Partida Rol por web

Casa "de Marcy" a las afueras de Arezzo

Vistas desde la parte de delante

Pueblo de Arezzo

- Espero nos contactes pronto, Proctor. 

Al escuchar la pregunta de Marcy por sus habilidades, sonríe, meditando un poco.

- Hmm... Supongo que depende de la fuerza del golpe... Una bala directo a mi cabeza logró penetrar mi blindaje pétreo, así que imagino que un golpe directo de un hacha también lograría hacerlo, pero no perdería mi miembro... así que al volver a mi forma normal podría tener solo un moretón u una herida poco profunda, un rasguño. Aunque mi poder es mayor cuando estoy rodeado de piedras.  

Mira por la ventana, notando lo temprano que podría ser en la zona, por lo que decide esperar un poco más.

- Esperemos un par de horas, parece ser temprano. Luego deberíamos de buscar a un médico. -

Asiento tras su explicación de su poder. Un blindaje "natural" no está nada mal. Me hubiese venido bien en el cuerpo de policía tener algo así; los chalecos anti-balas para mujeres son un asco. Michael echa un vistazo por la ventana y le sigo la mirada. Apenas hace nada que ha amanecido. Vale que en los pueblos suelen ser más madrugadores, pero dudo que haya algún médico en la zona tan temprano.

- Al fin quieres consultar a un médico, eso es buena señal. Esperemos que haya alguno -miro a Michael- Es un pueblo muy pequeño... Aunque si no hay médico podría buscar un teléfono público y llamar desde ahí a mi hermano. No tenemos el mismo apellido ahora, quizás no le hayan localizado -digo realmente esperanzada de que ello ocurra- Tengo que saber si Tyler está bien.

Marcy dejó la cama al enfermo pero no había otro sitio donde dormir. Jamás tuvo visitas en esta casa porque jamás nadie supo que vivía allí. Arezzo era un pequeño pueblo de la Toscana, pero muy turístico, por lo que tampoco a nadie le extrañó en aquellos años que una norteamericana andara por el pueblo durante algunas temporadas, como hacían otros extranjeros. 
Al final, aprovechó la amplitud de la cama para dormir en una esquina junto al desconocido.

Hace dos horas no le conocía y no sabía que su poder había vuelto tras todos estos años.

Hace dos días tenía un marido, una hija, y una vida...

Michael abrió los ojos. El sol de septiembre aún era muy cálido en aquel pueblo. Estaba sudando pero podría ser también por la fiebre. No obstante, se encontraba mucho mejor. Un olor a café y a pan tostado inundaba la estancia. 

Tenía la camisa quitada y unas gasas limpias sobre la herida. Le dolía la cabeza y la hinchazón había crecido pero no pensaba que fuera a necesitar ir a un médico. Al otro lado de la estancia veía a Marcy colocar cosas. Caminó hacia ella.

- Ya pensaba que no te despertarías nunca. Son las doce de la mañana. 

- ¿Tú... no has dormido?

Marcy sacude la cabeza con rotundidad, como si tratara de mostrar que aún así no está cansada

- No podía. Salí pronto a llamar a mi hermano y luego desayuné fuera e hice algo de compra. Hay un puesto de socorro cerca. Por los turistas. ¿Sabías que vi este pueblo en una película que se llama "La vida es bella"? ¿La has visto?

- No he estado los últimos años... en ningún lugar donde pudiera ver cine. Pero...¿qué ha pasado con tu hermano? ¿Todo bien?

- Mejor que eso. Se ha ido lejos de Arizona. Con mi marido. Ha logrado hacer el papeleo y trasladarle a otro hospital en Los Ángeles, con otro nombre. Puede que él sea el médico pero está claro que nos han educado a ser muy eficientes ante el peligro.

- Jeje, lo he comprobado. Bueno, tú también has hecho un buen trabajo con los vendajes. Gracias. 

Dibujo una media sonrisa. Estoy animada porque dentro de lo que cabe al menos Tyler y Anthony están bien; incluso Michael parece estar mejor. Ahora solo me queda pensar en cómo hago para encontrar a mi pequeña cuanto antes. Aún así no me quito esa sensación de estar tirando el tiempo en vez de ponerme ya en camino y rescatar a Alice. Me pregunto hasta cuánto podré contenerme... Solo me separa del espejo la esperanza de tener más ayuda en breves para ir a por ella, pero si hace falta iré sola. Es mi hija.

Termino de preparar las tostadas y le pongo un plato a Michael mientras trato de alejar tales pensamientos de mi cabeza:

- Gracias. El manejo de tiritas y vendas en casa es algo habitual. Mi madre es enfermera y mi hermano es médico -ensancho mi sonrisa, pensando en ellos- ¿Café? Lo he comprado en el pueblo, huele increíblemente bien. Nada que ver con el agua marrón que sirven en el office de la comisaría... -trato de bromear. Me preparo una taza para mí. Allí tengo algunas cosas que he ido comprando o trayendo pero nada para pasar largos días, solo un rato. Horas como mucho- Y aunque no te lo creas, no teníamos donuts. No todos los policías adoramos las grasas hidrogenadas.

Le doy un sorbo al café mirando con curiosidad a Michael. Creo que es un buen momento para hablar de ello.

- ¿Qué te pasó, Michael? -inevitablemente, sueno como un policía interrogando a alguien. Suspiro quedamente, apresurándome para arreglarlo- Bueno, quiero decir... si me lo puedes contar. Tú sabes de mí más que la mayoría de la gente que me conoce. Creo que sería justo estar igualados -digo usando un tono amable. Realmente quería saber más de él, conocerle. Si va a formar parte del equipo, debo saber de qué pasta está hecho.

Se alegra al saber que el marido de Marcy y su hermano se encontraban bien. Al parecer sus preocupaciones solo eran paranoia. Tomo asiento, comprobando entonces lo dicho del aroma del café, al cual le dio un trago bastante animado, pero mirando un tanto perplejo ante el, al parecer, chiste de las donuts. Tanto tiempo alejado de la sociedad le habían impedido saber distinguir comentarios como ese.

La mirada curiosa de Marcy vino antes de la pregunta que quería evitar, aunque ella hacia una observación justa. Quizá fuese tiempo de abrirse con alguien de lo que paso.

- Bueno... no sé mucho de ti, la verdad, Proctor solo me dijo "ve ayudarla, su hija fue secuestrada", pero bueno... - Suspiro, dando luego otro trago a su café. - Nací hace cien años en Irlanda, en un pueblo minero, y desde niño tuve cierta afición a las rocas. Al pasar el tiempo, me traslade con mi hermano a Canadá en los años 30, a ver si lográbamos sacar algo de la fiebre del oro de la época, pero las condiciones de trabajo eran duras. Kylian, mi hermano volvió a la ciudad un par de años después... fue entonces cuando noté que yo no envejecía, pero el sí. Paso algo de tiempo, y un día en la mina escuche a las piedras hablar - Río un poco, y sonreía al decirlo, como si de un recuerdo muy agradable o importante se tratase. - Era algo como un vínculo entre ellas y yo, me dijeron que corriese, que había peligro, pero yo estaba demasiado maravillado con ello como para comprender a lo que se referían, entonces la mina exploto. Así que... legalmente me declararon muerto tras el derrumbe el 4 de marzo de 1938, pero no creo verme tan mal para estar muerto... bueno, solo cuando no tengo una herida de bala en la cabeza. - Volvió a reír nuevamente, de forma tranquila, como si sacase lo bueno de lo sucedido. - Con la explosión vino la primera vez que me transforme en roca. Pasaron unos días antes de lograr escapar de la montaña, pero lo logre, solo que no note el cambio en mi cuerpo. La gente se asusto... y al no saber controlarlo, empuje a dos hombres... - Se detuvo unos segundos en aquel punto, dejando la sonrisa de lado. Dio un nuevo sorbo a la taza de café, fijando su mirada en el liquido negro. Niega con la cabeza, antes de volver a mirar a Marcy.

- Bueno... luego de eso abandone el pueblo bajo la montaña, siguiendo el camino que las piedras me señalaban. Así di con Castor de Aire, el amigo que te había enseñado antes, él es un mythos como nosotros. Me enseño a controlar mis poderes. Estuve con él más o menos hasta la segunda guerra mundial... - Hizo una nueva pausa para dar un nuevo trago a la taza de café, para luego ver si Marcy quería decir algo.

Michael finalmente accede a mi petición y me explica un poco como empezó todo, los momentos que más le marcaron... pero estoy segura que aún hay más. Guardo silencio mientras él habla, tomando algún que otro sorbo de café y comiendo de mis tostadas. Dice que tiene cien años y me parecería extraño si yo no tuviera cincuenta pero me siento como si tuviera aún treinta y tantos. ¿Me quedaré así para siempre? Da un poco de miedo pensar en que nunca envejeceré...

- Es prácticamente como me sucedió a mí, te cambia la vida sin avisar -comento cuando él hace una pausa- ¿Qué pasó cuando llegó la Segunda Guerra Mundial? -le insto para que continúe. Ahora que ha tomado carrerilla no quiero cortarle el ambiente.

- Bueno, nuestros poderes son una bendición, pero... el precio a pagar es alto... conocí a mythos que tenían miles de años, por imposible que suene... Pero bueno.- 

- Cuando empezó la segunda guerra mundial, quise volver a Irlanda. Nunca he sido un sujeto muy combativo, pero creí que con mis poderes podría ser de ayuda, aunque luego me miraran como a un monstruo. Casto de Aire entonces me contó sobre el Consejo, me contó que la verdadera se libraba en secreto a los ojos de los humanos. Me contó de Nuevo Olimpo, una ciudad de marfil ubicada en Los Andes, donde vivían decenas como nosotros - Al hablar, se notaba la alegría en su voz, como si de un gran recuero se tratará, o la mejo época de su vida.- Por mis poderes me designaron como Vigilante de los Túneles. Pasaba mucho tiempo solo, pero en compañía de las rocas, cuando alguien quería darme un mensaje, las piedras lo llevaban hacía mi. Eramos una comunidad feliz, allí Sukio, nuestro antiguo líder planeaba como detener a La Sombra, otro grupo de mythos, pero que buscan dominar a la humanidad, al contrario que nosotros, y a Proctor, claro esta, pero mis mejores amigos fueron Antares y Atenea, eran una pareja muy feliz... nunca he conocido a alguien que amase tanto al otro como se amaban esos dos... - Una nueva pausa reflexiva, se podía notar cierto brillo en sus ojos.- Pasaron cincuenta años de relativa paz en el lugar, hasta que Nuevo Olimpo fue atacado. La montaña no me aviso del ataque, ni tuve como defenderme... creo que fui el primero en caer. - Su tono de voz ya no era alegre, sino más oscuro, mas triste, algo raro en él. - Desperté al tiempo en unas mazmorras como prisionero...me mantuvieron cautivo por varios años, decían que mi poder era de utilidad para ellos, por eso me dejaban vivir... pusieron un extraño aparato en mi espalda, que se adhería a mi columna y a mi cabeza, y perdí control de mi... Me sometieron a experimentos muy dolorosos... a veces perdía la conciencia por semanas, o meses... y las piedras poco a poco se fueron callando - Sin poder evitarlo, una lágrima rodó por su mejilla. Había logrado ahogar la tristeza en el silencio hasta ahora, pero al hablar las emociones que había reprimido para no dejarse caer empezaban a aflorar. - Hasta que ya no las volví a escuchar... Creí que moriría pronto, pero entonces Proctor fue a por mi. Al parecer hubo un intercambio de prisioneros, yo por un tal Cambiahuesos, o creo que así escuche que le llamaban... De vuelta Proctor me dijo que Sukio había muerto, y muchos de los nuestros también... Atenea también había caído, y con su muerte Antares dejó al Consejo.

Hizo una larga pausa, mientras miraba la taza de café, que aún le quedaban poco más de un trago en su interior. Termino de beber su contenido, y volvió a sonreír.

- Proctor me dijo que me estuviese alejado un tiempo de todo, que pensara y me recuperara, pero había algo importante, algo que daba esperanzas al Consejo. A los dos días de haberme instalado en Arizona, en el desierto, Proctor me dijo que fuera a protegerte. -  Volvió a sonreír, más tranquilo, limpiando su mejilla húmeda por la lagrima. - No dude ni un segundo, me siento responsable por lo que paso en Nuevo Olimpo, no podía negarme a la misión del Consejo, aunque finalmente parece que tu nos salvaste a nosotros, jeje... Gracias Marcy.

En un rato le había contado toda su historia a una mujer a la que conocía hace menos de un día, una mujer a la que le debía la vida. Mantuvo su sonrisa puesta en ella, con una mirada agradecida durante un par de segundos, para luego coger una tostada, y darle un bocado.

- Esto esta muy bueno, de verdad.-

Me quedo paralizada tras escuchar su relato. Realmente abrumada. Me quejo de no tener la vida que quise, pero él la tuvo y se la arrebataron matando a muchos amigos suyos, gente que era como si fueran de su familia. Qué egoísta me siento, quejándome sin ser consciente que hay gente que ha tenido peores experiencias que yo, aunque no le recomiendo a nadie que una panda de psicópatas secuestren a sus hijos e intenten matar a sus maridos...

Pongo una mano sobre la de Michael, gesto que trata de transmitir mi gratitud por haberme confiado su historia.

- Servir y proteger, ¿no? -dibujo una media sonrisa- Te agradezco que hayas confiado en mí.

Retiro la mano y termino de comer mi tostada. Apenas pasan unos segundos y le vuelvo a mirar.

- ¿Entonces no sabes nada sobre... -pienso en una palabra- mi caso?

- Bueno, Proctor solo menciono que tu hija había sido secuestrada por los correctores, que nunca quisiste unirte al consejo, y que habías perdido tus poderes, pero que se estaban volviendo a manifestar. Dijo que tu caso se había cruzado con otro, imagino el de la niña. - Mencionó, antes de servirse otra tostada.

- Y bueno... ¿cuál es tu historia? Si no es molestia preguntar.-

Mirando mi tostada pienso sobre lo que resume Michael sobre mi caso. Básicamente ha sido así. No hay demasiado más que matizar. Por eso lo que le interesa conocer es mi historia. Dibujo una media y un tanto resignada sonrisa antes de empezar a contarle mi historia.

- Es una historia un tanto normal hasta que llegamos a la fase de los poderes -sigo mirando mi tostada- Nací en el 63 en Lago Havasu, donde me fuiste a buscar -me quedo unos segundos reflexionando. Le miro y le aclaro- Me refiero en el 1963, claro está -sonrío tras ello y continúo- Como te dije antes, mi madre es enfermera, mi hermano médico y mi padre policía. Él era mi héroe de pequeña, siempre quise ser como él. Una tarde en casa, quizás tendría yo unos doce o trece años, estaba en la habitación de mis padres probándome una de sus gorras de policía y jugando a detener criminales cuando me caí sobre el espejo. En ésa milésima de segundo pensé que me iba a ganar la bronca de mi vida por romper el espejo de mis padres pero no lo rompí. Al darme cuenta de ello, miré a mi alrededor y en frente de mí veía la habitación de mis padres desde la perspectiva del espejo. A mi alrededor, todo eran "ventanas" similares, pero yo quería volver por la que había entrado aunque no lo conseguía. Llamé a mi madre gritando todo lo que pude, me escuchó desde la planta de abajo pero no me encontraba. Finalmente conseguí salir, no sé cómo, pero lo hice -hago una pausa como recordando aquellos días de inocencia e ignorancia- Me asusté. Me asusté muchísimo... Tanto, que no volví a pisar la habitación de mis padres en mucho tiempo.

Dejo de mirar mi plato para seguir narrando la historia mirando a Michael:

- Unos meses más tarde, me hicieron una chiquillada. Unos chicos del instituto me encerraron en el baño por no querer ir a la Fiesta de la Vendimia con uno de ellos. Me molestó tanto... Vi que estaba sola, que allí había un espejo y no me lo pensé. Lo atravesé y eché a correr a toda prisa hasta reconocer una de las ventanitas, la de la habitación de mis padres. Salí sin problemas, me cambié y fui a la fiesta -dibujo una sonrisa, recordando quizás la cara de esos chicos al verme allí. Tomo la jarra de café y me pongo en pie- Voy a hacer más café, ¿vas a querer más?

- Si, por favor.- Respondió ante la oferta. Luego se quedo mirando a la mujer un momento.- Debes de tener unos cincuenta años, ¿no? - Preguntó inocentemente aunque la respuesta fue se obvia.

Estaba entretenido charlando, era una buena forma de pasar el tiempo, y al parecer ambos tenían de sobra. El charlar de como se descubren los poderes de cada uno entre los mythos solía ser frecuente en Nuevo Olimpo, al menos para los nuevos, pero siempre salían historias interesantes.

- Tu poder entonces funciona como una dimensión de bolsillo creada al interior de cada espejo, ¿no? Y estos están conectados entre ellos... Wow, es sorprendente. ¿Y puedes ir donde te apetezca, o solo donde hayas estado antes? - Pregunta con curiosidad, manteniendo la mirada en ello.- Ohm, pero eso si quieres puedes decírmelo luego, ¿qué hiciste luego de salir de la escuela? ¿como se conocieron tu y tu esposo? -

Voy preparando la cafetera mientras Michael me pregunta sobre mis poderes y sobre mi historia, aunque elige como prioridad la historia.

- Bueno... -coloco la cafetera en el fuego y vuelvo a tomar asiento- Al terminar los estudios obligatorios no tenía nada claro. Estuve trabajando en una gasolinera para ganar algo de dinero mientras pensaba en ello, antes de tener claro que sería policía a pesar de que mis padres preferían que fuese una buena ama de casa -sonrío divertida en este punto, pues han habido más oficios entre medio- En la gasolinera conocí a Wondra, miembro del Consejo. Me invitó a irme a vivir a Nuevo Olimpo... pero me negué en redondo. Tuve miedo, porque dijo que La Sombra me daría caza o peor aún, humanos que quieren erradicaros... erradicarnos. Así que huí de todo. Les dije a mis padres que me había enamorado de un chico europeo y que me fui a vivir con él, aunque en realidad me dediqué a robar de una manera insana pero es que era tan fácil... -mi rostro es serio- Realmente me arrepiento de esa etapa de mi historia. Hice muchas locuras que quizás no debiera de haber hecho.

Suspiro pesadamente y saco la cafetera del fuego, sirviéndonos una taza a cada uno.

- Con los años comprendí que no podía huir de lo que soy y que mi familia debía de ser partícipe de lo que en verdad soy. Así que volví a Lago Havasu y ahí fue donde me reencontré con Tyler -sonrío, rememorando aquel momento- A Tyler de pequeño le salvé de un incendio que se inició en su casa. Es el hermano de una amiga y por la época del incendio yo era una adolescente y él un pequeño de 3 o 4 años. Me convertí, sin saberlo, en su héroe -digo esto con cierto tono de tristeza, como si sintiera que le he fallado. Doy un buen trago de café para alejar tales sensaciones de mi cabeza y sigo con la historia- Me matriculé también en la Academia de Policía. Elegí tener una vida normal y corriente, ocultándole al mundo lo que podía hacer. Y así, el 2 de Spetiembre de 2008 Ty y yo nos casamos -dibujo sin evitarlo una amplia sonrisa- Y al cabo de casi tres años después llegó Alice, que iluminó nuestras vidas por completo. Dejé por un tiempo el cuerpo de policía para ocuparme de mi pequeña... Al fin tenía lo que quería. Una vida normal, con una familia, una casa, un buen trabajo, un gran marido, mi Alice... y desde que nació ella, los poderes se evaporaron. Hasta me salió una arruga, ¡mira! -me echo a reír al decir esto, señalándola en mi cara. Exagero, pero para alguien como yo eso era realmente raro- No sé... creo que si están en peligro ahora mismo es por mi culpa, es el resultado de mi egoísmo. Si cuando Wondra me encontró hubiese accedido, aceptando lo que soy, Tyler ahora no estaría en un hospital y mi hija secuestrada por unos maníacos. Ojalá pudiese volver atrás... Viviría una vida complicada, inmersa en la guerra de la que me advirtió y sola, pero al menos nadie habría sufrido por culpa de mis acciones, de mis decisiones...

Me quedo mirando el interior de mi taza con aire pensativo. Me mortifico por cada minuto que paso ajena a lo que le está sucediendo a mi pequeña o por el simple hecho de estar lejos de Ty.

- Esto es una mierda... yo no pedí esto... Solo quiero ser normal...

La miro atentamente mientras continuaba con su historia, bebiendo ocasionalmente el café. No pudo evitar añadir un comentario cuando Marcy habló de Wondra. - También conozco a Wondra, de Nuevo Olimpo. - y luego de la mujer terminara.

Medito unos cuantos segundos sus palabras, buscando la manera correcta de decir lo que pensaba. Al cabo de un corto rato, volvió a hablar.

- Tomaste la decisión correcta, Marcy. Si hubieses ido con Wondra, te habrías topado con el ataque a Nuevo Olimpo, no habrías podido casarte con Tyler, ni hubieses podido concebir a la pequeña Alice. -  Volvió a meditar un poco sus palabras, y continuó - No podemos negar lo que somos, ni tampoco podemos cambiar nuestro pasado. Esas son algunas de la verdades en las que creo, que mi buen amigo Castor de Aire me ayudo a entender. Yo he perdido familia, hermanos, amigos, así que creo que entiendo lo que tu sientes. Lo que siempre me ha reconfortado es saber que puedo hacer una diferencia, que puedo ayudar al mundo a ser un mejor lugar, y si para ello tenemos que encontrar a tu hija, no lo pensare dos veces para ir a hacerlo. - Sonrío nuevamente a la chica, estirando su mano para coger la de ella, y apretarla, en forma amistosa para darle su apoyo. - 

Asiento a sus palabras. Aunque sé que tiene razón, algo en mí sigue mortificándome pero debo animarme. Quizás, con suerte, mañana mismo nos manden a la misión. Me cuesta, pero unos segundos después tras las palabras y el gesto de ánimo de Michael, al cual correspondo, esbozo una tenue sonrisa.

- Hay que ver el vaso medio lleno, ¿no? -comento intentando mostrarme más animada, aunque no puedo evitar estar preocupada- ¿Qué te apetece hacer? Es un pueblo pequeño y no hay gran cosa que ver, pero te puedo llevar a dar una vuelta por ahí -digo cabezeando hacia el espejo. Necesito mantenerme ocupada o no pararé de comerme la cabeza.

Sonríe y se pone de píe, mirando a la chica animado, aunque dibujando un nuevo gesto de dolor en su rostro.

- Vamos a un médico primero, que aún tengo al menos dos costillas rotas. - Ríe un poco, pero quejándose nuevamente. 

- Y luego me enseñas el pueblo. -

Le miro con cara de haber metido la pata. Se me había pasado por completo que él aún se encuentra mal.

- Sí, claro, por supuesto. ¿En qué estaría pensando? Vayamos al ambulatorio a ver si te pueden atender, ¿vale?

Tras decir esto, dejo mi taza dentro del fregadero de la cocina y me llevo la tostada a medio comer que me quedaba. Le miro con cara de ya estar lista para bajar al pueblo y buscar el ambulatorio.

- Jeje, descuida, errar no es solo de humanos. - Sonríe a la chica, muy relajadamente, acercándose luego a la puerta. Palmea su pantalón, comprobando que aún tenía la billetera que compró con el dinero entregado por Proctor días antes, y obviamente, con efectivo. -

- ¿Crees que habrá algún lugar para cambiar divisas, no traigo euros conmigo. - Bromeo, antes de salir por la puerta.