Aquella noche fue inusual...inesperada. No era como el sueño mortal, era algo muy diferente. La pesadez del cuerpo se hacía notar en cada poro de su piel, en cada rincón, en cada extremidad, en cada articulación, ¡en todo lugar! al mismo tiempo. Su mente también se cansaba, pero no por el trajín de la noche, era sobrenaturalmente ridiculo, se ofuscaba de una forma ineludible, y la sumía en un místico sueño, un sueño que nada tenía que ver con aquel término, era como morir completamente, como caer en el abismo más oscuro, en el vacio y dejar de ser consciente de todo.
De día, no estaba segura, esa fue la primera apreciación que pudo hacer en cuanto tuvo consciencia de su ser una vez despierta, cualquier podría interrumpir, asesinarla, destruirla, y ella no podría siquiera gritar horrorizada. El despertar tampoco era nada agradable...aunque podría suponer que es algo a lo que cabe acostumbrarse.
Su corazón empezaba a latir, entonces su mente se volvía algo consciente, pero era la mente de una bestia, ya había sentido aquello al alimentarse. Era una mente primitiva, de voluntad férrea pero roja como la sangre. Era violenta, estaba dispuesta a protegerse, a salir y tomar todo lo que necesitase. La sangre que bombeaba su corazón no estaba caliente, sin embargo, quemaba cada una de sus venas y arterias, era como lava en su interior, resultaba a la par excitante y doloroso.
Involuntariamente sus dedos se movían, sus brazos, sus piernas...todo cobraba vida de nuevo, una vida falsa, una vida robada, ¿a quién? a las presas de la noche anterior, y a las que tomaría, sin duda, aquella noche. Era un parásito que se alimentaba de la vida de otros para extender la suya a lo largo del tiempo...¿Qué tenía que decir su moral sobre eso?
¿Cómo podía mantenerse alguien cuerdo así?
Aquellas eran todas las cosas que su sire no pudo llegar a contarle...pero ¿Cuándo tenía pensado hacerlo?
Notó como que se ahogaba...su cuerpo....patético...¡intentaba respirar! pero no lo haría involuntariamente. Aquella sensación de ahogo era el fruto de la rutina, su mente pensaba que necesitaba respirar para vivir, pero...no vivía, no lo necesitaba y su cuerpo no lo haría.
Sintió el frío en las yemas de sus dedos, y si se miraba con más atención vería su palidez...si, era un cadaver, ¿qué evitaría que se pudriese toda aquella belleza entonces?
de súbito, tras despertar en el silencio, sin recordar nada, ni un sueño, de aquel largo día en el que pasó descansado, fue testigo del mayor enemigo de un condenado, de un vástago, como ella lo era...
De la más absoluta y terrible....soledad...
Mark caminaba en solitario por los salones de la mansión, dando algunas vueltas antes de irse a la cama, pues en ese momento no tenía sueño. Fue a tomarse algo del refrigerador y se sentó mirando el patio de la mansión con el refresco en la mano.
Mmm... Ese sádico no me gusta como príncipe. ¿Pero quién soy yo para cambiar las cosas?
Dio un sorbo.
Nadie, un novato en todo este mundo... pero un novato hombre-lobo, no? Suspiró pensativo Quizá solo sea un novato, pero si pongo a los hombres lobo de parte de Mario, las cosas cambiarán. Ellos no van a ser sus perros de pelea, pero si Cuervo Sonriente accede, se pueden conseguir cosas entre todos. Supongo que le puedo inquietar un poco con esto.
Dio otro sorbo mientras se sacaba el móvil del bolsillo y buscaba el número de teléfono de su... congénere. Cuando le cogió el teléfono, saludó.
¿Qué hay...? ¿Puedes hablar? Porque han habido novedades y creo que tendrías que enterarte de algunas... ¿Dónde podemos vernos?
Se quedó sentada en la cama, abrazada a sus piernas, siendo dolorosamente consciente de su naturaleza. Se sentía atrapada, prisionera de un destino que antes parecíale idílico y que ahora se mostraba ante sus ojos como una pesadilla. El encanto había desaparecido y sus emociones, siempre intensas, ahora lo eran aún más. Intentó refugiarse en sus recuerdos, en los gratos momentos que aunque pocos, había tenido a lo largo de su vida mortal, pero éstos se veían contínuamente opacados por el dolor. ¿Por qué tenía que ser así? Quería llamar a Tess, su amiga, su hermana, la única persona con la que sabía podía mostrarse tal y como era, olvidándose de las caretas y ser simplemente Gianella, pero no podía hacerlo, no sin poner en riesgo la vida de su amiga. Si algo le ocurría a Tess por su culpa jamás podría perdonárselo.
Cerró los ojos y escondió el rostro entre sus brazos. La necesidad de alimentarse era endiabladamente acuciante, podía oír el palpitar de miles de corazones y ese palpitar retumbaba en su cabeza torturándola, angustiándola... causándole dolor.
-Debe existir un modo -se decía-, tiene que haberlo, debe haberlo...
Se oyeron risas al exterior y en un parpadear se encontró junto a la ventana, aguzando el oído y sorprendiéndose de su mejorada visión. Se relamió los labios y tragó una inexistente saliva.
-No puedo estar sola, no debo estar sola... no hasta que sea capaz de dominar mis instintos.
Y convencida de ello corrió al baño para darse una ducha. Seguramente no la necesitaba, los vampiros no sudan ni mucho menos tienen olores corporales, pero aquello era parte de su rutina, una rutina de toda una vida y no podía abandonarla así como así.
Una vez se asee, etc., etc., abandonará la habitación.
La pérdida de la sensibilidad era mínima pero evidente...el agua resbalando por su cuerpo desnudo no fue como lo era antaño, el fría era diferente y la calidez menos cálida, pero más peligrosa. Si la corriente de aquella ducha ardiese Gianella simularía algo parecido a lo que su interior no deseaba, recordaba el fuego y eso hacía que su interior se extremeciese.
Pero no era lo úncio que parecía desbocado o roto en su interior...había un vació, como un velero a la deriva en una tempestad océanica en su sangre, en su corazón, en algún lugar de alma. Era la falta de Gerard...una falta que la había afectado sobrenaturalmente, sentía las cadenas que él le había impuesto, cadenas propias de un esclavo, un yugo que se antojaba irrompible y sin embargo, aquellas cadenas ahora colgaban desatadas, por su propio peso, y sin embargo, aún pesaba...¡claro que pesaban!
Aquella atmósfera interior, plomiza, destrozaba los sentimientos de Gianella, aunque una parte de ella era consciente del engaño. Jamás había apreciado verdaderamente a aquel hombre...y sin embargo, era tan real.
Sentir la suavidad de la seda y los tejidos que conformaban el traje de gala que Mario le había propuesto, era algo tan efímero como lo había sido la vida que jamás recuperaría. Aunque realmente podía optar por numerosos vestidos, también disponía de ropa informar, vaqueros elegantes pero mucho más cómodos, y también de decenas de pares de zapatos e incluso de deportivas. Nada parecía fuera del alcance de Mario en su mansión, y en eso, se parecía mucho...demasiado, a Gerard. Pero Mario le daba todo a cambio de nada, y no imponía cadenas. ¡Ninguna!
Quizás llevara ya una hora esperando, un hombre tan ocupado...no...un vampiro. Había desperdiciado una hora de su eterna no-vida por la importancia de aquella neonata.
Cuando descendió por las escaleras, se quedó mirandola mientras acariciaba su rolex, ajustandoselo con naturalidad. La recibió con una sonrisa sensata pero prudente y se dispuso a acompañarla al salón, donde después de aquel descanso sobrenatural durante el día, Mario parecía dispuesto a seguir descansando mientras conversaban.
Había tanto de lo que hablar.
Sentados, comportandose como un verdadero caballero, Mario encaró la situación con sosiego, tratando de hacerle ver, que no todo estaba perdido, que podrían solucionarlo si hacía exactamente lo que él le indicaba.
Fue una charla cuidada, primero se interesó por como había descansado, si había encontrado todo lo que necesitaba, si tenía necesidad de algo en particular...después, abordó el tema que realmente les había llevado a aquella situación de calma en el cuidado salón de la mansión de Ancona.
- Has de encargarte de lo que tu sire debería haber hecho por ti. No todos lo hacen, y no todos lo hacen apropiadamente.
Son muchas las personas que desaparecen hoy en día...la noche es peligrosa, aunque también lo es el día. Vivimos una época poco segura para aquellos que apreciamos, o más bien...muchos la viven mientras nosotros nos deslizamos como sombras, como telones de gloriosas vidas que llegarán algún día a su fin con la pretensión de la inmortalidad.
Aún te sentirás mortal, pero no lo eres.
Pueden acabar con tu existencia, no pretendo confundirte, sin embargo, tienes la oportunidad de vivir todas las épocas que están por llegar, un don...a la par de una maldición.
Guiar a los condenados ha sido nuestra carga durante toda la existencia del clan, perteneces a la línea de sangre de los ventrue, y por ello, eres bien recibida en esta casa.
Le explicó amable sonriendole y terminando por asentir, orgulloso de poder disfrutar de su compañía.
- Pero para asumir esa carga, primero has de conseguir que los demás vástagos te vean como una igual.
Para ello suele bastar con el reconocimiento de un antiguo, el elegido suele ser alguien con poder, como el príncipe de la ciudad, el soberano de nuestra estirpe en este territorio. Y ese es Angello.
Si sigues existiendo es porque seguramente tenga planes para ti. Ruego prudencia ante esa idea y las señales que sin duda obtendrás en tu camino durante las noches de esta semana.
Hizo una pausa, uniendo las yemas de los dedos de su diestra con las de la siniestra.
No inspiró, no respiraba...estaba muerto, era un cadaver, era exactamente lo mismo que Gianella.
- Lo primero que has de hacer es cortar los lazos que te unen a aquellas personas con las que llevabas a cabo tu vida.
No es agradable que te reconozcan mientras caminas por la calle, que te aborden confundiendote con una persona desaparecido por la que han ofrecido una recompensa. Ni para los que te reconocen, ni para ti.
Creo que deberías empezar por ese punto.
Esperó para resolver cualquiera de sus dudas, ¿Cómo lo haría? Ayudarla directamente sería sentenciarla a la muerte definitiva...era algo que debía conseguir por si misma. Él sólo podía mostrarle la puerta...
Fueron largos minutos bajo el chorro de agua, las sensaciones eran diferentes y en cierto modo era más consciente de aquello. Cerró los ojos y dejó que el agua cayera sobre su rostro en un intento por recordar, por no olvidar aquella sensación que siempre le había resultado tan grata… pero ya nada era igual y tenía que aceptarlo.
Los minutos pasaron, pasaron y siguieron pasando, más de una hora había transcurrido cuando se decidió, por fin, a abandonar la habitación. Se veía hermosa, radiante… su felina belleza era arrebatadora y cualquiera que la viera jamás acertaría a imaginar la terrible tormenta que se desataba en su interior. Pero Mario no era cualquiera y de nada valieron sus esfuerzos por disimular, porque no tardó en echar abajo sus barreras.
Lo escuchó con atención, sopesando todas y cada una de sus palabras como si intentara buscar alguna segunda lectura en ellas o alguna especie de mensaje oculto; pero nada oculto había, nada que ella detectara al menos, él le hablaba de forma clara, directa, lo hacía con franqueza y así lo entendió. Después de todo nada ganaba él haciendo lo contrario.
–¿Encargarme de lo que él debió hacer por mí? –no le mencionó– ¿Y qué debió hacer? ¿Enseñarme a cazar, a alimentarme sin perder el control, a controlar esta sed insaciable?... ¿A no convertirme en…?
No terminó la frase, hacerlo significaba aceptar que se había convertido en un monstruo y no, no quería. No quería dejar de ser ella, no quería perder el control sobre su persona, no quería convertirse en una bestia, en un ser irracional dominado por su insaciable sed de sangre. No quería verse convertida en una de sus pesadillas.
–Angello –musitó tras oír el nombre, recordando la invitación que recibiera de éste poco antes de abandonar el teatro–… Antes de abandonar el teatro habló conmigo y me invitó a visitarle… pero antes de ir a verlo tengo que cortar esos lazos que dices.
Entornó los ojos, observaba a Mario con gesto interrogativo.
–La pregunta es: ¿cómo lo hago? Mis amigos, mi gente vive en esta ciudad, ¿cómo puedo cortar lazos con todos ellos en menos de una semana? Soy una persona conocida, cualquiera que se relacione con el mundo de la moda o publicidad sabe quien soy. Cualquiera que guste leer revistas relacionadas lo sabe también… la prensa se me echará encima, querrán fotos, entrevistas. ¡Soy una top model! He luchado toda mi vida… luché toda mi vida para estar donde estoy y ahora me dices que debo dejarlo todo atrás, ¿cómo hago eso?
- Está bien.
Trató de calmarla.
Sus piernas cruzadas y sus manos sobre el cuerpo del sillón sólo transmitían calma. Así mismo, su semblante era comprensivo y paternal. deseaba ser ese amigo, ese aliado que había ofrecido ser, serle útil en un momento tan duro. entendía sus sentimientos o eso quería hacerle ver, que podía comprender la necesidad de su sangre por recibir órdenes de parte de alguien que se ha perdido, la consiguiente soledad, un niño recién nacido echado a los leones...sin opciones.
- Es posible no hacerlo de ese modo.
Puede hacerte pasar por una persona con vida. - le explicó, como si la vida fuese un atributo sin importancia en realidad, pero de tal forma que no trataba a la vida con vulgaridad, nadie más que Mario comprendía lo importante que era la vida y la no-muerte, era un anciano entre los suyos, habían aprendido mucho de los vivos y de los suyos, de sí mismo.
- Pero la fama conlleva una responsabilidad mayor de la que tendrías antes. - sonrió - estoy seguro de que conociendo el mundo de la moda como lo conoces puedes llegar a ser una figura pública aún en tu condición.
Tu sire lo era al fin y al cabo.
Pero mantener esa fachada sólo prolongará el sufrimiento y pondrá en peligro a tus seres queridos.
Si estás dispuesta a aceptar ese riesgo, entonces sólo tienes que conformar una red de excusas adecuadas para no salir de día y que esto, no sea motivo de sospechas.
Si Angello u otros piensan que es un peligro para nuestra mascarada entonces no habrá tiempo para un segundo plan, te eliminarán.
Era una lección, pera la última decisión era de Gianella.
- elijas el camino que elijas, tendrás mi apoyo, y si lo deseas, en la medida de lo posible, mi guía y protección.
Ofreció humildemente.
Lo miraba sin entender y experimentando una creciente sensación de frustración a medida que las palabras se sucedían unas a otras. Angello parecía no haber entendido nada, eso o disfrutaba respondiéndole con eternas evasivas. ¿Tan poco clara había sido su pregunta o es que acaso Angello lo que trataba era marearle la perdiz y perjudicarla?
Cuando él terminó de hablar permaneció observándolo, en silencio. Transcurridos unos segundos rompió, por fin, el silencio que se había adueñado de la habitación.
—Voy a asumir que no me he sabido explicar y que por eso no entendiste lo que en realidad estoy preguntando -estaba de pie y caminaba en dirección a la ventana. Se había llevado una mano a la cabeza y se masajeaba la sien.- Mi carrera es importante, es cierto, pero ya he conseguido amasar una pequeña fortuna, dinero más que suficiente para vivir holgadamente durante los próximos cincuenta años sin necesidad de generar ingresos, eso sin contar mis inversiones -pero no era de dinero de lo que quería hablar, por lo que no tardó en redirigir el tema-... Puedo lidiar con mi muerte, después de todo ya lo estoy, con asumir una nueva identidad, con partir de cero, pero lo que no entiendo es cómo podré lograr eso en esta o cualquier otra ciudad del mundo sin que mi rostro sea reconocido.
No estaba alterada, muy por el contrario, mostraba una calma y serenidad sorprendente.
—Me dices que podría seguir haciéndome pasar por una persona con vida, obviamente debo encontrar el modo de que esa vida pública sólo sea nocturna. Bien, perfecto hasta ahí, ¿pero cómo explicaría el pasar de ser una persona que ama chupar cámaras a convertirme casi en enemiga de ellas? -se encogió de hombros e hizo un gesto con las manos, por más que pensaba no tenía respuestas-. No quiero dañar a las personas que quiero, mucho menos ponerles en peligro y si me detengo a pensar cuál de las dos opciones los va a hacer sufrir menos, que me sepan muerta es la correcta.
Y ahí estaba, entre tantas dudas la respuesta había acabado surgiendo por sí sola. Gianella Marengo, como Gianella, la persona pública, la top model, portada de diarios y revistas, dejaría de existir, desaparecería para siempre. Sí, en teoría no resultaba complicado, pero en realidad sí que lo era. Seguiría viviendo en la misma ciudad y a menos que se hiciera una cirugía plástica para cambiarse la cara, le iba a tocar meterse en una suerte de claustro durante décadas antes de dejarse ver nuevamente en público.
Se dejó caer en el sillón y cerró los ojos. En menos de cuarenta y ocho horas su existencia se había vuelto complicada a límites insospechados. Se sentía agotada.