Iskal dejó caer las orejas con decepción. Al final tendrían que ir a "comprar rábanos". O lo que fuera que vendiera el contacto aquél que les había mencionado el ministro, con tanto hablar de verduras y hortalizas ya no se acordaba exactamente de cuál era.
—Bueno, pues entonces habrá que irse... —suspiró—. Es decir, si ya te pusiste al día con tu padre.
Fue Gordon quien trajo el orujo junto con unos vasitos pequeños. Mientras los servía Kifel respondió a Corianne.
—No, no, yo soy de ostras. Mi problema es sólo con las pelirrojas en particular y con las chicas que ganan dinero acostándose conmigo en general.
Después el guardia suspendido miró a Nekaua.
—Fijo que las necesidades son las mismas—dijo con una elocuente mirada—. La cosa es que forzar a una chica, pues está mal. Pero esto no es sólo cosa de ciudades, en una aldea como Bastión Celeste también encontrarás chicas como estas.
Samtha cogió uno de los basitos, lo alzó a modo de brindis y se lo bebió de un trago. La alcorita entonces se levantó de la mesa y se acercó a Corianne.
—Cariño, eres bonita y seguro que inteligente. Es una pena que estés tan encantada de conocerte a ti misma.
La mujer giró sobre sus talones y miró a la mesa.
—Yo también tengo que marcharme. Tened cuidado y nos vemos esta noche si queréis. Cuidad de Daha, ¿vale?
Samtha se dirigió hacia la puerta justo cuando la semielfa y Clea entraban de nuevo en el local. Tras despedirse de ellas se marchó.
Ya podéis marcaros todos.
Cuando Clea y Daha entraron Samtha estaba a punto de salir.
—Tengo que marcharme. Le he dicho a tus amigos de vernos esta noche, ¿vale?
La alcorita salió por la puerta y la pareja formada por la clérigo y la asistente se dirigieron a la mesa que ocupaban sus compañeros. Junto a Kifel, Nekaua e Iskal ya estaba Corianne, que había vuelto de hablar con su padre
Corianne se encogió de hombros ante la respuesta del Panocha que transmitía un "pues tú te lo pierdes".
En cambio, chasqueó la lengua y esbozó un gesto sarcástico ante el otro comentario condescendiente de la Alcorita. Si se pensaba que se iba a ir dejándole con la palabra en la boca esta muy, pero que muy equivocada.
—No sientas pena, encanto. No soy la única persona encantada de conocerme —replicó—. No creo que tú puedas decir lo mismo, con esa actitud. Creo que lo que querías decir es: gracias.
Al final, la paladina había resultado ser tonta de remate, ¡y eso que pensaba que todas las paladinas estúpidas morían jóvenes! Suponía que aquella en particular tenía muy buena suerte si iba por ahí soltando comentarios insultantes a la gente cuando estaba en su casa y después de haberle invitado a un trago. Y especialmente después de haber confesado que la perseguían y que se estaba escondiendo.
Algún día iba a cabrear a la persona equivocada y acabaría desangrándose en un sucio callejón, preguntándose por qué su dios Alcor no le había salvado. Y ni siquiera tenía que blandir ella misma la espada. Sólo necesitaba colocar en los oídos adecuados las palabras adecuadas: ¿te has enterado? ¡una paladina de Alcor en un burdel! ¿te lo puedes creer?
Una vez reunidos, con el estómago lleno y las averiguaciones que se podían hacer hechas, el grupo se despidió de Jean y Gordon y se decidieron a salir hacia el Barrio Gnomo. Sería en el Colmado Jansen donde tendrían que encontrar la pista tras el polvo de escorpión.
El grupo continúa aquí.