Corianne abandonó el sanatorio Virneo Treste. No tenía mucho que hacer, menos teniendo en cuenta que tenía trabajo a partir del día siguiente. Pero había algo de lo que quería sacar información, el destino del Implacable. ¿Se había hundido tal y como había sugerido el Ministro Principal? Y si eso era cierto, ¿era algo bueno o malo?
Lo primero era verificarlo y a esas horas su mejor fuente de información era Loto. Aunque eso implicase tener que ver a Ilmeth Mantecosa. El doppelganger había llegado a Puerto del Amanecer nueve meses atrás y de la misma forma que había trabajado en su día en El Oso y el Cazador, ahora lo hacía en El Colmillo de Terciopelo. A la pirata no le gustaba ir allí, no soportaba a su dueño, pero era la forma más fácil y rápida de ver a Loto.
La joven calculó que llegaría para la hora de comer, igual a esa hora el gnomo no estaba en el local. Pero no fue así. Nada más entrar en el local, lo primero que vio Corianne fue al gnomo. Estaba comiendo sentado en su lugar habitual, en el rincón del fondo a la izquierda. Esa zona estaba sobre una tarima y desde ahí tenía una vista de todo lo que ocurría en el local.
En esos momentos había clientela alguna. Además del dueño, había algunos trabajadores limpiando y preparándolo para la noche de trabajo. Corianne conocía a varios de ellos. La actividad de El Colmillo de Terciopelo, comenzaba cuando desaparecía el último rayo de sol y se prolongaba hasta el alba. Parecía un oscuro reflejo de los libertadores alcoritas.
Al abrir la puerta un tintineo se escuchó en toda la sala. Ilmeth echó un vistazo rápido y al ver a Corianne soltó los cubiertos y puso una sonrisa petulante. El gnomo se bajo de su asiento, se lamió las manos y se las paso por la cabeza peinándose su escaso pelo hacia atrás. Mientras se acercaba a la pirata la miraba de arriba abajo con descaro, recreándose y posiblemente fantasenado.
—Vaya, vaya, vaya—dijo con tono petulante mientras juntaba las yemas de sus dedos—. Mira a quién tenemos aquí. ¿Se te ha empezado a vaciar la bolsa cariño?
El gnomo pretendía ser paternalista y condescendiente, pero se le notaba tan desesperado por yacer con la pirata que todo se quedaba en un intento. Era evidente que no estaba acostumbrado a que le dijeran que no y eso le hacia vulnerable.
—No tienes de qué preocuparte, ya sabes que el viejo Ilmeth tiene un lugar especial para ti. Lo tengo todo preparado, nunca más volverás a necesitar nada. Tu y yo juntos nos haremos de oro querida.
Corianne miró a Ilmeth de arriba a abajo, con esa cara de asco que sólo una mujer atractiva sabe poner cuando revolotea a su alrededor un moscón indeseable.
—Mi bolsa está bien, gracias, Ilmeth —dijo tajantemente.
No quería contarle al gnomo como de bien, exactamente. El salto de estar fuera de la ley a trabajar para el Ministro Principal aún se le hacía... extraño. Pero su intuición le decía que prometía ser bastante lucrativo.
—He venido a ver a Loto. ¿Está en su habitación? —dijo, y miró en dirección a las escaleras.
Cualquier sitio para mirar mejor que a ese gnomo lascivo.
Por un momentó pareció que Ilmeth iba a lanzarse sobre Corianne con esas manitas que parecían pequeñas garras por delante. Pero la cortante respuesta de la pirata fue como un golpe seco, la expresión de asquerosa petulancia dio paso de asquerosa resignación.
—Sí—rezongó—. Allí está.
El gnomo se dio la vuelta y se marchó de nuevo hacia su asiento, pero en ningún momento dejó de lanzar furtivas miradas hacia la joven hasta que desapareció escaleras arriba.
Corianne salió del local para subir hacia la habitación de Loto. Sin duda alguna el doppelganger era la estrella del local y gran parte de su éxito se debía a él (o ella). Ilmeth podía ofrecer casi cualquier cosa y cuánto más exótico era, más podía cobrar. Eso le convertía en uno de los porteños más acaudalados y aunque su lema era que todo el mundo tenía un precio, de momento no era capaz de pagar el de la pirata.
Tras llamar a la puerta de la habitación de Loto, se escuchó desde su interior un adelante. Corianne abrió la puerta y allí estaba ella. En ese momento tenía el aspecto que llamaba Loto Negro. Era el que más utilizaba. La pirata a veces pensaba que quizás se sintiese más cómoda con esa forma que con el suyo natural.
Loto estaba cepillándose el pelo, pero cuando se abrió la puerta giró la cabeza para ver quién entraba. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando vio a la pirata.
—¡Corianne!—saludó alegremente mientras se levantaba para ir al encuentro de su visita—¡Cuánto tiempo pequeña! ¿Cómo estás?
Era curioso como con cada forma Loto tenía una personalidad diferente. Loto Negro era cercana y cariñosa, lo que se esperaría de cualquier prostituta. Con Corianne se comportaba como la madre que no había tenido. Quizás por eso se quedó mirándola unos instantes.
—No tienes buena cara. ¿Estás comiendo bien? ¿Quieres tomar algo?
—Tengo los kilos donde importan, y no me refiero a la espalda... —contestó Corianne mientras miraba distraídamente en derredor.
Lo cierto es que había perdido un par de kilos y le gustaría recuperarlos. Le gustaba que sus amantes tuvieran un poco más de carne que agarrar.
—Pero nunca digo que no a un buen pollo. Y al femenino tampoco.
Sonrió socarronamente, de medio lado, por su propia ocurrencia antes de tomar asiento en la primera silla libre que pilló. La sonrisa se desvaneció de su rostro al preguntar:
—¿Qué sabes del polvo de escorpión? ¿Tienes algún cliente habitual que lo consuma?
Loto rió al comentario de los pollos. Sus dientes eran blancos como perlas y perfectamente alineados. Se sentó en una pose sensual e invitó a Corianne a hacer lo mismo. Cuando la pirata le preguntó por sus clientes mostró fingida indignación.
—Cariño, mis clientes no necesitan ese tipo de estimulantes. Yo me basto y me sobro para que se pongan como toros bravos—tras la broma la "mujer" se cruzó de brazos y miró a Corianne con curiosidad—. Alguno he tenido, sí, pero hace días que no viene ninguno. Aunque seguro que tú ya sabes por qué, es imposible encontrarlo en Puerto del Amanecer. ¿A qué viene ese interés?
«No me leas la mente que nos conocemos.»
No creía que Loto lo hiciera a mala intención, o que quisiera violar su intimidad a propósito, sino que simplemente estaba en su naturaleza. A veces se sentía extraña cuando recordaba que Loto era una doppleganger, y agradecía que casi siempre adoptara una forma humana.
Sea como fuere levantó una barrera de pensamientos superficiales para disuadir a Loto de obtener así información.
—Es mejor que no sepas nada —dijo, por si Loto no estaba leyendo activamente sus pensamientos—. Y sí, ya sé que la droga ha desaparecido de las calles. Pero ¿qué han hecho con ella? Tú escuchas muchas cosas, ¿no has oído ninguna pista? ¿Y dónde está la comida que me has ofrecido?
Loto ladeó la cabeza y se quedó mirando a Corianne sin decir nada más. ¿Estaría leyéndole la mente? Era difícil de saber. Después de un rato que a la pirata se le antojó larguísimo, la "mujer" se levantó, fue hasta un armario y de él saco pan, queso y vino.
—Lo siento, pero no me queda pollo—dijo con una sonrisa, entonces se sentó y volvió a adoptar una expresión más seria—. Has crecido. Hay que ser muy audaz para venir en busca de información sin ofrecer nada a cambio. No sé como debería tomarme eso.
Las palabras de Loto parecían un reproche pero no así su entonación así que era difícil interpretar si el doppelganger estaba contento o molesto. Más le valía a la pirata que fuera lo primero. Loto se acarició el pelo negro y entonces dijo con tono críptico.
—No busques en Puerto del Amanecer—entonces con un tono maternal añadió—. Y ahora come.
—¿Cómo que no obtienes nada a cambio? La satisfacción de ayudar a una amiga, por supuesto —dijo en tono sardónico—. ¡Oh! Queso de verdad. No esa mierda insípida que hacen en Burgo de Farias.
Se cortó una generosa rebanada de queso y la colocó en una no menos generosa rebanada de pan. Le dio unos cuantos bocados, tras descubrir que estaba famélica, y se sirvió una copa de vino hasta el borde.
—Está claro que tienes otro lugar en mente —dijo con la boca llena de comida—. ¿Dónde debería buscar?
—Vivir como una pirata te ha atrofiado el sentido del gusto—dijo negando con la cabeza con gesto desaprobador—. Si hubieras seguido conmigo jamás habrías llamado bazofia insípida a esa exquisitez burguesa. Pero tuviste que ir tras esa zorra betrita.
Llevar una doble conversación era bastante extraño, pero se notaba que las dos mujeres estaban acostumbradas a ello.
—Lo siento cariño, pero sobrestimas las capacidades de ésta prostituta de puerto. Alguien como yo no tiene problema en conocer los secretos a voces que recorren esta ciudad. Pero los secretos con mayúscula, los auténticos secretos, esos están fuera del alcance de mis manos—tras una pausa preguntó—. Ahora, ¿vas a contarme tu interés en el polvo de escorpión?
Si hubiera seguido contigo ahora sería otra puta de puerto, y lo que tendría atrofiado sería el coño... y el sentido de la libido.
No llegó a expresar esos pensamientos en voz alta. Si Loto le estaba leyendo la mente, como suponía, tampoco haría falta.
No le estaba gustando el cariz que estaba tomando la conversación, ni la agresividad creciente con la que Loto estaba demandando respuestas. De modo que se puso a pensar en un salmo a Betria.
—No —respondió con firmeza, antes de lanzar media sonrisa al aire como quien lanza un duelo echando un guante—. Considéralo uno de esos Secretos, con mayúscula, inalcanzables a una prostituta de puerto.
Llamar "puta de puerto" a alguien como Loto era como llamar pececito a un tiburón. La confianza que tenía con ella le hacía a veces olvidar que la podía despedazar con sus zarpas.
Se levantó de la silla con el queso aún en la mano y le pegó un bocado.
—Casi que me marcho ya —dijo con la boca llena. Tragó y le pegó un buen trago a la copa de vino—. Seguro que tienes muchas cosas que hacer antes de que empiecen a llegar los clientes y no quiero entretenerte. Gracias por todo, Loto.
Casi sin despedirse Corianne salió de la habitación. Bajó las escaleras y cuando llegó a la sala común hizo lo mismo, saliendo de El Colmillo de Terciopelo sin hablar con nadie más. No había tenido las mejores formas pero había sacado algo en claro. La droga no estaba en Puerto del Amanecer. Sólo quedaba esperar que mañana el ministro les facilitase más información.
Corianne continúa aquí.