Las butacas permanecían vacias, no era un bar muy transitado por humanos, y los pocos incautos que se adentraban no tardaban en salir por patas. Los Anarquistas de Ancona no eran malos tipos, sólo eran algo territoriales, nunca sabían cuando alguien era un jodido enviado para putearles y las peleas eran más comunes de lo que resultaba deseable.
No hay nadie tras la barra. Katherine debe de estar tomandose un aperitivo en el baño privado, o se lo está montando con su mierdas de novio, un tal Jake, un americanucho que se cree el rey del mambo. De todos modos, Alucard podía coger lo que quisiera, no había mucha sangre embotellada, pero había y él sabría donde encontrarla. También debería saber donde dejar el dinero, justo dentro de la caja. Joder, tenían tanta confianza en él, reinaba tal anarquía que podía robarles hasta doscientos euros de la caja sin que nadie supiese quien había sido. O quizás lo tenían mejor controlado de lo que parecía y por eso se fiaban...
Estelle estaba sentada en la silla de una de las mesas del fondo, a las que se accedía subiendo unas escalerillas. El garito no tenía ventanas, y la luz era escasa en la noche, pero resultaba acojedor. Estaba algo americanizado, pero esos hijos de puta llevaban la iniciativa por mucho a la mayoría de ciudades Europeas. En Europa los antiguos son más dificiles de mover.
Estelle no se levantó para recibirle, sólo sonrió esperando que se acercase. Ella no bebía nada, y no era extraño que estuviera allí, tan tranquila, mientras trasteaba con un iphone.
El Gordo de "Geppetto", una mole de más de cien kilos, alzó la mirada por encima del periodico, en unas mesas cerca de allí. Parecía el puto protector de Estelle, no le quitaba ojo. quizás sólo tenía reminiscencias de cuando fue humano y quería tirarsela salvajemente, como un puto cerdo. Era mudo, el muy hijo de puta, pero no le quitaba ojo a nada. Era, irónicamente, el informador de aquella facción. Siempre con una gorra en la cabeza.
Era negro. Pero no imporaba, era italiano, o eso decía...
Había pocos sitios en los que nos podíamos sentir realmente libres, sin temor a represalias por un tradiciones que se habían mantenido inmutables a lo largo del transcurso de los siglos, a pesar de que los tiempos modernos no tienen nada ver con la antigüedad.
A pesar de haber tenido que venir caminando solo hasta aquí, me sentía eufórico, y casi podría decirse que me sentía vivo de nuevo, si esa sensación no estuviera encerrada en lo más profundo de mi memoria.
Estelle tenía conocimiento de que había sido llamado, y me encontraba del suficiente humor para gastarla una pequeña broma, así que, sin mediar palabra, me colé tras la barra, y cogí una botella de sangre con un par de copas. Serio, con la botella en una mano, como si la arrastrase por la pesadez de mi fracaso, y con las copas en la otra, salí dirigiéndome al fondo del bar, donde se encontraba Estelle esperandome.
Tal vez, absorta por su teléfono móvil, pudiera no haberse percatado de mi llegada, pero con lo vacío que se encontraba el local, mis pesado andar llamarían fácilmente su atención.
Cada vez más cerca de ella, el esfuerzo se hacía mayor por mantener mi rostro serio y apesadumbrado. Una vez llegué a su mesa, arrastré una silla hasta su lado y posé mi carga en la mesa. Me senté, y reclinando mi cabeza a la suya, tanto que si se girase inquieta, nuestras frentes se chocarían, la dije.
-Estelle...-Solo unos segundos más. Pensé, realizando un último esfuerzo. -¡Lo hemos conseguido.!- Dije con un tono cada letra más elevada que la anterior.
Mi cara, ahora mostraba realmente felicidad. Ya resultaba imposible tratar de seguir la broma. Una sonrisa radiante adornaba mi rostro, síntoma evidente de todo había ido a pedir de boca.
-La reunión con el príncipe ha sido un éxito en nuestra dura batalla. -Ahora ya, incontenible, me deje llevar por la alegría del momento. Mis manos, subieron por su cuello hasta posarse en ambos lados de su cabeza, dándola un beso y abrazándola, dando claras muestras de júbilo.
-Ha llegado el momento del cambio a este lugar de carcamales. -Dije con la actitud altiva que estos años habían atraído a otros anarquistas a nosotros, aunque una vez dicho, la alegría se fue casi tan rápido como vino, al ver que nadie más salvo el puto Geppetto estaba allí.
Vengo de jugarme el cuello, haciéndoles creer que es por sus ideales utópicos, y solo ese puto negro y mi perrito faldero están aquí.
-¿¡Dónde está el resto de la gente!? -Dije con tono irritado.
- ¿Un éxito?
Estelle reaccionó con incredulidad. Sus palabras inclinaban la duda sólo hacia la situación que había nacido de la reunión con el príncipe, pero bien podría aplicarse también al contacto directo con la piel no-muerta de Alucard. Vestía de forma impresionante cuando iba a aquellas reuniones, pero no le importaba ir de forma mucho más informal.
En eso, le recordaba a Angello.
no tardó en echarse a un lado, rodeando la mesa con la que mantenía contacto mediante las yemas de sus dedos, era quizás el único soporte en el mundo que existía para ella. Frágil...pero indicaba un cambio.
- No seas duro con ellos. - Les defendió como lo haría una verdadera compañera de aquella extraña cuadrilla. Se reunían poco, no obstante, si era cierto que todo iba a ir a mejor, que algo había cambiado, merecían estar allí para compartir el momento. ¿era eso lo que irritaba a Alucard, verdad? Estelle no podía verlo de otra forma, había dado tanto por representarles...además era el único que se atrevió a negociar frente a frente con Angello, un antiguo miembro de su movimiento.
- Han salido en busca de información.
Esto no acaba aquí, ¿no es cierto? - admitió con cautela tratando de no negarle lo que había conseguido para todos ellos - aún tenemos que asegurarnos de que si no nos toman en cuenta podemos ser más que molestos.
En lo referente a eso...
dudó un instante, quizás no fuese el mejor momento. Alucard tendría derecho a responder de una forma igual de inapropiada si no le gustaba lo que oía:
- Hoy uno de mis negocios se ha visto atacado.
Era un furgón con dinero. Y lo cierto es que sólo ha causado beneficios... - explicó meditabunda. Era lo mismo que decir que era un ataque fallido contra ella, o no era un ataque propiamente dicho...habían reventado un puto camión de seguridad de los que usan los bancos para proteger sus inversiones. - He ganado mucho, pero algo me hace pensar que el objetivo era precisamente lo contrario.
No conozco a ningún mortal capaz de mover tantos hilos para algo así. O no a nadie tan estúpido.
Creo que iba dirigida a mi...o algo así. - supuso, viendose como el objetivo principal. ella iba a cerar aquella transacción.
- El negocio era fácil y ambas partes ganabamos. Tenían que hacer un pago encubierto, había mucha gente huntada y por eso me ha venido de perlas a pesar de las dificultades que me supondrá arreglarlo todo para que no se note el fraude al gobierno.
La otra parte era un chico joven, se llama Edward, está de paso en Ancona por lo que no tiene contactos influyentes en la zona.
¿Tienes algún consejo? - preguntó, como a un hermano mayor - Si necesitas algún dato, sólo pregunta.
Mientras tanto, en el exterior, se oyó una voz conocida. Era uno de los miembros de aquella anarquía, un buen informador, muy amigo del maldito Geppetto, y el que hacía el trabajo de campo para él. ¿De qué forma podía hacerse con ninguna información? ¿Por teléfono? No había dones de caín que se valiesen para levantarle de su silla. Nisiquiera se alteró ante las reacciones de Alucard.
Era dificil saber que estaba diciendo, pero parecía gritarle algo a una mujer. Quizás un polvo fallido, o una alimentación no llevada a cabo. El tio había llegado a pagar a alguna puta sólo para alimentarse, no era muy avispado como cainita.
Mi ceño se frunció al escuchar lo que me estaba contando Estelle. Debía de controlar mis impulsos constantemente para que revelar mi verdadera identidad, mas en esta ocasión podría resultar realmente difícil, ya que al escuchar que se trataba de un furgón lleno de dinero, mis ojos se abrieron como platos.
Que perrilla, trapicheando con furgones llenos de dinero sin contar conmigo.
El hecho de que no me lo hubiera contado hasta encontrarse con un problema que quería que la solucionase, me hizo pensar que tal vez no fuera como pensaba, y también fuese otra traicionera mujer interesada, pero no era el más indicado para reprocharla puesto que era quien mayor traición estaba cometiendo.
Antes de responderla, tomé una pausa, como si tratase de decidir de entre las opciones que pasaban por mi cabeza la mejor, pero la problemática era distinta.
Como en otras ocasiones, debía tratar de con la problemática interpretativa, ya que ante esta gente, debía de mostrar un papel anarquista, y una rabia impetuosa brujah, por lo que el científico capitalista que moraba en mí debía de mantenerse oculto, pero tal vez, esta vez, pudiera tomar parte en este problema.
-Veamos. Lo primero es que lamento que no contases conmigo hasta no haberte encontrado con algún problema, aunque me alegro enormemente de que hayas llevado a cabo tal plan, a pesar de salir truncado. – Una sonrisa se dibujó en mi cara para distender el ambiente de la conversación.
-Sin embargo… he de decirte que me encuentro contrariado en este asunto. –Un diálogo interno en mi cabezo me hizo pensar dificultosamente en las palabras correctas, hablando lenta y pausadamente.
Tal vez si la ayudo, pueda hacerme con sus contactos antes de que se dé cuenta de mi verdadera identidad… pero si quiero llegar a ganarme su confianza, tendría que mantener la ideología del movimiento que lidero desde mi posición para con los brujah… En este caso, resulta especialmente complicada la interpretación del personaje que me ha tocado para infiltrarme en las filas de la camarilla. He de tomar una ideología opuesta a mis pensamientos, lo cual tira de mí en dos sentidos, y el dejar tomar el control a mi verdadera forma de pensar tan solo una única vez podría hacer rodar mi cabeza. Pero si trato de presentarla una corriente demasiado extremista del anarquismo, le resultara a Estelle demasiado en contra de sus intereses, así que traté de centrarme en la idea originaria “Cualquiera que niegue la autoridad y luche contra ella es un anarquista”, obviando la abolición extremista al capitalismo, así que traté de conseguir más información para poder resolver ese conflicto.
Mi cabeza se ladeaba a los lados mientras en mi cabeza se desarrollaba esta idea, alzando la mirada como si tratase de ver a los interlocutores de mi cabeza.
-Pero… veamos. Dices que es un tema que solo te había aportado beneficios, ¿no es así? –No esperaba una respuesta, era algo que ya había dicho, y sería fácil tomarlo como una pregunta retórica que formaría parte de la introducción a mi exposición. – Pero si dices que había mucha gente untada, eso ya supone una problemática, ya que hay que pedir favores y soltar la pasta por adelantado, y teniendo en cuenta tan solo eso, ya implica una problemática. Ahora querría, si es posible, que me contases algún dato más. ¿Habías realizado ese trabajo alguna otra vez? Tanto quien lo hicieras esta vez, como con esos contactos. ¿Y habías trabajo alguna otra vez con ese tal Edward?, ¿te contó cómo llegó a contactar contigo? No es fácil dar con gente para estos trabajos. No hay anuncios en las páginas amarillas, ni en las paradas de bus ofreciéndose, por lo que a no ser que se venga recomendado por alguien o ser alguien con quien interesa trabajar por haber oído hablar de él, no se me ocurre razón por la que hayas realizado el trabajo.
- ¿Disculpa?
Espetó con una mirada que vacilaba entre el orgullo femenino y la incomprensión. Sus labios se tensaron un instante en un movimiento que solía terminar con un leve mordisco del labio inferior. No fue así. Aquello era excitación, esto, era enfado. Sus ojos se mantenían fríos como tempanos, pero todo había cambiado en la expresión corporal de aquella cainita. Era una Brujah, no había ninguna duda. Parecía preparada para saltar sobre Alucard y darle una paliza, todo ello mientras lo miraba con una expresión dificil de clasificar.
- ¿Me estás acusando de algo? - Parecía no decidida a hacer sangre de aquello. ¿Contar contigo?
Si no financiase la mitad de nuestras operaciones no habría muchos éxitos de los que hablar. - Negó para sí. No podía pensar en que él no ayudaba, en que no estaba a punto de convertirse en alguien imprescindible. Quizás no para la causa, sino para ella.
- Olvidalo. Sólo quería saber si tenias algún consejo sobre el asunto. - Joder...te lo estoy contando ahora porque tenías cosas más importantes que hacer.
¿¡Es qué tengo que hacerte un puto croquis de todos mis movimientos!? ¿Quién pollas te piensas que eres? ¿Mi padre? ¿Mi sire?
¡Por favor...!
Si respirara el movimiento de sus hombros sería incluso menos evidente. Estaba empezando a calentarse, pero de una forma que no sería buena para ninguno de los allí presentes por sucias que fueran sus mentes.
- He hecho esto cientos de veces. - sonó segura de sí misma y sobretodo, lo hizo tranquila, no parecería que hubiese estado al borde del frenesí hacía unos instantes. Todo lo contrario, daba a quien quisiera la oportunidad de darle el último empujón para que se convirtiese en una mujer más que furiosa...
- El contacto era nuevo, y no he podido volver a contactar con él. Puede que sólo esté asustando.
Tampoco merece mucho la pena indagar. Si, he obtenido beneficios. ¿Qué más da?
Es por eso que buscaba tu consejo. Quizás deba olvidarme del tema y seguir adelante con lo demás, más si dices que estamos más cerca de nuestra meta.
Su cambio anímico fue completo y posiblemente inesperado. Obtó por sentarse y prefirió no seguir con el tema a menos que Alucard le ofreciese algún consejo maestro, como indagar o mandarlo todo a la mierda.
Trató de cambiar de tema:
- Han llamado por teléfono.
¿Conoces a un tal Nikolai?
Dijo que quería hablar contigo y sólo contigo. Y que si querias guiarle por la ciudad podía encontrarle en el centro "dónde sabe que me gusta pasar la noche".
Estelle se encogió de hombros.
- ¿Un amigo tuyo? - Era una de las pocas posibilidades, sino...¿Cómo había dado con su ubicación en la Última ronda?
-¡OH estúpido!- si esta reflexión hubiera llegado en otro momento yo mismo me habría golpeado por mis inapropiadas palabras. -¿Acaso he olvidado cuanto había estudiado de la psique tan temperamental brujah?- Era evidente que mis palabras no sentaron para nada bien a Estelle; a pesar del tiempo que habíamos pasado juntos, el temperamento tan distintivo no se había suavizado, por lo que debía de intentar arreglar mis desafortunadas palabras.
-Oh, no Estelle, jamás se me ocurriría acusarte por algo así, tan sólo me preocupaba por ti.- Traté de mostrar preocupación en mis rostro. Mi cabeza se ladeo, mientras que mis ojos, abiertos como platos, la miraban, casi vidriosos. Parpadee rápidamente y la comisura de mis labios se arqueó mostrando claramente mi arrepentimiento. -Rápido, tengo que pensar en algo. A pesar de todo, sigue siendo una mujer...-
-Las noche en las que hemos salido a divertirnos, nos hemos ganado algunos enemigos, y alguno de ellos a podido tratar de buscar venganza.- Ahora, aparté esa pose lastimosa, tratando de buscar ablandar el corazón de hielo de Estelle, y opté por una más seria y formal.
-Se que muchos de nuestros éxitos no habrían sido posibles sin tu inestimable ayuda, y por ello sabes que te estoy muy agradecido, pero debes de comprender mi preocupación, ya que tú misma has dicho que pensabas que este ataque iba dirigido a tu propia persona.
Erguí mi cuerpo, y con los dedos índice y pulgar estiré las mangas de mi chaqueta. Entrelacé mis dedos frente a mí, como si estuviera urdiendo un plan. -Si permites mi consejo, deberías de dar con quien te ha jodido en ese trabajo, y ponerlo como ejemplo para que nadie más intente joderte. Se muy bien que puedes hacerte valer.
Una vez dicho esto, trate de quitar el hielo al asunto de Nikolai. No tenía demasiado interés de que se conociera nuestra relación, así que traté de desligarlo en ese entorno con una carcajada y el simple... -Ese granuja... siempre dispuesto a salir de juerga cuando viene a la ciudad. ¿¡Cuánto tiempo hacía que no le veía!?.