- No. No llame. - dijo en una voz calmada - Haga el favor. Mi chofer la llevará donde desee.
Gerard aceptaría un paraguas del hombre del que dependía buena parte de la seguridad del edificio, no cometería la imprudencia de abrirlo sobre techo, pero si parecía tener la intención de acompañar a la señorita Gianella hasta la calle, donde llovía con fuerza y aullaba el viento, igual que los ruidos monótonos de la calle aún cuando en la noche eran menos los coches que pasaban por allí, después de todo estaban en una zona lo suficientemente centrica como para que no durmiese nunca por completo.
No aceptaría un no por respuesta y aquello se veía en su mirada, su voz autoritaria, a pesar de haber demandado algo, era como un látigo de seda siempre suspendida entre aquel aura de educación.
- La acompaño fuera. - Explicó con una sonrisa en sus labios y avanzó, ya había una limousine detenida justo en frente de la puerta, apenas hacía unos segundos que había parado allí, era negra y los cristales parecían tintados, las ruedas estaban húmedas pero impecablemente limpias, ni que decir de la carrocería que reflejaba la ciudad como un espejo, aunque la realidad era mucho más grisacea y triste.
Gerard abriría el paraguas y esperaría a que ella accediera, el chofer no bajaría, y parecía ser gerard quien tenía la pretensión de tener el honor de abrirle la puerta a su invitada.
Si decides acceder y montar a la limousine, te entregará el paraguas como obsequio para que no te mojes antes de entrar en casa, el chofer accederá a llevarte allá donde le pidas. (puedes hablar activamente con él, e incluso verle la nuca tras una pantalla de protección (que puede simplemente cerrarse para tener algo más de intimidad), Gerard no te acompañará.
Dejó de discar y miró a Gerard. Su ofrecimiento la tomó por sorpresa y sonrió, creyendo quizás que él la acompañaría también. No tardaría en darse cuenta de su error.
-Muchas gracias, espero que no signifique un inconveniente para usted -respondió mas su sonrisa tendió a borrarse cuando comprendió que Gerard no iría con ella.
Se detuvo junto a la limusina y esperó que él abriese la puerta. Lo miró, esta vez de cerca, muy de cerca pues la distancia que los separaba era casi inexistente.
Entró a la limusina. Gerard sostenía aún el paraguas y una vez ella estuvo en el interior lo cerró para entregárselo. La lluvia cayó entonces sobre la cabeza de él. Gianella lo miró e inclinó la cabeza a modo de despedida. La puerta se cerró y el negro cristal se interpuso entre ellos, pero ella no dejó de mirarlo.
-¿A dónde señorita? -la voz del chofer llegó a sus oídos y ella respondió sin dejar de mirar al hombre que continuaba parado bajo la lluvia, aunque ya se encontraba resguardado por un paraguas que el guardia no había demorado en alcanzarle.
El vehículo se puso en marcha y Gianella no pudo evitar voltear a ver a Gerard una última vez.
El chofer manejaba en silencio, reservado, correcto, y aún cuando no podía verle más que la nuca, sentíase observada.
Recibió una llamada, era Fabiana Tessa, su abogada y mejor amiga.
-¿Nella, dónde estás?
-Llegando a casa Tess, estaba en una reunión. ¿Habíamos quedado de juntarnos?
-¿¡Qué si habíamos quedado!? ¡Claro que quedamos, llevamos dos horas esperándote!
-Lo siento Tess, pero era importante.
-Ya sí, lo se, hoy te reunías con él -hubo cierto dejo picarezco en la voz de Tess-… Bueno, bueno, ya me contarás qué tal todo. ¿Te vienes al bar?
-Eeeee… no, está lloviendo y no ando en mi vehículo.
-Ah vale, entonces nosotros nos vamos a tu casa. Nos vemos allá en treinta minutos…
Se oyeron risas y la comunicación se cortó. Gianella esbozó una sonrisa y se encogió de hombros, le vendría bien algo de distracción.
Bajó un poco la ventanilla y encendió un cigarrillo. El aire frío y algunas gotas de lluvia golpearon su rostro. Le agradaba la sensación.
Cinco minutos más tarde la limusina se detenía en las puertas de su edificio. No fue necesario que el chofer bajara a abrirle la puerta porque el guardia del edificio lo hizo por él.
-Gracias, buenas noches -dijo Gianella y descendió del vehículo.
El guardia cerró la puerta y la limusina, silenciosa, volvió a ponerse en marcha, alejándose.
-Vendrá la señorita Tessa y algunos amigos -dijo una vez al interior del edificio-… déjelos pasar.
Las puertas del ascensor se abrieron y Gianella ingresó. Presionó el Nº 13, el de su piso, un número que para muchos era símbolo de mala suerte pero que para ella representaba todo lo contrario.
En lo que quedaba de noche los excesos no eran apropiados, nisiquiera después de un prometedor puesto de trabajo, o de haber intimado más que la mayoría de personas de la ciudad o el mundo con uno de los magnates más importantes que existían. Tess sabía bien que no debía echar por la borda todo aquello y la alentaría para que siguiese adelante con aquella empresa que se traía entre manos. ¿tenía posibilidades de saber lo que realmente deparaba el futuro de Gianella?
Puede que el destino de aquella buena amiga quedase eclipsado en un segundo plano dentro de poco, puede que no exigiese su vida pero si algo de similar valor. Sea lo que fuere, en el presente, la bebida siempre hizo soportable el estrés y favorable el entretenimiento.
Cuando Marengo quiso darse cuenta se encontraba en la puerta de un ostentoso club, uno para el que conseguir acceso de una noche para otra debía de ser imposible, incluso para alguien de sus recursos. Mientras el mundo se iba al garete por diferente motivos y la oscuridad consume el corazón de los mortales, en aquel lugar la moralidad se disfraza con estricto protocolo y se viste con una máscara dulce y mística a la que le importa bien poco que dos calles más allá dos transeuntes golpeen hasta la muerte a un vagabundo que lucha por conservar una botella de vodka medio vacía.
Gerard estaba allí. Esperando expresamente por ella. Rodeado de gente entre la que jamás pasaría inadvertido a pesar de su cuidada elegancia. Gianella no necesitó ni decir su nombre, ni una letra de su apellido, con la mano en el hombro de un gigantesco guardaespaldas a la entrada, Gerard era capaz de eso y mucho más.
- Me alegra ver que habeis llegado puntual.
Os estaba esperando. - Entonces susurró sólo para ella acercando sus labios al lóbulo de su oreja izquierda - anhelaba este momento.
Con una amplia sonrisa, madura y sincera extendió la siniestra para mostrar el camino y la diestra para que Gianella la tomase si le permitía tal honor.
- Entremos.
Hay un lugar donde podremos hablar más tranquilamente.
La música estaba bastante alta, había luces por todas partes y aunque era una celebración bastante tranquila y elegante muchas mujeres de pechos turgentes y hombres de poder pero sin atractivo bailaban en una danza que poco tenía que ver con el atractivo físico o la misma química. No debía de ser un secreto que allí se movía mucho dinero y había mucho más que hombres y mujeres de negocios, también había cuervos y numerosas zorras.
Era un local grande, al que se accedía descendiendo por unas escaleras. Mucha gente saludaba a Gerard al pasar, él sólo les devolvía una sonrisa. Y era suficiente.
Caminando entre la multitud tardarían en llegar al rincón adecuado, un lugar exclusivo...
Nadie prestaría atención a su conversación aunque si no querían hablar a gritos tendrían que acercarse mucho el uno al otro.
El aroma de Gerard a lavanda era intenso y refrescante...a la par de familiar.
he dado un pequeño salto para recuperar ;)
Ganas 5 px
Vestía un pantalón negro de tela, amplio y con una bonita caída. Tacones negros, al igual que la pequeña cartera de mano que llevaba consigo. El toque de color y osadía de su atuendo lo daba el top de seda roja que llevaba puesto*. Se sujetaba por detrás del cuello, tenía un bonito escote y dejaba su espalda por completo al descubierto... pero ésto no sería del conocimiento de nadie hasta que Gianella se quitara el abrigo que llevaba puesto.
Su mirada se cruzó con la de Gerard y caminó directo hacia él con la misma seguridad y sensualidad con la que caminaba cada vez que desfilaba en una pasarela.
-Me alegra ver que habeis llegado puntual. Os estaba esperando -dijo él y acercó su rostro al de ella. Gianella creyó que le besaría en la mejilla, pero aquello no ocurrió-... anhelaba este momento -le susurró.
Sintió el leve roce y entreabrió los labios, coqueta, sorprendida... complacida. Lo miró a los ojos y sonrió de medio lado, actuando como si lo por él dicho no hubiera causado efecto alguno sobre ella, habituada como estaba a oír frases de ese tipo, pero ciertamente ese roce y la frase que le siguió habían erizado la piel de la mujer que no era en absoluto indiferente a él.
Tomó su mano cuando él se la ofreció, podía sentir la enorme cantidad de miradas que había en ese instante sobre ambos, pero aquello estaba muy por lejos de cohibirla. Al fin de cuentas eso era como estar sobre una pasarela, todas las miradas puestas sobre ti, siendo el centro absoluto de atención, siendo envidiada, adorada y al mismo tiempo odiada.
Lo siguió. Se mantuvo cerca, muy cerca de él, el ruido ambiente era la excusa perfecta para ello, embriagándose con su aroma, ese aroma desde la primera vez que sintiera no había abandonado sus sentidos.
-Seguro que mañana estaremos en más de una portada de farándula -bromeó acercándose todavía más a él para asegurarse que la oyera.
*Igual a éste, pero en color rojo.
- No si puedo evitarlo. - Dijo el empresario más famoso y discreto de todos los tiempos, había muy pocas fotos suyas, por no decir ninguna, a menos, claro, que aquella fuese su voluntad. - Aunque no me desagradaría salir en una cerca de ti.
Insinuando que la noticia sería ella por su capacidad para el buen trabajo y su ya demostrada buena mano en asuntos de negocios. No era necesario ser un lince para darse cuenta de que Gerard evitaba los medios de comunicación. No así las miradas inquietantes que volaban por encima de aquellas cabezas hasta la pareja.
Estrechó su mano con delicadeza pero la firmeza varonil que le caracterizaba.
- No te separes de mi, una foto no es lo peor que podrían hacerte si te alejas demasiado. - sonreía a pesar de ser una advertencia, una advertencia con tono de mofa para con los medios de comunicación. Otro susurro cercano a su oido.
el tacto de la mano de Gerard era bastante frio a pesar de que el ambiente era de por sí cálido. Ni una gota de sudor recorrería el rostro del empresario, como si a pesar de sus encantos fuese el hombre más gélido de aquel lugar.
Subieron a un lugar más recogido, él trataría de ayudarla con los escalones sin separarse. Un hombre de color con gafas de sol y un transmisor en una de las orejas asintió apretando sus voluminosos y carnosos labios cuando pasaron junto a él.
Las cortinas ocultaban un cristal insonorizador...
La sala en cuestión en la que se adentraron tenía un sofá de cuero negro para dos personas, y otros dos individuales. Había plantas exóticas a su espalda y cuadros que bien podrían permanecer en un museo, en un simple vistazo, aunque no se supiese de arte, se sabría que aquellas obras costaban mucho más que algunos de los vestidos que rondaban por la fiesta sobre alguna que otra ramera, y...éstos, no eran precisamente baratos.
Gerard ofrecería asiento a su invitada.
La música que se oía de fondo, no obstante, era diferente...en un volumen suficientemente bajo como para permitir charlar.
- No eres una de las mejores por nada...me encanta tu vestido.
Trató de adularla mientras le tendía una copa de alguna clase de bebida alcohólica, sea cual fuera, estaba preparada de antemano, y sería la favorita de Gianella. Gerard profundizaba en su trabajo pero también le gustaba conocer a la gente con la que trataba mucho más profundamente que el resto de la humanidad.
- Pero no voy a desorientarte con cumplidos que aunque más que merecidos conoces a la perfección por aquellos que sólo pueden soñar acercarse a tu nivel..
Gerard no tomaría asiento, bebía un vino para nada espumoso y rojo como la sangre...quizás, nisiquiera fuese vino sino una de esas modernas bebidas que por aquel entonces los ricos, como él, y los jovenzuelos, bebían para sentirse más modernos. No parecía que Gerard necesitase llevarse por la masa, si había triunfado en los negocios era precisamente por lo contrario.
- Hoy estás aquí más que por un puesto de trabajo.
Dijo mientras clavaba su mirada en sus ojos con una intensidad capaz de hacer entrar en un orgasmo a cualquiera de las zorras que acudían acompañando a aquellos patéticos y gordos cretinos. Gianella, seguramente...era muy diferente. Por ello estaba allí.
- Estás aquí porque te deseo. - Espetó...y dio unos pasos hacia ella, aproximandose a su cuerpo hasta que el propio reposó sobre el sofá....
Sus labios se movían lento, sensualmente, y su voz tenía un magnetismo capaz de atraer mucho más que el metal, ansioso quizás por atraer los labios de Gianella frente a los suyos, pero sin perder una compostura del que no necesita luchar para conseguir lo que pretende...simplemente lo consigue. Con todo aquel poder destilando, aún así, no se mostraba soberbio, sino humilde en lo que posiblemente fuese el alimento de sus pasiones.
No pretendía insultar a Gianella reduciendola a una simple compañía...
- Te deseo a mi lado por mucho más tiempo del que tu vida humana pueda concedernos.
Todo rey necesita una reina. Y sólo he encontrado a alguien que encaje con ese...privilegio. - Sonrió de medio lado, quizás esperando que gianella se revelase en cualquier momento, insultada o simplemente confusa. - Eres especial...y si aceptases "colaborar" conmigo, podríamos cerrar nuestro trato de reinado sobre lo que es nímio a nuestros ojos con...un regalo...
Pero las sorpresas...sólo eran sorpresas cuando se mostraban sin previo aviso. No adelantó de que se trataba. No todavía...
Sonrió, divertida. Hubiera preguntado de qué modo pensaba él evitar que les tomaran fotografías pero la respuesta le parecía demasiado obvia. Para un hombre como él no había nada que el dinero no fuese capaz de comprar.
Su fría mano no le fue indiferente, sin embargo más allá de resultarle curiosa su frialdad nada había que la hiciera pensar que algo raro ocurría. Estaba con él, disfrutando de una cercanía y, por qué no, intimidad que venía deseando desde el día que le conociera. ¿Qué más daba si su mano era fría o no?
Su advertencia le resultó una simpática a la par que original forma de mantenerla pegada a él. Se limitó a asentir con falsa obediencia, preguntándose con qué nueva ocurrencia Gerard la sorprendería, prestándose al divertido juego de la conquista, a ese juego que tantas veces había jugado y que tan acostumbrada estaba de ganar, un juego que ésta vez tenía perdido aún antes de comenzarlo a jugar.
-Así que éste es tu refugio -susurró una vez se hallaron dentro de la sala quitándose el abrigo y dejándolo sobre uno de los sofá individuales.
Recorrió la sala con la mirada y tras una fugaz mirada a Gerard, le dio la espalda, caminando con esa sensualidad tan propia de ella hacia uno de los cuadros para contemplarlo con mayor detenimiento.
Aceptó sentarse en el sofá que Gerard le indicaba, cruzándose de piernas en el instante mismo que él la adulaba por su vestido. No dijo nada, simplemente sonrió con la seguridad y familiaridad que sonríe quien está acostumbrada a recibirlos.
Jugó con la pajilla de su ruso blanco, revolviendo suavemente el contenido el contenido del vaso, antes de darle un primer sorbo. No apartaba los ojos de Gerard, le escuchaba con atención cada vez más intrigada.
-Hoy estás aquí más que por un puesto de trabajo.
¿Cómo? Parecían preguntar sus ojos cuando escuchó la frase. La intensidad de la mirada de Gerard consiguió acelerarle el pulso, mas aún así fue capaz de sostenérsela. Se había llevado otra vez la pajilla a la boca y daba un nuevo sorbo, esta vez más largo que el anterior, a su vaso. Lo siguiente que Gerard dijo la sorprendió y provocó que por un instante contuviera la respiración.
-Estás aquí porque te deseo.
Lo observó aproximarse y apenas y tuvo tiempo de apartar el vaso. Se humedeció los labios mientras que su mirada iba de sus labios a los ojos y de los ojos a los labios en un constante ir y venir.
Entreabrió los labios, ansiosa por recibir ese beso durante meses anhelado, sin embargo las palabras que siguieron a la confesión de deseo parecieron turbarla.
Dejó el vaso en el suelo, así no tendría que dejar de verle en ningún minuto y apoyó, delicada, la mano sobre su pecho.
-¿Mi vida humana? -preguntó con una media sonrisa dibujada en los labios- ¿De qué hablas?
Gianella estaba acostumbrada a controlar la situación y estaba sintiéndose bastante desarmada frente a los avances de Gerard. Le empujó suavemente, obligándolo a mantenerse a una distancia que a ella le pareció prudente, apenas a un brazo, pero con eso le bastaba para no avalanzarse sobre su boca.
-¿A qué colaboración te refieres? -preguntó no pudiendo evitar morderse el labio inferior- ¿Qué clase de negocio me estás proponiendo?
- Socios.
Algo más que simples socios.
No apartó la mirada pero inspiró una vez tan solo, suficiente para que no se notase más tarde su respiración, quizás por la música, o quizás por otro motivo...La mano en el pecho de aquel hombre no revela los latidos de su corazón, algo que puede deberse a la posición de su delicada mano o si bien podía ser casualidad, de nuevo...a otro motivo. Había un misticismo ancestral en su mirada, y un magnetismo especial en su voz que se acercaba al susurro.
Sonreía de soslayo, como el que sabe que va a ganar esta mano de poker de antemano porque ha comprado a los demás jugadores o ha hecho trampas con sus cartas.
- Quiero que aceptes ser mi heredera sin importar el precio.
Y Gerard sabía bien a que precio se estaba refiriendo, aquella era en parte...la respuesta a la pregunta de gianella, una respuesta que no podría tomarse de forma literal a menos que pensase que Gerard pretendía matarla. Carecería de sentido.
Mas...para Gerard...muy pocas cosas estaban privadas de su capacidad de entendimiento.
-Socios -musitó siguiendo el que para ella era un juego de conquista-... Creía que ya lo éramos, aunque ese más que socios suena bastante interesante...
Gianella ni siquiera sospechaba en qué se estaba metiendo. Para ella la actitud que Gerard había adoptado constituía una singular estrategia de conquista. Quizás, de no haber estado interesada en él del modo en que estaba, habría percibido que tras esas palabras y actitudes había algo más.. algo que podía no gustarle.
No apartó la mano de su pecho, ni siquiera lo intentó. Deslizó el índice por el mentón de Gerard, dibujándoselo y sonrió, coqueta. Gerard bien podía darse por ganador pues con lo aguzado de sus sentidos sin duda era perfectamente capaz de oír los latidos del corazón de Gianella, así como notar que su piel se había erizado.
-Quiero que aceptes ser mi heredera sin importar el precio.
Frunció el ceño, interrogante, sorprendida por sus palabras, pero no tardó en soltar un carcajada, echando la cabeza hacia atrás, dejando su cuello totalmente al descubierto.
-Por cómo lo dices cualquiera se cree que me estás proponiendo que venda mi alma al Diablo.
Bromeó y se lamió el labio dando una fugaz mirada a los labios de él, para volver a fijar sus ojos en los suyos. Se puso seria.
-Nunca digas de esta agua no beberé ni escupas al cielo porque nunca se sabe las vueltas que da la vida -dijo-. Mi abuela solía repetirme esas palabras y de tanto hacerlo las tomé como filosofía de vida. No me cierro a nada, si eso va a aportarme beneficios y no va contra mis principios, difícilmente diga no -esbozó una sonrisa-... Pero por muy tentadora que pueda resultar la oferta, soy una mujer de negocios y no tengo por costumbre embarcarme en nada sin antes saber cuáles son los pros y los contras. Me gusta saber cuál es el terreno que estoy pisando porque así como puedo ganar mucho, también podría perderlo todo.
Repentinamente se levantó, separandose de ella y privandola del contacto de su pecho, su mirada permaneció durante unos instantes sobre sus ojos pero luego se esparció hacia la ventana que ahora simulaba lluvia para contemplar entre las pequeñas gotas a la multitud divirtiendose. Sostenía la copa de aquella extraña bebida rojiza con la naturalidad y el porte de un rey de la antiguedad. Sus modales siempre eran exquisitos.
- Bela lugosi está muerto, y yo también.
Pero los restos de Bela están pudriendose en un ataúd de pino en alguna parte, mientras que yo puedo sentarme aquí en este balcón, disfrutar de mi bebida y contemplarte.
Lo siento si suena presuntuoso, pero creo que yo salgo ganando.
Fue una respuesta complicada, con un aire místico en su cuidada voz. Cuando se refirió a su contemplación la vislumbró de soslayo, era una mujer bella, nunca lo había negado a pesar de no abandonarse a sus encantos, era mucho más de lo que pudiese conseguir sólo con su cuerpo. Simplemente no era como esos amantes de la rosa, aquellos sifocantes malcriados...pero aliados forzados después de todo.
Utiles a su manera...si quieres decorar una habitación. Aquella había sido producto de su entusiasmo, debía admitir que el doble cristal con una simulación de lluvia era...relajante. A Gerard le encantaba la lluvia.
- Adivino al mirarte que no comprendes. - Advirtió haciendo evidente que se había dado cuenta de su inseguridad e incomprensión desde hacía unos segundos. Aunque quizás no fuera una falta por parte de Gianella, quizás aquello sólo fuese un diálogo de antemano preparado - Por supuesto que no...son tiempos cínicos y racionales, y no vas a creerte que sea un muerto sólo porque yo lo diga. Hace un siglo hubiese sido otra cosa, o eso decía él. Conmigo tuvo los mismos problemas.
¿Pero dónde se encuentra con todo su poder?
Posiblemente mucho más muerto que yo.
Hablaba para sí, aunque le expusiese la situación, sea quien fuera, su padre, o su mentor, o quien diantres cumpliese con lo que contaba Gerard éste le guardaba bastante rencor.
- Estamos en una época de hechos. Y el hecho es que los cadaveres no se mueven, no caminan, no hablan. Y lo siento mucho, querida, pero tengo una sorpresa para ti: este cadaver si lo hace.
Negó sonriendo como si aquello fuera una broma pesada. ¿Repetía las palabras de su sire?
- Pero no te detengas. Bebe algo, disfruta de la bebida. Después de todo, en las próximas horas voy a explicarte con todo lujo de detalles por qué todo lo que crees sobre la vida y la muerte está equivocado. Asique es posible que lo necesites...
en otras palabras, no sabes una bendita cosa de cómo funciona el mundo, y voy a abrirte los ojos.
Gianella le recordaba su juventud...cuando él llegó. si no había salido corriendo ya es porque Gerard se había tomado la molestia de vertir un poco de su sangre cada vez que Gianella aceptaba beber vino con él. Ahora la sangre de Gerard alimentaba el interior de aquella mujer y en parte...la esclavizaba, la obligaba a estar allí independientemente de lo que dijese o hiciese. A cambio de sus servicios le había entregado más fuerza, una mejor salud...una salud de hierro.
- No obstante...me temo, mi querida Gianella, que no va a gustarte lo que verás.
Dio un buen trago a su bebida, y marcó su sonrisa formandose un pequeño hoyuelo en la mejilla derecha. La observó con calma, con aprecio...
- Antes de que sigamos adelante, permiteme decirte que tienes una oportunidad sin precedentes. Mi especie no habla de sí misma con la tuya...ahora no, y por lo general nunca. Algunos de los nuestros han pasado ¡cinco siglos! tejiendo un telón que llamamos la Mascarada para ocultaros el verdadero espectáluco, pero a fin de cuentas es bastante sencillo: los vampiros no queremos que los mortales sepáis de nuestra existencia. Es por ese motivo por el que el lobo no quiere que las ovejas sepan que está cerca. Facilita mucho nuestro trabajo. Y así, por ejemplo, aunque tenemos los colmillos afilados con los que nos han marcado las noveluchas y las películas, los mortales no los veis si no los mostramos.
Y en efecto...Gerard no parecía poseer unos colmillos más allá de lo humano aunque por lo general hablaba vocalizando con sutileza sin separar demasiado los labios, sin esfuerzo alguno.
Hizo una pausa observando el contenido de su copa...quizás era una pausa para que Gianella dijera algo. ¿Realmente importaba? Estaba contestando a su pregunta, aunque estaba seguro de que ella jamás hubiese esperado una respuesta tan complicada.
Parpadeó contrariada ante su repentina y brusca lejanía. Le miró, sin entender bien qué ocurría. ¿Sería por algo de lo que dijo? El sólo hecho de formularse esa pregunta la sorprendía, nunca antes se había preocupado de si a un hombre le agradaban o no sus palabras, mucho menos su actitud, y sin embargo hela ahí, preocupada por haber dicho o hecho algo que le molestara a él.
Se irguió sin atreverse a romper el silencio reinante, clavando sus azules ojos en la figura de ese hombre que tanto la perturbaba. Gerard comenzó a hablar y la expresión de Gianella pasó de la sorpresa al desconcierto. Por un instante creyó que se trataba de una broma, pero la seriedad de sus palabras le dejó claro que estaba equivocada.
-¿De qué habla? -se preguntaba sin querer dar crédito a lo que oía- ¿Bela Lugosi? ¿Muerto?
Abrió la boca para preguntar, pero no fue capaz de articular palabra alguna, ni siquiera una sílaba escapó de sus labios. Palabras sordas, mudas. No entendía nada y lo que era peor sentía el irrefrenable impulso de salir de ahí, de marcharse, pero al mismo tiempo se sentía encadenada a ese hombre y la sola idea de marcharse y no volver a verle nunca más la retenía en ese lugar.
Su corazón latía con fuerza, sin duda los aguzados sentidos de Gerard eran capaces de oírlo.
Sudor... Ansiedad... Sangre... Respiración agitada... Temor... Deseo... Un corazón desbocado... Respirar agitado. Sonidos, sensaciones y aromas perfectamente reconocibles por él y todo ello emanaba de la mujer que había sentada en ese sofá, todo ello lo irradiaba Gianella.
-Un vampiro -musitó con ojos vidriosos pues tan ensimismada estaba observándole que había olvidado parpadear.
Negó con la cabeza y esbozó una sonrisa, convenciéndose de que todo eso no era más que una broma.
-Los vampiros no existen, son historias, son cuentos... como las hadas, como los duendes...
Apenas y alzó la voz, pero como fuera él podía oírla. Gianella lo miró a los ojos, buscando en ellos algo que la hiciera creer en sus propias palabras, pero nada había en ellos capaz de hacerlo.
-Gerard me estás asustando...
Y, fuera producto de los nervios o no, se acabó en apenas un par de tragos todo el contenido de su vaso.
El sonido del aire abandonando sus pulmones forzadamente, pues era por obligación y no por necesidad se asemejó a una risa muda, un suspiro compasivo de lo que ya esperaba.
- Es desconcertante.
Lo sé. Lo sé...
Gerard se acercó a ella con delicadeza, como si se preparase para atraparla como un depredador captura a su presa mucho antes de que pueda tener opción a escapar. Pero...no la tocó, como si una barrera...como si algo se lo impidiera mantuvo sus manos cercanas a su cuerpo, también su rostro cercano al suyo durante unos instantes y bajando la voz, susurró.
- Pero tranquilizate...
No voy a matarte. Al menos....no todavía...jajaja...
A Gerard le hacía gracia la situación...era un tipo bastante diferente en la soledad de aquella habitación, y más después de haber revelado su secreto. Frente a ella se sentía como en una novela romántica, quizás un sentimiento fruto de la época que le había tocado vivir....así ocurrió con su sire, y no quería perder la oportunidad de mejorarlo...claro que, aprendió de la mejor y no podía evitar, tampoco, el hecho de imitarla, después de todo...lo llevaba en la sangre. ¿no?
- El..Abrazo, debería otorgarse siempre en un lugar cómodo y lujoso. - Explicó haciendose un poco el recatado. - Además...yo soy un sire de los generosos.
dijo aún a riesgo de que ella no le entiendiese.
- Bueno querida...en realidad...no hay forma de que salgas de esto viva.
Pero puedes salir muerta. - Concluyó sonriendo.
- Sabes lo que te estoy ofreciendo....También sabes que, en el fondo, lo deseas. Deseas estar a mi lado...y también deseas saber más sobre vampiros y cuentos de hadas. Lo has deseado desde siempre aunque tu fachada adulta se haya encargado de reemplazarlo por el más básico de los deseos. El poder...y es, en definitiva, lo que yo de ofrezco, poder y conocimiento que, en muchos casos...es equivalente.
Si no fuera así...No habrías venido a esta reunión...
Sabías que algo raro pasaba entre tu y yo...sabías que esto iba mucho más allá de un hombre interesante.
Estás aquí. Hubieses podido escapar hace mucho tiempo...incluso hace unos minutos..., pero decidiste la mejor opción. El camino hacia el poder.
Por tanto, adorable señorita....¿voy a haceros vivir para siempre?
¿si?
Puede que le resultasen extrañas aquellas palabras, pero supo que no eran una broma pesada en como se mostraba el rostro y las palabras de Gerard. Sabía tratar con la gente, esa era su gran baza en muchas ocasiones, Gianella era una mujer muy inteligente, y sabía reconocer una situación de peligro y también a un loco del que no lo era...y Gerard era peligroso porque tenía poder, un poder por encima de su comprensión hasta el momento, pero sin ninguna duda...Gerard no era ningún loco.
Le dab a elegir...pero, ¿en realidad tenía otra opción? Quizás pudiese preguntar por ella...
-¿Tranquilizarme? ¿Cómo quieres que me tranquilice si mira las cosas que me estás diciendo? ¡Dices que me vas a matar! ¡Por Dios, ésto es de locos!
Gianella cerró los ojos, apretándolos, negando con la cabeza, intentando despejar su mente, hacer lo que la razón le dictaba pero no podía, algo había que se lo impedía. No deseaba irse, el magnetismo que Gerard ejercía sobre ella era único, poderos y cual eco podía oír una vocecilla que le decía: "Quédate. Lo quieres. Lo deseas. Te quiere junto a él. Quédate y acepta lo que te ofrece."
Su cercanía le aceleraba el pulso, puede que incluso mucho más que el miedo y la confusión que estaba experimentando y eso Gerard lo sabía, lo sabía del mismo modo que parecía saberlo todo sobre ella.
Era cierto, Gianella lo deseaba como nunca había deseado a nadie. Se sentía embriagada ante su cercanía, por su contacto, por su olor, por esa masculinidad y saber hacer que nunca antes viera en ningún hombre, y había conocido a muchos.
-Tienes razón, podría haberme ido pero no lo hecho ni lo haré -respiró profundo-... ¿No saco nada con intentarlo, verdad? Si algo hay de cierto en todo cuanto me has dicho, sea con mi consentimiento o no acabaré igual muerta, la diferencia está en que si intento marchar no volveré a abrir los ojos mientras que si acepto lo que tú propones al menos tendré la esperanza de hacerlo...
Tragó saliva y se puso de pie. Necesitaba un trago y ella misma se lo sirvió.
-Dices que me quieres a tu lado, como tu pareja, como tu igual y desde que te conozco no ha existido otra cosa que desee más. Sï, no te equivocaste, deseo tu poder, deseo lo que me ofreces... Te deseo a ti y si ese es el precio que debo pagar para obtener lo que deseo entonces lo pagaré.
Permitió que bebiese su trago sin interrumpirla, pero pronto aquel baile de máscaras se convertiría en algo más. Cuando gianella fuese algo más consciente lo sería gracias al tacto de las manos frías de Gerard recorriendo la suave piel de sus brazos. En aquel instante la atracción que generaba el empresario hacia su presa era excitante. Tanto que con su cercanía lograría extasiar a cualquiera, torciendo incluso la virilidad de cualquier voluntad mortal.
Sus labios se separaron cerca del lóbulo derecho de la oreja de Gianella. Era extraño escuchar su voz susurrante con la música de fondo sin aliento, frío, inexistente, no-muerto. Acarició su mejilla con el tacto suave y perfecto de sus labios, y la beso en dos ocasiones. La sangre de la víctima se comportaba según lo esperado y a fin de cuentas era algo que la prometedora empresaria no podía controlar. La involuntariedad de su corazón le jugaría una mala pasada. La sangre se concentraba allá donde era más probable que fuese con la excitación, y los estímulos de aquellos labios la llevaban también hasta la mejilla y hacía que su mente se adentrase en la oscuridad de los deseos pasando por su cuello.
Era tan placentero que cualquier voluntad desearía más por férrea y templada que fuera. Había algo sobrenatural en Gerard que tiraba de Gianella desde su interior, atraía su sangre hacia él, y su cuerpo viajaba entre sus brazos ligero y sin contraposición posible. Ella pronto podría hacer algo parecido a aquello. ella también podría dominar a los demás sólo entrando en una habitación.
Podría cerrar contratos sólo con un guiño o una palabra, podría hacer que todos los hombres que desease o las mujeres, ¡o ambos! se arrodillasen suplicando por su atención. Por poder recorrer el cuerpo perfecto y no-muerto de Gianella con su tacto y su lengua. Eso significaba que sería eternamente hermosa, sin cambios. Sería una diosa de la noche.
En aquellos momentos no había forma de pensar en la carga que conlleva. en los contras de tal transición. Su ser trascendería más allá de lo humano, más allá de la época que le había tocado vivir. Junto a Gerard todo era perfecto.
El dolor inhundó su percepción, los colmillos del ventrue se encontraban con la fina y suave piel de delicados poros y presionaba, doblegandola contra su voluntad. Y era su piel, en ese momento, lo único, junto al dolor, que se resistía a los encantos de Gerard. La piel retrocedía temerosa del sino que le aguardaba y finalmente no lo soportó más. Los colmillos se hincan suavemente sin dejar escapar ni una sola gota de sangre. Será un proceso largo...llevará tiempo...pero el dolor desaparece justo cuando sus labios, su boca, encuentra completo contacto con aquel cuello.
Las manos de Gerard demuestras más osadía de lo que nunca antes tuvieron entre las piernas de Gianella, en sus divinas curvas y finalmente en su cintura, al rodear con sus brazos su cuerpo y disponerse a sujetarlo. En ese instante ella estaría a punto de desfallecer si no de placer, por la carencia de su propia sangre.
Era insaciable. El vástago que ahora devoraba su fluído más vital lo hacía con ritmo, y cada vez que extraía más y más sangre, la sensación de placer extremo se intensivicaba. Aquello era algo muy parecido a los orgasmos sexuales, y se parecía poco a la sensación de despertarse con un brazo dormido. La sangre le faltaba en todos y cada uno de los rincones de su cuerpo, como un templo que es abandonado por sus deliciosos fieles. El corazón late más deprisa, testigo esforzado de su propia muerte, lucha por bombear sangre a los órganos de Gianella e incapaz está a punto de desintegrarse en aquel ambiente de placer intenso.
La última gota de sangre de Gianella viaja desde su corazón hasta el cuello mientras su corazón se estremece...con un vacio inexplicable y literal. Es empujada contra su voluntad hasta la herida de su cuello. Ya no siente el gélido sin aliento de Gerard...ni siente sus manos a su alrededor.
Gianella flota en el aire y sus ojos se cierran si no lo habían hecho ya por el líbido de su presencia.
- Duerme...para volver a despertar....
Oye en su cabeza...y por poco está segura de que es así, y no de otro modo. Ha abandonado el mundo, y a pesar de que pudiese pensar que habría una cegadora luz que llamaría a su espíritu, sólo restaba fría oscuridad....
¿Cómo se sentía morir?
Fue un momento de dolor, luego placer y después, un instante de agonía. No volver a respirar, a sentir la luz del sol, vivir un nuevo día. Era duro, pero había hecho su elección. Su cuerpo no combulsionó.
Estaba tendida en una cama. No lo sabía, pero era cómoda. Seguía en la discoteca. Pero no podía oir la música. En realidad no podía ver ni oir nada. Estaba muerta.
La palidez de la piel lo demuestra y también su frío tacto. Es inofensiva.
Si lo sentía, es dificil recordarlo, pero la sangre de Gerard recorría su garganta. Tenía la boca abierta y sobre ella se encontraba la muñeca del ventrue, goteando una fluída cascada de vitae, roja y brillante en las pálidas luces que los rodeaban.
Cada vez era más común que aquello saliese mal. Tan mal como podía llegar a salir. Era algo así como lanzar una moneda al aire a cara o cruz. Aunque gerard consideraba que el tenía más que un 50% de posibilidades de lograr que Gianella siguiera con vida, o más bien, no-viva después de aquello. No era algo tan descabellado que la hermosa flor que se encontraba frente a ella, como una bella durmiente, no volviese a alzarse y no solo no conservase su belleza sino que se marchitase pronto como un simple cadaver humano.
No podrían enterrarlo sin más. Posiblemente le prenderían fuego. No podía dejar pruebas de una mujer a la que le había desaparecido "por arte de magia" toda la sangre del cuerpo.
Es el momento de despertar. Piensa Gerard, y en su dominio de si mismo duda por unos instantes, tan vulnerable como lo puede ser cualquiera. Su fachada se rompe allí, a solas, con un cadaver. Nadie puede verlo de modo que...no importa. Su fachada sigue intacta.
Gianella no puede recordarlo.
Hace segundos que se ha levantado de la cama con una velocidad sobrehumana, como una muchacha joven poseída por un demonio. No está lejos de ser un demonio, es lo que los cainitas llaman "la bestia"
La bestia no atiende a razones ni a la voluntad del cainita, es como un alter ego con ganas de joderte la vida, perdón, vuelvo a equivocarme, la "no-vida" siempre tendiendo a una naturaleza hostil, salvaje. Controlados por la bestia, los cainitas no son mucho más que bestias salvajes con poderes sobrenaturales rudimentarios; velocidad, fuerzas, y una inteligencia más que desarrollada para evitar el dolor y ser victima de algo que pueda hacerle daño. Pero no se preocupa por la parte racional. No diferencia entre niños, mujeres y hombres. No le hace ascos a un perro podrido en su propia desesperación callejera, ni entiende de amigos, amantes o familiares. Es insaciable, necesita alimentarse de sangre y todo lo demás...es absolutamente secundario.
No es agradable observar desde esa pequeña mirilla, viendolo todo borroso, mientras la bestia controla tu cuerpo y mata, mutila o arranca el corazón de una victima para beber directamente de él. Muchos menos si la víctima es tu hermano, tus padres, tu amante o tu marido. Quizás hasta tus propios hijos.
En este momento Gerard observa a un lado, seguro de que nada actuará contra él, sentado en un asiento tan caro o más que algunos apartamentos del barrio de clase media de Ancona. Gianella tiene a un hombre muy bien vestido entre sus brazos, sus manos se clavan en su espalda casi como garras, y no puede controlarlo.
Sus labios están literalmente pegados a su cuello. Huele a perfume, uno muy caro, es parecido al que utilizaba su padre, y disfruta con ello. Tiene el poder de la situación. Está controlando a una mole de músculos terriblemente hermosa. Un tio por el que muchas adolescendes barrerían el suelo con sus cuerpos arrastrandose delante de él suplicando su atención. Hay signos que indican que se trata de un empresario...y le debe de ir muy bien. O le iba bien hasta ahora, hasta que una mujer sedienta está saciando su sed con su sangre.
Se agita. Está teniendo un orgasmo a pesar de la rudeza de Gianella, que al verle disfrutar, le hiere en la espalda con las uñas, clavandoselas...puede notar que esas heridas perdurarán, es posible que esté sangrando por la espalda. Pierde el aliento entre la excitación y la implementada fuerza de la nueva cainita. A medida que consume la sangre humana, Gianella es más consciente de sí misma, de sus actos...pero sería extraño que tuviese conciencia de la situación, de lo que verdaderamente ha pasado.
Gerard se tensa un instante, se inclina hacia adelante con una sonrisa. Ahora puede oirle, le da una advertencia...es algo subrealista, pero es una cruda realidad, en la que los labios de Gianella están rodeados de sangre, junto a una herida para nada limpia y un hombre al borde del colapso.
- Detente. - Le ordena, más como un consejo que como una declaración de su poder sobre ella, dejando que sea la que decida, aunque tratando de impedir que mate al hombre - No eres un monstruo.
No debes matarle.
Toma lo que necesites...pero sé considerada y agradecida.
Para Gerard no parecía un juego, la alimentación era algo que debía aprender bien desde el principio, aunque le resultaba curioso siempre, el ya hacía demasiados años que había aprendido las sutilezas de aquel arte. Ver los desastres y las influencias del frenesí le recordaban su propia naturaleza oculta, a su propia bestia.
- Ya es el cuarto...
en ese momento puede que gianella cayese en la cuenta de que había, junto a la cama, tres hombres de parecido estilo, empresarios, o ricos, gente bien vestida que estaba muerta o desmayada. no tenían muestras de violencia, salvo por las arrugas de sus caros trajes y su estado de shock o de K.O. inexplicable. Estaban allí sentados, ordenados escrupulosamente. Podía tener claro que ella no los había dejado así...su bestia aún estaba en parte dentro de ella, y la atraía a alimentarse de lo que fuera hasta la última gota de sangre.
La atracción por Gerard varió mucho. Antes podía haber deseado su cercanía, su reconocimiento...pero ahora estaba de alguna forma vinculada a él. Era como si fuera más cercano que nunca, como si su unión ya se hubiese realizado a un nivel mayor del que un humano pueda imaginar. Era como...si fuera uno con él.
Ganas 20 px
Abrió los ojos para mirar a Gerard cuando éste le ordenó detenerse. Los colmillos seguían clavados al cuello de su víctima, bebiendo su sangre, succionando su vida mientras que su mirada estaba perdida en los ojos de Gerard. Estaba extasiada y lo que experimentaba era muy parecido al clímax sexual.
Parpadeó despacio y soltó a su víctima. Gimió y se relamió los labios. Sonrió sintiéndose embargada por el placer, por el sabor de la sangre y la sensualidad ahora más que nunca a flor de piel. Su corazón ya no latía, tampoco respiraba, sin embargo sentía en su pecho la sensación de un corazón desbocado y, cual reflejo innato, su pecho subía y bajaba, agitado.
Miró el cuello sangrante del hombre que aún tenía entre los brazos. Estaba medio muerto, pero su aroma la seguía envolviendo, podía sentir, oír la sangre que todavía bullía por sus venas llamándola, susurrando su nombre.
-Más... quiero más -musitó.
La consciencia, el lado humano de Gianella, si es que algo de humano aún quedaba en ella, estaba dormido, aletargado. ¿Qué pasaría cuando la bestia estuviera bajo control y ella fuera consciente de lo que había hecho?
¿Cuánto había cambiado todo desde que accedió a colaborar en aquella empresa con Gerard?
¿qué mierda había pasado para que acabase muerta...pero más viva que nunca?
La sangre fresca era irónica. En realidad estaba terriblemente cálida, y hacía arder el cuerpo de Gianella como un néctar de dioses. Se sentía más fuerte que nunca. Podría partir a su padre por la mitad con sus propias manos, y podría retorcerle la mente con la suya con una sola palabra. Lo sentía...era como si dispusiera en su mente recuerdos que antes no tenía. Un poder aletargado que había roto los barrotes de su prisión, la prisión impuesta por algún maquiavélico dios cristiano y se hubiese convertido en su igual.
Era una diosa de la noche. O...así se debería de sentir...
Gerard lo sabía. Y disfrutaba.
Había cruzado sus piernas en un asiento para observarlo, con una pose pragmática, pero terriblemente intencionada a pesar de su naturalidad. Su cortesía no parecíó tener límites hasta entonces.
Se hacía rogar. No le entregaría más sangre.
Eso obligaba a su bestia, a su otro yo, el liberado, a desear hacerse con el control de la situación, incluso por encima de las poderosas órdenes de Gerard y sus recomendaciones.
Quería extraer cada gota de sangre de aquel humano, ¿qué más daba? Ahora sólo era una presa...era como en los negocios. Se lo justificaba. La mente irracional y subconsciente que escondía Gianella podía justificar sus actos de tal forma, que era fácil actuar de tal modo. Aún así, y por el momento...por poco tiempo, eso sí, Gianella tendría el control para decir..."No".
Se oyen pasos en als escaleras contiguas...
Es fácil para la nueva Marengo. Oye sus pasos, rápidos, a ala carrera. Y también comprende la carencia de respiración en Gerard, su parsimonia. Puede entender que éste tiene los sentidos embotados ante el espectáculo de su primera alimentación, pero ella es como un animal salvaje...lo percibe. Está en peligro.
Algo va a pasar.
Algo está a punto de ocurrir.
su corazón se agita de nuevo, bombea sangre a cada uno de sus rincones, la llena desde su interior con un poder que iguala al de cualquier entre demoniaco o divino. Se prepara inconscientemente para luchar por alimentarse, por sobrevivir.
Cuando Gerard se da cuenta. Es tarde. Descruza sus piernas, aferra el sillón con las manos para ejercer fuerza con los brazos, tensos y levantarse.
¡Gianella observa como la puerta se abre! Pero no ve pasar a nadie, un haz oscuro...salta sobre la decoración, se impulsa en ella, en ese momento dislumbra una figura humanoide, salvaje..con garras, con orejas alargadas, colmillos...sin un solo cabello. Apoya sus pies desnudos y deformes sobre las manos de Gerard, lo empuja y le impide levantarse. Ellos se mueven a cámara lenta, éles demasiado rápido...es como la luz, es como una pesadilla.
Entonces levanta el brazo, y el tiempo parece detenerse para la neonata*, ve una estaca de madera. Es como una jodida película de hollywood, pero no tiene nada de gracioso. Se oyen los gemidos lunáticos de varios humanos que huyen por sus vidas en alguna parte. La estaca desciende con la carga del brazo, y se clava con una suavidad pasmosa en el pecho de Gerard. Su expresión es de sorpresa, y se congela cuando su corazón es atravesado.
La sangre salpica las paredes procedente del pecho de su sire. el ventrue ha jugado una partida de ajedrez arriesgada...y aquel movimiendo del contrario, era un "jaque mate".
Antes de que su bestia todopoderosa pudiese reaccionar, Gianella comprendería que no tenía nada que hacer. Que entre sus iguales, aún no había ni empezado a entender.
Una mujer se coloca a su espalda a la carrera, da un leve salto hacia ella.
El monstruo sobre Gerard se gira y escupe un nombre:
- ¡Lo tengo, Louisse!
Y ella, de ojos pintados con sombra de ojos, de piel extremadamente pálida, con un atuendo de cuero y cadenas de metal rebelde y de muy mal gusto, termina por golpear a la chiquilla.
La desafortunada cainita siente un golpe seco...sordo...y ve su propia sangre salir disparada en el impacto hacia Louisse, y hacia su propio rostro y mentón. Pequeñas gotas, como las del rocío en una mañana...pero es una sangre fría...sin vida...y su aroma...es...tentador.
Su bestia desea moverse...pero no puede hacerlo.
Contempla con horror como una gran estaca le atraviesa el corazón, ve su larga estructura de madera saliendo de su cuerpo. Asesinada. ¿Asesinada?
Pierde la consciencia...se siente morir como lo hizo cuando Gerard tomó su sangre. Pero esta vez, podría no tener esperanzas de volverse a levantar.
*neonata es un término aplicado también en vampiro para referirse a los recién creados o a aquellos vampiros que están bajo la protección y responsabilidad de sus sires (sus creadores)
Este es el fin del preludio.
Disculpa las pocas posibilidad de acción del último post, pero ciertamente no puede hacer mucho dados los acontecimientos. Ahora continuaremos con la trama, y todo te encajará.
Pasamos a la escena "Una interpretación perfecta"