A todos les había parecido mala idea la de reglar la capa a una familia afligida. Aquello no decía demasiado de su humanidad, pero al fin y al cabo ya lo esperaba de aquella gente que sólo se movía por oro. Incluso Nekaua creyó que más que un bien, les estaría haciendo una ofensa a aquella gente si les proponía entregarles aquel objeto. Fuera como fuera la capa cayó finalmente en manos de su querida compañera de acaloradas discusiones verbales y tampoco le pareció mal del todo a la sacerdotisa.
- Soy discreta cuando he de serlo, pero trataré de serlo todavía más. – Le dijo con condescendencia a Kifel. – Al fin y al cabo, nuestra misión es secreta. Puede que haya hablado de más. Soy demasiado ingenua en ocasiones. Mi buen dios Alcor no me obsequió con el don del subterfugio como si lo ha hecho con otros de sus hijos.
Lanzó aquel dardo hacia nadie en concreto aparentemente. Se cuidó bien de no alzar la mirada contra Corianne, pues en esos momentos no tenía ganas de discutir. Ya suficientes habían sido sus diferencias en el camino hasta Bastión Celeste y después durante la cacería del lobo.
– Estoy con Clea en cuanto a lo de que debemos partir ya. Mucho tiempo hemos pedido en Bastión Celeste y un poco de agua no tiene que detenernos. – Alzó la mirada hacia el cielo aunque se topó con el techo de la taberna. - Alcor velará por que nuestro camino sea seco y tranquilo. ¿Nos vamos? - Pareció recordar algo. - Oh si... Nekaua. - Otra vez aquella goliath les impedía proseguir con su camino. Se estaba haciendo pesado tenerla de compañera.
Daha se equivocaba, una vez más. Lo cierto es que Corianne tenía poco de furtiva, aparte de que prefiriese clavar su espada por detrás. Solía afrontar los problemas de frente. Según la naturaleza del problema, contoneando las caderas.
De modo que no se dio por aludida, e ignoró todo lo que acababa de decir la semielfa.
—Creo que lo haré cuando hayamos salido de aquí —pensó en voz alta, respondiendo a Clea. Como no había escuchado a Daha volvió a repetir lo que ella acababa de decir:—. ¿Nos vamos? Nekaua podría alcanzarnos más tarde.
Una hora después la carreta abandonaba Bastión Celeste a los mandos del pelirrojo. La lluvia había bajado su intensidad a un chispeo algo molesto que no llegaba a mojar. A lo que si acabó afectando el agua caída fue el ritmo de viaje. Con el suelo mojado a los caballos les costaba algo más tirar de la carreta.
Próximo destino, Mena de Oro.
El grupo continúa aquí.