Partida Rol por web

Turno 1108

Si no fuera por las pequeñas diferencias que separaban ambos momentos, Fréagulf hubiera jurado que la vida, tan caprichosa algunas veces, estaba repitiéndose de nuevo con idénticas consecuencias. Una lanza de aquellos salvajes orientales clavándose en sus carnes, él sintiendo como la vida se le escapa entre los dedos, y Chaka salvándole nuevamente de la muerte. Si no fuera por los sonidos de la batalla, el chocar metálico de las espadas, los relinchos de los caballos y un gran número de hombres matándose unos a otros a su alrededor, Fréagulf hubiera jurado que aún estaban en aquella fría noche donde logró esquivar la muerte.

-¿No te cansas de venir en mi auxilio?. -Preguntó con una amarga sonrisa llena de humor ácido cuando Temüdyin y él se alejaban para sanar las heridas del ailgratha.

Aquella vez no fue Chaka quien se encargó de sanarle sino que lo hicieron los sanadores en la retaguardia. Todavía le debía a su compañero las plantas que había usado para curar sus heridas aquel día, recordaba que se había prometido devolvérselas, pues algunas eran de gran valor y era todo lo que su compañero tenía en aquellos días. Ahora vestía como uno de los suyos y cabalgaba un buen corcel. Pero salvo esas pequeñas diferencias, Fréagulf notaba las mismas sensaciones: el dolor, la sangre perdida, el cansancio, los emplastes de hierba dentro de su piel ardiendo como el mismo infierno. Sabía que iba a aguantar, igual que lo supo la vez anterior. Al menos aguantaría otra carga, sí. Mientras pudiera montar sobre su caballo, aguantaría.

Chaka se giró para despedirse de él pensando que se quedaría allí derrotado por la herida, pero Fréagulf todavía tenía fuerzas para montar a Ulfer y seguir luchando. Se subió a lomos de su caballo después de que le ayudaran a ajustarse la armadura a toda prisa sobre el vendaje por la inminente carga del enemigo y cabalgó de nuevo para colocarse entre sus dos compañeros.

-¿Qué pensabais?. ¿Qué voy a dejar que os llevéis toda la gloria mientras me quedo de brazos cruzados sin impedirlo?. -Bromeó con su irónica sonrisa de nuevo. -Mantengámonos juntos esta vez. A fin de cuentas... alguien tiene que cuidar de vosotros.

Esta vez lograron mantenerse más compactados y ninguno de los tres se separó del grupo. Actuaban con orden y disciplina, como debería haber sido desde el comienzo de la batalla, aún que todavía esperaba que hubieran reaccionado a tiempo. Pese a la herida y el dolor que sentía en el abdomen, Fréagulf combatía con toda su alma como un auténtico guerrero de su pueblo sacando todo lo que llevaba dentro, dándolo todo por la causa. Gritaba y lanzaba su espada con fiereza contra los enemigos que salían a su paso y mató a unos cuantos e hirió gravemente a otros. Continuó gritando los nombres de los habitantes de Burh Ailgra a cada golpe como si de un grito de guerra se trataran.

No le importaba el dolor ni el cansancio que la herida le provocaban, ni tampoco la sangre que había perdido, sólo la ira que sentía moviendo las últimas fuerzas que quedaban en su cuerpo para matar primero a un rival y después al siguiente, para sentir las gotas de sangre del enemigo salpicando en su cara y mezclándose con el sudor que recorría la cicatriz de su rostro.

RESOLUCION TURNO 1108
 

La batalla estaba resultando ser una masacre. Las igualadas fuerzas de ambos contendientes hubieran resultado en un choque de semejantes de no haber sido por la inferioridad numérica del ejercito Etheod. A pesar de repeler lance tras lance, se veían obligados a retroceder en busca de una reorganización táctica. El ejercito etheod había logrado anular en parte las temidas flechas enemigas, internándose por el centro, pero eso los obligaba a tener un ojo siempre puesto en la retaguardia, no podían permitirse quedar completamente rodeados por los orientales.

Leanoth y sus consejeros, veían desde una alto la contienda, desde allí la visión era mucho mejor, y daba una mejor perspectiva de cómo transcurría todo. Gracias a esa posición y a los años de estudio de las artes de la guerra, sabía que tenía que reforzar los flancos, crear una ruda primera línea, una punta de lanza que penetrara en las carnes del grueso enemigo.

Freagulf, Temudyin e Yves, permanecieron más juntos en esta ocasión. Mientras el ejército avanzaba a pleno galope, los etheod se mantuvieron con la formación acordada. Una punta de flecha, con “los puños dorados” al frente, flanqueados por el resto de jinetes con lanza. En el centro, lo que quedaba de de los arqueros aliados, disparaban flechas sobre las cabezas aliadas en busca de un cuerpo oriental en que ensartarse.

El esperado choque de fuerzas logro penetrar la primera línea enemiga. Una amalgama de caballos y jinetes, de ambos bandos, se entremezclo en el campo de batalla. Lanzadas, espadazos y flechazos, volaban por doquier acabando con las vidas de los guerreros. Daba igual de cuales se tratara, orientales y etheod, luchaban a brazo partido y morían de igual modo.

Freagulf estaba salpicado de sangre, de mucha sangre, pero tan solo un pequeño rasguño había manchado con su propio líquido su magullado cuerpo. Un pequeño corte en la pantorrilla, fruto de una lanza que apareció de la nada. Su, ahora, rojiza armadura, estaba manchada con la vida de sus enemigos. Hasta cuatro logro matar atravesándolos con su arma, y herir a una cantidad mayor mientras Ulfer giraba y se encabritaba.

Temudyin ni siquiera fue atacado. Su armadura etheod lo delataba, pero sus tatuajes y su peinado, su corte oriental, le había salvado aun de algunos dubitativos enemigos que sin tiempo para reaccionar, habían perecido mientras se preguntaban si era o no un oriental. La lanza que antaño robara al jefe de su clan, se agitaba en el aire lacerando las carnes y propagando la muerte. Tres murieron atravesados por ella. Una decena quedaron heridos para que sus compañeros los remataran.

Yves, valientemente, logro terminar con dos orientales y herir a al menos seis mas. Pero no logro evitar que un sagath llegara por la espalda y lograra clavar su lanza en la base de la espalda. Un terrible grito de dolor quedo ahogado en mitad de los sonidos de la batalla. Casi pierde la consciencia, logro como pudo encaramarse al cuello de su caballo, e iniciar la marcha hacia la retaguardia. Un cuerno sonó a lo lejos, jinetes y monturas se prepararon para una retirada ordenada, la confrontación estaba igualada.

El ejercito oriental quedo tocado, logro reagruparse y repeler la “flecha” etheod. Tras un largo rato de lucha, y al son de ese cuerno, ambos contendientes volvieron atrás para arremter con mas fuerza.

Temudyn y Freagulf comenzaron su retirada, a lo lejos vieron a Yves, que parecía herido. Apretaron el paso tan solo para descubrir como la guerra había alcanzado a los más cercanos. Para cuando los dos llegaron, Yves seguía aferrado al cuello de su montura, dos hombres, curanderos, ayudaban a bajarlo. Ya estaba muerto, la lanza había alcanzado su columna y el bosquimano no pudo más que dejar el mundo para buscar su destino.

La desolación se apodero del corazón de Temudyin, su madre, su hermano, lo había encontrado, lo había perdido…

Turno 1109

La batalla estaba siendo dura y agotadora. Fréagulf no sentía el cansancio debido a que estaba siendo asaltado por aquella fiebre del combate que había tomado su magullado cuerpo. No sentía el dolor de las heridas ni el cansancio de sus músculos doloridos y agotados, los cuales estaban dando más del límite en aquel combate tan ajustado. Pero debía luchar, seguir golpeando pese a los golpes recibidos y contraatacar una y otra vez para vengar cada nombre de los habitantes de su pueblo.

Cuando volvió a sonar el cuerno y los contendientes de aquel duelo a vida o muerte se retiraron cada uno a su esquina, Fréagulf se percató del estado de Yves y corrió junto con Chaka a comprobar que le ocurría. En medio del fragor de la batalla no se había dado cuenta de que había sido herido y pensaba que cabalgaba junto con ellos, mano a mano tal y como habían empezado. Por la cara de su amigo, él tampoco se había percatado.

Una lanza a traición había terminado con la vida de Yves-ashe. Fréagulf maldijo en voz alta por la cobardía de tan vil acción. Sabía que debía ser muy duro para Chaka. Era su hermano perdido, lo había encontrado después de tantos años separados y había tenido la desgracia de encontrarlo en medio de aquella guerra. Él apenas conocía al bosquimano pero en estos días que llevaban juntos había hecho buenas migas con él y le parecía un buen hombre. Recordó que Yves no quería participar en esa batalla, que quería ir a su casa para que la madre de ambos viera al hijo perdido. El destino había sido cruel.

Fréagulf no sabía que decir, apoyó su mano en el hombro de Chaka para darle el pésame y acompañarle en el dolor que debía sentir, lo sabía muy bien. No obstante, él acababa de perder a todo un pueblo por culpa de esos perros orientales. Lo único que sabía con certeza es que debían vengar con honor a Yves. El suyo sería el próximo nombre que Fréagulf gritaría cuando segara otra vida, cual grito de batalla.

-No es tiempo para llorarle aún. Ahora es tiempo para vengarle. -Dijo con voz queda.

Animando a Temudyin a dar venganza a su hermano recién caído, el ailgratha volvió a la carga apretando los dientes de rabia. Cargó con fuerza contra el enemigo y aunque no estuvo seguro de haber matado a algún perro oriental si que sabía que los había dejado bastante heridos para que los demás compañeros los remataran. A Fréagulf ya no le importaba ser él mismo quien los matara, sino que esperaba que entre todo el grupo lograran dar un golpe casi definitivo a los salvajes. Como parecía que estaba siendo en esa ocasión.

Turno 1109

La nueva estrategia de Leanoth les obligaba, junto a los puños dorados, a sufrir la totalidad de los ataques, pues en cada encontronazo, entraban de lleno en el ejercito oriental. Eso hacia que el combate fuese realmente crudo y Temüdyin intentaba mantenerse cerca de sus hermanos, cosa que era casi imposible. Cuando sonó el cuerno de retirada, miró a su alrededor y solo vio a Fréagulf, el cual miraba hacia atrás con cara de sorpresa. En ese momento todo se detuvo alrededor del bosquimano de aspecto oriental. Su hermano se había retirado antes y parecía estar muy mal herido. Chaka y Fréagulf se lanzaron al galope a la vez en ayuda de Yves. Cuando llegaron solo pudieron corroborar el peor de los destinos.

Mientras Fréagulf maldecía la cobardía con la que habían acabado con la vida de Yves, Temüdyin se arrodilló junto al cuerpo inerte de su hermano y lo abrazo fuertemente. Sentía un dolor muy fuerte y agudo en el pecho y gritó de desolación. Las lágrimas que hacia tanto tiempo había retenido, afloraron en su único ojo. En su cabeza se atormentaba pues sentía que era culpa suya. Él había obligado a su hermano a combatir en aquella batalla y ahora por ello habia no sólo perdido a su hermano, sino que tambien la posibilidad de conocer a su madre, su pueblo, su historia.

Entonces notó la mano de Fréagulf en su hombro y sus palabras le devolvieron a la realidad. Le miro a los ojos. En ellos vio el inmenso dolor que sufría por haber perdido a su pueblo y aquello le calmó la tristeza que le embargaba, pero no la rabia e ira que poco a poco le fue creciendo y quemando por dentro. Apreto los dientes con rabia y dirigió una mano a la mortal herida de su hermano. Se embadurnó de la sangre de esté la mano y con ella la cara. De este modo vengaría la muerte de su hermano. Era una costumbre oriental que había visto en pocas ocasiones y significaba que él estaba dispuesto a morir pues su vida ya no tenía ningún sentido y que no pararía ante nada ni nadie hasta que llegase ese fin.

Se subió a su caballo y cabalgó hacia la batalla. Mantenía la formación hasta llegar al combate. La ira y la rabia le cegaban e hicieron que se separase en varias ocasiones de sus compañeros. No dejaba a nadie escapar, los seguía hasta rematarlos cruelmente.

RESOLUCION TURNO 1109

Se lanzaron con toda la rabia que tenían. Se le había dado la vuelta a la batalla. Donde antes un numeroso ejercito oriental duplicaba en número al etheod, el enemigo se veía superado. La hábil manera en que Leanoth  posicionaba en el tablero de juego a sus hombres, la fuerza de cada una de las compañías, el ímpetu personal de cada etheod, todo hacia pensar que pronto acabaría aquella lucha.
Los Puños Dorados cabalgaban a galope tendido, sus lanzas afiladas y brillantes se situaban bien posicionadas en vanguardia. Sus arqueros iban detrás, agarrando las riendas con una sola mano, sosteniendo el arco encordado en la otra. No tenían la habilidad del enemigo para sostenerse sin manos y disparar al galope, pero contaban con un teson y una decisión que los hacia temibles.
Se produjo el choque inicial, los yelmos saltaron, la sangre salpico, el enemigo no podría contener el envite. Alrededo,r otras compañías hacían lo propio por los flancos. Entonces una oleada de flechas cayo sobre el enemigo, los arqueros, protegidos por sus compañeros, descargaron sus arcos, no hacia falta apuntar, tan solo sobrepasar la primera línea.
Los orientales devolvieron las flechas, muchos amigos cayeron. Por fin los puños rompieron por completo la formación enemiga, esta quedo separada.
Temudyin cabalgaba enloquecido, entre aquellos salvajes podría estar el que mato a su hermano, su lanza giraba en el aire, golpeaba efectiva a diestro y siniestro. El enemigo veía a un compatriota vistiendo armadura enemiga, y lo hacia justo antes de morir. Intercambio varios golpes, hirió a muchos, mato a varios, a lomos de su caballo se mantenía en la formación, habían demostrado que salir de ella podría resultar letal. La lanza de su ultima victima le golpeo en el pecho, pero su armadura logro parar el golpe. La punta resbalo hasta alcanzar el hombro, haciendo al bosquimano un leve rasguño.
No muy lejos, Freagulf se esmeraba en seguir a sus compañeros. Era joven y aun asi destacaba entre sus iguales. Su espada hirió a varios orientales mientras se mantenía en perfecta formación, avanzaban, tenían un objetivo. Para cuando rompieron las líneas el ailgratha aun rebosaba de fuerzas, y tuvo suficientes para matar a varios enemigos. Aunque recibió no pocos ataques, su maestria a caballo, su armadura y sobre todo su espada, logro mantener intacto su cuerpo, ni un solo rasguño. Por el contrario trajo de cabeza a sus enemigos, dando muerte a tres de ellos de un solo sablazo.
Al poco rato, el cuerno sono, el enemigo tocaba retirada. Los etheod, al unisono, persiguieron a los orientales, dando caza al enemigo. Al menos lo hicieron hasta que las flechas sagath fueron demasiado peligrosas. Leanoth hizo tocar también su cuerno para hacer regresar las tropas. No quedaba demasiado del ejercito, aunque parecía que se estaban preparando para un nuevo ataque, tal era la locura que inspiraba a los orientales.
Pero no hizo falta, un tercer cuerno sonó a lo lejos. Burh Marlinge llegaba en su ayuda. Los orientales galoparon en todas direcciones, no tenían nada que hacer, huian ante los recién llegados. No fueron muy lejos, del ejercito que llegaba, salieron varios grupos de jinetes, cada uno de una decena de hombres. Era el fin de los orientales, morirían a manos de Burh Marlinge.

Al fin habia terminado todo, el merecido descanso no tardaría en llegar. Alli mismo Leanoth monto una gran carpa para tratar a los heridos. Una segunda carpa serviría para el mismo fin, pero destinado a los caballos. Leanoth y sus oficiales se dispusieron, mientras sus ordenes se cumplían, a abordar a los recién llegados.

Turno 1010

Leanoth y sus oficiales se adelantaron hacia el ejercito recién llegado. Pese a tener la batalla mas que encauzada, agradecia la ayuda prestada. Aun habia mucho por hacer y toda ayuda era poca.
Cuando paso junto a Fragulf y Temuyin, les hablo
- Buen trabajo amigos, agradecemos vuestra ayuda - dijo aun con el rostro compulgido por las victimas perdidas - Ahora recuperaos de vuestras heridas, comed y descansad. Aun estamos en peligro, mañana al alba partiremos al galope a defender la frontera este, allí las cosas no estan bien. - dijo serio - Si aun desean vengarse, por supuesto - dijo finalmente sonriendo.
Entonces uno de sus oficiales se le acerco y le dijo algo al oído.
- Cierto - le contesto en voz alta Leanoth - Creo que les alegrara saber que aquellas personas que buscaban, los enanos, han sido vistos dirección al norte, rodeando la batalla. - informo - Supongo que no se puede esperar nada de ellos, ni de ninguno que los acompañe - añadió.
Despues espoleo ligeramente su caballo para continuar adelante, los demas le imitaron.

Turno 1110

Fréagulf había dado todo lo que tenía dentro para vencer a los salvajes orientales al igual que habían hecho cada uno de los guerreros etheod allí presentes, y finalmente la insistencia, la tenacidad y el coraje habían dado sus frutos. Habían peleado bien, se habían mantenido firmes y habían vencido en esta ocasión pese a la desventaja inicial de la batalla. Los rivales habían sido machacados y él había cobrado su venganza, aquellos a los que había matado con tanta rabia no eran sino los que habían matado a su pueblo y esa venganza le traía paz. Sin embargo, Leanoth se aseguró de recordarles que la victoria no era final. Todavía quedaba el otro grupo de salvajes contra los que habían dividido fuerzas. Ahora el grupo se reuniría y caería sobre ellos para dar la victoria definitiva.

Cuando Leanoth le preguntó si todavía quería vengarse, Fréagulf asintió decidido.

-Todavía me queda mucha sed de venganza que saciar. Cada perro salvaje que mandemos de vuelta al infierno es un homenaje a cada amigo caído.

La siguiente noticia la recibió con un simple asentimiento de cabeza. Le alegraba saber que el otro grupo seguía con vida y que habían evitado el peligro, mas no llevaba intención alguna de ir tras ellos mientras hubiera orientales acechando las tierras de su pueblo. Cuando luego quedaron nuevamente a solas, Fréagulf abrazó a Chaka y le repitió otra vez cuanto lamentaba la perdida de su hermano.

-Los valar han sido injustos al reunirte con él y después arrebatártelo de esta manera. Yves era un gran hombre y luchó con tesón y firmeza hasta el final. Lamento mucho que haya tenido que morir aquí. -Palmeó su hombro para animarle. - Daremos venganza a mi pueblo y a tu hermano matando más orientales y después viajaremos hasta el hogar de tu hermano para que te reencuentres con tu madre. Yo te acompañaré. Si mi pueblo ha muerto no tiene sentido seguir las viejas ordenes que tenía para con ellos. En cambio si lo tiene el ayudar a un gran amigo y compañero a encontrar a su familia. Es lo mínimo que puedo hacer por ti después de todo.

RESOLUCION TURNO 1110

La batalla habia durado bastante. Pese a la inferioridad numérica del ejercito etheod, los orientales habia sido aniquilados. Tan solo habia poco menos de una decena de esos salvajes que estaban malheridos y pronto abrazarian a Mandos en sus salones antes de abandonar totalmente el mundo.
Un inesperado aliado, las fuerzas de Burh Marlinge, compuestas por ciento cincuenta hombres al menos, habían llegado. Era un gran alivio, pues el ejercito de Burh Waldlaes estaba mas que mermado.
Pasaron la noche en aquellas carpas, descnasando y reponiéndose de las heridas. Los caballos fueron tratados como héroes, al menos los que habían sobrevivido. Muchos cuerpos de compañeros fueron enterrados en un gran túmulo, se corono con una estaca de madera que equiparon con la armadura y armas de varios de los caidos, tras ser limpiadas de la sangre que presentaban. Los sagath simplemente fueron amontonados  para ser quemados en una pira.
Antes del alba el cuerno resonó de nuevo, llamaban a las armas otra vez. Viajarian hasta la frontera este, el mismo camino que tan solo el dia anterior habían recorrido el ailgratha y el bosquimano.
Tras formar y pertrecharse, el ejercito se puso en marcha. Iban al trote, tenían que llegar cuanto antes, pero con los caballos lo mas frescos posible. Al frente Leanoth viajaba junto al comandante Marlingo (gentilicio de Burh Marlinge) El ejercito superviviente de Burh Waldlaes los seguía, y cerraban filas, los ciento cincuenta hombres de burh Marlinge. De nuevo eran un ejercito, y la mayoría estaba fesco.
Esta vez no fueron hacia el castillo, si no que se dirigieron al paso que bajaba directo al pueblo. Un ancho camino que permitia el paso de cuatro caballos a la vez y que serpenteaba por la estrada hasta llegar a la parte baja de la ciudad. Atravesarla fue algo lento, pero necesario.
Siguieron avanzando hacia el este, dejando casas cerradas con puertas y ventanas tapiadas. Negocios abandonados y nadie en las calles.
Cuando comenzaron a salir por el camino del este, vieron algo espeluznante. Un buen numero de civiles, ataviados con vestiduras militares en su mayoría, trataban de hacer frente a los orientales. Los salvajes estaban masacrándolos, no tenían formación militar, ni flechas, ni verdaderas armas. Pero al menos su valentía habia logrado que el enemigo no hubiese tomado aun la ciudad. Innumerables cadáveres yacían en el suelo, la mayoría de ellos desangrados, y casi todos ellos, habitantes de la ciudad.
El cuerno volvió a sonar y los jinetes se lanzaron en su ayuda. Leanoth en cabeza fue frente, mientras los marlengos dividieron sus fuerzas para atacar los flancos.
Temudyin y Freagulf siguieron a su comandante decididos a salvar a la población, al menos a la que aun quedaba con vida…

La moral del ejército estaba muy alta por la victoria cosechada y por la llegada de las fuerzas de Burh Marlinge para sumarse a su causa. Fréagulf se sentía aliviado por una parte, habían conseguido eliminar a un poderoso enemigo y con ello había cobrado su venganza personal; pero triste por la otra parte, Yves había muerto y aquello le encogía el corazón. A veces mientras cabalgaba por el paso miraba hacía Temüdyin y se extrañaba de no ver allí a su hermano gemelo, luego recordaba con tristeza lo ocurrido.

Entonces llegaron a aquel pueblo donde los habitantes defendían la plaza con fe numantina de las acometidas de los orientales que les estaban masacrando. Muchos yacían ya sin vida pero otros resistían como podían y Leanoth ordenó el ataque mientras el cuerno de guerra resonaba fuerte en el aire.

-Eso es, -pensó el ailgrata,- que sepan que llegamos a ayudarles y que los perros orientales nos teman.

Fréagulf clavó espuelas a Ulfer y lo lanzó a la batalla siguiendo a sus hermanos en la nueva batalla al tiempo que desenvainaba la espada y se preparaba para clavar su filo contra el primer oriental con el que se cruzara. 

Turno 1111

Todo los últimos lances de la batalla le parecieron a Temüdyin que pasaban muy rápido, cegado por la ira y la sed de veganza como estaba. Hasta el rasguño sufrido por un ataque que no pudo acertar a esquivar, le paso totalmente inadvertido. Aquella batalla había terminado y casi ni se dio cuenta de ello, Los orientales habían sido derrotados. Por lo menos aquel ejercito.

Lo siguiente que aconteció, lo vivió como si fuera un sueño. Tranquilizarse después de la lucha, fue muy difícil para el bosquimano y cuando lo consiguió tenía una sensación de mareo y pesadez en la cabeza. Casi todo lo que sucedía alrededor suyo le pareció como si no fuese real. Había perdido a su hermano y quizás con ello la posibilidad de encontrar a su madre y las repuestas a las preguntas que desde hace un tiempo ocupaban completamente sus pensamientos.

No respondió con palabras a Leanoth, solamente movió la cabeza en gesto afirmativo rubricando con ello las palabras de Fréagulf. Tampoco cuando le hablaron del grupo de los enanos dijo palabra alguna. Ni siquiera un gesto, pues en su estado de irrealidad, no llegó a entender en un primer momento a quien se referían.

Después, el abrazo con Fréagulf. Eso fue lo que le sacó completamente del estado de shock. Le trajo a la realidad. A la cruda realidad de haber perdido a Yves.Y también la cruda realidad del exterminio del pueblo de su compañero. Ese quien había perdido a su pueblo, le consolaba por la perdida de una sola persona. No sabía como agradecer ese gesto, solamente pudo abrazar con fuerza a la única persona en la tierra en quien confiaba.

-La fengansa prrimerro. Lo demáss ya sse ferra. Perro grraciass, herrmano. - Fue lo único que pudo responder.

Aquellos momentos se le quedaron grabados en la mente a Temüdyin. Ahora mientras se lanzaba al ataque de nuevo, los recordaba y le daban fuerzas para combatir, al lado de su nuevo hermano. Aquel hombre de la cicatriz que gritaba y luchaba al lado suyo.

RESOLUCION TURNO 1111
 

Como una ola furiosa golpeando los acantilados. Era la mejor manera de definir el ataque aliado contra los oirentales. Estaban demasiado confiados, habian llegado a pensar que tan solo un buen monton de civiles quedaba en la ciudad para defeder la plaza. La sorpresa llego en forma de fulgurante ataque. Leanod al frente, seguido por todos los supervivientes de la batalla anterior, se lanzaban cual punta de flecha hacia el corazon envalentonado del enemigo. Los marlengos, cayeron por los flancos en cuanto la “punta” alcanzo su objetivo. Fue toda una sorpresa para los orientales.

Se oyo el cuerno, una serie de toques que daban ordenes concretas, pero era tarde, el daño habia sido inflingido. Tanto desde el frente como desde los flancos, las bajas enemigas fueron numerosas, estaban pagando cara la osadia de intentar dominar aquel pueblo. Lanzas y flechas volaban sobre las cabezas para clavarse en pechos y piernas. Las espadas estallaban en un repiqueo metalico que se alzaba sobre los gritos de dolor y furia. El rojo lo teñia todo.

Freagulf logro terminar con varios de ellos. Ulfer cargaba con fuerza mientras la espada del ailgratha cortaba el aire, y los miembros enemigos. A dos de ellos los dejo sin brazo, otro murio con la punta clavada en la oreja el resto se desangro. Freagulf no pudo evitar un poderoso lanzazo enemigo, que logro atravesar ligeramente su armadura, una laceracion leve comenzo a manchar su camisola, ya de por si enrojecida.

Temudyin estaba pletorico, la ira por la muerte de su hermano lo habia llevado a otro mundo, uno en el que no existia la piedad, solo la violencia. Su arma se hundia en cuerpos y sin mirar atrás enseguida continuaba por un nuevo objetivo. Muchos murieron en sus manos, con el corazon desgarrado o la garganta seccionada. Su lanza era efectiva, toda una ironia morir con un arma confeccionada para su propio jefe. Ni siquiera fue alcanzado por una sola espada enemiga, Temudyin estaba muy concentrado.

Por fin sono el cuerno, Leanod habia propinado un fuerte reves en las filas enemigas. Era hora de reorganizarse e ir a por lo que quedaba. Los orientales huian a la retaguardia, pero no para huir. Esos salvajes aun intentarian terminar con ellos, ilusos…

Turno 1112

Con la moral por las nubes tras arrasar en el primer envite del nuevo combate, el ejército volvió a la carga sobre los orientales para volver a arrasar sobre ellos. Les habían pillado por sorpresa y muy pobremente organizados y habían caído sobre ellos penentrando en su defensa como el cuchillo en la mantequilla.

Fréagulf ignoraba el dolor y el cansancio, y la sangre que manchaba su camisola. Tenía demasiadas heridas en el cuerpo pero estaba convencido de continuar luchando, no iba a dejar que algo de sangre le impidiera cobrar la venganza que llevaba esperando desde que se enteró del destino de su pueblo. Lanzó su espada a diestra y a siniestra para golpear a cuanto enemigo quedar al alcance del filo de su espada. Descargaba los golpes sin piedad alguna, deseando cercenar brazos o abrir cabezas. Cuantos más orientales pudiera llevarse a la tumba más plena sentía su felicidad. La sangre le salpicaba y le teñía de rojo la cara y parte del cuero de su armadura.

Turno 1112

La ira y la sed de venganza que recorrían el cuerpo de Temüdyin le otorgaban un impulso casi sobrenatural. Al igual que en el primer asalto, en este volvía a arremeter con la misma intensidad y la misma violencia. No esperaba a que el enemigo tocase el suelo para lanzarse contra otra víctima que impotente no podía parar al bosquimano. La sangre de los caídos salpicaba su armadura que empezaba a gotear el exceso de liquido vital. Cualquiera que le viese se horrorizaría al ver la efectividad y la crueldad de aquella bestia que parecía estar poseído por algún demonio. Algunos enemigos intentaron huir de él antes de entablar combate, pero era inútil, Temüyin les alcanzaba y les arrebataba la vida antes de que dieran dos pasos. No dudaba ni un segundo. Hundía impasible la lanza. Cortaba miembros con ella como si de mantequilla estuvieran hechos. Lanzaba estocadas profundas para después desgarrar el cuerpo o partirlo como quien sirve un cerdo asado en un banquete. No había tregua. No había remordimientos. Incluso pareciera que no había cordura.

Entonces sonaba el cuerno que indicaba la retirada y Temüdyin volvía a ser uno más de los caballeros de Leanod. Volvía a la formación y se replegaba junto a los demás.

Entre él y su hermano, Fréagulf, ya no había palabras. Una mirada lo decía todo. La concentración de los dos en conseguir esa ansiada venganza los había convertido en verdaderas maquinas de muerte.  

RESOLUCION TURNO 1112

Cansados como estaban, respiraban apresuradamente mientras recuperaban las fuerzas. Había sido una gran carga, pero el enemigo no se dio por vencido, se reagruparon. Los orientales eran grandes luchadores, bien entrenados y fuertes. Además estaban bien organizados, con varios líderes que parecían saber como interactuar con un simple cruce de miradas.
Una última bocanada de aire y un sonido de cuerno, era la señal, cargarían de nuevo.

Freagulf y Temuyin espolearon sus monturas siguiendo al resto del mermado ejercito ailgratha. Esta vez el enemigo no se lo puso tan fácil, ya ataviados con sus arcos, sus espadas y sus armaduras, se lanzaron a pie contra los caballos, como si creyesen ser capaces de superarlos. Mientras una masa de orientales corría hacia ellos con espadas y lanzas en ristre, una gran nube de flechas pasaba por encima de sus cabezas. Los jinetes ailgrathas vieron como decenas de flechas impactaban en ellos. Unos tuvieron suerte, pues las flechas no atravesaban las corazas ni los yelmos, a otros ni los escudos les salvaron. Muchos cayeron, y al caer, hicieron caer a otros.

Cuando los jinetes llegaron ante el enemigo, este se vio superado en parte. El flanco izquierdo había quedado algo más debilitado por las flechas y, aunque muchos orientales yacían en el suelo gravemente heridos o muertos, las lanzas enemigas hicieron también grandes estragos. No había salido del todo bien.

Ambos ejércitos perdían efectivos a la par, pero el oriental era más numeroso y eso iba en desfavor de los etheod. Dalith, el oficial al cargo de los puños dorados; una facción del ejercito en cuyas filas habían ido a parar Temudyin y Freagulf, ordeno volver atras. Intentaba unir a su grupo, el que menos pérdidas había tenido, con otros dos más mermados. Un cuerno sonó en retaguardia para un repliegue táctico. Poco a poco fueron retrocediendo, los orientales no los siguieron, pues mantenían su posición.

Para sorpresa de todos, varios cuernos sonaron no muy lejos de allí. Por la retaguardia del enemigo y por su flanco izquierdo. Todas las miradas, amigas y enemigas, se volvieron hacia allí. Un gran ejército se avecinaba, su caballería al frente formaba en dos fuertes muros. Uno venia desde el este, el otro desde el sur y convergerían en el lugar donde estaba el enemigo. El terror se apodero de los orientales al ver lo que se les venía encima. Armaduras plateadas, tan pulidas que parecían espejos; caballos engalanados con armaduras de cuero tachonadas, los ollares bien abiertos por la carrera; Largas lanzas, espadas brillantes; escudos negros como el azabache con un reconocible símbolo en plata grabado en ellos. El árbol blanco de la ciudadela, Nimloth, símbolo de los hombres de Gondor, y antes que ellos de la propia Numenor.

Eso subió el ánimo de los ailgrathas, que se envalentonaron y se lanzaron desde el oeste con todo jinete que quedaba. Tras ellos, casi toda la ciudad, simples civiles, ataviados con armas caseras y herramientas de labranza, listos a defender su ciudad, saltaban y gritaban de júbilo. Estaban salvados, la ayuda había llegado. Gondor estaba allí.

Apenas una hora después ningún rastro de vida quedaba entre los orientales, no porque no se les perdonara, si no porque tan bravos eran, que aun en inferioridad atacaban a los jinetes hasta la muerte. La batalla había terminado, los soldados descabalgaban y sobrecogidos por la escena recuperaban el resuello. Leanoth y sus capitanes se acercaban a agradecer a los soldados su victoria, primeramente a sus propios hombres, Temudyin y Freagulf incluidos, y después a los gondorianos que habían llegado. Unos instantes después, fueron llamados a la presencia del comandante del contingente llegado de Gondor.
Todo había acabado, y lo había hecho en vitoria. Era hora de recuperar el aliento, curar las heridas y hacer balance de las perdidas.