-Si, eso. ¿Cómo piensan asustarlo a ellos? ¿Eh, Carl? -Añade el niño pálido, que lleva una norme gorra sobre la cabeza y se toca la visera a cada rato.
Las dos figuras infantiles están agazapadas en los restos de una vieja grúa oxidada con las orugas hundidas en el barro y el mástil apuntandohacia el cielo y colgando inerte. La cabina de forma poligonal ya sin cristales ni piezas útiles es un fuerte perfecto, y desde allí os observan dando volteretas, refugiandose en la oscuridad y asomando ahora de un ventana ahora de otra.
Pobre Lil, ya ni se cuantas veces ha echo la pregunta de Madok... jaja.
Los niños mineros de cara manchada con hollín salen corriendo y se pierden entre la chatarra. Vosotros cogéis vuestras cosas y avanzáis en fúnebre procesión a través del vertedero de maquinaria, cargando con las mochilas y tropezando con restos oxidados y charcos aceitosos mientras pequeñas lagartijas corren a esconderse a vuestro paso.
En el horizonte se mueven las luces de las patrulleras artilladas, que sobrevuelan el lugar del impacto y repasan la zona con potentes focos de búsqueda. De vez en cuando os sobrevuelan, pero entre el manto informe de la chatarra, es muy difícil distinguir a nadie y tienen mucho territorio por comprobar.
Al final acampáis bajo la caja volcada de un gigantesco camión, a salvo de los focos. No encendéis luces, pues podrían localizaros y así pasáis la noche, mal arropados y pasando frío mientras os coméis las raciones de emergencia.
<< Fin Escena >>