Después de terminar sus investigaciones respecto al cuaderno de Stelio, Clea, Daha y Nekaua volvieron a El Oso y el Cazador. Allí las esperaban Corianne e Iskal, que tras su particular entrevista con la arquera izarita, habían aprovechado para preparar un rápido pica-pica con el que reponer fuerzas y lanzarse de nuevo a la búsqueda de la droga. Si lo que la asesina había dicho era cierto, y no había motivos para pensar lo contrario, no tenían tiempo que perder.
- Ya estamos aquí... - Remarcó lo obvio la alcorita. Tenía mala cara, pues parecía preocupada a la vez que horrorizada. - Y tenemos noticias. - Les confirmó a sus compañeras. - Pudimos traducir el cuaderno. Planean algo terrible. El polvo de escorpión procesado de cierta manera, se convierte en un veneno muy poderoso. Es lo que hacía el alquimista. - Se pasó la mano por delante de la cara para reiterarse el pelo. - Creemos que planean acabar con toda la población o gran parte de ella. Igual quieren contaminar los pozos de agua o algo por el estilo. - Tomó aire y alzó la cabeza buscando a la rehén. - ¿Le habéis sacado algo a aquella zorra? - Preguntó. No era su estilo usar ese tipo de vocabulario, pero teniendo en cuenta lo que pretendían hacer, llamarla zorra se quedaba corto. - ¿Dónde... dónde la tenéis?
Se encontraron a Corianne acodada en la barra, con un vaso de ron en la mano.
—Eso es exactamente lo que planean: envenenar el agua de la ciudad. Sabemos que el tontocultor está en el nacimiento del río Dafyz—replicó Corinne antes de añadir con fastidio:—. En uno de los dieciocho veneros. ¿Os sentís con suerte?
La pirata bebió un generoso trago de ron y dejó que Iskal contestara a la pregunta sobre qué Daha había hecho sobre la izarita.
Caminaron a buen paso hasta el burdel, aunque no lo bastante rápido para que Nekaua no tuviera que retener las piernas para evitar dejar atrás a las otras dos mujeres.
En cuanto llegaron, Nekaua se quedó observando los rostros de Iskal y Corianne. Sobre todo el de ella. No parecía afectada, tan solo irritada. Se preguntó qué habrían hecho con la izarita, pero apartó la duda, pues tenían asuntos más urgentes que tratar.
¿Alguno de los veneros está cerca de una mina de hierro? preguntó la goliath. La arquera había revelado dónde se encontraban la droga, y el resto de los izaritas, al parecer. Pero no era suficiente.
Había visto el nacimiento del río desde las montañas. Múltiples lenguas grises, azuladas y marrones brotando de la tierra, serpenteando hasta unirse antes de alcanzar la ciudad, pero no se había fijado en ellos, ni los había contado. Tan solo en aquella ciudad que poco tenía que ver con lo que había formulado su imaginación.
Iskal señaló con el pulgar hacia atrás en un gesto coloquial para responder a Daha
— En la misma habitación en la que estaba, tranquila, no hay nada que reciclar en esa mujer así que no la hemos tirado a la basura—respondió. Aunque no sería por falta de ganas—. Y perdonad que recalque lo obvio pero... ¿no sería mejor ocuparnos antes de que no haya una masacre y luego ir a decirle cuatro cosas al horticultor ese?
Se rascó la barbilla con una garra en lo que parecía un gesto pensativo, de hecho, tenía las orejas pegadas a la cabeza acentuando dicha puesta en marcha de engranajes mentales.
—Los druidas... —murmuró tras unos segundos alzándolas de nuevo. Casi estuvo a punto de aparecer una vela imaginaria encendiéndose sobre su cabeza—. Los druidas son capaces de purificar el agua y la comida de venenos y cosas indeseables. Se lo he visto hacer muchas veces en el Círculo. ¿Daha, vosotros los clérigos podéis lanzar conjuros parecidos?
Sabía que compartían algunos aspectos de la magia divina pero no en detalle. Y si aquel era uno podía significar que iba a hacer falta la ayuda de muchos clérigos teniendo en cuenta que eran dieciocho veneros. La pregunta ahora era si las autoridades a las que técnicamente se debía avisar para montar aquel tipo de cosas les creerían... o quizá era momento de que Clea, hiciese algo aparte de regañarlos y utilizase su don de gentes. ¿Ella representaba a la república más o menos que ellos?
«Esto de la República comienza a convertirse en clásico del humor... »
Carraspeó para si mismo y devolvió sus pensamientos al tema que le ocupaba.
—Ni idea, no conozco Rhovesia, pero siempre podemos preguntar—contestó a Nekaua—. ¿Lo dices por intentar seguir el rastro desde el último punto conocido en el que estuvo el tontocultor?
«Y lo del líder izarita también. Pero al menos es más divertido»
—Nuestro amigo el tontocultor ordenó mover la droga de las minas de los Niggel hace dos días —apostilló Corianne —. No creo que vayamos a encontrar allí un mapa con una X, ni una nota que diga "nos hemos trasladado al tercer venero a la derecha, les atenderemos allí. Disculpen las molestias".
El cuaderno del alquimista, replicó, decía que el veneno se hacía disolviendo polvo de escorpión en agua rica en hierro.
Iskal tenía razón. Detener al tanatocultor era importante, pero evitar el daño a la población de la ciudad era esencial. Y eso estaba más allá de su poder. Tenían que involucrar a las autoridades de Mena de Oro.
Estoy con él. ¿Conoces a los que gobiernan aquí? preguntó a Clea. O, más bien, si la conocían a ella, o tenía un modo de demostrar que representaba al ministro.
- Si, es un conjuro muy básico. - Le respondió Daha a Iskal cuando le preguntó acerca de si los clérigos podían purificar comida y bebida. - Todos los sacerdotes son capaces de lanzar conjuros de ese tipo. Pero... - Tragó saliva. - ...se van a necesitar muchos conjuros para purificar toda el agua de la que estamos hablando. Pero supongo que, con el tiempo suficiente... - Asintió con la cabeza. - Se podría hacer, sí.
Se podía hacer, técnicamente se podía hacer, no obstante, los recursos que se tendrían que invertir en ello eran realmente una locura. Tendrían que movilizar a las autoridades, la guardia, los templos, los círculos de druidas y aún así, si no localizaban el foco de la contaminación, seguiría siendo algo realmente imposible.
- Creo que no nos queda otra que pedir la colaboración de todo el mundo empezando por las autoridades. - Habló Daha. - Clea, te necesitamos ahora más que nunca. Cuando eso esté solucionado, tendremos que ir en busca del tontocultor supremo y darle una paliza. O sacarle primero en que venero ha tirado el veneno y luego la paliza. - Dijo con determinación. - Si lo capturamos, la magia también puede ayudar a resolver el asunto de su confesión. Hay conjuros para eso. Si las autoridades nos apoyan, no habrá problema.
Agua rica en hierro. Era más fácil que buscar un venero cerca de una mina de hierro, al menos para una dorada como Corianne. La rivera de Burdin, uno de esos veneros de los que nacía el río Dafyz, destacaba precisamente por sus aguas ferruginosas. Con lo que habían averiguado del cuaderno de Stelio acababan de tener una idea clara de dónde encontrar al tanatocultor.
—Dejadme a mí a las autoridades—dijo con determinación—. Con vosotros sólo seré un estorbo. Aunque el gobierno de la ciudad es... especial, no podemos permitir que muera nadie más.
Mena de Oro estaba en la lista de los grandes problemas que tenía la República Rhovesiana. Ya habían tenido diversas pruebas de ello. Las peleas a plena luz del día de Daha, Corianne o Nekaua, las excesivas diferencias entre la Alta y Baja Mena de Oro o como los guardias parecían más vigilantes privados de la sociedad adinerada que las fuerzas de la ley y el orden.
—Como si tengo que visitar cada templo y capilla de esta ciudad. Purificaremos el agua, confiad en mí.
- Perfecto Clea. - Dijo Daha esperanzada. Por primera vez desde que iniciaran aquella aventura, sentía que estaban sobre la pista correcta y que si nada se torcía, podrían llegar al final del asunto y resolver el problema. - Es evidente que si no te hacen caso a ti, no se lo harán a ninguno de nosotros. - Abrazó a la rubia ayudante de Veiner. - Confiamos en ti Clea. - Le dijo.
Entonces se giró hacia Corianne. Era ella quien mejor conocía aquel lugar. Igual sabía algo sobre el paradero de aquella mina de hierro. A fin y al cabo, si se había criado allí, tenía que conocer a algún minero o al menos haberlos visto alguna mañana camino del trabajo o a la salida en el local de su padre, contando sus historias de mina.
- ¿Te suena donde puede estar esa mina, Corianne? - Le preguntó a la pirata.
Corianne se encogió de hombros en dirección a Daha, y apoyó las muñecas en las empuñaduras de sus espadas cortas.
—Podemos probar en la rivera del Burdin —sugirió la pirata—, lleva tanto hierro en sus aguas que algunos lo llaman Arroyo Rojo. Supongo que es un punto en el que comenzar más lógico que, simplemente, elegir un venero al azar entre dieciocho.
Algunas noches, cuando el trabajo del día había sido tan agotador que el cuerpo estaba demasiado dolorido como para conciliar el sueño fácilmente, Doña Clavilda y Garo se sentaban con una botella de vino. La bebida daba alas a sus lenguas, y Nekaua los escuchaba hablar de aquellos asuntos que le eran tan extraños, bien sentada a su lado o desde su dormitorio —las alas de las lenguas tendían a elevar las voces—. A menudo discutían sobre los años anteriores al golpe de estado de los kurnitas. A Garo se le amargaba la voz rememorando cómo lo habían visto venir, pero no habían actuado a tiempo, permitiendo que Korven acumulara poder hasta que el equilibrio de fuerzas se decantó de su lado, y no pudieron detenerle.
Nekaua todavía desconocía mucho sobre las tierras bajas, sus habitantes y sus dioses, pero sabía lo suficiente como para entender que, aunque los izaritas no pretendían dominar, sino destruir, permitirles actuar impunemente mientras Clea invocaba a las autoridades.
Vamos, pues, dijo de súbito la goliath, poniéndose en pie. Solo nos queda llegar a ese lugar, encontrar al sacerdote de Izar y partirle la crisma.
Sabía que no era tan simple. Los izaritas habían sido capaces de provocar varios incendios en la ciudad al mismo tiempo, y los responsables solo debían ser una parte de los seguidores del tanatocultor. No tenía forma de saber cuántos de ellos lo acompañaban en su misión.
- ¡Bien dicho! - Exclamó Daha también poniéndose en pie. - Cuanto antes nos pongamos en marcha, antes acabaremos con este asunto.
La verdad era que habían recorrido un camino muy oscuro para llegar hasta aquella pista. Habían perdido a Kifel y había tenido que matar a Samtha, su vieja amiga. Además, había sacado lo peor de ella misma y por momentos creía que había perdido la cordura, si es que no lo había hecho ya. Lo cierto era que al recordar como le chafó la cabeza a la izarita con su maza, se le ponían los bellos de punta.
- Sólo espero que nuestras fuerzas sean suficientes para derrotar al tontocultor. - Pensó en alto la sacerdotisa. - Cuando salimos de Puerto Amanecer teníamos a un arcano y a otro marcial para enfrentarnos a lo que hiciera falta... - Suspiró. - Igual quedamos un poco cortos...
Iskal se encogió de hombros.
—Si necesita agua rica en hierro y no hay más puntos que cumplan ese requisito no tiene sentido que se haya movido de venero. Con un poco de suerte igual hasta nuestra amiga la intensa se ha marcado un farol.
En verdad lo dudaba, pero soñar era gratis.
El plan del enemigo estaba claro. Como también lo estaba el contraplan de los aventureros. Lo único que quedaba era llevarlo a cabo. La meta final del encargo que habían recibido del Ministro Principal de la República, estaba ahí. Más cerca y también más peligrosa. Ya no sólo se trataba de encontrar una droga desaparecida, sino de salvar a toda una ciudad.
Cuando salieron, Clea se despidió de todos los aventureros con un sentido abrazo, fue entonces cuando Iskal y Corianne se dieron cuenta de que llevaba una mano vendada, aunque la había estado tapando con la manga de su vestido.
—Por favor, tened cuidado—dijo preocupada—. Intentaré mandaros ayuda lo antes posible.
Dejo la escena abierta por si alguien quiere añadir algo pero doy paso también a la siguiente.
- Todo irá bien, Clea. - Le dije la alcorita y acto seguido le besó en la mejilla. - Me gusta la nueva Clea. - Confesó. - Yo también te he cogido cariño. - Le sonrió de forma sincera. - Ten tú también mucho cuidado. Y sobre todo, no te fíes de nadie. ¿Vale? ¡Ves con pies de plomo!
Dicho aquello, se despidió de la ayudante de Veiner y se dio media vuelta para iniciar el camino hacia el venero. Esperaba que esa no fuera la ultima conversaciones que fuera a tener con aquella joven tan agradable, que les recordaba a menudo que no representan a la República. Esperaba que si tenían éxito en lo que iban a hacer, Veiner no se atribuyera el éxito. Fuera como fuera, ella no buscaba reconocí, sino salvar vidas, aunque un dulce le gusta a todo el mundo, claro está...
Fuerza y valor, deseó Nekaua a Clea, al despedirse de ella. Tras el abrazo, rodeó su antebrzo con su manaza, tomó la mano de Clea y la cerró alrededor de su propio antebrazo. Un saludo de compañeras de batalla. No iba a pelear con armas, pero la lucha que iba a iniciar no era menos difícil.
Los aventureros se marcharon por su lado, mientras que la asistente del ministro lo hizo por el otro. Ya no había cartas ocultas, ni ases bajo la manga. Las piezas estaban en el tablero y el juego seguía su curso. Lo único que les quedaba era moverse y tener éxito. Muchas vidas dependían de ellos.
El grupo continúa aquí.