Partida Rol por web

No parecía tener intenciones hostiles, aun así, sin dejar de apuntarla con la escopeta, salió poco a poco de su cobertura.

Tras su palabras, bajó el arma, sin dejar de tenerla aprestada. Miró de reojo a su vehículo,el eje delantero estaba destrozado por el golpe contra el bordillo de la acera, el palier doblado, seguramente… Esa noche ya había hecho todo el servicio que tenía que hacer.

Miró hacia el coche de la "novia": un SUV, algo más pequeño que su todoterreno, pero podría servir igualmente. Con eso se había ahorrado el tener que robar un coche.

Por mucho que todo estuviera permitido, sabía que era una putada si, por la mañana, sin haberle hecho nada a nadie, tu coche había desaparecido… Asi que mejor si podía evitarlo.

Ella se había estado entrenando, lo que denotaba que tenía un objetivo, no era una loca más (aunque de eso no estaba exenta tampoco) que salía por la noche a pegar tiros a diestro y siniestro. Y, aunque hubiera podido salir de esa situación por sí mismo, se sentía en deuda. Si hasta le ofrecía llevarle. Estaba claro que tendría un coste, por supuesto…

Pero una vez finalizado el asunto con Candy… ¿Por qué no?

-Ok, está bien... Podemos ayudarnos mutuamente. - Relajó un poco su postura. - Como te dije donde Jessie, tengo un asunto que resolver. - Abrió la puerta y cogió el móvil de Colton y el pequeño paquetito de la guantera, luego la mochila con sus cosas, y el machete, que enfundó en su vaina a la cadera. - Luego puedo ayudarte a buscar a tu presa.- 

Abrió el maletero del todoterreno, comprobó las ataduras y mordazas del chófer y lo sacó de un tirón. Bajo la máscara, arrugó la nariz. El olor del miedo impregnaba los pantalones del hombre. Pero él se lo había buscado.

Cogió al chófer del hombro y lo hizo caminar delante suyo, así le controlaba y, a la vez, tenía un escudo humano frente a una posible reacción de la chica. Lo hacía sin pensar, la fuerza de la costumbre, deformación profesional, a esas alturas, qué más daba.

-Tengo que recoger a unos amigos en Central Park e ir a la Feria de la Carne- sacudió un poco al chófer, mostrando la razón por la que irían allí. - Si eso te supone algún inconveniente, no hay problema, cada uno por subcamino y listo. -

Se detuvo a unos cuantos metros, esperando su respuesta.

Mi perseguidor se toma su tiempo para responder, pero cuando lo hacce sonrío aún mas que antes y doy un pequeño saltito de emoción. Esto es como una despedida de soltera!! 

- Sí claro. Todos tenemos asunto que resolver y yo aun no se por donde empezar asi que soy tooooda tuya por el momento. - me quedo mirando cómo coge sus cosas del coche y empiezo a quitar las mias del asiento del copiloto para dejarle hueco. Aunque la escopeta se quedará entre las piernas por si acaso. Suelto un pequeño chillido ahogado y le miro sorprendida - ¿Me vas a ayudar?! ¡Ay, si es que eres un cielo! 

Aun sonriente, dejo que traiga a quien sea que lleva atado y estoy por sentarme otra vez en el coche cuando habla de más amigos. Quién había dicho que lo iba a pasar mal esta noche??? Si esto es una fiesta! 

- ¡¡Nooo nononono!! ¡Ningún problema! Cuantos mas mejor. Nos vamos de feria por Manhattan! - ahora sí me meto al coche y le hago un gesto de que abra el maletero en cuanto consigo desbloquearlo - Ah, sí. Tendrás un nombre, no? No quiero estarte llamando Perseguidor toda la noche, a lo mejor llega otro y me confundo... Yo soy Wendy, por cierto. Como la de Peter Pan. - sonrío, levantando la mirada - Era una de mis ideas para la boda pero... Tshhhh no funcionó. - me encojo de hombros. Tendré que pensar algo bonito para hoy.

Otro zumbido de vibración avisando que John Doe tenia mensaje nuevo en el móvil. Al mirar la pantalla vió que era un audio de Candy*.

"Tiro para la feria, así que si estas viniendo para aquí date la vuelta. Nos vemos luego" Sonaba natural y tranquila aunque había algunos sollozos amortiguados de fondo y una respiración pesada y fuerte que no parecia ser la suya tampoco.

De repente, tras tanto tiempo en silencio, la megafonia vuelve a abrirse dejando percibir la alegre y divertida voz de otra mujer.

Entusiasmo desmedido… como si pensara que estaban de fiesta. En fin, cosas más raras había visto. Esperaba que no fuera todo un error. 

Cuando le hizo señal de abrir el maletero, tiró dentro al chófer y, llevándose un dedo hacia la máscara, donde debería estar su boca, le indicó que guardara silencio.

Tras cerrarlo, se dirigió hacia el cadáver de la tiradora, buscó munición y cualquier cosa que pudiera ser útil. Recogió el fusil de asalto, no podía dejarlo alí, era un recurso valioso, aunque en realidad no fuera de su estilo.

Escuchó el mensaje de Candy mientras volvía al coche, había que dirigirse directamente hacia la Feria de la Carne. Por lo menos el espacio en el coche ya no sería un problema.

Se colocó junto a la puerta del copiloto. - John - dijo escuetamente. Abrió la trasera y se colocó en el asiento trasero, dejando el machete  a los pies.

Una vez cerró la puerta se escuchó el mensaje por megafonía. Rememoró varias ocasiones en las que había estado a uno y otro lado… Por eso prefería actuar en solitario, salvo en contadas ocasiones, como con Candy, pero la deuda mutua que tenían validaba esa confianza.

Miró a Wendy a través del reflejo del retrovisor. Seguro que el haberse sentado atrás le pareció, cuanto menos, sospechoso. Pero era una simple solución táctica, así que prefirió aclarárselo para despejar dudas: - desde aquí puedo disparar hacia ambos lados si hiciera falta. -se acomodó en el asiento, mientras preparaba el fusil de asalto y se ataba el cinturón de seguridad - no creo que te gustase tener un cañón disparando a dos centímetros de tu cara, eso te dificultaría la conducción -

Colocó el rifle apuntando hacia el lado derecho y la escopeta hacia el izquierdo. Aunque tuviera que cambiar de arma, eso resultaba más sencillo que tener que girarla dentro del vehículo. - Iremos directos a la Feria de la Carne, te iré guiando si no sabes dónde es...-

Le hizo una seña con el dedo. - ...y ojo con esa escopeta, ahí te puede molestar, con la falda y todo. No te preocupes por las armas, concéntrate en conducir...- no quería sufrir otro accidente, demasiados retrasos había tenido ya.

Me voy sentando en el asietno del conductor, dejando que mi nuevo compañero cargue todo lo que quiera en el maletero y robe lo que le apetezca. Yo de momento voy bien servida. Escucho sin decir nada el mensaje de su compañera, que parece que tambien se lo estaba pasando muy bien y al final le sonrío cuando se sienta atrás.

- Pues encantada, John... - hago una pausa al escuchar el mensaje de megafonía y me giro a John, sin hacerle mucho caso al mensaje - No, no me hace mucha ilusión tener un cañón tan cerca de la cara... Y tranquilo, creo que eres suficientemente listo como para no dispararme mientras conduzco. Que no será lo mismo que morir por un tiro, pero los accidentes de coche son... fuertes. Pero ve diciendo por donde hay que ir, venga. - me encojo de hombros y me giro al frente cuando señala la escopeta. Suelto un suspiro y la dejo en el asiento del copiloto - Bueeeeeeno. Pero el vestido no me lo voy a quitar aunque moleste, asi que no insistas. Que acabamos de conocernos, jiji. 

Suelto una risita tonta y me acomodo en el asiento, mientras piso fuerte el acelerador, siguiendo las indicaciones hacia la Feria de la Carne. 

El motor arranca con un rugido y dejando una pequeña estela de humo negro que no tiene buena pinta. Por suerte, parece calmarse en cuanto el coche se adapta a la velocidad que le mete Wendy.

Sandy le dedicó una última y críptica sonrisa no respondiendo a su pregunta.

Tendrás que ir a la Sinagoga de Lower para averiguarlo.

Entonces arrancó en dirección a Chelsea arrastrando el saco por el asfalto.

Se había hecho la dura, pero en realidad le dolía horrores. Solo que antes de poder ir a que le curasen, tenía que acabar lo que había empezado. Además, se descubrió a sí misma queriendo reencontrarse con aquél hombre. No eran unas ganas locas, pero sí algo que le parecía agradable que sucediese.

Mientras condujo por las calles de Chelsea se mantuvo alerta. En un día como aquel había que estar con mil ojos: Había que vigilar el asfalto delate de tu camino buscando el reflejo metálico de bandas de clavos o las líneas negras horizontales sobre la calzada de bandas no metálicas, había que utilizar los retrovisores mucho más frecuentemente de lo habitual, no solo para evitar perder la carga con la fricción contra la tela del saco (o al menos enterarse si eso llegaba a ocurrir), sino también para evitar sorpresas, había que conducir separada un par de metros mínimo de la hilera de coches aparcados junto a la acera y mantenerse alerta a aquellos más grandes detrás de los cuales podia acechar una amenaza...

Pero a cambio, se podía correr como el viento. La moto era rápida pero, sobre todo, ágil. Respondía rápido y permitía escabullirse por caminos angostos cuando era necesario y también alcanzar grandes velocidades cuando el camino era despejado o convenía salir por piernas. En cuanto al saco... en otras ocasiones había llegado a perder la carga, pero nunca muy rápido. Casi siempre daba tiempo de sobra a que el hombre que estuviese en el interior pagase sobradamente por sus acciones. Otras veces llegaban muertos a destino por los golpes constantes y los saltos. Realmente eso era lo mejor de aquella técnica y es que calculaba que no más de un 40% de las veces tenía que hacerse cargo de un hombre todavía vivo cuando llegase a la nave. En el caso concreto que les aplicaba hoy, el recorrido hasta China Town no era pequeño, así que Sandy contaba con que lo más probable era que perdiese la carga o que al llegar ya estuviera muerto por las contusiones.

El caos y el descontrol había tomados las aceras y las carreteras de la ciudad. En algunos edificios también se podían oir llantos y gritos e incluso el sonido de alguna bala, pero ninguna cercana.

El bulto había despertado y aullaba de dolor de forma intermiente, como si recobrara la consciencia para volver a perderla al poco. Quizás por los dardos, quizás por los golpes en la cabeza, o tal vez por el dolor. Comenzaba a oler a quemado. A la tela de tu saco más bien, pero de momento no había peligro, y seguías viajando veloz a lomos de tu moto por Garment District.

Pasaste al lado de una boca de metro y te llamó la atención que la reja que la dejaba sellada por las noches, parecia tener un boquete del tamaño de una persona.

Era inevitable que no llamara tu atención. En uno de los escapartes destrozados de la calle por la que circulabas había un maniquí con una preciosa chaqueta plateada. Te fijaste mejor y pudiste ver que parecia estar fabricada con diminutas anillas metálicas. Seguramente pesaria algo más que una chaqueta normal pero también podría resistir otras cosas....

Desde la moto y oscurecido por la visera del casco, Sandy podía ver su entorno. Sabía que los peligros podían acechar detrás de cualquier esquina, así que era necesario andar con los ojos bien abiertos.

Seguía preocupada por las bandas de clavos, sobre todo si estaban pintadas de negro, porque podían suponer un obstáculo fatal para un motorista que circulase a gran velocidad, no solo por la caída, que seguro sería aparatosa, sino por lo que vendría después cuando el propietario de la banda de clavos acudiese a ver a su presa.

Aun así, también tenía ojos para su entorno. Comercios con las lunas destrozadas, cajeros incendiados e incluso una boca de metro asaltada. Reprimió un escalofrío al verla por lo que pudiera esconder y quiso alejarse de allí.

De pronto, el destello de los faros al tomar una curva se reflejó en una silueta erguida le llamó la atención desde un escaparate destrozado. Se puso en lo peor antes de ver que realmente se trataba de un maniquí. Lo que le había hecho refulgir con los faros era una cazadora blanca de aspecto como de cuero, pero aquel brillo reflejado le hablaba de metal en lugar de cuero. Lo comprendió rápidamente, aquella prenda podría ser la mejor amiga de una mujer en un día como aquel. Sobre todo si esa mujer tenía la talla XS.

No le gustaba la idea de parar, pero aquella prenda era tentadora y le ayudaría en lo que quedaba de noche. Y también estaba el tema de su "carga".

Resolvió intentar parar, así que antes de hacerlo, redujo velocidad e hizo un barrido minucioso de los alrededores intentando identificar riesgos.

Si se sentía cómoda con lo que veía (o mejor aún, con lo que no veía), detendría el motor frente al escaparate, bajaría de la moto, haría una visita rápida a su carga, le atestaría tres o cuatro puñaladas con el cuchillo en zonas blandas a través del saco (ya se había cansado de carretar con aquel y prefería asegurar que no llegase vivo a su destino) y rápidamente asaltaría el maniquí para llevarse la prenda.

Si todo iba bien, la maniobra completa no debería llevar más de 2 minutos antes de que estuviera de vuelta en su moto acelerando para poner tierra de por medio. 5 si surgía algún imprevisto con la "carga" o con la cazadora blanca. 

Por el contrario, si no se sentía cómoda, ya le podían dar por culo a aquella prenda que, por otro lado, parecía tan funcional como estilosa. 

Tú victima no tenia opción alguna. Encerrada dentro del saco poco podía hacer salvo recibir las puñaladas con quejidos ahogados que se detuvieron de pronto. Peter estaba muerto y ahora solo quedaba saber que ibas a hacer con él. Tú ya tenias pruebas así que el trabajo estaba hecho a espera del cobro.

Un autobus azul con las ventanas pintadas para no dejar ver el interior pasó por tu vera, pero siguió camino, así que cogiste la chaqueta. De tu talla, sin duda. Sentiste un aguijonazo repentino de dolor, como si la herida te recordara que tenías una cita pendiente...

El caos y el descontrol había tomado las aceras y las carreteras de la ciudad. En algunos edificios también se podían oír llantos y gritos e incluso el sonido de alguna bala, pero ninguna cercana. Por el rabillo del ojo incluso te parece ver a alguien en moto arrastrando un saco por el asfalto. 

Buscando rápidamente con la mirada, encuentras una boca de metro. Tal vez sea tu día de suerte porque en cuanto te acercas a echar un vistazo, te llama la atención que la reja que la dejaba sellada por las noches, parece tener un boquete del tamaño de una persona.

La ciudad estaba exactamente como Rosen esperaba. Nada nuevo ni nada que le interesase. Esta gente podía matar a quien le diese la gana esta noche, y siempre y cuando no se metieran con el, podían hacer lo que quisieran.

Rosen paso a marcha no tan rápida para ser capaz de ver lo que ocurría, pero tampoco tan lento como para que a algún tipo se intentara pasar de listo. En algún punto del camino, encontró una estación de metro con una conveniente apertura. Detuvo el coche lo mas cerca que pudo, salió y bajo para entrar en el metro. El arma preparada.

En el metro sólo están encendidas las luces de emergencia pero no te cuesta mucho bajar con la linterna del móvil. Hay varias rejas echadas por las otras entradas, por lo que solo te queda un camino por el que seguir: Hacia el andén. 

Las luces del interior del túnel del metro iluminan lo justo su interior, algunas parpadeantes y otras formando siniestras sombras en las paredes. Por el momento no parece que haya nadie a la vista.

Al fondo de uno de los túneles te parece ver algo de luz, bastante tenue. Eso sí, ahora que la has visto, también te parece escuchar un ligero murmullo con eco. Obviamente no de un tren, pero si tuvieras que apostar algo dirías que son voces.