Partida Rol por web

Tras salir de la taberna y caminando bajo la fina lluvia, Nekaua deambuló por el pueblo hasta encontrar el edificio que hacia de cuartel de los vigilantes de Bastión Celeste. Se trataba de una de esas casas abandonadas que actualmente estaba en proceso de reforma para adaptarla a las necesidades que el cuerpo pudiera tener. Cuanto la goliath entró, vio a Baudilion y Tara vigilando a Balaka. La hermana de la goliath estaba encerrada en la única celda que había. Un rápido vistazo le hizo ver a Nekaua que la celda no debía de llevar mucho tiempo instalada, puesto que las paredes donde las rejas estaban ancladas aún estaban deslucidas.

Balaka miró a su hermana con expresión inefable.

—Viva—dijo en gol-kaa con un tono neutro. Al menos en esa ocasión no tenía disposición de discutir—. Me habrías decepcionado si un lobo hubiera acabado contigo. Supongo que has venido a despedirte, ¿no?

Nekaua anduvo con paso ligero por el pueblo, hasta encontrar el cuartel de los vigilantes. Un edificio abandonado, que estaban reformando. Como si solo hiciera unas semanas que existían. O quizás, pensó, lo que sucedía era que el jefe Mason estaba pensando en retirarse, y quería dejar tras de sí algo más que un puñado de muchachos con armaduras improvisadas, que no sabían sujetar sus armas y no tenían ni siquiera un lugar que llamar suyo.

Entre los suyos, no había lugar para techos y muros. En las montañas, para su estilo de vida, hubieran sido un estorbo. les bastaban las tiendas de lona y cuero, que podían plegar y llevar consigo a cualquier parte. Para las gentes de las tierras bajas, sin embargo, eran una parte fundamental de su identidad.

Se limitó a bufar cuando su hermana habló. La bestia probablemente la hubiera matado de enfrentarse sola con ella. Y también a su hermana. Al menos, se dijo, no era abiertamente hostil esa ocasión.

He estado pensando, dijo en Gol-kaa.

Balaka tenía mejor aspecto. No había recibido atención, pero las heridas no eran graves, y gracias a los vendajes, no habían vuelto a abrirse ni se habían infectado.

Qué hubiera sucedido si hubiera sucedido lo contrario. Si mi partida no hubiera sido masacrada, y hubiera regresado triunfante con el clan al acabar el invierno, y tú no hubieras estado de vuelta. Si hubiera pasado por lo que tú has pasado, y un día te hubiera encontrado en la carreta, rodeada de humanos y con el símbolo de uno de sus dioses.

Tenía la pregunta, pero no la respuesta. Quién hubiese sido Nekaua, en lugar de la goliath que era ahora.

¿En qué has pensado tú, hermana?

—En madre. En la decepción que sentiría si supiera en lo que te has convertido. Kurnah quiera que algún día se entere y te haga pagar por tu traición—al mencionar a su madre Balaka comenzó a hablar con amargura—. Deja de perder el tiempo en esas estúpidas cuestiones filosóficas. Da igual lo que pienses, nada cambiará lo que has hecho. Nos fallaste a todos. A tu familia, a tu clan y a tu pueblo. Naciste como hija de la piedra y la montaña. Podías caer en combate igual que la piedra se quiebra al ser golpeada, pero nada podría con tu espíritu  que como la raíz de la montaña, era impenetrable e inexorable.

La prisionera hizo una pausa para añadir con desprecio y decepción.

—No sé lo que eres, pero ya no eres una goliath.

Nekaua agarró uno de los barrotes. Un deseo repentino de tirar del hierro y arrancarlo de cuajo la embargó de improviso.

Se suponía que ibas a ser mejor que madre, la acusó, dejando que, pedacito a pedacito, la rabia que sentía se escapara con cada palabra. ¡Eras mejor que ella!

Kurnah, gruñó, torciendo el rostro en una muesca de asco. Un salivazo agrio se estampó en el suelo. ¿No hablaste nunca con los ancianos? El Tirano es de los humanos. Madre y padre y los demás lo trajeron de las tierras bajas. Lo subieron hasta las montañas, donde no tiene cabida.

Si tu idea de lo que es una goliath admite a ese demonio, no soy una goliath.

Hizo una pausa. Pero era una goliath, y nadie podía negarlo.

Pero lo soy.

La respuesta rabiosa de Nekaua pareció regocijar a Balaka que esbozó una cruel sonrisa. 

—Se suponía que tú estarías a mi lado. Y lo que hiciste fue abandonarme para abrazar a un dios humano—la sonrisa de la goliath se esfumó e hizo un silencio antes de continuar—. Tienes razón. Era mejor que madre y habría sido una mejor líder. Ella se adhirió a la Tribu del Martillo de hueso por su fe y nos puso en una posición inferior intolerable. Nuestro pueblo no merece estar bajo la bota de nadie, incluso aunque eso significase abandonar las montañas Zyfad. Y a su debido tiempo me habría encargado de romper los lazos con la tribu, pero ahora nunca lo podré hacer. ¿Sabes por qué?

La mirada de Balaka se cargó de odio.

—Porque mis dos hermanos me traicionaron.

Nunca debieron atar esos lazos.

Nekaua podía ver con claridad un presente diferente, si las decisiones de sus padres y sus compañeros hubieran sido diferentes: pudieron haberse asentado lejos de la Tribu. Y, cuando llegó el momento de luchar, expulsarlos del Paso de los Espíritus de vuelta a Ark Durandor, en lugar de Ryvianne. Se hubieran ganado el favor de los humanos, y nadie se cuestionaría su presencia en las montañas. Al contrario; nos entregarían tributo al comienzo de cada invierno.

Ódianos si quieres, pero no nos uses como excusa para tus errores y tu debilidad. Afróntalos cara a cara, si quieres superarlos.

Se apartó un paso de la celda y echó un vistazo a los vigilantes. ¿Qué pensaban de esas dos mujeres goliath, encaradas a través de los barrotes?

Nuestro hermano siempre hizo las cosas a su manera. Me da pena; si llegué a conocerlo un poco, creo que sería más feliz entre los humanos que entre la Tribu. Y yo... confesó, para cuando recuperé la libertad, ya no podía ver con buenos ojos lo que había dejado atrás. Si haber encontrado a Beltegueuse me convierte en una traidora, puedo vivir con ello.

Espero que un día vuelvas a las montañas y devuelvas el orgullo al clan. Pero no a costa de las vidas de las gentes de las tierras bajas.

—No eres mejor que yo—respondió con desdén—. Has matado y volverás a hacerlo. Engáñate todo lo que quieras. Convéncete con esa burda mentira de que esas muertes se hacen por un bien mayor. Matar es matar.

Balaka se alejó de los barrotes y se sentó.

—Esas mentiras serán las que acaben contigo. Recuerda Nekaua, cuando termina el día tu y yo somos iguales.

Mataré de nuevo. Y la diferencia estará clara para mí.

Cuando fuera necesario. Y llegarían ocasiones en las que no lo fuera, o no fuera capaz de discernir la justicia de sus actos.

Cuando no lo esté, contendré mi mano.

Quizás se había equivocado con su hermana, y nunca había sido la goliath que, cuando era una niña, admiraba más que a su propia madre. Al ponerse en el lugar de Balaka, podía comprender de dónde habían surgido su ira y desesperación. Pero la irresponsabilidad, la negación de un valor absoluto para sus acciones, era una profunda decepción.

Adiós, hermana. Espero que nos veamos de nuevo.

Y que no me obligues a matarte.

Nekaua todavía no sabía leer ni escribir bien, así que, antes de marcharse, dictó una breve carta a uno de los vigilantes. Le entregó una moneda de oro como agradecimiento, y dejó un par de monedas más para el mensajero que debía entregarla a Doña Clavilda.

Querida Doña Clavilda.

Acabo de marcharme, y ya estoy pidiéndote ayuda, pero sabrás entender mis razones cuando las conozcas.

El Custodio me ha encargado una tarea, y estoy con un grupo de hombres y mujeres, de camino a cumplirla. En el camino, nos encontramos con una emboscada de la Tribu del Martillo de Hueso. Entre ellos estaba Balaka, mi hermana. Te he hablado mucho de ella, así que te sorprenderás cuando la conozcas. Porque parece otra persona, o igual soy yo la que ha cambiado demasiado.

Me tiene rencor por haber desaparecido, y desprecio por encontrarme entre humanos, con el símbolo del Fuerte en el escudo. me estuvo buscando, y cuando volvió con las manos vacías, el clan ya no era libre. Mi hermano había despuesto a madre a la fuerza, y ahora viven con la Tribu, supongo que en Ark Durandor, en lugar de en las montañas, donde es su lugar.

Balaka está herida en su espíritu. Creo que se ha rendido a ese destino, y el odio que guarda dentro es en realidad para consigo misma. Yo no sé cómo ayudarla. No sé si es posible ayudarla, pero sí sé que si existe alguien que puede, eres tú.

No tengo derecho a pedírtelo, pero lo hago. Habla con ella. Por favor.

No la liberes. No le des la espalda. No es como yo, es peligrosa y no dudará en matarte. Y luego yo tendré que matarla a ella, y Garo me matará a mí, y todos estaremos muertos o seremos muy desgraciados. Solo habla con ella.

Está en la celda de Bastión Celeste. Ha matado y no se arrepiente. Si juzgáis que debe morir por sus crímenes, no diré una palabra en contra.

Espero que estés en tan buena salud como te dejé. Haré que te sientas orgullosa de mí.

Te quiere,

 

 

 

 

 

Tras entregar la misiva, Nekaua se marchó del cuartel de los Vigilantes con una sensación amarga. ¿Funcionarían con Balaka los métodos de doña Clavilda? Y si no era así, ¿qué destino le esperaba a su hermana? Por desgracia, por mucho que pensara en ello, eso sería algo que sólo el tiempo respondería.