron muy claro a quien de los presentes se podía estar refiriendo, pero sus pasos se dirigieron hacía Galdrín y su martillo también señalaba hacía él.
-¿Hacia el bosque real?, ¿el solo? -A pesar de la despreocupación que mostraba el caballero, Galdrín sabía, por la reacción de Lord Evan la noche anterior, que había alguna implicación más.
Tras interrogar a los hombres junto a Ser Roshar, el maestro de armas se despidió de ellos agradeciendoles la ayuda pero sin obtener ninguna respuesta que le ayudase y se dispuso a regresar al pabellón para oir las conclusiones sobre el tema de la daga. De repente un hombre hizo su aparición dirigiendose hacia él.
-Buenos días caballero, ¿es a mi?, ¿desea algo?-No hizo ningún gesto amenazante hacia el recién llegado pero se preparó por si decidia descagar toda la ira que mostraba su cara contra el sin intercambiar palabras. Aquello no podía ser casualidad e intento buscar entre sus recuerdos si había visto a aquel hombre anteriormente.
La aparición de aquel hombre pospuso el paseo del caballero por la explanada repleta de tiendas. Se llevó la mano a la espada con menos sutileza que el maestro de armas. No sabía que tipo de problemas quería solucionar el supuesto herrero, pero un acercamiento hostil realizado con tanta osadía le preocupaba. Quizás haría falta actuar para evitar que se repitiese, hacer olvidar al populacho cualquier idea que pudiera albergar sobre la debilidad de la casa. O demostrarlo de manera más letal.
- Bajad ese martillo. -
Exigió con mirada fulminante. Ser Roshar no parecía muy dispuesto a permitir que nadie se le acercara con un arma en alto, ni aunque se tratara de un útil de trabajo la mayor parte del tiempo. No dudaría en desenfundar su espada si el hombre no atendía a razones y seguía avanzando con las que parecían malas intenciones.
El herrero no pareció amilanarse con la amenazadora sugerencia de Ser Roshar y alzó el martillo de nuevo para señalar a Galdrín. Se dirigió hacía él ignorando al caballero, pero manteniéndolo todavía en su campo de visión por si su actitud amenazadora pasaba a mayores. Su gesto podía catalogarse de suicida, pero no dejaba de ser admirable la valentía con la que aquel herrero se atrevía a enfrentar a dos hombres armados frente al pabellón de su propia casa y la guardia armada que custodiaba dicho emplazamiento.
-Sí, hablo con vos. -Afirmó con rotundidad. -Habéis mancillado el honor de mi familia y su buen nombre.
Acercó tanto la cara al rostro de Galdrín que pudo sentir como emanaba el hedor del alcohol de su garganta. Hablaba a voces, dando gritos cargados de ira y ese espectáculo estaba empezando a atraer la mirada de curiosos e incluso muchos de quienes pasaban por allí se detuvieron para contemplar lo que pudiera ocurrir, formándose un pequeño corrillo alrededor de ellos.
¿La letra con que está la caja escrita la distingo como de alguna región, escuela, heráldica? Pensó Scarlett, quien quería que pronto se quitaran este problema de encima.
Scarlett no pudo distinguir ningún detalle especial en el tipo de letra ni ningún estilo que se pudiera atribuir a una zona concreta del ancho mundo.