Partida Rol por web

Las primeras naves aparecieron en cada una de las grandes ciudades del planeta. No hubo ningún aviso, ninguna demanda. Los aliens tan solo atacaron.

Era una raza anfibia que combinaba los peores aspectos de los tiburones y los cocodrilos, con una agresividad que sobrepasaba a cualquiera de los dos. Eran material de pesadillas, literalmente. Los periódicos los llamó “Fins”.

New York se convirtió en una zona de guerra, Tokyo ardió hasta sus cimientos, e incluso la poderosa ciudad sumergida de Atlantis cayó ante ellos. De hecho fue en la primera gran ciudad en la que se centraron. Su legendario Rey, el héroe conocido como Aquarian fue masacrado, y con él cayeron sus súbditos.

Los superhéroes de la Tierra no tardaron en contra atacar. Los “Fins” eran terroríficos, pero nadie dudaba que los héroes ganarían al final. Después de todo, aliens habían tratado de invadirnos por lo menos en tres ocasiones. Y los defensores siempre habían salido triunfantes.

Pero eso eran noticias que a ti no te preocupaban, bueno no mucho. Lo que sí que venía bien para dar un golpe que sirviese para desestabilizar el pais. Los héroes conseguirían echar a aquellos marcianos verdes, pero si tu plan salía bien, podrías volar la casa de la moneda de Filadelfia y hacer que la economía de los Estados Unidos diese un vuelco y se desestabilizase. Entonces esos prepotentes y engreidos ricachones no tendrían nada y los pobres y oprimidos volverían a tener su oportunidad. Y seguramente ganarías algo de pasta junto a ello.

Entrar había sido fácil. Patada a la puerta, disparar a los guardias de seguridad, y a un par de trabajadores para hacer saber que ibas en serio, y cerrarlo todo para que no saliera ni entrara nadie. Mientras la poli trataba de negociar por los rehenes podrías plantar las bombas.
Lo tenías todo, el lugar, las bombas, e incluso un par de matones que te iban a ayudar a colocarlas. ¿Qué podía salir mal?

El pececito había sido el primero en caer, ¡se lo habían comido los "Fins"! Era lógico, el cocodrilo se comía al pez. había disfrutado como nunca al escuchar las noticias. Esperaba que hubiera sufrido. Además también esperaba que cayeran muchos otros. Quizá los Fins nos hicieran un favor exterminando a esos farsantes y los verdaderos héroes pudieramos salir de las cenizas.

Cenizas de muchas ciudades, porque no eran precisamente amables... ¡Pero eso era lo mejor! Ahora me tocaba a mí actuar. La casa de la moneda de Filadelfia era ridículamente vulnerable ante alguien con mis capacidades, salvo que estuviera defendida por superhumanos, y ahora no lo estaba. 

Aunque hubiese leído en foros que todo el dinero era ahora electrónico y que mi golpe no serviría de nada... ¡Qué sabrían esos pornófilos interneteros, más preocupados del dinero y los trozos de carne que de la verdadera espiritualidad y las relaciones humanas! Si volaba ese lugar, la caída de la moneda provocaría una revolución ciudadana y una vuelta a un sistema de gobierno del Pueblo. Apropiadamente dirigido por mí.

¡Y ya estaba dentro! Todo había sido coser y cantar. —¡Vosotros! —dije a mis esbirros. No me caían bien, disfrutaban demasiado disparando a los pobres inocentes. No como yo que lo hacía sólo por deber. Eran bajas necesarias. Disparé a otro de los que parecía que se iba a mover y tratar de intentar algo. El tipo había estado mirando y moviendo la mano hacia un cajón. Seguro que tenía un arma y no la foto de su familia, esa mujer y seis niños sonrientes. —¡Sí, vosotros! ¡Comenzad a colocar las bombas en las ventanas y la puertas! La poli tratará de entrar en cualquier momento. ¡Tú, asómate y en cuanto lleguen diles que quiero un equipo de prensa aquí dentro para exponer mis demandas! —en realidad eso era para ganar tiempo. Quería volarlo todo—. Yo iré a colocar las bombas más dentro...

Las cosas habían salido bien. Los rehenes estaban en su sitio todos juntitos vigilados por uno de tus matones. Los demás fueron a cumplir con tus ordenes raudamente, contentos de todo aquello.

Apenas te habías adentrado en las salas para colocar las nuevas bombas cuando el que estaba de vigía te llamó por su walkie, que estaba conectado a tu casco.

Jefe. La poli ya está aquí. Han venido muy rápido, y son un montón. Parece que están incluso los SWAT. ¿Qué hacemos?
Creo que están rodeando el edificio.

Las bombas que estaban colocando los esbirros en las ventanas eran meras granadas gordas. Las potentes, las que podían echar el edificio abajo, las llevabas tú. Eran sólo dos, ya que eran condenadamente caras. Tenías algunos contactos que te habían conseguido las bombas y el detonador a distancia, que llevabas en un aparato al cinto, pero los muy cabrones no te habían hecho nada de descuento.

—Haz lo que te he dicho. No pasa nada, no entrarán mientras tengamos rehenes, tú asómate y diles que quiero al equipo de prensa, ellos te dirán que tardarán un tiempo porque estarán preparando un equipo de asalto y tu les dirás que vale. 

Me preparé con las bombas —Yo voy a poner estas preciosidades lo más dentro que podamos. Entretenedles. Luego ya cuando vuelva, escaparemos mientras los rehenes salen corriendo y todo explota. 

Bueno, escaparé yo, vosotros no, pero no lo sabéis. Hay que hacer inevitables sacrificios. 

Muy bien jefe. Voy a ello.

El esbirro cumpliría tus ordendes mientras tú preparabas el plato fuerte. La idea era colocar las bombas en una de las salas de abajo, junto a los pilares, cada una en un lado. Así al explotar las dos derribarían el edificio. No te llevó ni diez minutos hacerlo. Cuando ya habías acabado y subías el esbirro contactó de nuevo contigo.

Jefe. Dicen que no van a mandar a nadie aquí dentro para darnos a más rehenes. Pero que si necesitamos algo más y que necesitan una prueba de que están vivos y bien. Que entoces se lo pensarían.
Debería volver aquí con nosotros. No vaya a ser que vuelvan a llamar y pueda hablar usted con ellos.

El sonido de la voz del esbirro le molestaba, pero se estaba comportando de manera eficiente. —Diles que vamos a soltar a algunos rehenes como muestra de buena voluntad, y empieza a taparles los ojos a todos y atarles en fila, luego sin que os vean los otros ataros vosotros y poneros en la fila, os soltaré por la puerta y así escaparéis también.

—Una vez hayáis salido con la fila de rehenes detonaré las bombas pequeñas y saldré yo volando hacia arriba, y detonaré ya las gordas. Venga, ya contactaré con vosotros más tarde, todo saldrá según el plan. 

Se le acababa de ocurrir, pero no estaba tan mal, ¿no? Así parecía que lo tenía todo controlado desde el inicio. 

Era una idea genial. Desde luego eras un genio. te lo debería decir la gente más a menudo.

Los soldados empezaron a hacer lo que les habías ordenado. Y uno de ellos contactó con la policia. Estos se prepararon y esperaron.
Todo el proceso duró unos minutos. Pero en cuanto estuvo todo listo pudiste ver como empezaban a salir por la puerta principal. Sonreias como un niño el día de navidad debajo de la mascara. O como un niño normal y corriente al menos, no alguien con tú infancia.

Estabas a punto de activar las bombas menores y empezar a crear el caos cuando algo atravesó el techo a pura fuerza bruta y chocó contra el suelo.
Bueno, no chocó. Más bien aterrizó con fuerza haciendo un superherolanding de las narices. La figura plateada y negra estaba con una rodilla al suelo y se levantó mientras se le caian algunos trozos de cascotes de encima. Era enorme, al menos dos metros, y uno y algo de ancho. La reconociste.

Mientras yo viva, el terro morirá.
Unica oportunidad. Rindete.

Oh dios, todo iba a salir bien y llegaba la armadura volante esa... en fin... 

Aplaudí —Gran entrada, Acorazado Americano. ¿Puedo llamarte AA? ¿Atontao Anónimo? Los que van a morir son todos esos pobres incautos que van hacia la policía en cadena, he puesto bombas en todas sus espaldas y voy a provocar una masacre entre los patriotas de verdad como nunca se ha visto. 

Adelanté mis manos hacia él. 

—Venga, aquí tienes mis manos para ponerme las esposas... salvo que quieras ir a salvarles... Jeje, diré en el juicio que podías haberles salvado y no lo hiciste. Te dejarán de invitar a los cócteles del Grupo Justiciero y del resto de payasos... Serás conocido como el idiota que...

No podías verle la cara al acorazado porque tenía el casco de la armadura, pero desde luego sus actos dejaron bien claro su intención.

Te confundes de héroe, yo no negocio con terroristas.

Con una rapidez que no esperarías de algo tan grande, los guanteletes brillaron y acto seguido lanzaron una descarga doble que te impactaron contra el pecho. La armadura te protegió, pero no del todo, ya que pudiste sentir el rayo en casi toda su dolorosa extensión. Por no hablar de salir volando hacia atrás unos metros.

El Acorazado no se quedó a ver si estabas vivo o no. Y salió volando atravesando la puerta, al igual que hizo con el techo, en pos de los rehenes.

No, tú no negocias, a tí te engañan. ¡Idiota! 

Pero la mala suerte que me perseguía desde hacía tanto tiempo se cebó conmigo. Tras caer en mi engaño y antes de irse, me disparó sin dudar,  y el tiro dolió. Su disparo era penetrante. Todos los indicadores médicos de mi armadura se situaron en rojo y comprendí que la retirada era la única opción.

Que te jodan a tí y a toda tu estirpe. 

Salí volando por una ventana en dirección contraria a los rehenes, a Idiota-man y a toda la mierda, no me había alejado ni veinte metros cuando detoné las bombas. Con un poco de suerte volaría el edificio y la humareda, como la de las torres gemelas, impediría que pudiera seguirme. 

Joder, cómo duele esto. 

Nada más salir por la ventana detonaste las bombas. La explosión no fue demasiado sonora, y el estallido apenas rompió algunos cristales. Ya estabas pensando en que te habían timado cuando el edificio empezó a derrumbarse.
Primero ladeandose lentamente, pero luego cogió velocidad y se derrumbó entero haciendo mucho escandalo y creando una enorme polvareda que se veía a kilómetros de distancia.

Tú velocidad no era demasiado, pero el volar te permitía ganar distancia al poder ir en línea recta. No obstante, y para tú desgracia, los sensores de la armadura captaron una figura voladora atravesando la nuve de polvo del derrumbe. No había lugar a equivocación era American Dreagnought. Se quedó quieto un momento rotando sobre sí mismo para luego salir en tú dirección.

Y el muy cabrón era más rápido que tú.

Vale... no había conseguido quitármelo de encima. Y venía hacia mí. En, fin. Había que ir cambiando de táctica. 

Activé los altavoces de mi armadura y me elevé. Seguro que ahí nos podían ver las cámaras. 

—¡Y así cae el capitalismo opresor! ¡El Gobierno ya no oprimirá a los ciudadanos vía el control del Tipo de Cambio, dando dinero a los ricos en lugar de derechos sociales a los pobres! ¡Y yo, Templario Negro, lo he hecho sin recurrir a ninguna muerte, no como tú, maldito Acorazado! ¿Cuantas vidas has segado con tus rayos sin pensar nunca donde caen!

Extendí los brazos hacia él.

—Ahora me rindo. Aquí mi trabajo ya está hecho. ¡He ganado! Admito ir a la cárcel que tu opresivo gobierno, para el que trabajas, me mande. 

La enorme armadura de combate no parecia frenar, y pudiste notar como sus guanteletes refulgían de poder. Por un momento creíste que iba a disparar, y no estabas muy seguro de si podrías aguantar otro disparo como aquel.

No obstante en el último momento se frenó y te apuntó.

Muy bien. Baja al suelo y desactiva tú traje. Luego te lo quitarás y esperemos juntos a la policia. Pero por favor, haz alguna tontería anda. Dame una excusa.

La armadura distorsionaba la voz de la persona que lo controlase. Pero algo te decía que hubiera preferido volarte en pedazos antes que detenerte.

Las camaras estaban llegando y empezaban a grabar la escena. Algunas habían localizado tú figura volando y te habían seguido. La policía aún tardaría un poco más.

Desde luego que estaba seguro que no podría aguantar otro disparo como aquel. Me mataría fijo. Había pasado por mi armadura como si fuera de papel. Pero el sistema jurídico de nuestro país era increíblemente benévolo y profundamente estúpido. Confiaba que podría escaparme pronto. Cumplí con sus instrucciones, mi trabajo ya estaba hecho. —¿Has visto muchas películas de Clint últimamente? —dije ante sus tonterías, tenía derecho a guardar silencio, pero no deber de hacerlo. Las cámaras ya nos grababan —Mi trabajo aquí está hecho. —Elevé la voz, dedicado a las cámaras—. Y gracias por la colaboración, American Dougnout—. Había tantas posibilidades de meterme con él— Sin tí, nada de esto podría ser posible.     

Me estaba rindiendo, pero nadie podía callarme. 

Los periodistas enseguida empezaron a hacer preguntas, tanto a tí como a American D.

¿Ha sido usted quién ha volado el edificio de la moneda?
¿Por qué lo ha hecho?
¿Quién es usted? ¿Algún villano nuevo que quiere hacerse un nombre?

¿American cómo es que no ha podido evitar que volasen el edificio?
¿Está confabulado con el villano?
¿Cómo va la guerra contra los aliens? ¿Por qué no está ayudando a los demás héroes?

La policia no tardó en llegar. Incluido un equipo de Respuesta Táctica contra Metahumanos. Apartaron y metieron en cajas la armadura que te daba tus habilidades, y te pusieron un collar anulador por si acaso. Para acto seguido meterte en un furgón.

No te preocupaba demasiado. En algún momento del proceso judicial seguro que logras escapar. O si no en alguna revuelta de la prisión donde te encierren. Siempre pasa. Esto es una rueda giratoria, lo sabes bien. Si tú estuvieras al mando las cosas serían diferentes. Pero no te hacen caso.