Partida Rol por web

-Secuestrándome no ganas nada, no importa lo que hagas, si no obedeces, o avisas a tus compañeros Fergus odenará que os maten a todos. Y no hay ningún rincon en éste sistema que escape a su poder.

-Puedo escapar.

-Te encontrarían.

El informático tuerce la boca, le tienen pillado. -Algún día podría vengarme.

-No lo dudo, pero dado tu historial y tu aspecto, no creo que Fergus tema nada de ti. Yo sé que si debería hacerlo.

-Ah... que bien, ahora lo va ha saber.

-Yo no le diré nada, de todos modos ni me escucharía ni me creería.

-Oye, nena, ¿porqué trabajas para ese seboso sinverguenza? -Dice MAdok, mientras se levanta y se acerca a ella junto a la ventana.

-No es menos sinvergüenza que tú. -Tara mira con desconfianza la pistola.

"El hotel Ferguson, una gigantesca mole que por las noches se ilumina como un árbol de navidad. Desde una fría azotea en la calle de enfrente, una figura oculta por las sombras concentra su mirada en una única ventana de la planta cuarenta y tres. Mira por unos prismáticos, y en la ventana, en la ventana que es objeto de sus atenciones, se dibujan los claroscuros de dos figuras.

¡¡Ninoninoninonino....!!

El estrépito de una ambulancia sobresalta a éste hombre misterioso, pero de nuevo, tras echar una ojeada calle abajo, regresa a su vijilía. En la ventana, ambas figuras se besan y se abrazan y el observador coje tu sistema de comunicación portátil mientras sonríe."

-Es posible, pero a ti te gustan los sinvergüenzas. -Dice Madok, y se echan el uno en los brazos del otro sin poder evitar la atracción. Madok ha encontrado a una mujer a la que considera como un igual, una mujer fuerte e independiente, no como esas chicas mediocres que suele conocer en las discotecas.
Y Tara ha encontrado la horna de su zapato, una persona a la que admira desde hace años, a la que conoce profundamente a partir de su forma de trabajar con los ordenadores, y por una vez se deja llevar por el momento, sin pensar en las consecuencias, las normas, ni los intereses. Ver a un hombre tan despreocupado de lo que le rodea, tan diferente a cómo es el mundo ella conoce y tan, en definitiva, libre, le resulta muy atractivo.

Ambos se echan sobre la cama arrancandose la ropa a mordiscos. Madok pierde el arma sin darse cuenta, y tirando el portátil al suelo de un puntapie, empiezan alegremente a desatar sus pasiones contenidas.

¡¡¡BLAM!!!

La puerta se abre de un portazo y los guardias armados de Fergus entran en la habitación destrozándolo todo, incluido el portátil.

-¡Alto!

-Quietouuu...

Me coloco entre los guardias y Tara, para protegerla.

-¡Cabrones!

-Jua, jua, jua...

Ahim entra destrás de sus guardias riendose con malicia. Mientras, uno de los matones, el propio Mohamed, golpea a Madok con la culata de un subfusil dejándole tirado en el suelo, echo un despojo. El mono de la flor, que había desparecido por completo en la última hora, regresa con fuerza malintencionada.

-¡Lleváos a la mujer! -Ordena el gordo magnate, y se acuclilla junto al dolorido Madok. -Chico, me lo pones muy facil. Ahora ya lo sabes, si no obedeces tenemos una rehén.

A un gesto de Mohamed, dos matones cogen a Tara, que se cubre con una sabana, y se la llevan a empujones.

-¡Fergus! ¡Te arrepentirás!

-No es nada personaaal, queridaaa. -Dice Fergus mientras la mira y se le escapa algo de baba. -Estás resultando muy útil, es una pena que prefirieses a este "NeeeRD" antes que a mìii". Lo digo por tu prooopia comodidaaad.

-Recuerda tus instrucciones, Madok Kimpang... -Fergus deja sobre la cama un aparatito, una baliza de posicionamiento y se marcha.

-Vamos.

El bruto de Fergus, Mohamed, y dos compañeros te levantan en volandas y te llevan a trompicones hasta el ascensor. Bajáis, y te conducen, a traves de pasillos de personal, hasta una habitación secundaria donde se guardan vajillas para el restaurante del hotel.

-jijiji...

El enorme gigante se rie, y empieza a darte de golpes mientras los otros dos te sujetan. Pasan los minutos y entre el dolor de los golpes y el mono de la flor, apenas si percives el paso del tiempo. Te parecen eones.

Al cabo cesan los golpes y te mueven de sitio, alzas ligeramente la cara para ver qué hacen contigo, pero tansolo aciertas a ver a Al Raschild lanzándote un nuevo derechazo.

Escuchas risas.

Un ligero balanceo.

Y de pronto te sientes liberado, como si no hubiese nada ni arriba ni abajo, y dejas de sentir los brazos de acero que te sujetaban, durante unos instantes te siente en la mas absoluta gloria. ¡¡Paff!! Un duro golpe con la realidad. Te despiertas del ensoñamiento, y te encuentras en otro de esos oscuros callejones, te sangra la nariz y estás tan dolorido que no puedes levantarte.

-¡Jo, jo, jo, ha caido como un saco de patatas!

Alguien deja al lado de tus despojos un ordenador portátil, la lista de tripulación del Chamaleon, que tu mismo has conseguido asaltando los sistemas de Alpha Uno, el Space-Derringer de Tara y la baliza de posicionamiento. Después escuchas una puerta cerrarse tras de ti y el silencio absoluto, tansolo roto por el paso de algún aerocoche lejano. Estás solo.

Tardas un rato en lograr sentarte junto a una pared de ladrillo. Te sangra la nariz, y te duele mucho, pero de alguna manera han logrado que sus golpes no dejen marca alguna.
Por inercia te llevas la mano a la camisa para cojer uno de tus "cigarrillos", y luego al bolsillo para sacar el mechero, pero en lugar de encenderlo inmediatamente y dejar de pensar, te quedas observándolo a la escasa luz de la única farola del callejón.

"Aquella chica me gusta de verdad". Piensas, mientras observas el cigarro liado. "Quizás vaya siendo hora de hacerse el héroe, o de escabullirse"

La vida, finalmente, te había jugado una mala pasada, ahora parecía que, de una vez por todas, se había acabado esa suerte tuya tan característica. Esta vez estabas jodido en serio, y aquellos que te rodeaban también. Alguna lección debía haber en todo ello.

Examinas lo que te rodea, tenías allí la lista de la tripulación del Chamaleon:

Cita:

Pero tampoco te decía nada, también te habían dado una baliza de posicionamiento, pequeña y manejable, del tamaño de la palma de tu mano y sabías usarla.
Y por último aquel otro ordenador, el tuyo lo habían destrozado. Lo coges y lo enciendes, tiene una interface moderna, y está bien configurado para realizar las labores típicas de un craker, aquel debía ser el ordenador de Tara.

Tuerces el gesto al ser consciente de ello, al pensar en ella. "Vaya, esa chica me gusta de verdad"