Dicen que a veces el mytho que algunos humanos albergan, de cuya energía surge la inmortalidad y un poder distinto en cada uno, ya llama al corazón de los hombres antes incluso de manifestarse.
Tal vez ese fuera el origen del amor de Michael Arrow por las rocas.
Claro que esa afinidad por las piedras y las estructuras rocosas no podía traducirse en una vocación arqueológica o de joyero si se nace a principios de siglo en una Irlanda hambrienta y convulsa. En el caso de Michael y sus hermanos o se era granjero o se era minero. Y esto último, además de la manera en que tenía de poder traer algo de dinero a casa no despertaba en él ni miedo ni angustia como a los otros habitantes de Navan. Tras las duras jornadas que hacía con apenas quince años, le gustaba quedarse en la soledad de las grutas. Se sentía arropado y protegido rodeado del zinc, el cuarzo y el resto de piedras que sustentaban aquellas cavernas y su vida.
Cuando la mina cerró a finales de los años treinta y la familia de nuevo se vio en apuros, Michael no se lo pensó dos veces para embarcar junto a otro de sus hermanos hacia Canadá, donde una nueva fiebre del oro en las montañas estaba atrayendo a gente de Europa. Otros de sus hermanos decidieron quedarse: El futuro, decían, estaban en la futura independencia de Irlanda. Había que luchar. Pero Michael jamás fue combativo. Tampoco era dado a odiar a la gente y su sonrisa tranquila siempre era un bálsamo para todos. Su madre iba a echar de menos su forma alegre de ver siempre las cosas. Pero el ansia de seguir explorando el corazón de aquellas montañas que le contaban que eran gloriosas, pudo más que seguir junto a su familia, así que junto a Kylian marchó al otro lado del Atlántico.
Si bien las montañas eran gloriosas, las condiciones de trabajo resultaron ser un infierno. El oro estaba desapareciendo y los capataces no hacían sino incrementar las horas de picar para extraer todo lo que pudieran. Al año de tener la espalda molida y los pulmones negros Kylian dejó el puesto y se mudó a la ciudad, donde esperaba poder buscarse otra vida. "Mis huesos se pudren y mi piel se arruga, pero tú permaneces igual de joven que siempre, hermano, tal vez esta vida es para ti, pero no para mí".
La noche en que la montaña explotó y Michael Arrow fue enterrado dos veces, fue cuando las oyó hablar por primera vez: "Sal... peligro... sal... destrucción" las oyó decir. Michael estaba demasiado maravillado para salir corriendo. De nuevo su instinto de supervivencia falló. Y la mina explotó. Once trabajadores murieron, incluyendo él, del que no pudieron ni encontrar el cuerpo pero aún así le firmaron el acta de defunción para que su familia en Irlanda pudiesen rezar por su alma. Era el 4 de Marzo de 1942.
En el interior de la montaña Michael buscaba pacientemente una salida. No había muerto. La explosión destrozó su ropa, sí, pero no su cuerpo. Su piel se había transformado en roca. No en una piedra basta, sino en un cuarzo sucio, grumoso, pero invulnerable. Y sus brazos levantaban rocas que ni las poleas con motor hubiesen sido capaces de mover. Así, en un par de días, llegó al pueblo y a la taberna y se presentó al patrón reclamando su jornal.
En la taberna pronto se sucedieron los desmayos y los gritos. Aquel fantasma de piedra con la forma de Michael reclamaba su dinero. Dicen que el dueño de la mina abandonó el país y dejó todo el dinero a los mineros tras aquella aparición. Pero si bien todos se alegraron de la vuelta al mundo de los vivos, pronto los rumores de brujería se desataron en toda la frontera sur canadiense. No importaba que su cuerpo hubiese vuelto de nuevo a su forma habitual. En las siguientes semanas habían visto lo que había sido capaz de hacer. Un hombre borracho hasta le disparó y las balas rebotaron contra su forma pétrea. Michael no parecía tan fascinado por aquello tanto como por su don de hablar con las piedras, pero aquello no hizo sino reafirmar que aquel chico irlandés era hijo del Diablo y merecía morir. Tras quemar su casa y cogerle se dispusieron a prenderle fuego. Michael se defendió y sin poder controlar su fuerza, en el forcejeo mató a dos hombres con solo empujarles fuertemente. La gente corría asustada y el dolor del joven era tan real como si alguna vez hubiesen tenido alguna posibilidad real de herirle porque. ¿qué había hecho él para que pudieran odiarle tanto?
Sin saber a donde ir, abandonó el pueblo. Las piedras del camino parecían indicarle una ruta y al seguirla entendió que no estaba sólo en este mundo: Un viejo indio que vivía en una cabaña fue el primero que le contó que él no era un humano más, era un mytho, un ser que no envejecía y que poseía un don. Castor de Aire le enseñó a controlar su poder y a estar en paz con su espíritu. A entender que podía sentirse hermanado con las grandes fuerzas del universo y a aprender a ser feliz en el proceso.
Estuvo con su mentor hasta aproximadamente el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Europa estaba siendo atacada. Probablemente muchos de sus familiares habían muerto pero sentía que debía hacer algo por su linaje. No tenía instinto de lucha, aunque Castor de Aire le enseñó que su poder le convertía en un poderoso guerrero, pero algo tendría que hacer
"Esa no es la verdadera guerra, Michael, si de verdad quieres servir al Bien hay una batalla aún mayor librándose. Algunos eligieron proteger a los hombres y otros dominarles. Nada haría más feliz al Consejo que contar contigo"
Castor de Aire le habló de Nuevo Olimpo. Un sitio mítico donde decenas como él vivían formando una comunidad al servicio de la humanidad... y escarbado en el corazón de una montaña.
Michael Arrow sabía que su destino estaba unido al de aquel lugar. Castor de Aire no viajaría con él. Su sitio estaba allí, como Guardián de las Puertas, así que tuvo que despedirse de él tras agradecerle que le ayudase a entender su don tanto como entendía a las piedras.
Casi medio siglo estuvo Michael en Nuevo Olimpo. Allí, en esa ciudad secreta de marfil, en el corazón de los Andes conoció a sus hermanos: A Sukio, que gobernaba desde hacía siglos el Senado, donde decidían cómo luchar contra La Sombra y su Ejército de Tinieblas, a Midas, que también entendía su pasión por las piedras, a Proctor, a Wondra... Le acogieron y le dieron un trabajo acorde con sus cualidades, como Vigilante de los Túneles. Aunque eso le hacía estar solo mucho tiempo, los años le hicieron ser muy querido entre los suyos. De entre todos destacaba su amistad con Antares y Atenea: Una pareja enamorada que a menudo buscaban su complicidad para explorar las montañas. Él las iluminaba con su poder de luz y ella convocaba fuego para alumbrarles y jugar y contar historias eternas. Nunca quiso participar en las reuniones del Senado aunque en más de una ocasión aceptó alguna misión para luchar contra el lado oscuro. Su forma petrea era cada vez más dura y pulida. También más bella, asemejándose al cuarzo blanco.
El día que Nuevo Olimpo fue destruido no pudo luchar. Tampoco la montaña le avisó de la gran emboscada que El Ejército de Tinieblas lanzó sobre sus rivales.
Michael fue de los primeros en caer a traición y por la espalda. Un dolor intenso en su nuca penetró su piel de cuarzo y le hizo desmayarse. Cuando despertó lo hizo en las mazmorras prisionero.
"Los Pastores de Ovejas habéis sido vencidos por La Sombra. Has tenido suerte de sobrevivir a la Masacre porque tu mytho nos es de utilidad". Durante los años que estuvo allí prisionero nunca quiso creer aquellas palabras pero le resultaba difícil siquiera pensar. Un collar paralizante que se enhebraba con su cerebro y su columna vertebral dominaba sus actos y le hacía cobaya de los más crueles experimentos bajo tierra. A veces no tenía conciencia de lo que había pasado en meses. En parte era un alivio para sobrellevar las torturas y el cautiverio pero Michael notaba que cada vez que experimentaban con él, su poder sufría. Como si quisieran robarle su don, extirpándole aquella comunión sagrada... poco a poco las piedras fueron silenciándose. Hasta que dejó de oírlas todas. Jamás Michael se sintió tan solo.
Temió acabar perdiendo su sonrisa por primera vez en la vida pero poco después de aquello llegó su permiso. Sin entender qué estaba pasando Michael fue izado de nuevo al exterior. Allí le aguardaba Próctor y creyó entender que se había producido un intercambio de prisioneros: La vida de un tal Cambiahuesos por la suya.
Proctor le habló en el avión de regreso a los Estados Unidos. Allí, a cientos de metros de tener los pies sobre la tierra, le dijo las devastadoras noticias:
- Sukio murió en el ataque. Hefestion ha asumido el puesto. La mitad de los nuestros cayeron aquel día. Ha cesado la batalla a campo abierto con La Sombra por la existencia de una nueva amenaza... lo que tampoco es tranquilizador. Sin embargo hay esperanzas Michael, en estos años hemos descubierto que...
Michael interrumpió. Pero siempre se enorgullecerá de que aquel día preguntara primero por sus amigos antes que por la Montaña. Pese a todo lo que le había pasado en este siglo no había dejado de ser un humano. Una persona solitaria y tranquila que hablaba con las piedras, sí, pero también un hombre que amaba a sus amigos y sería capaz de sacrificar su vida por ellos. Pero Proctor tenía malas noticias
- Atenea ha muerto. Antares no lo ha soportado y nos ha abandonado. Y Nuevo Olimpo ha sido destruido. Nos hemos reagrupado en la isla de Kensei: Santuario"
- No sé si puedo volver allí. No sé cuál es mi casa ya... He perdido a mis amigos, parte de mi poder y estoy confuso, Proctor
- Sí, tal vez no es el mejor momento para que vuelvas, Michael, has pasado por muchas cosas y tal vez sería bueno que buscaras de nuevo algo que diera sentido a tu vida. Cuando aterricemos te daré dinero. Compra unos terrenos. Tal vez cerca de las montañas. Estaremos en contacto.
A Michael le sorprendió cómo el Consejo había encajado sus dudas en volver. Casi como si lo prefirieran de antemano. ¿Sin su don de relacionarse con las rocas y sólo su superfuerza e invulnerabilidad ya no era de ayuda? ¿Pensaban que su mente había enloquecido durante todos esos años de cautiverio o...? ¿O tal vez le culpaban de no haber visto venir el ataque contra Nuevo Olimpo?
Sonriendo agradecido, como siempre, Michael se dio la vuelta dispuesto a empezar una nueva vida. Había sido un minero. Un luchador. Un miembro de un Clan. Más de cien años después de su nacimiento tenía que volver a empezar una vida.
Eligió el desierto de Mojave en Arizona: El estado más llano de los Estados Unidos. No podría soportar no poder volver a escuchar nunca a las piedras. También pensaba, esperanzado, que tal vez no hiciera falta.
Su corazón ya era el de una montaña.
No habían pasado ni dos días desde que se había instalado. En medio del salón lleno de cajas de muebles a montar la figura de Julius Proctor se materializó
- Golem... Michael... Siento la intromisión, pero ha sucedido algo. Te necesitamos.
- ¿Queréis que vaya a Santuario? - dijo Michael algo provocadoa
- No... precisamente que no estés aquí hace que tu papel sea indispensable. A ochenta y dos millas de aquí, en el número 4 de Torchwood en Lago Havasu vive una mujer: Marcy Wright. Su hija fue secuestrada hace dos días y hemos confirmado que ha sido por Los Correctores. Ahora ella está en peligro y esta misma noche planean un ataque a esa residencia. Tienes que ir allí y ayudarla. Cuando estés en un lugar seguro y a salvo vuelve a invocar tu talismán de comunicación y os explicaré en detalle. Date prisa.
- ¿Cómo sabíais que está en peligro? ¿Es Marcy uno de los nuestros? ¿Por qué...
- Su caso se ha cruzado con otro que lleva semanas teniendonos en vilo a todo el Consejo. Ya te lo contaré más tarde. Marcy nunca quiso unirse a nuestra causa. Por eso es vital que te ganes su confianza para que puedas ayudarla. Durante un tiempo no ha tenido poderes pero su energía ha vuelto a manifestarse...
Michael mira el reloj cuando la forma astral de Próctor se desvanece. Si conduce rápido llegará al anochecer allí.
El siguiente post ya en la escena de acción. Siempre en privado para el director.
Como ves cambié el final de la historia de "Iowa" al Desierto de Mojave, que tuve un pequeño desliz geográfico.