Noches enteras de tortuosos senderos hasta Ancona harían a cualquiera replantearse el camino, ¿No hubiese sido mejor tomar un ferrí a Sicilia? Desde tiempo inmemoriales los jefes de las mafias italianas se habían dado encuentro allí, ¿no era ese mejor lugar para un ladrón? El camino venía marcado por la brújula, que conducía a Erik más allá de montañas y lagos por sendas seguras y caminos de piedra despejados, siguiendo las antiguas vías romanas, dejandole contemplar noches de acueductos y ruinas mantenidas por los hombres en honor a la grandeza de la humanidad.
La estámpa de lo que pudo ser antaño y de lo que se mostraba ahora ante los ojos de Erik, era muy diferente, los coches, la ausencia de barcos, la ausencia de gentes en la noche solitaria, las mismas nubes que esta vez escondían la luna daban la bienvenida al joven a una ciudad llena de oportunidades o desidia por volver a labrarse un futuro y dejar de subsistir.
Desde hacía muchas noches no tenía la necesidad de cazar animales para alimentarse de su carne, ahora mataba para alimentarse de otra forma, su estáncia en el bosque puede que le hubiese separado tanto de la humanidad como para, al contemplar a una pareja de jovenes bajo la noche paseando por el paseo marítimo, darse cuenta de que se había transformado en algo que dificilmente alcanzaría a comprender. Si aquella ciudad tenía algo de bueno, era su proximidad al bosque y dos montes amplios, donde ya antaño relata la historia muchos ascendieron en busca de soledad y perdón.
Allí estaba Erik, a solas con el susurro marino y el Arco de Trajano dándole una fría bienvenida.
Bienvenido, tómate las libertades que creas convenientes, puedes moverte por el mundo practicamente a tu gusto, tu decides cuales son tus primeros pasos y como vas a organizarte en este nuevo lugar, relajate y comienza sin presiones.
Ostentoso. Pensó Erik, a la vez que se formaba una sonrisa en su rostro. Una entrada como esta, solo auspicia una importante ciudad.
Observó el mar, por algún extraño motivo su cercanía lo llenaba de tranquilidad. Respiró profundo, inundándose del aroma marino. Sus fosas nasales se abrieron permitiendo el ingreso de cientos de aromas, y entre todos ellos descubrió uno familiar.
Por fin llega.
Volteó el rostro y lo vio venir corriendo. Era un perro, su perro ahora. No podría establecerse su raza, pero seguro corría por su sangre un poco de ovejero alemán y otro poco de Husky. Hace unos meses lo había encontrado en las afueras de una ciudad, desde ese momento, no se separo mas. Siempre estaba cerca cuando Erik despertaba, y se quedaba vigilante cuando dormía. Era un buen compañero en caserías y no esperaba nada a cambio.
Erik le acarició la cabeza.
¿Donde has estado? ¿Trabajando? No, nunca haces eso por mi. Mira.Le señaló el arco. Te gustará Ancona, tendrás muchas bolsas de basura para destrozar, y con algo de suerte muchos bolsillos para vaciar.
Vamos!
Empujó al perro y empezó a caminar hacia la ciudad.
El proceso era simple. La primera noche buscaba un lugar donde refugiarse, una pequeña pensión con sótano en los suburbios o algún edificio abandonado. De no encontrarlos no se preocupaba demasiado, solo buscaba algún lugar alejado en contacto con la tierra, a fin de cuenta, pasaba la mayor parte del tiempo en lugares rurales o bosques, y había descubierto que ningún refugio era mejor que la tierra(generalmente dormía utilizando Protean: Fusión con la tierra). En ocasiones tomaba la vivienda de alguna víctima como refugio pasajero, pero de esa manera se sentía mas expuesto.
Una vez asentado, el segundo paso era simple, buscar que y a quien robar. Era solo cuestión de conseguir un periódico, generalmente los pomposos ricachones solían mostrarse en las secciones de sociales. Y si eso no era suficiente, en la sección de policiales siempre se hablaba de algún que otro mafioso. Aunque el recuerdo de la muerte de su amigo Leo seguía vigente en su memoria, su ambición y sus ganas de asumir el reto, lo incitaban a robar a algún mafioso. No estaba seguro porque, pero creía excitante robarle a alguien tan peligroso.
El tercer punto, y talvez el mas importante, era la alimentación, pero en ese aspecto, la ciudad parecía amoldarse perfectamente a su dieta, Y la cercanía al mar, siempre era beneficiosa para deshacerse de las sobras.
El plan estaba en marcha.
Primera noche, refugio y comida. Se dijo sonriendo, mientras dejaba atrás el Arco de Trajano.
La supervivencia aquellos últimos días fue tan dificil o fácil como siempre, a fin de cuentas se trataba de todo un superviviente y un chico de circo, es un chico de mundo. Su picaresca le había ayudado desde siempre, tanto cuando su corazón latía como cuando había dejado de hacerlo.
El perro movió excitado la cola de un lado a otro, golpeando el aire inmovil con una energía sólo propia de un animal que dentro de su desgracia es féliz, tenía comida, tenía compañía y como si se tratase de una mente más humana, jugar y divertirse sin demasiadas restricciones, no más que las que le imponía su naturaleza, algo más salvaje que la de un perro bien domesticado. Sus colmillos sobresalian húmedos por su saliba en el fondo negro de sus fauces, escoltando su lengua hasta fuera, temblorosa y deseosa de nuevas experiencias. Sus ojos se tornaron casi humanos, mostrando una pequeña luna blanca, fijos en Erik, hasta que el empujón desató su correa invisible. A la carrera adelantó un par de zancadas, en un galope rápido hasta traspasar el arco, luego, con la cabeza en alto como si se tratase de un pura raza orgulloso de su condición extendió las orejas puntiagudas para volver a explotar en una carrera alegre por delante del gangrel.
Un pequeño mechón de su cabello de color pardo aunque con cierta transperencia, aislados, desprendidos levitaban desplazados por la brisa tenue, como un soplido sencillo de las montañas que avanzaba inexorable hacia la mar, transportandolo por encima de las aguas sin permitir que las tocase, adivinando su superficie brillante por el reflejo de la luna hasta perderse en la lejanía del puerto y el horizonte del Adriático.
La ciudad era muy diferente al mar o al bosque, seguro era que Erik no la habría olvidado, ni tampoco como moverse. La luna llena en el cielo se veía apagada por la contaminación luminica de la ciudad, que había conseguido que una cúpula de luz sobrevolase como un fantasma aquella preciosa urbe, ocultando al observador que se introducía más en ella la visión de las estrellas. Era el precio a pagar de la humanidad por mantener la oscuridad bajo control, por iluminar la noche no podrían contemplar el maravilloso cielo sino fuera huyendo lejos del refugio que proporcionaba la piedra, el cristal y el metal.
No hacia mucho que la noche había ganado el pulso al día, y a medida que sus pasos y los de su fiel compañero se adentraban en un océano de civilización, contempló como las gentes habían perdido el miedo, como aquella luz les concedía unas cuantas horas más de vida, que disfrutaban paseando con sus seres queridos o a solas en busca de lugares en los que recrearse, algunos bares y pubs permanecían abiertos, las cafeterías y sus terrazas comenzaban a cerrar. Sobre una de aquellas mesas de plástico blanco reposaba un periódico mientras un joven varón apilaba las sillas de gris metálico unas sobre otras y poco a poco las iba introduciendo en un lugar seguro, hasta que su vista recayó en aquel papel. Mirando a los lados como si desease desprenderse de él, buscando una papelera cercana quizás, o sólo pensando en que ya era la hora de cerrar. Lo ignoró y siguió con su trabajo, a pesar de su espalda que volvía a cargar con una de las mesas.
El perro corría en zig zag, de un lado a otro de la gran vía sin tráfico, donde no había asfalto, sólo piedra y los neumáticos no manchaban el suelo, tampoco el ruido de los motores rompía la armonía de la noche, del susurro del viento y del paso tranquilo de los transeuntes. Apostado en las puertas de una antigua casa, una de esas que han tenido una gran historia, legible no sólo en las chapas históricas de metal, sino en sus cimientos y la piedra con la que fue levantada, un anciano de barba hasta el vientre, abrigado con más de dos chaquetas de cuero pelado por los roces y el tiempo o el uso, pide caridad agitando sus manos, de piel retorcida y ajada, acogido entre el seno de cajas de cartón que el mismo debió apilar para sentirse más cómodo dentro de su propia pobreza.
Casi con la misma curiosidad que el perro, Erik recorría las callecitas, maravillado ante las antiguas fachadas de los edificios. El aspecto gastado y añejo de las paredes, y las calles de piedras comenzaban a agradarle, al menos, más que los ruidos y las construcciones modernas de las grandes urbes.
Erik se acercó a la cafetería que estaba cerrando,el joven entró a acomodar una mesa, entonces Erik se apresuró a tomar el periódico. Sabía que si se lo pedía al muchacho, también lo habría conseguido, pero se sentía mejor haciéndolo de este modo.
Miró a los lados buscando al perro, el cual estaba enfrente jugueteando con un viejo mendigo, en la puerta de un antiguo edificio.
Se acercó al anciano, el cual extendió apresuradamente sus gastadas manos.
Disculpa viejo, pero no tengo ni una moneda. Pero... ten, talvez esto te sea de ayuda.
Se sacó el sobretodo marrón entregándoselo al viejo, no sin antes extraer la brújula del bolsillo y guardarla en su pantalón. Era un viejo sobretodo lleno de polvo, un lujo, comparado con los que vestía el mendigo.
Se sentó junto al viejo y empezó a ojear el periódico. Siempre creyó en que "si quieres un lugar seguro, busca el refugio de un mendigo, si quieres un encontrar peces gordos(gente adinerada)busca a alguien mendigando." Nunca falla, el lugar estaba tranquilo, no había vehículos, demasiado transito de personas ni niños revoltosos.
Tanta tranquilidad comenzó a darle "sed". Olfateo el aire, viciado del hedor del anciano. De alguna manera sentía cierta piedad para con los mendigos, entendía la difícil vida que les toca llevar, así que evitaba alimentarse de ellos mientras fuera posible, y generalmente era posible.
Pensar en comer empezaba a afectarle, la sed aumentaba a cada segundo, y la luna llena no lo ayudaba a contenerse. Observó la calle, estaba demasiado iluminada como para liberar la bestia interna, buscó a su alrededor algo que lo distrajera, algo que lo calmara. Su vista se clavó en el anciano, realmente no alentaba al hambre, pero serviría para apaciguarlo por unas horas. Cerró el periódico y giró su cuerpo en dirección al anciano... ... Guaff!
El perro ladró una vez, casi como si supiera lo que estaba por pasar. El ladrido fue suficiente como para cortar el impulso de Erik. Se acomodó nuevamente apoyado contra la pared con el periódico en alto, y como para distenderse preguntó.
¿Qué es este lugar, viejo?¿No sería conveniente mendigar en la entrada de una iglesia?
Sé que repito mucho de lo que tu pones en el post anterior, es solo que se me volvió indispensable repetirlopara armar mejor las frases.
Me encanta tu manera de expresarte, propia de un escritor.
Como el comprador de buen ojo, o el curtidor del buen cuero, Isaac se propuso en pocos segundos examinar aquel regalo que a buena cuenta le había sido otorgado sin pedir nada cambio, sólo por caridad. Sus parpados, que con el tiempo encontraron dificultad para abrirse cuando lo deseaba, se apretaron arrugandose contra las cejas, y sus ojos azules se tornaron en su color joven y vivo, propios sólo de aquel que se encuentra en un estado de felicidad. Sin embargo no lo celebraría con palabras, ni con gritos ni con saltos.
Su pulgar y su índice trabajaban juntos para eliminar de la superficie de aquel traje de reyes los cabellos de perro, o quizás alguno de su antiguo dueño, o sólo para conseguir el reflejo adecuado de luz que hacía de aquello algo más que una piedra preciosa. Miró a los lados, a uno y a otro, como el mendigo que guarda su atillo con recelo, como un dragón echado a menos protegiendo su tesoro en su guarida de cartones y papeles. Aquello valía más que el oro se dijo y quitandose uno de sus abrigos, lo colocó debajo, acolchandolo entre dos, donde el tiempo y el uso no lo desgastarian tan rápido y donde pudiese sentir el bien de su calor.
Al principio en su rostro se dibujó con arrugas en la frente una expresión de cautela, pero como si tuviese la confianza de un hermano, vio algo más en la profunda mirada de Erik, en sus palabras y lejos de juzgarlo, comprendió su alma (o lo que quedaba de ella) que estaba tan ligada a la de aquel animal, y a la de aquel perro.
Se lo agradezco con un gesto sumiso, un asentimiento sentido, apretando la piel entre mis puños aunque hubiese otorgado aquel conocido desconocido gustoso un abrazo, no quise incomodarlo. No así, quedarían las tornas aquella noche, sentado junto a mi preparo mis manos, poco ágiles para buscar un recuerdo que pueda satisfacer el trueque, que es común en las culturas y en los hombres, premiar lo recibido con algún buen objeto, o pagarlo con historias.
Dado el valor, puede que con ambas.
- No soy tan viej....cogfff. Viejo. ¡Maldita sea!
Mas no era consciente de que hablaba con una persona, ni de mis modales. No tenía por costumbre la plática animada, sólo la paciencia callada ante la hostilidad.
- A las iglesias ya no...cogggfff...va nadie. En la noche los jovenes pasan por aquí. Los nuevos ricos los llaman. ¡JA! Maldita....maldita sea...
No está permitida la presencia de los que visten como yo donde ellos van, pero tienen que pasar por aquí, si. Y...ahhrrg...maldita sea...maldita sea...si pido...no es a los hombres, es a Dios, o a las buenas almas como vos, que saben que no necesito de demonios de metal, ni de bustos dibujados para sentir mejor o sofocar mi pena.
Que para rostros y retratos, antes que los de los billetes y doblones, Dios sabe que prefiero un buen lapiz y papel, donde poder reflejar las buenas almas.
Acallandose, con el ruido de fondo de los locales cercanos, y de los jovenes que se asomaban a sus puertas para gritar sin descanso, como almas gobernadas por el mismo Satanás. Urgó entre los cartones, y envuelto en una funda mal cuidada y malograda de plásticos que Isaac había encontrado por ahí entregó a Erik un dibujo del que sólo podía verse su fondo difuminado a carboncillo.
En aquella funda de artesanía casera se conservaba un folio blanco e impoluto con un dibujo de la mano del mendigo, una mujer de mirada profunda, curvas que rozaban la obscenidad y un paraguas que protegía al observador de la luz de su sonrisa.
Lo saqué con cuidado, tanto que mis labios agrietados, secos y grises por el polvo y la suciedad volvieron a sentir la húmeda y cálida caricia de mi lengua,en un esfuerzo de coordinación y sutileza dignos de un cirujano. Cuidando de no manchar con mis huellas aquel recuerdo de mi juventud.
- Míralo. Míralo. Es tuyo...por...ya sabes, ¿eh? ¿te gusta? tuyo, por eso, ¿de acuerdo?
Abrí bien los ojos contemplando su rostro, rozando el entusiasmo. Allí postrado, como una cucaracha en la ciudad, a las puertas de un edificio del que puede que incluso desconociese su utilidad. Ignoró sus demás preguntas, había otras cuestiones que tenían prioridad. No agradecería, intercambiaría.
No se te hace dificil coger el periodico, aunque como bien sabes, nadie va a echarlo en falta, esto es lo que puedes encontrar que resulte interesante en relación a los "peces gordos" de la mafia. Puede que no sea la primera vez que oyes el nombre de Draco Malone, su familia es bastante conocida por escandalos de este tipo, siempre han salido absueltos o han pagado la fianza con premura, disponen de mucho dinero y recursos en la ciudad.
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Gracias por el comentario, me encuentro muy agusto con tus escritos y se hace sencillo seguir, sigue así :)
"...Draco Malone, que a pesar de las pruebas a salido absuelto..." Repitió para si mismo.Eso solo significa dinero o poder, y no hay poder sin dinero.
Mafia y drogas, seguramente montañas de dinero. Suena extremadamente peligroso, y por sobre todo tentador, talvez...
Algo interrumpió mi pensamiento, a mi lado, el viejo se volvió inquieto, sacaba de entre sus cosas algo importante. Finalmente me lo entregó.
Cerré el periódico y lo dejé a un lado, tomé el dibujo que me alcanzaba el viejo, como quien toma un volante en la calle, sin cuidados ni respeto. Jamas fui muy apreciador del arte. Se notaba claramente que lo había dibujado alguien con habilidad, pero ¿cuanto podría valer eso?.
Mire la hoja y luego al viejo, aparentemente mi reacción lo había desconcertado, se veía en su rostro algo de desilusión. ¿Como se supone que debía reaccionar? a fin de cuentas no es una de las 7 maravillas.
Sabía que si no decía algo terminaría ofendiéndolo.
¿Quien es la dama? pregunté aparentando interés, pues no quería portarme descortés con el anciano.
- Es una....cooogggfff, ¡maldición! una amiga...si, será una amiga tuya. Lo verás llegado el momento. Ella te ayudará. Ella era mi madre, ¿Sabes?
Asentía como si estuviese lleno de razones, mis ojos se levantaron, agitandose entre los parpados buscando la luna, apartando las nubes, intentandolo almenos, con aspavientos de las manos, sin conseguir mucho más que ver su destello en el firmamento entre aquella cápsida de luz que lo artificial había mantenido así durante años, como una membrana visible que separaba aún más a los humanos de la naturaleza y del universo.
- Te será útil. Estamos en paz, en paz.
Escupo en el suelo, lejos, apuntando con el labio inferior en un gesto no muy educado por mi parte, miro de reojo a Erik e intercambio mi atención con el periódico, echo un vistazo a los titulares y me pongo pálido, el nombre de Malone me aterra, como si hubiese visto un monstruo.
Afortunadamente ignoró que estoy sentado junto a uno, quizás algo diferente, y mucho más amable..
Protejo mi rostro con las manos y los antebrazos sucios, y niego, como si supiese de las intenciones del muchacho.
- Algunas personas merecen algo más que la muerte. Las aguas tranquilas se vuelven tifones cuando la luna se oculta a las vista del puerto.
Profetizaba, como un loco. Me di cuenta...y enmudecí dudando si marcharme de allí para no insultar con mi presencia a aquella buena alma.
¿Una amiga?...¿Su madre!?... Imposible!, con la edad de Isaac, la vieja tendría no menos de 120 años. Intenté no mostrar mi desconfianza, a fin de cuentas, yo sabía que el hambre y la desesperación terminaban por afectar la percepción, y seguramente Isaac venia padeciéndolas hacía mucho tiempo.
Estaba a punto de levantarme, no tenía ganas de pasar la noche escuchando las historias de un loco, el perro me miró y se puso de pie, como si supiera lo que yo pensaba. Entonces el viejo comenzó a decir cosas raras, no fue eso lo que me llamo la atención, sino su reacción ante Malone. De alguna manera, la nota en el diario lo afectaba.
¿Qué sabes de Malone? Pregunté. Mi curiosidad se volvía notoria.
Era posible que el viejo guardara un poco de información cuerda sobre Malone en su cerebro.
La respuesta se hizo esperar, no sé si le viejo no quería responder, o si estaba acomodando la información, para poder transmitirla. Creí que no diría nada. Me levanté, mire a mi alrededor, leí la chapa metálica del antiguo edificio, mientras esperaba una respuesta; y justo cuando creí que el ya no diría nada, justo cuando estaba por despedirme y salir de ahí, el viejo abrió su agrietada boca y dejó salir unas palabras...
- Draco...era un buen hombre, cooorfff...¡Maldita sea!
Pero pactó con algo peor que con el Diablo y se convirtió en un demonio...es arrogante, un tonto...tonto...más que tonto ponzoñoso.
Le irritaba recordar, y le costaba. Se notaba en las arrugas que se formaban encima de las cejas, justo sobre la nariz, sus ojos se forzaban y se iban hacia arriba, como el que trata de recordar algo que ya se ha borrado de la mente pero sabías que no debias olvidar.
- Ahora se pasea por la ciudad en un coche blanco, como si se tratase de un hombre importante...pero no lo es, ¿me oyes? ¡No lo es!
..Yo podría haber hecho lo mismo, pero me negué, y lo prefiero. ¡No me arrepiento!
Parecía autoconvencerse, y no estaba muy seguro. Su rostro de tristeza era reflejado por sus ojos, ahora apagados, su rostro marchito.
- Es un buen coche. Pero yo no lo necesito. No tengo donde ir con él. Draco...Draco...si quieres encontrarle tendrás que estar dispuesto a correr muchos riesgos. No es tan sencillo como buscar su telefono en una guía telefónica..no, mucho más dificil...
Pero...quizás...
Hay una mansión importante, allí suele reunirse Malone con alguno de sus socios. Está muy vigilada, solían ir cada fin de semana, es más grande que una simple casa de campo, y mucho más cara, a mi madre no le hubiese gustado.
Allí podrían decirte más de él...o matarte.
Era bastante claro, aunque Isaac no deseaba ningún mal a Erik, aquella mansión protegía a los mafiosos de Ancona, y es probable que también guardase suculentas recompensas para aquellos con la audacia y el sigilo apropiados. Con señas toscas le indicó hacia donde debía dirigirse si decidía aventurarse a un suicidio como aquel, estaba cerca del templo de Venus.
¿O matarme? je! De alguna forma, el concepto me causa gracia.
La muerte no me acecha, no me controla, no detiene mis pasos. La muerte solo me alimenta.
Acaricié al perro, y me marché de ahí. Me gustaba dar un aspecto dramático a mis despedidas, solo como burla, a fin de cuentas, es un pobre mortal. No voltee a verlo, pero estaba seguro que se habría quedado con la boca abierta después de esa despedida.
Camine en dirección al templo de Venus.
Estaba rompiendo mis propias reglas, sabía que primero debía buscar un refugio y comida, pero la curiosidad me ganaba. Ya podría buscar refugio otro día, a fin de cuentas, siempre hay tiempo para todo cuando eres inmortal.
Perdón por el mensaje escaso, pero no quiero ponerme a dar vueltas(inventar) en un mundo que no conozco.
El templo de Venus, ascendiendo por la ladera hasta llegar a él, poco antes de que pudiese verse su perfil, como si fuera el sol que asoma en el horizonte de la montaña el vástago y cualquier mortal podían deleitarse con su magnificencia, aquella construcción en honor a una diosa.
No fue dificil encontrar el camino que se desviaba hacia la mansión, escondida entre los árboles resguardando su intimidad, como lo harían aquellos que no desean que se conozcan sus secretos, y se alejan de la civilización para guardarlos sin saber, que de ese modo, se vuelven más vulnerables. La policía está lejos para bien, y para mal.
Las puertas de metal, el portal controlado por cámaras y receptores de sonido, un timbre poco común. No había guardias custodiandola, pero sí en el interior, paseando con linternas y perros de forma rutinaria. Como el vagabundo había dicho, había más de tres coches negros en un modélico aparcamiento (también en el interior) iluminado por las muchas luces de las que disponía aquella gran mansión y al menos uno blanco.
Existía una puerta trasera para la casa, pero nó para la barrera que proponían las columnas de coca, la verja y aquella muralla, como si se tratase de un castillo medieval, mas que de una simple propiedad. No había camaras visibles fuera, salvo en la puerta, pero si algunas bastante fáciles de ver dentro, a medida que uno se acercaba a la casa.
Parece tener mucha seguridad. Las cámaras y los guardias amedrentarían a cualquiera, y si eso no funcionara, aun quedaba el detalle de ser propiedad de mafiosos.
Aquí es donde comienza la magia, literalmente. Dije en susurros.
Me aseguré de no estar a la vista de ninguna cámara, volteé y me dirigí al perro. Espérame aquí, o ve al templo. Nos encontraremos en unos minutos.
El perro se alejo unos pasos, ya sabía qué pasaría.
Dejé caer los brazos a mi lado, hice sonar mi cuello y me relajé, respiré profundamente y creé un vacío en mi mente, dejando a mi cuerpo preparado para la metamorfosis.
Transformarme en lobo era ya parte de mi esencia, podía hacerlo sin problema, en cuestión de segundos, pero convertirme en murciélago se me hacía bastante mas complicado. Entendía lo practico de esta transformación, me maravillaba el cambio en mis sentidos, y el echo de poder volar, pero aún había algo que no me convencía, algo que me causaba rechazo, algo en el proceso de transformación que no me permitía disfrutarlo como al mutar en lobo, pero no podía descifrar que era.
El cambio se había completado.
Siempre me pasa lo mismo, al convertirme en murciélago, se supone que mi nueva apariencia aparecería flotando en el aire, pero la perdida de la mayor parte de mi visión, así como el aumento de mi audición y la aparición de alas, me desconcertaban, llevándome a caer al suelo y dar un par de golpes y aleteos en el piso, antes de poder echar a volar. Casi sería divertido si alguien lo viera.
Glorioso! No podía evitar pensarlo cada vez que se remontaba en vuelo. Su repulsión hacia esta forma había desaparecido, pero retornaría al volver a su estado original.
Cámaras, Guardias de seguridad, perros adiestrados ¿qué podrían hacer contra una pequeña rata volando a diez metros sobre sus cabezas?
Busco en las paredes, alguna ventana abierta, manteniéndome alejado de las grandes fuentes de luz que terminarían por cegarme completamente.
Sigo buscando, se que si no logró encontrar ninguna ventana, podría intentar ingresar por el sistema de ventilación, o mi favorito navideño, la chimenea.
Forma de la bestia: Murciélago
(Reserva de sangre:000000000X)
Pongo aquí la reserva y los puntos de sangre que voy gastando, así los vamos controlando.
Una de las ventanas permanecía abierta, era una habitación lujosa, llena de muebles un tanto variopintos. El cuadro de un hombre elegante presidía la chimenea ante dos hermosos sofás de cuero negro, vestía con ropas de noble en lo que fuese quizás la edad medía, el fondo eran sombras y el marco dorado no era demasiado acorde a la decoración minimalista de aquella sala.
La chimenea estaba apagada, pero los pequeños trozos de madera aún crepitaban, rojizos en la última vida de sus ascuas. El olor a madera podía recordar a las aldeas del bosque, aunque aquello más parecía un castillo sacado de un cuento de hadas, que se veía violentamente integrado en un futuro frio y alarmantemente cómodo.
Aunque estaba vacía podía oirse a gente caminando por los pasillos, dirigiendose a una sala de aspecto grande (a juzgar por una primera vista) Las luces de la habitación en la que se encontraba, el ahora, murcielago, estaban apagadas, y aunque no tenía problemas para ver, debía de tener cuidado si no quería tropezar con algo en su revolotear, y más aún cuando volviese a transformarse...
-Continuamos en la Mansión D'Arath -