Marcy Wright nació en 1963 en la ciudad de Lago Havasu, en Arizona, entre Phoenix (la capital) y a camino del Desierto de Mohave, en Nevada. A pesar de no ser un diminuto pueblo tampoco es una ciudad enorme. El padre de Marcy, Joe, es policía. La madre, Betty, es enfermera. Su hermano, Anthony, es médico. Adivinad qué quería ser de mayor Marcy. Policía, sí.
Que una chica del Oeste Americano quisiera ser en los 70 policía no era fácil. La vocación de enfermera tantas veces inculcada por su tradicional familia, no motivaba demasiado a Marcy que decidió dejar el instituto. Para cualquier chica era fácil distraerse en aquella época: La psicodelia, los Beach Boys, el fin del "establishment". Marcy era una chica rebelde... Todo lo rebelde que se puede ser en Lago Havasu y al abrigo de una familia que jamás la dejó de arropar. Todos daban por hecho que, tarde o temprano, sentaría la cabeza casándose con alguno de los chicos del lugar. Que tendría dos hijos y un perro y que alguna vez viajaría a Europa en su vida, tal vez para su luna de miel o cuando llegara la jubilación de funcionario de su futuro y aún no existente marido.
Lo que nadie sabía es que Marcy sí conocía París. Y Beijin. Y Zanzibar... Que raro era el día en que Marcy se quedaba en el mismo sitio. Que su rebeldía y sus escapadas no sólo obedecían al temperamento que heredó de su padre, y desde luego nada tenían que ver con los muchos novios que se le presumían. Eran solo coartadas. Mentiras para tapar el hecho más asombroso que se hubiera visto en Arizona
Cuando tenía doce o trece años, una de esas primeras veces que frente al espejo del cuarto de sus padres se probaba la gorra de policía de su padre y jugaba a detener enemigos, Marcy cayó sobre el espejo. Pero no lo rompió. Simplemente se coló dentro de él. Todo fue demasiado angustioso para que lo disfrutara. Atrapada en una especie de corredor interminable de espejos, Marcy no podía salir del suyo. Gritaba y su madre la oía desde el piso de abajo, pero sólo era una imagen reflejada, encerrada en aquel cristal. Finalmente, y sin saber cómo lo hizo, pudo salir de él.
Estuvo días sin volver a atreverse a entrar en el cuarto de sus padres. Tal vez era una señal de Dios para que no fuera policía o tal vez todo aquello era obra del demonio, que embrujaba objetos.
Pero cuando meses después la encerraron unos chicos del instituto en el baño, el día de la Fiesta de la Vendimia del pueblo, por no aceptar ir con uno de ellos al baile, volvió a atravesar un espejo. Frustrada por perderse la fiesta, aporreando la puerta hasta la extenuación, se giró para darse cuenta de que el cristal del baño estaba ahí, invitándola a entrar. Con cuidado lo tocó y vio como sus dedos pasaban a través de él. Sin pensárselo mucho se coló dentro y echó a correr por el pasadizo de espejos tan angustioso, pero esta vez reconoció un reflejo y se dirigió hacia allí: Era el espejo de la habitación de sus padres, por el cual emergió, se cambió y llego a la Fiesta de la Vendimia antes que los gamberros que jamás comprendieron cómo lo había hecho.
La ruta baño del instituto- habitación de sus padres fue la primera, y una de las más útiles. Pero no fue la única. Poco a poco aprendió a viajar a través de los espejos y a convertir aquel primer viaje caótico en una ordenada hoja de ruta. Es cierto que a veces seguía perdiéndose, o al tratar de salir se encontraba atrapada en el reflejo. Pero eso ya no la asustaba. Sabía que tarde o temprano lograría salir del reflejo o encontrar otra salida. Podía ser un espejo, un cristal, cualquier superficie reflectante que fuera lo bastante grande como para contener su reflejo entero. Había descubierto, que si sabía que había al otro lado del espejo elegido, era mucho más fácil llegar y no perderse que cuando intentaba un viaje a ciegas, que solía acabar con ella perdida en aquel extraño mundo de imágenes y destellos.
Cuando tenía 16 años descubrió al mismo tiempo que no tenía por qué viajar sola y que su poder podía usarse para el bien y no sólo para escapar o fisgonear. Su amiga Beth había aparecido en el pub donde todos bailaban para decirle que su hermanito de 3 años se había quedado atrapado en su habitación y no lograba sacarle. Sus padres no estaban y en el jaleo había empezado a oler a quemado. Temía que una de sus velas hubiera prendido algo. Estaba histérica pero Marcy logró que le diera las respuestas a las preguntas que buscaba: Si existía algún espejo en esa habitación. Separándose del grupo que corría en dirección a la casa de Beth, Marcy se dirigió a uno de los espejos del pub y buscó hasta hallar lo que buscaba. Saliendo por un pequeño espejo de 50 cm, Marcy vio al niño inconsciente en medio de una gran humareda. Le cogió. El fuego había bloqueado las salidas así que Marcy atravesó de nuevo el espejo con el niño y salió por el pub. Luego corrió lo más que pudo para llegar a la casa y que nadie sospechara nada. Nadie supo nunca cómo Marcy había entrado pero Beth siempre le agradeció que salvara a su pequeño hermano. Y para aquel niño de tres años, Tyler, Marcy siempre fue su hada madrina...
Los años no sólo fueron perfeccionando el poder de Marcy también aportaron un dato interesante: No parecían tener el mismo efecto en ella que en los que le rodeaban. En el 96 seguía aparentando los rasgos de una joven de veintipocos y era la envidia de sus compañeros treintañeros. Nunca fue la más guapa del pueblo pero ahora su juventud intachable empezaba a atraer miradas y comentarios. Fue así como supo que había otros como ella:
La primera fue una mujer de color que hacía poco había entrado a trabajar en la gasolinera donde atendía para ganarse algún dinero, ahora que su futuro era tan incierto. Pronto esa mujer ancha y divertida, acabó presentándose como Wondra, miembro de una especie de raza inmortal a la que al parecer ella también pertenecía. Había oído hablar de su don y quería ofrecerle viajar a un lugar llamado Nuevo Olimpo donde otros como ella vivían y combatían a la oscuridad. El Consejo, se hacían llamar. Al parecer estaban en una guerra cruenta y necesitaban su ayuda. Aquella especie de reclutamiento a Marcy no le gustó nada. Sobre todo cuando la mujer empezó a hablarle de responsabilidades y de no poder huir eternamente de lo que ella era.
- Pronto vendrán a darte caza, Marcy Wright. La Sombra vendrá a por ti... O peor aún, algunos humanos que te rodean querrán exterminarte
- ¿Me está amenazando, señora? Se equivoca en algo. ¡Yo sí puedo huir siempre!
Y diciendo esto se teleportó a través del espejo. En su precipitación casi muere puesto que acabó apareciendo a través del puente de espejos que hay sobre el Cañón del Colorado y casi cayendo al abismo. Pero tras lograr agarrarse y replantearse que no podía seguir así estuvo varios años huyendo por el mundo. A sus padres les escribió lo que sabía que sería más fácil de creer: Que se había enamorado de un europeo y se marchaba un tiempo. Cada mes les llamaba o les escribía pero no les contaba en lo que se había convertido: En una ladrona que aprovechaba su increíble don para conseguir lo que quería y no ser nunca encontrada.
Cinco años después apareció el otro: Apareció de la nada, como ella hacía... Era pequeño y hablaba con acento latino. Le dijo que pertenecía al Ejército de las Tinieblas y que su oferta era mucho más honesta que la que le había hecho el otro bando: Unirse a ellos que aspiraban a guiar a la humanidad bajo su mano o morir. Marcy huyó rápidamente pero aquel ser se movía a la velocidad del pensamiento y pronto volvió a por ella. No se iría sin una respuesta le dijo al lado del espejo que Marcy acababa de cruzar. Ella vio su mirada sangrienta y supo que no mentía. ¿Cuánto tiempo podría escapar de él? ¿Tendría que estar siempre mirando a su espalda por si aquella sombra superveloz le daba alcance? Hacía tiempo que quería probar algo y Marcy decidió hacerlo: Empujó al ser por el Espejo, atravesándolo con él. Aprovechó su confusión el Pasillo Reflectante para que no usara su poder, y ella, rápida se encaminó a un espejo de salida. Sabía cuál. Sólo rezaba porque tuviera reflejos suficientes... Saliendo por el espejo del puente sobre el Cañón del Colorado, ella rápidamente se aferró a la estructura. Él no supo ni lo que estaba ocurriendo cuando cayó por el abismo.
Marcy había usado su poder para matar a alguien pero sabía que nunca podría sentirse segura si seguía usando su don. Debía volver a casa
En el 2002 sus padres ya eran ancianos. Su hermano Anthony tenía 37 años y ella no llegaba a la treintena. No podía esconder su don más tiempo e hizo partícipe a su familia de lo que había pasado. Su madre y su hermano no daban crédito hasta que les demostró lo que hacía su poder. Su padre sí. Su padre siempre supo que su chica era especial y escondía algo. Pero había que tomar una decisión:
En un lado estaba la Marcy que había decidido sorprender al mundo con su don. Lejos de lo que ella pensaba, el mundo no estaba preparado para alguien como ella, no había lugar en el que no la señalaran o la miraran como algo peligroso, extraño, diferente. Ésa Marcy jamás logró ser feliz ni encontró su lugar adecuado en el mundo.
En otro lado estaba la Marcy que había decidido dejar a un lado su faceta especial. Vivir una vida como cualquier otra persona, sin tener más problemas que los mundanos; nada extraordinario, nada excepcional, nada fantasioso. Una vida en la que pudo ser feliz.
Ella al principio estaba dolida por la falta de apoyo de sus padres, pero precisamente era todo lo contrario. Sus padres iban a estar a su lado sí o sí, eligiera el camino que eligiera. Tan sólo trataban de aconsejar a su hija lo mejor que podían pues querían por encima de todo que ella fuese feliz. Y debido a ello, Marcy no tardó en darse cuenta y elegir su camino: quería vivir una vida normal.
Pero la vida que ella quería vivir. Se matriculó en la Academia de policía.
Empezó patrullando, poniendo multas, jornadas de tráfico… lo que nadie quería hacer.
Y con su vuelta al pueblo volvió a reencontrarse con Tyler. El cual ahora tenía 26 años y aparentaban lo mismo. Ella siempre fue su amor de niño y ahora no podía creer que por fin la alocada chica sureña le correspondiera.
Poco a poco se fueron conociendo, salieron y finalmente se casaron. El día de su boda, el 2 de Septiembre del 2008 Marcy no se lo podía creer. Estaba teniendo la vida que ella eligió, que sus padres preferían, pero una diminuta carcoma danzaba en el fondo de su mente recordando que todo podía ser diferente con muy poco. La ignoró y siguió con su fantástica vida normal.
Pasaron los años y Marcy fue ascendiendo en el cuerpo de policía hasta entrar en la Unidad Táctica de Lago Havasu. Permaneció ahí tres duros años pero tuvo que dejarlo porque se quedó embarazada y quería ver crecer a su pequeña.
Le preocupaba también que su anormal fisiología supusiera un problema pero su niña nació sana y feliz. Una mañana Marcy se vio su primera arruga. Había aparecido de repente. Seguía sin aparentar los 47 años que tenía o los 34 de Tyler pero había aparecido de repente que la chica pensó que tal vez todo se había normalizado. Efectivamente, desde que tuvo a su bebé, Marcy fue incapaz de volver a atravesar el espejo.
No le importaba. Envejecería pero era feliz. Había vivido una vida plena que nadie más podría comprender.
No sería especial pero eso le libraría de esa guerra de inmortales de la que una vez le hablaron.
Ya no podía atravesar el espejo pero tampoco nadie podría llegar hasta ella
No podía escapar de la vida. Estaba condenada a vivir con un trabajo que amaba, un marido que adoraba y una hija que lo era todo en su vida.
Todo cambió aquel Septiembre del 2013
La pequeña Alice tenía 3 años y medio y su padre la había llevado al médico porque le preocupaba que tenía algo de fiebre. Marcy le había llamado dos veces desde su turno de guardia para saber si la niña estaba mejor pero Tyler le tranquilizó y le dijo que lo dejara en sus manos. Y si Tyler, que trabajaba desde casa y se ocupaba siempre de los cuidados de la niña y era tan hipocondriaco para llevarle siempre al médico ante el menor problema, le decía que no hacía falta que viniera, Marcy siguió con la vigilancia policial de aquellos allanamientos de morada que estaban sembrando la alarma en las granjas cercanas en los últimos días
Pero en cuanto regresó por la noche supo que algo iba mal. El coche de Tyler no estaba así que temió que la niña hubiera sido ingresada. Llamó al pediatra y cuando le dijo que Tyler no había ido con la niña empezó a alarmarse. Algo empezó a sonar en su cabeza como si un puzzle se estuviera montando a toda velocidad
- Disculpe Dr. Sturman, pero como había ido otras veces pensé que..
- ¿Otras veces? ¡Marcy, no veo a Alice desde la vacuna de los dos años! Tal vez haya ido al hospital del condado per aquí...
NO. Colgó. Tyler siempre le contaba de sus visitas al doctor. ¿Por qué mentiría ese afable señor? La otra posibilidad era aún más aterradora pero, sorprendentemente, su cabeza no podía descartarla. ¿Y si Tyler había mentido? ¿Todo este tiempo? ¿Por qué...? De un fogonazo aparecieron esos archivos ocultos en la computadora de su marido y esas excusas absurdas que a veces ponía acerca de su trabajo. Alguna vez sospechó que tal vez Tyler estuviera viendo a otra pero su amor era tan sincero y su miedo a perderla era auténtico...
Sin saber qué hacer cogió el coche. Sabía la contraseña del busca de Tyler y si no lo había apagado tal vez pudiera localizarlo por satélite... Bingo. Su coche estaba aparcado en la curva que da al pantano Ryke. Desde luego no estaba en ruta de la consulta del médico. Condujo a toda velocidad pensando que desde allí podría obtener alguna pista de su marido y de su hija. Lo que no se esperaba es encontrar el coche tiroteado y toda aquella sangre sobre aquel cuerpo.
Contuvo la respiración hasta que se confirmó su miedo. Era Tyler en el asiento delantero. Dos balas le habían perforado el pulmón y el estómago y sangraba mucho. Gritó llamando a Alice pero su hija no estaba allí. Entre el terror sintió alivio de pensar que no estuviera en el coche en ese momento. Luego volvió a Tyler y no pudo contener el llanto. Él respondió. Estaba vivo.
- Lo siento, Marcy, lo siento tanto... me engañaron... dijeron que sería la solución, me engañaron.
- ¿Dónde está Alice, Tyler? ¿Quién te engañó? ¡¿Dónde está mi niña?
- Se la han llevado... Los Correctores. Dijeron que sería la solución, que sólo serían unas pruebas médicas...
La mirada de Tyler se perdía y Marcy lo arrastró hasta su coche mientras conducía a toda velocidad al hospital. En el camino Tyler sólo repetía una palabra: Trémulo3.
El Dr. Wright ya la esperaba con todo el equipo de quirófano preparado para atenderle. Allí lo dejó sin poder dar más explicaciones a su hermano por el momento, aunque sabía que podía confiar en él. Ella volvió rápida a casa. Todo le parecía irreal. Una pesadilla. Abrió el ordenador de su marido y metió aquella palabra como clave, acertando que era eso lo que trataba de confesarle Tyler.
Cuando acabó al amanecer de leer aquellos archivos, vomitó sin parar. La rabia y el miedo le habían hecho enfermar. En aquellos documentos se narraba el intercambio de información entre Tyler y una especie de Organización llamada Los Correctores cuyo objetivo era erradicar la presencia de mythos en la humanidad, a los que describían como una amenaza. Tenían varias sedes paragubernamentales en todo el mundo y medios para lograr tal despropósito. Tyler la nombraba como "una enferma que se curó de ese poder" y la proponía de modelo a seguir para otros "seres", como si ni siquiera fueran humanos. La Organización le había hecho ver que aunque ella se había vuelto normal, su hija aún podía tener los genes que la convirtieran en un monstruo y que debían tomar análisis de ella para ayudarles a ser una familia americana feliz. Y entre todas aquellas dudas y mentiras y acuerdos y citas secretas para coger muestras de su pequeña, fue apareciendo el verdadero motivo por el cuál Tyler había traicionado todo cuanto amaba: El miedo a quedarse sólo. A que su mujer no envejeciera nunca y su hija tampoco. A ser un viejo desplazado por unos seres más perfectos que él. Aquellos Correctores habían sabido identificar bien su miedo y alentarlo para ir ganándose la confianza...
En el último correo planteaban un último encuentro para darle a la niña "la vacuna". Tyler debía estar muy ciego para no darse cuenta que todo aquello olía a emboscada. Ahora su marido estaba medio muerto y su hija desaparecida.
Al día siguiente Anthony le contó que había logrado salvar la vida a su marido. No pudo alegrarse. Le habían inducido un coma durante unos días y su vida aún peligraba. Marcy le contó a su hermano todo.
- Una vez nos contaste que había otros como tú, Marcy, ¿no podrías solicitar su ayuda
- Siempre huí de ellos. No sé cuál es su bando, ni sé cómo contactarles... Mierda, mierda, yo sólo quería llevar una vida normal... Mi niña, mi niña...
- Entonces hagamos las cosas normales, hermana, llamemos a la policía, denunciemos la desaparición, vamos, no estás sola. Encontraremos a Alice
Marcy le hizo caso. No dijo nada de la Organización de momento, pero sí de la desaparición de la pequeña. Todo el pueblo organizó una redada y Marcy tenía que estar presente aunque ella sabía que jamás la encontrarían por los alrededores. Un extraño fulgor apareció en el espejo retrovisor cuando volvía a casa. Una sensación familia que hacía tiempo no tenía.
Al atardecer llamó a Anthony para preguntar si Tyler seguía estable
- Sí, pero escucha... Creo que alguien vigila su cama. Voy a trasladarle al County bajo otro nombre. Y tú deberías irte de casa, Marcy... Si os están buscando te encontrarán en seguida
Marcy no podía abandonar el pueblo pero su hermano tenía razón. Debía dejarse de guiar por el dolor y empezar a usar su lógica de policía. Todos aquellos documentos, la casa... Si tenían a la niña a ella no la necesitaban con vida. Podía estar en peligro... Fue hacia un espejo y lo tocó. Casi pudo notar como lo atravesaba. Su poder estaba volviendo... Pero aún era pronto. Necesitaba algo más de tiempo.
No lo tenía. Un coche se detuvo frente a su puerta. Jamás lo había visto. De él salió un forastero de aspecto sospechoso. Marcy cogió su pistola. Si venía a matarla vería que no estaba indefensa. Tal vez fuera su oportunidad de obtener respuestas.
Continuamos en la escena de juego que tienes abierta: El rastro.
Todos los mensajes que pongas, sólo para el director.