Partida Rol por web

El curtido rostro del veterano se crispa de miedo y frustración al ver caer al camarada a quién habían elegido como su líder tras la deserción de su puesto de guardia. Está muy habituado a la muerte, demasiado, pero Naifur le caía bien... aunque siempre fue un temerario hijo de perra. Es cierto que su audacia les impulsaba, que siempre tiraba del grupo hacia delante, pero también lo es que de alguna forma siempre supo que al final se le acabaría la suerte y les llevaría a todos la muerte. Pues buen, hoy es ese día.

Ataquemos a la comitiva de hechiceros, dijo, todo el mundo les teme, pero en realidad son una presa fácil... viejos y niños que se cagarán encima en cuanto les apuntemos con una ballesta... Pues díselo a ese demonio de madera que acaba de cortarte el cuello con tu propia espada, Naifur, grandísimo cabrón... pero tu locura no me arrastrará a la muerte a mí también...

Da media vuelta y huye a la carrera.

El corpulento y malcarado hombretón aguanta a pié firme, como ha hecho siempre. Lleva demasiados años en esto como para huir sin más a la primera baja, ni siquiera ante un demonio... e increpa con su profundo vozarrón a su compañero.

- ¿Dónde vas, Ojeiv, cabrón? - brama - ¡Vuelve aquí y ayúdame a acabar con este engendro de madera!

Maldito cobarde. Nunca lo hubiera pensado de él.

Alza la espada para plantarle cara a la criatura que ya tiene casi encima, ignorando al crío dentudo al que no considera ninguna amenaza real... pero ese monstruo se mueve a una velocidad endiablada, se ve obligado a retroceder un paso y entonces tropieza con una estúpida rama y se desequilibra. Una maniobra absurda, impensable para un veterano como él, pero que muy probablemente le costará la vida. No se puede luchar contra el destino...

Desde la retaguardia, algo más apartados, los dos veteranos que debían cerrar la emboscada disfrutan de una mejor perspectiva para valorar el desarrollo de los acontecimientos. Claro que eso no siempre es alentador.

Para empezar sus ballestas se han esfumado en sus manos sin tener ocasión de dispararlas. Naifur les aseguró mil veces que los magos se cagarían encima al verles, que no tendrían tiempo de hacer ningún hechizo antes de que disparasen si aún había algún loco que se arriesgase a morir ensartado.

Pues que me digan si hacer desaparecer mi arma no es magia. Que me digan que ese demonio de madera, ese golem, no es la peor magia negra que he presenciado en mi perra vida... pero no, ese pobre bellaco ya no puede decirnos nada, está muy ocupado ahogándose en su propia sangre. Además el maldito Ojeiv ya lo ha visto claro y huye por piés, mientras ese animal de Otrub el Puerco se va a hacer matar por su torpeza. Pero a mí no van a cogerme...

Lanza una mirada de circunstancias a su compañero y da media vuelta para huir sin tan siquiera desenvainar su espada.

Onar el Tuerto siempre fue el que más reticencias tuvo ante el plan. Les iría muy bien tener algo de dinero antes de llegar a las tierras de Maniria, entre paganos, para empezar una nueva vida como mercenarios. Pero planear un asalto contra una comitiva de hechiceros es una locura. Son gentes de Dios, incluso esos malditos herejes Galvostis, y al Invisible no le agrada que se actúe contra los suyos, hacerlo es tentar la voluntad divina. Y trae mala suerte.

La desaparición de su arma antes de disparar, la aparición de esa horrible cosa de madera, la muerte de Naifur a las primeras de cambio, la precipitada huida de dos de sus compañeros y por último las voces en la maleza... simplemente no le dejan otra opción.

Que el Puerco se haga matar si quiere... ¡Ahí se queda!

Como los demás, huye en desbandada, esto es un sálvese quién pueda indiscriminado.

El Golem de Madera avanza de una forma implacable, moviéndose con una velocidad que parece imposible.

Su desafortunado enemigo se ve obligado a dar un paso atrás con tan mala fortuna que trastabilla, pierde el equilibrio y abre su guardia recibiendo un corte superficial en la pierna. Es un tipo duro, apenas suelta un gruñido, pero ha quedado en una situación expuesta que le impide hacer nada para desviar la hoja que desciende de nuevo, con una celeridad pasmosa, hacia su cabeza.

El segundo tajo le alcanza justo entre los ojos, abriendo una horrible brecha en su frente. Sin un sonido, el hombretón se desploma en un charco de sangre oscura que mana lentamente.

Y entonces el engendro hace gala de una crueldad inesperada y del todo innecesaria, cuando sin retirar la espada del cráneo de su enemigo, ante la desesperada huida de todos los demás rivales... se agacha de una forma grotesca y alargando dos dedos de su zarpa izquierda hasta converirlos en finas estacas, los introduce por las órbitas del moribundo sacándole los ojos.

La anciana grita horrorizada ante el sangriento espectáculo y sufre un tetral desmayo...

El padre de Zid había ido avanzando discretamente hacia su familia para estar cerca de su mujer y su hija, pero ahora al ver caer a su anciana ama de llaves intenta recogerla... aunque no llega a tiempo y la pobre abuela cae cuan larga es sobre el duro suelo. Luego, con cara de circunstancias, se apresura a atenderla...

Vuestro viejo maestro ya había empezado a preparar ostensiblemente un hechizo, y vuestra formación os permite reconocer los primeros compases de un Paralizar... pero luego, al ver el inesperadamente favorable desarrollo de los acontencimientos, aborta el conjuro y sonríe satisfecho. No cabe duda de que su guardián secreto ha tenido una intervención decisiva...

Sin embargo, la sonrisa se le congela en los labios al contemplar horrorizado, antes de poder hacer nada, la crueldad inhumana con la que su Familiar se ensaña con el caído. Su voz suena cargada de amargura cuando le ordena:

- ¡No! ¡Detente! - grita con ira y vergüenza - ¡Ya basta Naid! ¡Te ordeno que detengas esto y anules el hechizo!

Y entonces la sobrenatural estatua animada de madera se derrumba como un títere al que hubieran cortado los hilos...

Arechi Cehal también había empezado a formular un complejo hechizo, pero al ver que la situación se ha resuelto ya por completo lo deja estar, centrando su atención en los acontecimientos que la rodean. Y en las palabras que acaba de pronunciar Ort Seam.

- ¿Continúa siendo tan difícil para ti el… - busca la palabra adecuada - …retenerlo?

En su voz se percibe un tono de sincera preocupación.

El viejo hechicero le dirige una mirada triste al contestar:

- A cada instante… no cesa de martillear mi mente, con su ciega sed de sangre y venganza…

Luego mira en derredor y parece arrepentirse de haber comentado algo tan íntimo en vuestra presencia. Sin embargo se siente obligado a deciros algo, a vosotros, sus aprendices, casi su familia…

- Naid Raug nos ha salvado a todos, ciertamente, pero lamento que hayáis tenido que presenciar... algo como esto... – se disculpa ante todos los presentes – Entendedme, la situación me ha hecho creer por un instante que no había otra forma de protegernos, tal vez me he precipitado, debería haber confiado más en vosotros – lamenta su falta de fe – También os debo una disculpa por haberos ocultado todos estos años la existencia de un segundo Familiar… como este – dice dirigiéndose ahora a sus pupilos – Pero prefería manteneros apartados de esa parte de mi existencia, creedme cuando os digo que es mejor así, ignorad su presencia en la medida de lo posible… crear un Familiar a partir del espíritu de un difunto fue el mayor error de toda mi carrera como mago – confiesa – Pero un hombre debe asumir sus fallos y seguir adelante con tanta dignidad como sea capaz.

Y dicho esto, prepara una ceremonia y un nuevo hechizo que restituya, aun toscamente, la madera sustraída al carromato para que podáis continuar el viaje.

El buen Maese Onelag ha terminado de atender a la anciana ama de llaves e interviene en la conversación:

- Debemos poner cuanto antes en conocimiento de las autoridades la presencia de esos peligrosos desertores – afirma muy convencido – Y no podemos dejar aquí esos cuerpos, será mejor que los carguemos en el carro para transportarlos hasta Galin, allí sabrán hacerse cargo de todo...

Ort Seam formula con facilidad un hechizo de Volar que hace levitar los cadáveres de los dos hombres y los deposita suavemente en el carromato ya restaurado.

Y reemprendéis el camino...