Partida Rol por web

Un montón de barriles, suciedad, suelo de arena y hollín, ambiente seco.

Por la tarde, curioso del castillo, investigó lo que había en esta zona un poco más arriba de donde se situaban las mazmorras. Era el lugar por donde todos los Hufflepuff se recogían en el toque de queda, por lo que intuye que por aquí debe estar la común. Al llegar, lo único que puede ver es un montón de barriles sucios llenos de vinagre y mosto de calabaza. ¿Barriles para mosto de calabaza? Qué extraño le parecía.

Miró por encima y miró por debajo de los barriles, no había ninguna pista del paradero de la común. Lo que sí había eran otra vez esas dichosas ratas, para lo cual aprovechó que estaba relajado e intentó realizar otro hechizo de defensa, como en las mazmorras de la semana pasada.

—¡Calvorio! —exclamó apuntando a una de las ratas, que pasó de color oscuro del pelo a color carne, porque se había quedado calva. Eduardo se echó a reír, más que de gracia por la alegría de haber aprendido el hechizo. ¡Calvorio! ¡Calvorio!

Muchas de esas ratas escaparon. Eduardo pasó su varita por debajo de las bodegas buscándolas, pero estaba muy oscuro. La única solución para encontrarlas era realizando aquél hechizo que tanto odiaba. ¿Lo lograría? La verdad es que no tenía mucha seguridad en conseguirlo.

—¿¡Lum...!? Bah, déjalo Eduardo —habló consigo.

Después de romperse algo en el baño en su intento de aprender transformaciones, regresó a las bodegas buscando ratas a las que dejar calvas. Parecía que DCAO era la única asignatura que iba a dársele bien, ¿qué remedio? Se agachó bajo los barriles y divisó movimientos. Ahí estaban.

—¡Calvorio! —No consiguió sacar más que chispas y todas las ratas huyeron por el ruido—. ¡Cachis!

Eduardo bajo a las bodegas de nuevo con un objetivo claro: no quería hacer el examen práctico de DCAO sin saber realizar todos los hechizos de esa clase. Se agachó tras los barriles buscando sus víctimas.

—¡Calvorio! —falló dando a la rata.

Esta vez había hecho las cosas corriendo, lleno de ansias por aprenderlo. La próxima vez iría con cuidado.

Después de enseñar cómo se lanza el hechizo verdimillious para los que aun no lo habían aprendido, decidió continuar con la odisea de trabajos extra para historia de la magia. Se trataba de algo sencillo: comer. Abrió unos cuantos cromos de su gran bolsa y comió algunas ranas. Enseguida se llenó el estómago, pero sus ganas por abrir más cromos permanecían, de modo que bajó a las bodegas, donde se suponía que estaba las cocinas y las abrió todas de golpe.

—¡Saltad, ranas, saltad! ¡Huid por vuestra vida, no dejen que esos elfos os atrapen y hagan sus pasteles!

Guardó todos los cromos recién conseguidos y escapó de allí, abandonando la plaga chocolateada.

Eduardo se encontraba mejor. Por la tarde, se acordó que todavía no había aprendido a dejar calvo a sus enemigos, así que bajó a las bodegas de nuevo a encontrar algunas ratas. Esta vez iba a conseguirlo, ya estaba harto de tanto intentarlo. Se agachó para ver lo oscuro de los barriles buscando sus víctimas.

—¡Calvorio! —gritó.

La luz del hechizo le hizo dudar si había alcanzado o no a la rata, así que volvió a intentarlo solo para comprobar si le salía.

Comienzas a dudar si has conseguido volver calva a la rata, el hecho de usarlo con un sujeto que se movía hacía que fuese difícil saber si lo estaba consiguiendo, pero en ese momento, delante tuya ves una rata sin nada de pelo, solo con la piel. ¡Lo habías conseguido!