Partida Rol por web

Un tanto molesto, rebusque entre los bolsillos del tipo maniatado y en la habitación, con suerte encontraría algo de dinero u objeto para empeñar mas tarde. Pero eso no seria suficiente ni por asomo, así que lo mejor seria buscar un vehículo para moverlo, por eso me asome por la ventana, tras buscar por la habitación. Hallar unas llaves seguramente seria un sueño húmedo para mas adelante, ahora lo importante era ver si en la calle aun quedaba algún vehículo cercano, lo que fuera para llevar ese paquete sin tener que arrastrarlo durante dos horas o de lo contrario tendría que olvidarme de todo esto e ir a por el siguiente.

Torci el gesto, no es que hubiera sido difícil, sorprendentemente era muy fácil matar a una persona e incluso podría decir que se me daba bien, pero no estaba en ese noche para descubrir esa capacidad inútil, necesitaba dinero y rápido.

La chica te asiente y esboza una rápida sonrisa con tu presentación. Por el camino de vuelta, no parece que haya nadie peligroso cerca, pero por si acaso la pareja se mantiene vigilando y andando al trote. Al llegar a la entrada, Zaira saca un bate metálico que llevaba medio escondido bajo la ropa y hace gesto de dártelo, cuando se detiene y recoge la mano, mirándote extrañada. 

- ¿Indicarnos? ¿No vas a entrar con nosotros? - pregunta Zaira, retrocediendo un paso. 

- ¿Cómo sabemos que no es una trampa? - Nick interviene por fin, mirándote seriamente y se lleva la mano a un lado de la chaqueta, seguramente para sacar un arma. 

- Mira, nos da igual si sales a purgar como todo hijo del vecino aunque seas un cura. Pero si no nos acompañas dentro, vamos a tener que buscar otras alternativas... - dice Zaira, intentando calmar la situación. Aunque está claro que no se termina de fiar.

El tipo parece que ha salido con lo puesto. Seguramente vivía cerca y tenía en mente un objetivo fácil como tú, y lo único destacable que encuentras entre sus pertenencias es una HECKLER&KOCH totalmente cargada y unas llaves de casa, pero ninguna parece de coche. En la calle quedan varios coches sin destrozar todavía, algunos bastante cerca de tu edificio. Abrirlos no parece que vaya a ser un problema y con un poco de maña seguro que consigues ponerlos en marcha. 

El tipo es grande, pero consigues bajarlo por las escaleras sin romperle la cabeza. Cuando estás saliendo, ves acercándose por la calle una furgoneta. La furgoneta se para frente a tu edificio y desde el interior te observan unos purgadores vestidos de monjas, iluminadas por neón blanco y con los ojos pintados de negro, sangrantes. Aunque van todas bien armadas, solo una te apunta mientras la otra asoma un poco la cabeza por la ventanilla y te mira de arriba a abajo. 

- La chica... No está muerta. - su voz suena ronca y siseante, pero dejando claro que no es precisamente de una mujer - ¿Dónde está... Zaira?

Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados; y andad en amor, así como también Cristo os amó y se dio a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, como fragante aroma.

Efesios 5:1-2

Me extraño ante su reacción hasta que termino por comprender lo que dicen.

- Yo no "purgo".- escupo la palabra con bastante disgusto.- Y a lo que me refería es que la entrada está escondida y no pienso mostrarla hasta cerciorarme de que no sois un peligro para la gente de dentro. La mayoría son mis feligreses y han venido a mi hogar en busca de santuario. Por supuesto que entraré pues tendré que presentaros y enseñaros donde os podéis quedar. No os voy a obligar a rezar ni hacer algo digno de los que llevan esas máscaras, lo juro por el señor. Pero hay que ser en parte precavido. Por otro lado pensé que teníais prisa, así que decidíos.

Una tercera arma no venia nunca mal y las llaves de una casa nueva, si no tenia familia era ideal para ir mas tarde a hacerle una visita, así que con todo al bolsillo y el capullo, un rato al hombro y otro arrastrándolo pro los pies, salí a la calle en busca del coche mas cercano, pero al parecer la suerte se me acabo en ese mismo momento.

-Estas de caridad no son. -Pensé mientras escuchaba la voz de una y la otra me apuntaba. -¿Zaira? Ah la chica. Se ha escapado, este cabrón la ha jodido y salido por la ventana. -Busque con la mirada el ultimo punto donde la vi irse y lo señale con cuidado de que no se les escaparan mas balas. -La perdí de vista por allí, iba con un amigo y su mascara esta rota, creo que también cojea, pero les perdí el rastro. -Procuraba hablar lento y claro, por suerte la mascara evitaba versemé sudar.

-Yo me llevaba este cochino a la feria a ver si al menos me dan algo por él.-No entendía como sabían que estaba buscando el mismo objetivo que ellos, pero tenían las armas mas grandes y no pensaba preguntar.

Dicho lo que tenia que decir, me mantuve atento a cualquier movimiento hostil, para salir corriendo o cubrirme con el cuerpo maniatado.

- La mujer del callejón creo que no opinaba lo mismo. - suelta el asiático, sin cortarse un pelo.

- ¡Nick, joder! - le espeta Zaira, dándole un codazo con mala cara. 

La chica se muerde el labio y vuelve a mirar a ambos lados de la calle. A pesar de la máscara y que va armada, la chica te parece que está bastante fuera de lugar, comparada con otros especímenes que sabes que han ido a la Purga. Finalmente, hace un gesto con la mano hacia Nick para que le dé algo y le asiente. Éste te mira fríamente y luego a Zaira y resignado le pasa una pistola de bolsillo. La chica te tiende su bate y la pistola, por el lado del mango, pero con cautela. 

- Tenemos prisa. - confirma finalmente - No hablaremos con nadie si no es necesario. Y... gracias por acogernos, Alexander. 

La chica entra, con su compañero siguiéndole muy de cerca. Ambos esperan a que entres con ellos y que les guíes por esa entrada. Ninguno hace movimiento sospechosos y van siguiendo tus indicaciones. 

El ruido de los gritos sigue en el interior de la parroquia, aunque no sabrías distinguir por qué discuten esta vez. Justo antes de llegar a la salida que lleva a la zona común, te encuentras con la hermana Claire yendo en vuestra dirección, con dos hombres a los lados, acompañándola. Ambos van armados con lo que parecen las herramientas de la iglesia. Los tres abren los ojos sorprendidos al verte y se detienen en seco. 

- ¡Padre Sullivan! Pensábamos... Habíamos oído disparos y... Tardaba mucho en volver... - el hombre que te habla, te explica la situación, con el alivio en la mirada y buscando algún lugar en el que dejar la llave inglesa que lleva, casi avergonzado. 

- ¡Benditos sean los cielos! ¡Pensaba que le había perdido, Padre! - la hermana Claire te mira, con las manos temblando por el nerviosismo, al borde del llanto - Íbamos a salir a buscarle por si acaso... por si acaso le... - la hermana no llega a poder terminar la frase y uno de los hombres tiene que sujetarla, pues por un momento parecía que se iba a desmayar. 

- Todo el mundo estaba preocupado... - continúa explicando el primero. De pronto se detiene y mira con curiosidad a los dos jóvenes - ¿...Y ellos?

La monja que lleva el volante sigue la dirección de tu dedo lentamente. Un largo y grave "hm" sale bajo su máscara deformada, asintiendo. Te vuelve a mirar y se fija en el cadáver que llevas, además de en el coche frente al que estabas. La conductora se gira hacia la de al lado, susurrándole algo y se echa hacia atrás. Sin decir una palabra, la monja del asiento del copiloto asoma su arma por la ventanilla abierta y dispara una ráfaga sobre el coche, reventando buena parte de los cristales pero sin llegar a darte a ti.

- De regalo. - dice la monja con voz grave y una sonrisa torcida, pisando el acelerador y sin dar más explicaciones. El coche de las monjas se pierde por la calle que les has indicado. La buena noticia es que ya no necesitas romper los cristales.

No hay santo como el SEÑOR; en verdad, no hay otro fuera de ti, ni hay roca como nuestro Dios.

Samuel 2:2

Ignoro el comentario del asiático manteniendo mi gesto sereno, que se hiciera las ideas equivocadas que quisiera. Era la única persona que les estaba ofreciendo ayuda y la chica al menos parecía entenderlo. Recojo sus armas y les muestro la entrada.

- No avancéis y seguid mis pasos, no es que haya trampas pero el pasillo es antiguo y podéis resbalaros.- les informo mientras cierro la puerta desde dentro y pongo todos los seguros. Tenía un cubo de basura vacío cerca de la entrada donde deje el bate y las máscaras. La pistola me la guarde haciendo compañía a mi arma debajo de la camisa.

Una vez hecho los preparativos dirijo a los jóvenes hasta la entrada de mi despacho donde me cruzo con una sorpresa. Veo la reacción de la hermana y no consigo llegar a agarrarla cuando parecía que se iba a desmayar por suerte uno de los feligreses que la acompañaba había estado ágil.

- Comprendo, ellos son dos jóvenes que no han tenido la suerte de encontrar refugio. Estaban huyendo y estoy seguro de que no tienen malas intenciones.- aclaro rápidamente para evitar tensiones innecesarias, dicho esto me termino por acercar a la hermana y muevo un sillón para que se siente y se pueda recuperar.- Me enorgullece ver que entre nosotros hay hombres tan valientes para irme a buscar, pero por favor no hagáis ninguna locura. Si no vuelvo es voluntad de dios y hay que aceptarla, por fortuna el señor no ha estimado que haya llegado mi hora y gracias a ello podemos ofrecer santuario a más inocentes.

Instintivamente me cubrí la cabeza con el brazo derecho cuando disparo aquella monja, para entonces ya pensaba que estaba muerto, pero simplemente acabe algo sordo de un oído, cuando termino de reventar la ventana de coche.

-Gracias... supongo -Acerté a pronunciar antes de ver marchar al coche de las monjas y comprender que la caza de personas me quedaba grande frente a grupos tan preparados como ell@s.

Acerque el cuerpo hasta la misma puerta del coche y con el cuello del arma, rompí lo que quedaban de cristales para evitar cortarme estúpidamente antes de abrir la puerta, quitando el seguro y meter al tío en el asiento del copiloto antes de subirme yo, cerrar la puerta tras de mi y buscar la caja de cables, que normalmente estaban bajo el volante.

-Venga coño que no se diga, las reuniones con el pesado de John el grasiento, no pueden haber sido en vano, según el capullo ese... debía buscar los cables de contacto, pelarlos y golpear entre ellos hasta que la chispa haga arrancar el motor... -Repasaba todo aquello, mientras intentaba encender el motor, lo suficientemente inclinado para evitar que se me viera desde fuera.

No llegue a mirar en la guantera o las viseras del coche en busca de unas llaves, porque no creía a nadie tan tonto como para guardar unas copias de las llaves en el propio coche, eso solo pasa en la malas películas, pero desde luego seria mi plan B si no conseguía arrancarlo tal y como pregonaba el mecanizo de mi barrio.

La pareja te sigue en silencio, asintiendo a tus indicaciones y echando un breve vistazo a la puerta. Aún parecen preocupados, pero al menos no tan tensos como fuera de la capilla. Durante el encontronazo con la hermana y los dos hombres, Zaira retrocede un poco para quedarse tras Nick, pero parece que los demás no le dan importancia. De hecho le prestan bastante más atención a la hermana Claire, que se sienta con tus indicaciones. Apenas se ha sentado, te toma la mano entre las suyas, llevándosela a la frente y susurrando algo. 

- La hermana Claire insistió pero se la veía muy preocupada. Y como Jenkins y Julie habían empezado a discutir de nuevo sobre quién debería ir, pues... - sigue explicando el mayor de los hombres, alzando las cejas un momento - Incluso santificó las herramientas, por si teníamos que defendernos en algún momento... Ya sabe. - se encoge de hombros, como si para ti resultara algo más normal. 

- ¿Y vosotros? ¿Estáis heridos? - pregunta el más joven, acercándose a la pareja. Ambos niegan con la cabeza pero no hablan en ningún momento - Si queréis, hay algunas mantas... Y en cuanto dejen de discutir, ya veréis cómo la gente de aquí es bastante más amable que la de fuera... - hace un gesto para que le sigan hacia la zona común pero los dos se quedan en el sitio, echándote un vistazo rápido, casi esperando tu respuesta. A su vez, la hermana sigue cogiéndote la mano con fuerza y te mira con los ojos enrojecidos por las lágrimas. Tiene esa cara de preocupación de cuando quiere decirte algo importante.

La furgoneta de las monjas se aleja sin responder a tus gracias. John el grasiento te había enseñado bien, pues solo te cuesta unos pocos intentos conseguir arrancar el coche. Está claro que cualquiera que dejase su coche fuera en la noche de la Purga es que no le tenía mucho cariño, pero no tan poco como para dejar también las llaves a mano. Con tu "presa" ya atada y a tu lado de copiloto, aceleras hacia el sur, hacia la Feria de la Carne en East Village. 

Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré.

 

Sonrío al ver tanto a Joseph como a su hijo Matt atender a los extraños como parte de la familia y hago un gesto de afirmación a la pareja.

- No os preocupéis. Os dije que esto era seguro.- espero un momento a que se relajen y se vayan finalmente con los dos hombres quedándome a solas con la hermana.

Una vez a solas me acuclillo para ponerme a su altura y pongo mi mano libre encima de la suya. Me mantengo sereno y sonrío con ternura y comprensión.

- ¿Qué te aflige, hermana? Sabes que estoy aquí para lo que haga falta.- le termino por decir y sin más me mantengo ahí mirándola a los ojos esperando que se libere de la carga que sea que tiene encima.

La pareja te mira una última vez y asiente mientras padre e hijo esperan pacientemente para conducirlos de vuelta al interior. Tras unos segundos, los gritos que se oían de lejos parecen relajarse de pronto, seguramente porque ya les hayan explicado que sigues con vida. En cuanto te quedas a solas con la hermana, la mujer se lanza a abrazarte, de forma bastante poco decorosa. Cuando se aparta, notas que todo su cuerpo está temblando y sigue con los ojos llorosos.

- Gracias al Señor que estás vivo, Alexander. - susurra, rompiendo el protocolo por una vez - Lo he visto... He visto lo que ha pasado fuera... - por suerte para ti, no se fija en la reacción que puedas tener y continúa hablando - La hija de la señora Brown estaba mirando Twitter y su madre le quitó el móvil y me enseñó... L-la Catedral, Alexander. Y el padre Jeremías... - la hermana Claire se lleva las manos a la boca sin poder contener más las lágrimas y niega con la cabeza, nerviosa - Le-le pedí a la señora Brown que no hablase de ello, para m-mantener a todos a salvo... Pero y si... ¿Y...? ¿Y si nos hacen lo mismo? - consigue decir por fin entre hipidos.

Pero el Señor cuida de los que le temen,
de los que esperan en su gran amor.

Salmos 33:18

Me tenso un momento al escucharla.- Tranquilo había varias calles de distancia y como mucho escucho los disparos...

Por suerte se refería a lo de la iglesia y que al parecer lo que había dicho esa loca era cierto. Suspiro y le devuelvo el abrazo intentando reconfortarla, comprendía su miedo y temores. Esta noche era una aberración y simplemente teníamos que seguir con ello.

- Has hecho bien, Claire.- le digo a la hermana con confianza y saltándome también el protocolo.- No podemos dejar que el temor vuelva a recorrer a la gente o esto será un caos. Por suerte, nuestra iglesia no es tan conocida como la de St. Paul, así que no vendrán a quemarla. Por lo demás simplemente tenemos que mantenernos en guardia y a la defensiva. Puedo contar contigo, ¿verdad, hermana?.- termino diciendo separándome de ella y sonriendo con seguridad mientras la agarro por ambos hombros.

Tus palabras parecen aliviar a la hermana Claire, que asiente algo más tranquila a pesar de que puedes ver su preocupación porque alguien decida quemar vuestra pequeña capilla. Se toma unos momentos más con sus manos entre las tuyas y finalmente se incorpora con cuidado, como si hubiera recordado su función.

- Sí, padre, tiene razón... Parece que los demás se han calmado al saber que sigue con vida, pero seguramente quieran verle en persona aunque sea un momento. Por no mencionar que seguramente tengan preguntas sobre los recién llegados... Pero puedo encargarme yo de cuidarlos y responder ante ellos. - añade rápidamente con una pequeña sonrisa. Después mira por el pasillo de la salida secreta y luego a ti, tragando saliva y preocupada - ¿Y... el niño? ¿No le habrá pasado algo malo, verdad?

Tras tanto tiempo en silencio, la megafonia vuelve a abrirse dejando percibir la alegre y divertida voz de una mujer.

"Uo, uo, uo.... Parece que esto se pone intersante... Monstruos disfrazados de caballeros andantes. Acosadoras piradas. Sádicos que se creen médicos... ¿Pero habeis mirado bien al de al lado? ¿De verdad estais seguros que no os van a apuñalar por la espalda? ¿Os fiais de aquellos a quien habeis salvado su patética vida? Bien, bien, bien... Veremos quien rie el último pues.... "

La memoria del justo es bendita, pero el nombre del impío se pudrirá.

Proverbios 10:7

- No lo encontré, se escondió y estuve buscando pero en cambio solo vi a una mujer a la que le di la extremaunción antes de cruzarme con estos jóvenes.- la risa de esa mujer y el como la rechazo aun era un eco en mi cabeza.- O al menos lo intenté, esta noche vuelve a la gente loca. Pero tienes razón, será mejor que vea al resto antes de ver si salgo a buscar al niño otra vez...

Dicho esto me dirijo a la puerta y la abro para que salga ella antes. Actos seguido la acompaño hacia donde estaba todo mi rebaño.

La hermana Claire parece algo más tranquila al saber que al niño no le ha pasado nada por el momento, pero te mira impactada al escuchar lo de la mujer. Se santigua en silencio y asiente con gesto dolido. 

- Es una noche terrible... Hablarán de liberación y todo lo que quieran, pero a mí solo me parece que están dejando que se abran las puertas del Infierno, y cada año más aún. - suspira con un ligero escalofrío - Debemos ser fuertes.

Al ver que te levantas, ella hace lo mismo, recomponiéndose lo mejor que puede, y te agradece con un gesto de cabeza que le sujetes la puerta. Al salir, ves que muchas de las miradas están puestas en los dos jóvenes recién llegados, que se mantienen en un esquina mirando con desconfianza a los demás. En cuanto entras en la capilla en sí, la mayoría de miradas se dirigen hacia ti y oyes suspiros de alivio y algún que otro grito de alegría.

- ¡Padre! ¡El padre Alexander está a salvo! ¡Menos mal que ha vuelto! ¿Qué ha pasado ahí fuera? ¿Dónde está el niño? - tus fieles te miran, esperando alguna respuesta, aunque a muchos parece bastarles que hayas vuelto sin más.