Partida Rol por web

Glacis se revolvió como pudo. Estaba luchando por salir del poderoso agarrón de aquellas mandíbulas babeantes, pero pese a que aquel elemental de hielo empleó todas sus fuerzas en tratar de liberarse, las mandíbulas del insecto gigante, no cedieron ni un ápice. 

- Entiendo... - Le mintió a su señora helada.

—Loviatar... Látigo Servicial... hazles conocer el auténtico dolor.

Payne hizo restallar su látigo, y esta vez sí, acertó al ankheg que mantenía atrapado a Grune. La criatura se estremeció ante el castigo del flagelo, virtualmente destrozada.

Los ojos de Payne chispearon, deleitada ante el suplicio que acababa de infligir.

- ¡Fredaric! - Gritó Grune al ver como su viejo compañero era engullido por aquella criatura.

Sin dudarlo armado con su su espada larga, cargó contra el enorme insecto que tenía a Fredaric entre sus fauces y trató de incrustar su filo entre as junturas de su exoesqueleto. Sin embargo, le fue del todo imposible y el ataque falló por la extrema dureza del caparazón de aquel ser de pesadilla.

El ankheg que mantenía apresado al pobre elemental de hielo de Lissandra, seguía másticándole sin piedad alguna. Todos fueron testigos de como el hielo del que estaba formado el cuerpo de aquella criatura se resquebrajaba y como sus azulados y helados ojos se apagaban. Si nadie hacía un milagro, ese sería el fin del fiel compañero de la bruja de hielo.

Por otra parte, el insecto enorme que tenía apresado a Fredaric entre sus dientes, simplemente desapareció en el interior de la tierra cavando un agujero a una velocidad pasmosa y levantando una gran nube de polvo a su paso. Fredaric que seguía luchando por liberarse, desapareció en dicho agujero junto a la criatura que lo mantenía prisionero.

Tras el ataque nuclear el latigazo de Payne, Acheron creyó que se esta partiendo el mundo en dos, algo que apeló a su ardentía y le hizo cargar con toda su fría rabia interior un tremendo martillazo contra la cabeza de aquel insectoide. El guerrero descargó un golpe descendente que hizo mella en el abdomen del ankseg al tiempo que le hacía barbotar su repugnante sangre por sus moribundas mandíbulas.

- ¡No morirás hoy, trozo de hielo! - Exclamó Payne mientras apuntaba con una mano hacia el elemental de hielo.

De inmediato las zonas de hielo crujidas empezaron a juntarse de nuevo y aunque no recuperó la consciencia, Glacis no murió como bien había anunciado la Señora del Látigo.

Acheron había logrado acabar con aquella criatura, pero no sin que ella hubiera podido antes escarbar en la tierra e introducirse en su interior. Aquel insecto enorme dejó de moverse dejando a la vista únicamente sus cuartos traseros inmóviles. De Fredaric no había ni rastro y todo parecía indicar que había muerto entre las fauces de la bestia, pese a los esfuerzos de sus compañeros.

Pero entonces... una mano llena de sangre, tierra y babas de insecto surgió del hueco dejado en la tierra por aquel ser y acto seguido se agarró al borde del hoyo impulsándose para salir de la que sin duda hubiera sido su tumba de no ser por la pronta intervención del hombre del casco.

- Estoy bien... - Dijo el soldado. - ¡Acabad con el otro! - Les sugirió. 

Entonces Acheron cargó armado con su atarraga y golpeó con dureza sobre aquella criatura y hundiendo una de sus palcas acorazadas tras le contundente impacto de su arma.

- ¡Voy! - Exclamó Lutipold.

El guardaespaldas de Payne armado con su mandoble se acercó a la criatura pasando al lado de su señora y descargó un ataque contra este. Sin embargo, no tuvo la misma suerte que Acheron y en este caso si, las placas del exoesqueleto del insecto, hicieron su función absorbiendo todo el daño posible.

El simio empezó a golpear al ankheg para que soltara al pobre Glacis, que se deshacía como un helado al sol. Lissandra lanzó un suspiro y volvió a extraer un puñado de nieve de sus bolsillos.

-Gracias, querida -comentó a la sacerdotisa.

En ese momento, Glacis dejó de estar atrapado entre las garras de ankheg y quedó tendido en el suelo a su lado. Lo que el ankheg tenía entre sus garras era a un mono furioso y enorme.

Fredaric se movió rápido en dirección al ankheg y buscó posicionarse bien para atacar. Cuando lanzó su mandoble contra el monstruo, se sorprendió por la dureza de su exoesqueleto.

- ¡Mierda! - Exclamó. - ¡Es imposible!

—Estoy segura de que encontrarás la forma de recompensarme —le replicó Payne a Lissandra.

Tensó la mandíbula y domeñó su voluntad para canalizar un nuevo conjuro a través de su látigo, golpeando al Ankheg en el punto más débil de su anatomía. Payne sintió su sexo vibrar al compás de los estertores de la criatura a morir. Se estremeció.

Con la mirada aún chispeante por la excitación le dedicó unas palabras a Fredaric:

—¿Imposible? Tu carencia de fe resulta molesta —dijo la sacerdotisa de Loviatar, recogiendo su látigo.

- Oh... - Respondió Fredaric realmente fastidiado. - Era sólo una expresión. - Trató de explicarse. - Una forma de hablar... - Miró a Payne. No parecía estar convenciéndola, sino todo lo contrario, ofendiéndola todavía más. - Ha sido... - Carraspeó. - Yo... - Tragó saliva. - Yo no quería... - Negó con la cabeza. - ¿Sesión doble de látigo? - Preguntó tratando ahora si de complacer a su Señora del Látigo.

Payne miró a Fredaric por encima del hombro, con desdén, mientras terminaba de recoger su látigo y se lo colgaba de la cadera.

—La iglesia de Loviatar te paga para que me protejas y obedezcas mis órdenes —le dijo Payne en tono cortante—. No soy responsable de tu educación.

Pues eso era lo que era, una responsabilidad que no estaba dispuesta a asumir a la ligera, y menos con alguien como Fredaric. Payne no era de la que iba lanzando perlas a los cerdos.

—Sacadles las placas a los ankhegs —les ordenó a sus esbirros—. Un herrero lo suficientemente habilidoso podría hacer una armadura con eso.

Payne se acercó a Glacis. Canalizó el poder de la varita que tenía acoplada en el pequeño broquel y devolvió a Glacis a la consciencia.

—Bienvenido de nuevo a este valle de lágrimas, criatura —dijo, y dedicó una mirada elocuente a Lissandra.

Me debes un favor —parecía decir aquella mirada de ojos desapasionados—. Y pienso cobrármelo cuando y como quiera.