Giorgo se marchó frustrado de allí, había borrado todo vestigio de lágrimas en su rostro, en parte, sus gafas de diseño le ayudaban a parecer más serio y menos afectado. Parecería que todos, incluso el ghoul, tenían infinidud de asuntos que atender, o hacerlo con la mayor de las premuras, porque sólo el hombre calvo y atractivo se quedó entre los asientos, aún en su butaca, quizás asimilando lo acaecido, en silencio...como invisible.
Giorgo, al salir, no saludó a Mark, aunque lo conocía de vista, no en vano, sus señores eran ventrue, y siempre tenían cierto trato. Una de las normas del clan, algo que los demás no tenían porqué respetar o asumir, era que entre ventrue cualquier miembro de la línea de sangre es aceptado y hospedado, incluso cuando no es precisamente algo "bueno", un ventrue de gran posición hospedaría en su dominio a otro aún a riesgo de ver afectada su influencia en la ciudad. A Aquello se le llamaba ser noble, ser noble al estilo ventrue.
Giorgo era civilizado, no obstante, debía de tener la mente en otra parte porque ignoró por completo a Armstrong.
Gianella no saldría mucho más tarde que él. Fuera ya no quedaba nada, y eran escasos los ciudadanos que caminaban por la calle. Apenas había tráfico.
El cielo estaba nublado, como todas aquellas noches lo había estado, amenazando con descargar otra buena cantidad de agua. Había charcos por todas partes, e incluso en una zona como aquella alguna rata se deslizaba, contracorriente, cerca de las bocas de alcantarilla de las callejuelas traseras del teatro y otros edificios cercanos. Era un mundo deplorable.
Mark estaba esperando algo, quizás a Gianella.
Marcaos solo vosotros dos :)
Mark despidió al otro ghoul con un sentido gesto de la cabeza. Realmente sentía lo que le había pasado a su -en cierta manera- compañero, y él mismo había tratado de evitarlo, pero... no había sido posible, o no había sabido hacerlo.
Esperó a Gianella pacientemente, y cuando ésta salió, se colocó bien la americana y la miró, llamando educadamente su atención.
Señorita... ante todo, mi pésame, siento realmente lo de Gerard. ¿Ha de ir a algún lugar? Creo que podríamos hablar algunas cosas...
Le hizo un gesto hacia su coche ...si tiene un rato.
Si accedía, se presentaría y le abriría la puerta, como buen ghoul de galán Ventrue.
Angello se sumergió de lleno en la conversación con Isabel. No dudó en ofrecerle asiento y ser él mismo el que retirase la cómoda silla que sustentaría su peso. La mirada del Brujah siempre estaba clavada en los ojos de la toreador, como si se preparase para ser atacada por aquella vía, o dispuesto a atacar primero de una forma violenta y destructiva, y sin embargo, sigilosa.
Su presencia amenazadora seguía existiendo incluso allí, su cuerpo humano había sido abrazo en un momento de plenitud. Su constitución no tenía nada que envidiarle a la del bestia que había sentado en una de las butacas, aunque éste si tenía que envidiar el estilo del príncipe. Cuidado y dificilmente mejorable.
- Agradezco vuestra preocupación.
Mas siendo, relativamente, una nueva inquilina de nuestra comunidad. ¿Hace ya un año desde la última vez que nos vimos?
Preguntó, quizás haciendose el desmemoriado, pues sabía perfectamente cuando la había conocido.
- Algunas personas, al servicio de los nuestros, no saben distinguir entre lo que les dicta su mente y lo que les susurran las tracioneras palabras de un corazón que ya no es suyo. - Aquello era determinante, achacaba la mala actuación de Mark a una ceguera por el vínculo que le une a su amo y no por la búsqueda de hacerle daño a su imagen.
Creerse intocable (o tener una imagen así) era algo que Angello sabía hacer muy bien.
En sus ojos, no obstante, se veía cierta furia, ya más calmada...seguramente si en vez de Isabel fuera Mark quien estuviese delante, su mirada sería mucho más intensa si cabe, puede que hasta le hubiese roto el cuello de un solo golpe.
- A lo largo de la historia muchos han muerto por menos.
Teneis razón en la mayoría de vuestras preocupaciones, sin embargo, no creo que asuntos como ese deban "quitaros el sueño". Aunque agradezco sus observaciones y que haya venido a compartirlas conmigo.
Es muy amable por su parte.
El sheriff estabaa llí, delante, con los brazos cruzados, mirandolos con cierto recelo.
- En cualquier caso, un error por mi parte podría significar el inicio de una guerra interna. - entonces puso al corriente de la situación actual de la ciudad, casi como un monólogo ensayado. Nada que un cainita con ciertos recursos no supiera.
- He arriesgado mucho con la muerte de Gerard. Pero puedo correr ese riesgo por la Estirpe. - dijo, como si pudiese ser un martir si eso era lo que pedían los cainitas de la ciudad - No puedo propasarme con los ventrue si no quiero que lo que hemos construído con tanto esfuerzo se desmorone, aún así, sigo sus actividades de cerca para evitar, precisamente, un altercado.
En las últimas noches se han oído rumores de un ataque inminente del Sabbat, quizás dentro de una o dos semanas. Aún no estamos preparados, pero he tomado la determinación de proteger las fronteras contratando los servicios de algunos cainitas experimentados.
Louisse se tomó aquello como un insulto, era evidente. Su malestar más que visible se transformó en una mirada hacia otro lado mientras apretaba los labios. Angello le hizo caso omiso.
- No me gusta la guerra. - aclaró - y tampoco me gustaría ser quien les diga a los cainitas que gozan de mi protección que hemos entrado en una.
Sólo necesitamos algo más de tiempo, que las cosas se calmen y hablar con los Giovanni. Otra "familia" que me tiene ligeramente preocupado.
Entonces todo se solucionará y no tendremos que asistir a más juicios de éste tipo, sin duda inspirados por aquellos en contra de la torre.
Sonrió y se llevo la diestra hasta la frente, quizás contrariado.
- Disculpa.
No debería estar aburriendoos con los asuntos del príncipe. - era evidente que necesitaba charla que le estimulase intelectualmente, era raro que no la buscase en su senescal, hasta hoy, nada visible. Y la Sheriff no parecía la cainita indicada para una conversación civilizada.
El haber cambiado de tema no apagó el fuego tras los ojos de Angello, sin duda, aún herido interiormente por la intervención de los ventrue a lo largo de aquellas noches, incluída la impertinencia de uno de sus ghouls.
Había sido terriblemente bondadoso al perdonarle la vida a Giorgo. Pero no tenía más opción si quería evitar la guerra.
Salí del lugar con unos sentimientos contradictorios. Cierto es, que durante el largo tiempo que había intentado pasar desapercibido, oculto en la camarilla como un brujah, había descuidado en gran medida mis investigaciones, llegando tan solo a rascar la superficie de ellos al estudiar tan solo lo tangible, la arcilla y carcasa que sustentaba la perfecta obra que suponía la anatomía humana, sin haber ni tan siquiera tratado de estudiar en ninguna medida la psique que ello encerraba. Esto hacía pues que hubiera muchos comportamientos que se alejaran a mi entendimiento, por lo que me había sorprendido la lealtad y fidelidad que mostró Giorgio ante el ajusticiamiento de su amo. Me pareció un acto noble y sincero, dispuesto a llegar a donde fuera y costase cuanto fuere por salvarle, aunque el final fue inevitable. Tal vez, en un futuro, cuando esto se calmase, pudiera acercarme a él. Tener a alguien así siguiéndote es algo casi imposible de conseguir en estos inciertos tiempo, en los que manda el edonismo y carente de todo tipo de valores.
Una vez fuera, trate de buscar a Angello, puesto que deseaba audiencia con él. Busque por la antesala del teatro, y esperé a que me ofreciera alguna indicación para acercarme ha hablar con él.
-Angello, mi señor.- Dije, golpeando suavemente con el anverso del puño cerrado en mi pecho en forma de respetuoso saludo. -Sabe muy bien, que jamás rehusaría ningún tipo de confrontación, como imagino que vos, pero... en esta ocasión...- Realicé una pausa, como si tratase de buscar las palabras más oportunas para que no pudieran ser mal entendidas. Subí los brazos, con la articulación de mis codos flexionadas a la altura de mi rostro, se dibujaba una figura como de ofrecimiento, para juntar posteriormente las palmas sonando no obstante como una palmada, aunque pareciese que trataba de contener la fuerza. - ¿No cree que en esta ocasión, el castigo pudiera haber sido otro?. Mi opinión en torno a los ghoul es más que sabida, puesto que aunque ellos se crean muy importantes, nos son más que unas miserable marionetas mantenidas por nuestro único beneficio, pero tal vez en esta ocasión... uno obró de tal forma que habría que tenerlo en cuenta.
Realicé una pausa para observarle atentamente, tratando de percibir si oratoria causaba alguna reacción en él, pero pronto tuve que aparta mi mirada de él, por miedo a perderme en su magnetismo.
-Tal vez, si se le hubiera ofrecido otra salida, no habría dado cabida a habladurías como se habían expuesto en torno a que esto era una cacería contra los altivos y pedantes ventrues, ¿no cree?.
Nadie podía negar lo imponente de su figura. Su envergadura ensombrecía la iluminación de las bombillas que dejaba tras él con cada uno de sus lentos movimientos. Desde la desventaja de altura resultaba incluso amenazador.
-Su mal comportamiento no puede deberse a la falta de ejemplo... – Añado cortésmente aludiendo a las buenas maneras del allí presente. Siempre había considerado que las mujeres de la camarilla eran o muy masculinas, como la ahora seria Louise, o unas autenticas fulanas falderas cuyo éxito solo podía achacarse a los ignorantes y vanidosos de sus dirigentes. Por muy bochornoso que resultara debía de interpretar ese papel.
-Quizá pueda hacerle ver sus errores, con vuestro beneplácito, y siempre que ayude a las relaciones cordiales en un futuro. – Era algo que él mismo debía hacer y mi sugerencia podía ahorrarle la molestia de hacerlo personalmente, con la perdida de tiempo que ello implicaba... En realidad pretendía mostrar mi interés en servir de ayuda y forjar una posible coartada...
-¿Un año ya? – exclamo con cinismo. – He estado demasiado ocupada estableciéndome correctamente en la ciudad, lamento no haber podido disfrutar de un mayor tiempo en vuestra compañía. – Sus palabras inspiraban nostalgia, podía parecer que estaba arrepentida de no haber administrado mejor su tiempo. Su mirada se perdía en el tapizado de la alfombra. – Pero espero que haya merecido la pena y ahora pueda recuperar el tiempo perdido siendo de utilidad...
-También veré que puedo hacer por nuestro bien en ese asedio... sería una lástima que esos salvajes inmorales echaran a perder la belleza de ésta ciudad. – mostré mi cara más molesta, como si aquella ciudad se tratase de una sola obra, únicamente digna de las personalidades más exquisitas, algo que nunca soportaría ver destruido. Pero confiada no obstante por sus capacidades.
-No se preocupe, no es ninguna molestia para mí hacer que sus labores sean más livianas. Aunque es seguro que sus fuertes hombros no lo necesiten... – Le sonreí con cuidada picardía, no le conocía demasiado bien como para asegurar la forma en la que aceptaría mis insinuaciones así que no avanzaría tan rápido.
-Ya os informaré si encuentro algo que merezca la pena... – Me incorporé nuevamente apoyando mis manos sobre los brazos del asiento. Tomaría sus datos telefónicos y los de Louise, por si en algún momento no quisiera importunar al Príncipe en persona, o cualquier otra cosa que pudiera servirme para contactar con ellos.
-Agradezco vuestro tiempo... Con vuestro permiso volveré al trabajo.
- No me vendría mal cuanta ayuda sea posible en ese asunto.
Los toreador siempre habeis sabido colmar las espectativas de los ventrue de alguna u otra forma, de modo que desdeñar vuestra ayuda sólo sería una necedad por mi parte.
Aseguró mientras le facilitaba los datos oportunos sobre Louisse y su propio teléfono personal. No todos tenían aquel privilegio, no obstante, era porque no se habían atrevido. El principe era una autoridad, y estar cerca de él, normalmente conllevaba estar bajo seguimiento, o al menos, que alguien esperase algo de ti. En aquellas noches los vástagos eran terriblemente independientes y autosuficientes...el Brujah deseaba cambiar eso, aunque los anarquistas considerasen que lo estaba haciendo del modo incorrecto.
- Os aconsejo que no mencioneis que vais de mi parte si no es extremadamente necesario. Sólo os complicará vuestros esfuerzos.
Le sonrió, ignorando sus declaraciones, aunque no descontento con ellas.
- Esperaré vuestros avances.
Hoy en día, nunca se sabe quien maneja los hilos de las bestias que se agolpan en el exterior. - Angello siempre remarcaba que el peligro estaba fuera, deseando entrar, como si fuese una simple campaña política sobre la seguridad de la comunidad. "Todo está bajo control" ese era el mensaje. ¿En verdad creía que esa era la realidad?
- Ha sido todo un placer recibiros.
Acalló sus lamentos con aquella frase, sinuosa, casi una expresión de lo agradable que había sido la plática con una mujer con estilo.
A estas alturas Louisse estaba a punto de reventar una pared a puñetazos...pero se contuvo.
Al salir del lugar Gianella se detuvo bajo un alero. Había un coche estacionado y reconoció en el hombre de la americana a uno de los espectadores de lo ocurrido al interior del teatro. Se quedó mirándolo un momento, decidiendo en ese lapso de tiempo si habría o no de acceder a acercarse. Parecía amable. Angello también lo parecía cuando pasó junto a ella y sin embargo...
Se encontraba lejos de su edificio de apartamentos. No tenía las llaves, no tenía dinero, no tenía nada. Estaba con lo puesto, todas sus cosas, incluído el carro, debían estar en el pub. Frente a ella había un coche y un potencial chofer que parecía dispuesto a tenderle una mano. No tenía amigos y bien sabía que los necesitaba. ¿Sería él uno de ellos?
-Gracias -dijo admirada de sus palabras-, no creí que nadie estuviera dispuesto a ser amable conmigo, en especial porque parezco ser la responsable, directamente o no, de lo que pasó.
Hechas las presentaciones y ya ambos instalados en el coche, Gianella volvió a hablar.
-Mi coche y mis cosas supongo que estarán todas en el pub de Gerard, tengo que ir por ellas, sin embargo preferiría hacerlo después. En este minuto lo único que deseo es ir a mi apartamento y quitarme todo esto de encima. Darme una ducha y tratar de entender todo lo que ha pasado.
Si él no tenía problema Gianella lo invitaría a pasar y hablarían en su departamento. De lo contrario habría de esperarla para que fueran a otro lugar.
Mark asintió y le abrió la puerta del coche, la del acompañante por supuesto, esperando que Gianella entrase.
Usted guía, señorita. Mi nombre es Mark Armstrong.
Al verla pasar a su lado a sentarse no pudo evitar echarle un vistazo. No como mujer, si no como lo que era ahora. Una conducta confundida y arrepentida aún parece más humana que vampírica.
Mientras conducía hacia el apartamento, le dio algo de charla a la recién Abrazada, tratando de romper el hielo.
Sobre lo que dijo antes... Dejó unos segundos de pausa mientras giraba por una calle. No se sienta culpable. Gerard sabía lo que hacía y a lo que se exponía al hacerlo. Usted se encuentra ahora "dejada caer" en un mundo más diferente de lo que piensa, y ni siquiera es usted la misma.
La miró un momento, y sonrió de forma tranquilizadora.
Nada volverá a ser lo mismo para usted, le guste o no. Devolvió la mirada a la conducción. Sin embargo... puede encontrar formas de hacerlo más llevadero. En cierto modo le comprendo bastante. Se le escapó un gesto con la mano izquierda, señalandose él mismo y a ella, como comparando. Yo también "entré" en este mundillo y supongo que su caso será más duro. Pero antes de que tome decisiones precipitadas debería conocer a Mario Vilanova, el antiguo Príncipe de la ciudad. Es mucho más accesible que cualquier otro, era un gran amigo de Gerard y pertenece a su mismo clan. Desde mi punto de vista, es su elección más lógica para hacerse un hueco entre los otros vampiros.
Me despedí de forma educada sin olvidarme de Louise, a quién no había olvidado incluir en alguno de mis proyectos futuros. Solo esperaba que ni sus muestras de agresividad ni su ansiedad fueran provocadas por mi presencia o todo se complicaría inexplicablemente. Por el contrario si encontraba la forma de canalizar y dirigir esos sentimientos en la misma dirección que mi causa, podía resultar demasiado útil...
Estaba satisfecha con aquel encuentro, aun siendo breve también había sido suficiente por el momento. Tenía mucho que hacer y más aun que pensar, todo ello con la amenaza de un asedio en el tiempo de dos semanas...
Volvería al refugio de Marianna para encontrarme con los pequeñajos, pero de camino no perdería la oportunidad de contactar con Giorgio, si es que aún se encontraba por allí... Tenía el presentimiento de que era la pieza angular de mis maquinaciones y no podía demorar el encuentro en demasía, no obstante, no me importaba tener que posponerlo para la siguientes noches, la prioridad ahora era organizar a la manada.
- Siempre es un alivio que lo hagais hablando.
Ironizó muy sutilmente el príncipe. Angello veía a Alucard como el instigador de los anarquistas Brujah en la ciudad, conocía bien a su grupito, compartían línea de sangre, pero tenían diferentes modos de ver las cosas. Angello había adquirido una perspectiva bastante conservadora, y eso no gustaba. Muchos empezaban a pensar que habían cambiado un tirano por otro, es decir, lo que el ghoul había comentado sin temor alguno a ser reprendido.
Angello aprendía a convivir con ello.
- Aprecio vuestro ánimo de querer enderezar las cosas - pero yo soy el príncipe. O almenos había sonado a algo parecido.
- De todos modos me sorprende que hables así de los humanos que nos ayudan. ¿Marionetas?
¿es qué te estás quedando conmigo? - hasta a Louisse, allí presente, le chirriaron los oídos. Los anarquistas creían en que podía revelarse la naturaleza cainita, que los humanos lo comprenderían y aprenderían a vivir con ello, salvando las diferencias y aceptando que ninguno era superior o inferior, simplemente diferentes, aunque los cainitas tuvieran...numerosas ventajas, y ciertos derechos por ello.
Angello no le dio más importancia, si era una broma...no lo había entendido y si era una crítica supo aceptarla sin más.
- ¿Qué es lo que propones Alucard? Siempre estoy dispuesto a escuchar vuestras opiniones. - dijo calmado mientras colocaba las manos sobre el mueble de su despacho y se inclinab hacia adelante. Podía sentarse si quería.
Conociendole, se mantendía de pie, era más imponente. Angello no tenía ganas de sentarse en ese momento.
- Aunque no muchos estén dispuestos a dar su opinión hoy en día.
¿Sería por miedo a quebrantar alguna de las tradiciones? Angello era más diplomático de lo que parecía. Quizás tuviesen razón, quizás sólo necesitase un lavado de imagen.
Aunque el tratar de igualarse al príncipe, pudiera tomarse como una afrenta, Angello podría llegar a entender que el altivo e irreverente comportamiento que me acompañaban, como hermano de línea de sangre, aunque tampoco trataría de comprobar hasta que punto llegase de comprensión, limitándome tan solo a mantenerme igualmente en pie en la sala, pero sin demasiada osadía.
Manteniendo la mirada, mas no fijamente a los ojos, sino que de forma genérica a su persona, comencé a hablar.
-Ciertamente, no espero que tome mis palabras como un ataque directo. Sabe que cuenta con mi apoyo, aunque en algún punto pudiera discrepar.- Mi exposición era pausada; como si por primera vez tratase realmente de contenerme y mantener una conversación civilizada.
Mis manos, con los dedos entrelazados, se encontraban a media altura, rozando con el pulgar derecho la parte más interna de mi izquierda, siendo uno de los pocos gestos instintivos que quedaban de humanidad, siendo algo involuntario, para darme ánimos, ya que sabía que esto no podía sentar bien, y mi cuello podría estar en peligro.
-Angello, se, y todos los presentes también lo sabrán, que sois el soberano y señor de estas tierras. Sois juez, verdugo y ejecutor si así lo dispusieseis pero...- Realicé una larga pausa. Mi mano se posó con la palma abierta frente a mi boca, como si tratase de quitar hierro al asunto, o que pasase en cierta medida desapercibido.
-El anterior príncipe gobernaba como los anteriores estirados que habían dominado y oprimido a los nuestros, por medio de una tiranía. Con la llegada de aires nuevos, teníamos la esperanza renovada. Pensábamos que ahora nuestra voz se oiría más allá que en las calles, sino aquí, en vuestra casa, donde se tomaban las opiniones que nos atañían a todos.
Ahora, la voz que empezó con un pequeño hilo, duditabo, se notaba firme e inspiraba, como si fuera impulsada por otros más temerosos por su vida, o sensatos que no se atrevían a decírselo en personal al príncipe.
-Y es que, en estos tiempos modernos, ¿no son tiempos de cambios señor?. -Mi voz, al escuchar mis propias palabras, se entrecortó. Sabía que eran peligrosas palabras, pero era el momento. -Es hora de demostrar como se puede guiar no solo a La Estirpe, sino a todos el mundo, por medio del dialogo.
Sabía que era el momento de cerrar la boca. Estaba hecho. Ahora la única duda es si iba a salir por mi propio pie, o volando...
- ¿Te dice algo la palabra Utopía, Alucard?
Le preguntó con serenidad, como un maestro pregunta a un alumno, sin ánimo de humillarle, sólo de hacerle reflexionar. O al menos, como un buen maestro y no como un jodido opresor que desea imponer su visión de las cosas.
- No sólo es un lugar inexistente...es un buen lugar.
Hemos aprendido que Ancona no es un buen lugar. Pero es nuestro lugar y tiene la posibilidad de ser una buena ciudad. - Animó. su voz era calmada, pero Alucard no podría estar seguro de cuando iba alzar la mano y soltar un puñezado en la mesa o en su propia cara.
Estaba siendo atacado, y apretaba los puños para defenderse. Hablaban del antiguo príncipe, nada había más deshonroso que le comparasen con aquel tirano.
- Louisse, ¿puedes hacer el favor de esperar fuera?
Gracias.
Espetó al sheriff con muchisima menos amabilidad. No quería testigos de lo que estaba por decir, o por ocurrir.
Esperó a que se fuera, entonces miró serio al Brujah frente a él, y prosiguió:
- Puede que todo cambie pronto por la fuerza, puede que aprovechando una posible crisis, o incluso generandola, podamos cambiar todo.
Pero ahora tengo las manos atadas. - Se justificó. Era el asunto de Gerard, de los ventrue, de Mario Villanova y los Giovanni. No era fácil lidiar con aquello, no era fácil ser príncipe. Angello lo llevaba con bastante dignidad.
- Agradezco tu sinceridad.
Elabora una lista de peticiones con los demás, y prometo que las estudiaré.
Cercenó la conversación con aquella promesa. Era trabajo para Alucard, trabajo casi burocrático.
Levantó las manos del mueble de su despacho en aquel recibidor y se acercó a su camarada, sólo deseaba guiarle hacia la puerta hubiese aceptado o no.
Su tiempo se acababa, no sabía por cuanto más podía seguir siendo amable.
Atento a cuanto dijo Angello, y no poco temeroso tras la imposición de que saliera Louisse, pude sentir un cierto alivio cuando a pesar de mis palabras no hubiesen sentado precisamente bien al príncipe, acabó nuestra reunión con una petición; eso me daba a entender que lo fuera a tener en cuenta o no, al menos mantendría mi cabeza sobre los hombros por lo menos una noche más.
Al ver como parecía guiarme impositivamente a la puerta, dando por finalizada la conversación, no tenté más mi suerte, volviendo a llevar nuevamente el puño derecho a mi pecho, me despedí. Giré mi cuerpo encarándome a la puerta abriéndola para salir, dejándola entreabierta por si Louisse quisiera volver a entrar.
El verla, removía algunos sentimientos en mí. Era un mujer guapa, y podía llegar a tener un carácter... y aunque eso me complacía, no podía olvidar que Estelle había sido sustituida de su cargo por ella.
Estelle... su extrema belleza oculta una fiera difícil de domar... o tan solo otro reto que proponerme...
Aunque su sustitución hubiera sido una inevitable consecuencia de su propio comportamiento, atraída por los ideales que se le presentaron, el que ya no tuviera esa relevancia en la camarilla era a la vez un contratiempo y una suerte, ya que aunque debiera de ser más cauteloso en mis actos, y no poseyera tanta información de primera manos de la altas esferas, había conseguido acercarla más a mí, y cuando, con el tiempo, la llevase a la buena senda, tal vez algunos de los que conociera fueran arrastrados por su magnetismo.
Eché un rápido vistazo, para ver quien estaba aún en el lugar, pero creo que tal esperé demasiado para hablar con Angello, y ya pocos quedaban en el teatro, por lo que salí de él y cogiendo el teléfono, llamé a Estelle para reunirme con ella.
Fueron un par de todos, era como si no fuera para nada inesperado. Ella siempre estaba pendiente, y no cogía el telefono a todo el mundo, o no con tanta decisión, sabía que merecería la pena.
Trató de calmarse al otro lado del teléfono, como si fuera un soldado que luchaba por la libertad.
- Alucard.
La voz, algo distorsionada del telefono móvil fue inequivoca, estaba en algún lugar con mucho viento o al menos ruido de fondo. No había interferencias.
- Estaba esperandote. - afirmó con sosiego fingido, tenía ganas de ponerse en marcha. - ¿Por qué no te pasas por el local y hablamos?
Le preguntó antes de que dijese lo que tuviese que decir. Luego enmudeció, se notaba como sonreía detrás de aquel prodigio tecnológico.
Estelle era en ocasiones un tanto insolente, y podía llegar a ser realmente irreverente. No obstante, no podía tenerle en cuenta que no viniese, pues era yo mismo quien instigaba una ideología que igualaba a todos, llegando incluso a llevar su voz a la más alta esfera de la ciudad.
No de buena gana, pero sin permitir que se pudiera notar, la respondí con un simple escueto. –Está bien.- Colgando el teléfono después de esto.
Algunas veces, me resultaba un tanto incómodo el tener que mantener las apariencias, pero debía de ser muy cuidadoso, pues mi no-vida dependía de ello.
Tranquilamente, me dirigí caminando al local de reunión. Esas calles podrían ser peligrosas para quien no las conociera, pero como cabecilla de muchas de las peleas que ocurrían bajo el manto de la noche, podía ir con cierta tranquilad; con la tranquilidad de que tal vez, solo, algún resentido quisiera tomar la ley por su mano.
¿Qué tendrá más importante que hacer que venir a buscarme?
-No es culpa, no se trata de eso. No soy responsable de nada de esto y si lo fuera mi única responsabilidad radicaría en el desconocimiento –volteó a mirarlo-. De haber sabido cómo iban a ser en realidad las cosas, un sí no es lo que Gerard habría recibido... –clavó la mirada en frente observando un punto indeterminado. Tras un lapso de prolongado e incómodo silencio, continuó- Aunque supongo que si el deseo de Gerard era tenerme a su lado, mi negativa de nada hubiera servido –torció el gesto en lo que parecía ser una sonrisa-. No definitivamente no es culpa, es rabia.
El departamento de ella no estaba muy lejos del teatro, además que a esas horas de la noche el tráfico era casi inexistente. En algo Mark tenía razón, y era que no debía tomar decisiones precipitadas. Gianella lo sabía, debía conocer el terreno por el que ahora pisaba, debía conocer a aquellos con quienes, de conseguirlo, habría de lidiar por el resto de su existencia.
-No tardo –dijo a Mark una vez estuvieron en el departamento-, ponte cómodo. Ahí tienes el mini bar, sírvete lo que gustes; si prefieres una taza de té o café, en la cocina está la cafetera y en la alacena tienes el té, es lo que más hay, los tengo de todos los tipos y sabores; si quieres algo de comer, en el refrigerador debe haber algo.
Claramente habló sin pensar, y si lo hizo no fue desde la perspectiva de ella como inmortal, sino como la humana que era horas atrás. ¿Comer, beber, sentir? ¿Podría seguir haciendo esas cosas? Disfrutar de un pastel de chocolate, de un helado o de su trago favorito, cosas tan banales que ahora se le antojaban tan importantes. ¿Podría hacerlo?
Gianella se encontraba ya en la habitación y Mark podía oírla abriendo y cerrando puertas, pero pronto dejó de hacerlo y en su lugar, como una suerte de eco, llegó a sus oídos el sonido del agua al correr.
Minutos más tarde, Gianella salía del baño envuelta en una bata y, haciendo uso de sus nuevas “habilidades”, se vestía y maquillaba con sorprendente rapidez. Cuando regresó junto a Mark parecía otra.
-Estoy lista. Por favor, llévame a conocer al señor Villanova.
Mario, como buen ghoul fue servicial con la dama y le abrió la puerta del coche. Antes de entrar al edificio, sin embargo, echó un vistazo… no fuera a ser que hubiera alguna cara conocida y no deseada.
Una vez dentro esperó pacientemente a la señorita, si bien envió un SMS avisando a Mario de que todavía tardarían un poco. A una mujer nunca le lleva menos de tres cuartos de hora arreglarse por muy vampiresa que sea, pensó.
Accediendo a su hospitalidad, se sirvió un refrigerio sin alcohol, no esperaba que le parasen pero sería muy engorroso dar positivo en alcoholemia y que tuviese que ‘convencer’ al guardia la Ventrue, o peor, si era tan novata que no sabía hacerlo, tener que conducir ella…
Porras, eso sí que sería vergonzoso…
Al verla salir bien arreglada y guapa levantó un poco las cejas y asintió con una cordial sonrisa de aprobación, pero si se sintió atraído tenía un temple a prueba de bomba para evitar miradas discretas de indiscretas.
Vamos entonces… Vilanova le espera.
Post de la llamada telefónica a Mario antes de conocer a Gianella
Mark cogió el teléfono y marcó el número de Mario, inquieto aún por la dichosa arma y todo lo que acababa de pasar.
Erh… Mario…? Verás… no ha ido nada bien… A Gerard lo han ejecutado, y no he podido hacer gran cosa para evitarlo, aunque de verdad que lo he intentado… su chiquilla está viva per-… bueno ya me entiendes, que la han dejado. A ver si puedo hablar con ella. Giorgio se tiró al escenario a salvar a Gerard y Angello se tiró algunas flores dejándolo vivir, pero antes le solté suficiente basura encima para mosquearlo lo justo para que no me matase y que a los demás les huela un poco mal lo que hizo… no sé si me pasé, espero no haberla liado.
¿Tendría a alguien vigilándome en el teatro para ver cómo lo hago…? Me extrañaría que hubiera sobrevivido quinientos años confiándose al primero que conoce de unos meses por mucha confianza que le tenga. No es que yo le vaya a traicionar, pero incluso con buena voluntad se puede meter la pata hasta el fondo
Instintivamente miró alrededor, a ver si alguien le observaba especialmente.
Yo si fuera él confiaría en mí… pero me vigilaría de cerca. Y más siendo un hombre lobo. Hay que… joderse, aún casi no me lo creo, si no fuera por esas sensaciones y olores raros... Bueno al menos estoy vivo, que en esa sala lo podíamos decir cuatro o cinco.
- Tienes que controlar tus instintos.
En la política de poco sirve una táctica tan evidente. - Le informó sin que Mark le hubiese desagradado con sus actos, estaba agradecido con él. - Pero confio en tu buen hacer.
Gerard era un poderoso aliado, pero si decidió ir en contra de las tradiciones sin establecer los medios para que sus actos no pasasen por alto, o si no lo hizo pero el príncipe así lo ha determinado con el consenso de los primogénitos, ya poco podemos hacer mi querido amigo. - No era derrotismo, sólo centrarse en la próxima batalla.
Estaría afectado por la muerte definitiva de Gerard, pero Mario era todo templanza y entereza.
- Haz lo que creas oportuno con ella.
Los ventrue son bien recibidos entre los suyos. - le recordó cordial.
Estaba ocupado, siempre lo estaba, pero Mario se entregaba a cada palabra de Mark como si fuese a ser la última. Pronto le informó de la situación en la que se encontraba y de que sería mejor continuar con una conversación cara a cara, cuando lo creyese oportuno.