Partida Rol por web

Te encuentras rodeada de una terrible oscuridad, tu conciencia lucha por retomar el control de tu cuerpo, no estás segura de que es lo que ha ocurrido, pero algo es seguro no fue nada bueno.

De pronto una serie de imágenes desordenadas llegan a tu cabeza, fragmentos de la primera semana infernal, la preparación física, las primeras simulaciones y el combate de la habana, el impoluto liderazgo de Vincent, que te llevó a ti y a Elliot de regreso a casa, eso te reconforta y te invita a descansar.

Sin embargo, tu corazón se niega a relajarse y late con fuerza, de pronto otro recuerdo invade tu mente, la misión de la mañana, Michael a cargo, Tanya y tu de escoltas, la lanzadera lista para el vuelo. Todo transcurre con normalidad hasta que esas dos lagartijas voladoras aparecen, nombre código Pebels y Bam-Bam, en verdad el teninete Khumalo debía mejorar para bautizar a esos bichos.

La estrategia de Michael funciona, Tanya despacha con facilidad a Pebels, sin embargo, Bam-Bam cobra venganza, un ataque rápido con el nuevo rifle railgaun prueba ser suficiente para darle una lección al bicho mientras Tanya termina el trabajo, algo va mal, las alertas en la cabina se disparan. El propulsor experimental sufrió daños, la única cosa que te permitía volar al mismo ritmo que la lanzadera.

Tres espinas lanzadas por Bam-Bam lo habían perforado, vas a retirarlas, de pronto la voz de Michael te ordena detenerte, el chico te salvo la vida, retirar las espinas en ese momento hubiera echo explotar la máquina, Michael empieza a darte órdenes, al principio se te hace molesto, pero notas la preocupación en la voz del inglés y acatas sin rechistar.

El joven te hace reducir la velocidad, él desacopla su mecha de la lanzadera y vuela a tu lado,te ayuda a aterrizar a salvo cerca de la costa con cuidado retiran las espinas y desacoplan el propulsor, es una tarea pesada, les lleva casi quince minutos desembarazar al Scorpya de esa maldita bomba de tiempo voladora, todo bien hasta que de pronto esa inmensa bestia surge del agua.

Abres fuego, tus balas no logran atravesar su coraza, Michael lo combate sólo con sus puños, no comprendes porque no usa su armamento, en es momento lo recuerdas y maldices, las armas del León Blanco están inhabilitadas por seguridad de la lanzadera.

Escuchas como Michael lanza maldiciones y blasfemias en su cabina, pues en la base nadie puede habilitar el armamento, sólo el comandante tiene los códigos.

La bestia lanza un segundo ataque, Leviatan es su nombre código, eso ahora no te interesa, pues sólo sabes que estás atrapada en sus mandíbulas y la bestia te arrastra al agua, en donde es más fuerte.

Comprendes perfectamente que a donde te lleva Michael no puede seguirte, ni mucho menos rescatarte, su mecha no tiene más armas que sus puños y piernas. Ves como el agua se acerca y las alarmas de la cabina empiezan a chillar.

Daño generalizado del fuselaje, el agua empieza a entrar en la cabina, lo das todo por perdido, se pierde la imagen de los monitores y un denso humo invade la cabina, no puedes expulsarte, todo está verdaderamente jodido.

De pronto escuchas un fuerte estruendo, el radio aún trabaja, la voz de Michael, no sabes cómo, pero en un asalto de valentía o locura el chico se había lanzado al agua, escuchas una retahíla de maldiciones e insultos hacia la bestia, un rugido de rabia, la bestia emerge y te suelta por un par de segundos.

Tu conciencia va y viene, de pronto escuchas fierros doblarse, no sabes como, Michael arrancó tu cabina del Skorpya, se lo agradeces mentalmente, pues debido al humo no tienes fuerzas para hablar, otro estruendo, la bestia se larga.

Una sucesión de imágenes confusas, oscuridad total, voces, los rescatistas no saben como abrir la cabina, escuchas la palabra muerte, un escalofrío recorre tu espina dorsal, escuchas la voz de Michael, se hace la luz, hay un olor metálico en el aire.

Un abrazo cálido que trata de ayudarte a mantenerte con vida, una cacofonía de voces y sólo importa una, la de Michael, su voz y su aroma, son todas las sensaciones que recuerdas.

Tu pulso se acelera, abres los ojos y te encuentras conectada a una serie de instrumentos y aparatos, sueltas una maldición y te das cuenta que te encuentras en una cama de hospital.

Despierto y miro a mi alrededor. Al principio no comprendo bien donde estoy. Parece que hay máquinas, máquinas de sustento vital, máquinas de monitorización. Parece que están conectadas a alguien, que alguien está luchando por su vida. Y de pronto, soy consciente: están conectadas a mí.

Me intento mover y un intenso dolor recorre mi cuerpo como protesta. Será mejor que espere a que vengan los doctores... Mientras espero, mi mente vaga por lo sucedido. Y se detiene en un momento, un solo momento. Una sensación, un olor, una voz, una caricia que lucha por evitar que avanzase hacia la oscuridad que me reclamaba, la oscuridad que tan tentadora se hacía.

Michael me ha salvado la vida. Lo sé, lo siento. Aun sin saber exactamente lo que ha pasado, su voz y su tacto han sido lo único que han impedido que me sumergiera completamente en aquella oscuridad cálida y agradable que tanto me buscaba. Mi mecha está destrozado, mi cuerpo casi igual, pero no puedo pensar en eso. Solo puedo pensar en Michael, y en su modo de arriesgarse por mi. Solo por mi. La misión estaba concluida, los otros habían llegado a su destino, y hacer lo que hizo era arriesgar millones, miles de millones de euros. Solo por mi...

El cálido abrazo del sueño me envuelve. Esta vez estoy tranquila de sumergirme en la oscuridad, porque sé que de esta sí despertaré. Es solo dormir y descansar un momento, antes que vengan los doctores. Michael...

Ciando estás por echarte a descansar escuchas una voz familiar, se trata de una figura de autoridad, un hombre estricto, pero justo el mayor Chmielecki, el segundo al mando de la iniciativa Aegis.

El hombre está hablando con el médico mientras ambos ingresan a tu habitación.

- ¿Cómo sigue la alférez Tanaka? Escuché que tiene daño severo y es poco probable que despierte? - dice el mayor con preocupación.

- Tiene que ser paciente mayor, hemos hecho todo lo que se ha podido ahora todo depende de ella, sus ondas cerebrales están estables justo venía a controlarlas en este momento.

Aunque la prognósis es reservada aún. - responde el médico.

- Entienda doctor, debe salvarla, es sólo una niña, no puede permitir que muera por una estupidez como esta, si no hubiera sido por el alférez Strauss, no quiero imaginar que hubiera pasado, el chico tiene agallas, aunque ahora no esté en su mejor momento. - dice el mayor un tanto consternado.

Las palabras del mayor hacen eco en ti y algo te dice que esta es una buena oportunidad para incorporarte aunque si lo prefieres puedes segui durmiendo.

Escucho a alguien hablar, entre la bruma que precede al sueño. Sin dudar una de las voces es la del mayor Chmielecki y, aunque la otra no la conozco, de seguro se trata del doctor. Escucho lo que dicen y un escalofrío me recorre la espina dorsal al escuchar al mayor decir que teme que no despertaré nunca. ¿Tan mal he estado? Recuerdo todas las máquinas que estaban conectadas a mi en el momento de despertar, y me doy cuenta que, probablemente, sí.

Straus... ¡Michael! pienso. ¿No está en su mejor momento? ¿Qué ha querido decir? Respiro profundamente, abro los ojos y me incorporo despacio.

Intento hablar, pero cuesta un horror. A buen seguro he estado conectada a un respirador artificial. Noto la garganta seca, irritada, dolorida. Con una ronca voz, logro pronunciar unas pocas palabras:

¿Qué... le... ha su... cedido... a Mi... Mi....cha...el...?

No puedo hablar mucho más. Hago esfuerzo, pero por ahora mis cuerdas vocales se niegan a responder. Al menos no he perdido completamente el habla, escuché que hay personas que les pasa eso. Miro al doctor y al mayor, con una mano agarrando mi garganta y mil preguntas en mis ojos, que por ahora no puedo expresar con palabras.

El mayor y el médico te observan, este último se apresura a acercarse a tu cama.

Por favor recuestese. - dice el médico mientras activa una especie de alarma, la cual hace que varios auxiliares ingresen a la sala.

En un par de minutos los auxiliares y el médico empizan a realizarte toda clase de controles mientras retiran el respirador artificial, al igual que un gran número de instrusuarios, dejándote sólo con tres cosas básicas.

Un marcapaso, un electroencefalograma y una vía, luego los auxiliares se retiran con varias muestras para llevar al laboratorio, mientras el mayor observa desde una esquina.

Cuando el peronal auxiliar se retira, el mayor se acerca a tu cama, mientras el radiologo ingresa a la habitación con un sobre, el cual le entrega al médico.

Tranquila alferez Tanaka, el alferez Strauss está bien de salud, salvo por el corte que recibió cuando abrío su cápsula de escape, pero su herida física no es grave, la emocional es un tanto más crítica, pero confío en que el anuncio de su desperatar va a ayudarlo a sanar. - responde el mayor, al tiempo que el médico sonríe ampliamente.

- Señorita Tanaka, afortunadamente no tiene nada roto, por lo que una vez que tratemos su intoxicación respiratoria se podrá retirar, eso sí nada de actividades físicas o emocionalmente desgastantes durante un par de semanas o podría recaer. - anuncia el médico para luego retirarse de la habitación dejándote a solas con el mayor.

Toso y carraspeo un poco, buscando con la vista un vaso de agua. Realmente noto la garganta seca como una lija, es una sensación horrible. Miro al mayor. Mi voz sigue sin ser la de siempre, pero va recuperando su tono. Aún así, la noto extraña, ronca, profunda...

¿Qué pasó, mayor? Recuerdo que abatimos a los dos pterodáctilos, pero uno había dañado mi mecha con sus espinas. Recuerdo a Michael decir que no retirara las espinas, aterrizar, que retiramos las espinas y el sistema auxiliar con cuidado y luego...

Respiro profundamente, pues una oleada de miedo ha acudido a asaltarme con fuerza. Mi corazón palpita a ritmo considerable, pero consigo tranquilizarme un poco.

Luego algo me atacó por sorpresa. No lo vi venir. Sentí que me arrastraba. Desde ese punto, apenas recuerdo poco más que emociones... sonidos, olores, sensaciones... ¿Qué pasó desde se punto, mayor?

Mis ojos se fijan directamente en él, como queriendo colarse en su mente para no quedarse sólo en sus palabras, sino para percibir sus más ocultos pensamientos, para averiguar si me dice toda la verdad o si esconde algo. De pronto, recuerdo algo.

¿La entrevista resultó bien? Y la ciudad, ¿sufrió algún daño?

Tranquila srta. Tanaka, créalo o no sólo lleva dos horas inconsciente, uno de los comas más breves que he visto, la conferencia de prensa aún no ha empezado, nos quedan al menos unas cinco o seís horas para la gala.

Así que si lo deseas y el médico lo permite, puedo llevarte allí, en cuanto al kaijuu que os atacó, me temo que huyó y ahora se encuentra en paradero desconocido, al parecer su único objetivo era destruir a los mechas.

Bestia estúpida, como si no pudieramos reconstruirlos, lo importante es que usted está a salvo. Lamentablemente su unidad se perdió en combate, nos tomará unas tres semanas reconstruirla por completo.

El León Blanco también ha sufrido daños considerables, sin embargo, aún se encuentra operativo, lo que me sorprende mucho dado el daño que recibió en sus servomotores, vaya que es resistente esa máquina, igual que su piloto. 

En fin, usted decide alférez, quiere unirse a sus compañeros el día de hoy o prefiere descansar en el hospital.

Respiro profundo, y miro a mi alrededor. Solo dos horas... Observo las blancas paredes, la cama mullida, las atenciones que puedo recibir. A buen seguro me tratarían como a una reina, no como allí arriba. Y sin embargo...

Niega lentamente con la cabeza. Me guste o no me guste, me lo crea o no me lo crea, esté preparada o sea solo una molestia y una razón para que otros se preocupen, soy una militar, ¿no es cierto? Miro a mi superior con decisión en mi mirada, casi podría decir que con un nuevo fuego en ella incluso. Tengo una misión que cumplir ¿me refería solo a la rueda de prensa? y no voy a faltar.

Por favor, haga todo lo posible para que pueda acudir. Sé que no es bueno forzar las cosas, pero el médico ha dicho que no tengo nada roto. Un poco de humo no va a derrotar a uno de los... ¿cómo nos llamaban? ¿Ángeles de acero?

Además digo, enterneciéndome un poco, aunque intentando no dejarlo transmitir ante un superior, quiero ver a mis com... a mis amigos porque todos y cada uno de ellos, en mayor o menos medida, son ahora tus amigos, Hiroko. Y tú cuidas de tus amigos, como ellos lo hacen de ti.

Desde tu cama vez al doctor intercambiar palabras con el mayor al final el mayor parece drsistir en su intento de discutir contra el galeno.

Tras casi una hora más de epera, el médico vuelve a ingresar a la habitación y lleva consigo un sobre.

Tengo buenas y malas noticias, las malas es que tu sangre presenta un severo caso de contaminación por plomo, la buena es que tu metabolismo lo va a filtrar por sí mismo, pero va a tardar un poco.

Tal vez un mes o dos, mientras tanto vas a sentir algunos dolores y debilidad muscular, por lo que no podrás estar a tu cien por ciento pronto.

Voy a preparar los papeles para el alta, y unas pastillas y vitaminas que te ayudarán a sanar más rápido.

Por cierto mayor, ya llegó el otro chico, los espera en el lobby. Ahora con su permiso, me retiro.

Tenías órdenes, un oficial estaría esperando por ti en el lobby del hospital central de Manchester, a partir de hoy formabas parte de sus filas con el rango de alferez.

El oficial a cargo de tu inducción, era el jefe de operaciones de la iniciativa, el mayor Chris Chmielecki, quie en este momento se encontraba en el cuarto de la alferez Tanaka, quien había sufrido un percance grave en su última misión.

Según los médicos que pasaban por allí, tu compañera se había recuperado de forma milagrosa, pero aún le quedaba una larga rehabilitación por delante.

¿El otro chico? pienso, torciendo un poco la cabeza, con curiosidad. Pero asiento al doctor. Muchas gracias, doctor.... por todo. Estoy convencida que me ha salvado la vida, usted y su equipo. Gracias...

Me tumbo en la cama, para descansar un poco, esperando al alta. Miro a mi alrededor, buscando un mando de TV o algo así. Pero estoy en una cama que, seguramente, sea de cuidados intensivos. Aparte de un montón de cacharros que no sé para qué sirven, aunque seguramente haya tenido muchos conectados a mi cuerpo durante este rato, no encuentro nada con lo que divertirme.

Y, por si fuera poco, esa estúpida bata que llevo no tiene bolsillos, así que no tengo mi móvil. Dolores y debilidad muscular repito para mí misma. Ahora mismo no me duele nada, supongo que por los analgésicos me estén tomando, pero en cuanto salga de aquí... es lo que toca. Afortunada he sido. Miro al techo, pensativa.

Miro a mi superior en la esquina. Mayor, la lanzadera donde iban mis compañeros no sufrió daños, ¿verdad? Conseguimos al menos *cof cof cof* al menos protegerla... ¡Por dios, necesito algo de agua! lo último lo suelto al aire, sin un interlocutor concreto, como diciéndomelo a mí misma.

Excelentes noticias dr. - responde el mayor mientras se dispone a salir de la habitación.

Alférez Tanaka, le recomiendo que se vista, conseguí un uniforme de faena para usted, pues su uniforme de gala quedo inservible, los sastres le confeccionarán uno nuevo cuando regresemos al Avalon.

Tiene diez minutos para vestirse, le advierto que no pienso llamar a la puerta cuando regrese con la silla de ruedas.

Al escuchar tu comentario sobre el agua, el mayor coge una jarra de una mesa cercana y te sirve un vaso.

La lanzadera y sus compañeros llegaron a salvo, muy pronto podrá reunirse con ellos nuevamente, ahora voy a conseguir una silla de ruedas para usted y a entrevistarme con el alférez Von Falkenhayn. - anuncia el mayor para luego abrir la puerta y retirarse.

Sonrío al mayor y asiento. En cuanto sale, me levanto, tan deprisa que mi ropa se abre. Por un momento me pongo roja de vergüenza, pero luego me doy cuenta que estoy sola. Me río para mí misma, y busco el uniforme.

Mis piernas me fallan en el momento de acercarme a él. A esto se refería con debilidad muscular. Empiezo a vestirme, todo lo rápido que puedo. No necesito una silla de ruedas, peor supongo es el procedimiento. Nada más terminar de cambiarme, bebo el vaso de agua que me había servido el mayor.  Suspiro aliviada al sentir el agua resbalar por mi garganta y calmar su irritación. En el momento de servirme un nuevo vaso, el mayor vuelve. 

Friedrich estaba inquieto aunque lo disimulaba bien... había estado entrenando duro y bueno, el simulador era una cosa, pero la alferez Tanaka había sido herida en una misión. Se preguntaba como sería la alferez Tanaka y que mech habría usado. Friedrich veía técnicamente imposible derribar su mech de más de 7000 toneladas, pero no sabía como era el de la alferez... ni como era ella.

Friedrich preguntó a los médicos hasta dar con la habitación de Tanaka y  esperó fuera en silencio. No podía hacer otra cosa.

De pronto un hombre alto y con un físico bastante impresionante llega al lobby.

Buenas tardes alférez Von Falkenhayn, soy el mayor Chris Chmielecki y le doy la bienvenida a la iniciativa Aegis, nuestro rol como bien sabe es convertirnos en el último escudo de la humanidad ante la amenaza kaijuu, tengo entendido  que usted ya recibió entrenamiento militar básico, por lo que vamos a saltarnos las preliminares.

Sus calificaciones en el simulador son excelentes, pero no se confíe, pues la vida real es mucho más desafiante que cualquier cosa que pueda ofrecerle un simulador, por más exacto y avanzado que este sea.

En este momento, una de sus compañeras se encuentra herida, a causa de un ataque sorpresa por parte de los kaijuu, así que le agradeceré me siga por aquí, pues necesito llevarle una silla de ruedas para poder trasladarla al hotel en donde se llevará a cabo la conferencia de prensa esta noche. - dice el hombre mientras busca una silla de ruedas en el pasadizo.

El mayor no tarda mucho en encontrar su objetivo. - Perfecto esta servirá. - agrega el mayor mientras echa a andar hacia la habitación de Hiroko.

Muy bien chico, háblame de ti.

Friedrich asintió y siguió al mayor, con el que competía en altura, sin decir nada mientras buscaban la silla. Hasta que no le interpeló no le habló:

-Gracias Mayor Chmielecki-hizo un saludo militar-soy como bien ha dicho el alférez Friedrich von Falkenhayn. Me ahorraré los preliminares como ha sugerido señor. -dijo con ciertas dudas, ya que era más fácil presentarse con ellos -antes de ingresar en el programa de pilotos de Aegis estudiaba en el prestigioso internado bilingüe Highlands de Suiza, donde me preparaba para una carrera en finanzas y contabilidad. Procedo de una familiar que valora la disciplina y la vida militar, y yo mismo me considero minucioso y disciplinado.-hizo una pequeña pausa y prosiguió-no obstante señor, no todo se consigue sólo con disciplina, tratar bien a tus compañeros de equipo y que confien en ti es la clave del éxito, lo aprendí en el equipo de fútbol, donde fui capitán, señor. -Friedrich entendía bien a la gente y sus sentimientos, lo que seguramente le había valido para alcanzar ese puesto.

Me agrada tu forma de pensar chico, espero que seas consecuente con la misma. Muy bien ya llegamos. - dice el teniente abriendo la puerta de la habitación de Hiroko.

Alférez Tanaka, le presento al alférez  Von Falkenhayn. Alférez Von Valkenhayn, la alférez Tanaka.

Muy bien señorita Tanaka, por favor, tome asiento en la silla, es un orden directa de un superior así que no quiero ninguna replica por parte suya, la camioneta nos está esperando en la puerta del hospital.

Me giro lentamente hacia los dos hombres que acaban de entrar, con un vaso de agua en la mano y a punto de beberlo. Miro con curiosidad al hombre que acompaña al mayor. Hola digo con una sonrisa, levantando la mano a modo de saludo. Mi voz, pese a haber pasado un tiempo, aún sigo sonando algo rasposa para mi gusto, pero ya está casi recuperada.

En estos momentos estoy vestida con un uniforme de faena del ejército, hecho como imitando al camuflaje, de tela algo basta.

 (esto es solo una referencia de como puede ser aproximadamente y sin consensuar con el máster).

Apuro el vaso de agua y me acerco a ambos, manteniendo mi sonrisa. Sigo sin comprender que sea obligatorio usar una de estas cuando puedes caminar perfectamente, pero no voy a negar que me agradará ser llevada por alguien. Me siento pesada y torpe, me cuesta un poco moverme y siento un cosquilleo por todo el cuerpo, pero especialmente por las piernas. Verás cuando se pasen los calmantes....

Me siento y miro a Falkenhayn, estudiándolo. Gua, parece una torre. Imagina tú y él... me sonrojo un poco y dejo de pensar en tonterías, para pensar en salir de allí cuanto antes.

Echó un vistazo a la habitación y llegó a la conclusión que todos los hospitales eran iguales.. y olían igual. Von Falkenhayn había permanecido en silencio mientras el mayor y la alférez hablaban; no obstante, el joven sin habló cuando Tanaka habló sobre la silla de ruedas:

-Para mi será un honor y un placer llevarla alférez Tanaka, no todos los días se conoce a un héroe que ha arriesgado su vida por los demás - y la prueba era que había terminado en el hospital. El joven todavía tenía un ligero acento alemán en algunas vocales, pero había conseguido suavizar la rudeza y la sequedad del mismo, quedando agradable de oír.