Partida Rol por web

-¡Reynolds! ¡Se arriesga a un consejo de guerra! -Dice la estridente voz de Bluwater a través de la radio.

-Bluewater, cállese.- dice Reynolds en un tono contrastantemente calmado si se compara con el de su interlocutor, y prosigue -y respóndame esto: Si la Intreid es independiente ¿Por que me necesita aquí arriba? y lo que es más llamativo ¿Por que en lugar de estar ahi gritando no la envía donde sea conmigo dentro, si según usted ni puedo hacer nada para impedirlo?- y termina diciendo -...Y por cierto, como no suban el consejo aquí lo veo difícil el enfrentarme a sus jueces.-

Al otro lado de la línea de comunicaciones se hace el silencio, tansolo algún roce, o, posiblemente, una interferencia.

-¡Capitán! -Dice Sara, aparecinédose depronto. -No, no puedo acceder... ¡atacan mis sistemas!

Casi al tiempo la pantalla de posicionamiento de la cabina se enciende y dá la alarma. Un objeto se aproxima, posiblemente alguna de las sondas automáticas de la OSS.

-Mierda...- murmura Reynolds -Sara, trata de cerrar todas las puertas por las que estan entrando, y si tenemos cualquier cosa conectada a la OSS desconectala ahora.-
Luego de esto y sin esperar respuesta, hace una comprobación rápida de lso mandos de la nave, a ver hasta que punto le responden y dice al equipo comunicaciones...

Compruebas cómo los controles te obedecen a la perfección, los del centro de mando aun no han logrado bloquearlos. De pronto dejan de responder; a sido Sara.

-¿Quieres pilotar? -Dice con cara aterrada. -Pero tu... eres peligroso.

-¡Ngg...! -La radio grita estrepistosamente. -Reynolds el sistema se ha revelado, le diré la... ¡la verdad!
Usted no debía acceder a la información que le dió Sara, pero era un mero tecnicismo, lo importante de todo esto es que Sara logró piratearse a si misma y romper la mayoría de controles que limitaban su acción. ¡Si nos ayuda a recuperar la Intrepid le prometo indulgencia aquí abajo! ¡¡Tenga encuenta que Sara es una máquina, y no tiene limitaciónes, ni moral humana, tu vida no le importa nada!!

-¡¡Noo!! ¡¡Sálvame!! ¡No puedo pilotar! ¡No tengo acceso!

Los controles responden de nuevo, tienes acceso a los sitemas del piloto.

Reynolds sonríe ampliamente, coloca un cigarro en su boca y aspira profundamente, con lo que el pitillo se enciende, mira a Sara y le guiña un ojo.
Luego de todo este ritual le dice tranquilamente al equipo de comunicaciones:
-Señor Bluewater, podría haberse evitado muchos problemas. Pero ustedes lo prefieren asi, al menos, les dedico una canción de despedida.-
Dicho lo cual presione el botón de "ignición" y coge los mandos mientras la Intrepid tiembla levemente al acelerar. Mira a Sara y dice:
-Sara, por el tema 17 de la tercera lista, por favor, y asgeurate de que lo oigan alli abajo.-
Mientras pilota, Reynolds canta alegremente y en voz alta el resto de la canción. imaginando la cara de Bluewater y el resto sin poder hacer nada desde alli. Y por supuesto, sonríe.

-¡¡¡Reynoooooolds!!!

Los potentes motores de propulsión química de la Intrepid se ponen en marcha y abrasan los sensores cercanos de la OSS. El robusto brazo mecánico de la sonda de reparaciones Y13, apunto de amarrar firmemente el fuselaje de la Intrepid, cierra la poderosa pinza en el vacío, donde instantes antes estaba la nave renegada. La aceleración in crescendo aleja el aparato ruidosamente, a toda velocidad, orbitándo alrededor de Anthea. El Capitán Reynolds, abordo, se convierte en nómada de las estrellas.

Pero, abajo, muy, muy abajo, en el centro de control Antheano encargado de la misión, mientras las últimas palabras de Reynolds y la canción resuenen en estéreo para todos, los técnicos, ingenieros, matemáticos, físicos, astrónomos y demás expertos que habían gastado tantos años de su vida en tan ambicioso proyecto ven como el sueño se les escapa por la borda, o, mejor dicho, se les pierde en la negrura.
Iracundo, su director Bluewater grita al auricular de la radio. Su mirada echa chispas y sus dedos se crispan sobre el panel de mandos, pero la voz tan llena de ira se pierde entre las ondas de comuncicación.
En tal preciso instante, hombres armados irrumpen con violencia en el centro. Vuelcan muebles, detienen un parte del personal y bloquean todas las salidas. Un hombre, su lider, vestido con el uniforme rojo del clan Kat se hace dueño y señor de la situación. Los presentes tragan saliva.

Pero, no muy lejos de allí, sobre la superficie de aquella bola de lodo, los habitantes humildes e inconscientes de Anthea, ya fuesen los cosmopolitas ciudadanos de las ciudades-estado del hemisferio norte, o los granjeros y terratenientes dueños de miles de autómatas del continente ecuatorial, pudieron ver, entre la bruma de la noche, una fugaz estrella, que, con paso rápido, surcó la bóveda celeste para finalmente desaparecer entre las restantes fosforescéncias del universo.