Socar vio como su víctima se resistía del ataque sorpresa, el timón había restallado con el peso del impacto de ambos pero aún se mantenía en su lugar. Daxherina parecía tratar de intimidarlos, no era la primera vez que tenía frente a él a una súcubo y sabía perfectamente que los demonios disfrutaban alimentándose del temor de los mortales, pero no encontraría ese sustento aquí, ya no.

    Lejos de sucumbir a la desesperación, el forjado recordó los últimos presentes que le habían sido entregados en la Guarida, sospechaba que no serían del todo efectivos contra la gobernante caída pero tal vez fuera suficiente para darle algo de tiempo a Elihana para sacarlos de allí, tomando uno de los odres lo arrojó contra la diablesa haciendo estallar el contenido del vial en su otra mano para reforzar sus ataques.

    Tal vez sus adversarios ya se relamieran saboreando las mieles de la victoria pero estaban muy equivocados si pensaban que no haría todo lo posible para convertir el dulce en la más amarga hiel. Su puño fue investido por las energías crepitantes liberadas por el poderoso conjuro para luchar con los demonios y al instante fue reforzado con la mismísima fuerza vital de Socar desatando arcos eléctricos de tonos violáceos que se sacudían con violencia en torno a él, tal vez aquella no fuera su venganza, tal vez aquel doloroso camino realmente nunca podría llevarlo al final que realmente él había esperado, tal vez su condena y renacimiento solo lo habían encaminado a tomar una decisión como aquella, apartarse o luchar contra la adversidad. Realmente no era su batalla, realmente el ya no era el caballero, apenas su recuerdo en el mejor de sus casos, lo que no evitaba la cuestión ¿Deseaba para sus enemigos un desastre incluso peor que el que habían infringido a Ulthaborg? Cuantos más "Socar" sufrirían su mismo sino si decidía simplemente la permitiera triunfar.

    Un sonido terrorífico emergió de las fauces mecánicas del hombre de hierro, similar al chirriar de dos piezas de metal chocando entre ellas y el del rayo al golpear la roca dejando estupefactos a los presentes antes de comprender de que se trataba. -¡JA JA JA!- La siniestra carcajada se sobrepuso al sonido de la batalla y la desesperación por unos momentos al tratarse de algo tan único. "Ninguno", fue la respuesta que se dio a si mismo, presa de una euforia ya olvidada, y aunque le costase su existencia, haría lo posible porque eso así fuera.

Diraknian, sus labios comenzaron a moverse rápidamente. Con los ojos cerrados parecía evidente que estaba rezando una plegaria. Un acto que pareció divertir a los Vrocs más cercanos, pero todos se giraron hacia él cuando gritó unas palabras en una lengua incomprensible para Sócar o Yzlín pero que afectó a los demonios sobremanera. Todos orientaron sus avícolas cabezas con miradas amenazadoras. A medida que alargaban sus garras y giraban sus cuerpos se hizo evidente que iban a atacar con furia al paladín de armadura completa.

La distracción no cayó en vano. Sócar aún estaba con Daxherina que también observaba a Diraknian. El odre se estrelló contra su cuerpo produciendo un curioso siseo. Algunos de sus objetos parecieron apagarse, perder luz e incluso oxidarse. La súcubo miró al forjado mientras éste aplastaba otro odre con su mano y el icor que no se evaporó rápidamente, se metió por las rendijas de la armadura.

-Criatur...- el golpe llegó antes de que Daxherina pudiera terminar la palabra. El primer golpe le asestó en la frente abriéndole una brecha, pero el segundo impacto, cargado de una energía chisporroteante fue tan contundente que el navío entero se estremeció. Tan fuerte, que el Príncipe demoníaco Bohanremtagstat, señor de Daxherina, pudo sentirlo mientras observaba a través del orbe desde las capas del Abismo. El puño le hundió en la mandíbula superior. Trozos de hueso y diente repiquetearon por el suelo. El cuerpo de la mujer demonio cayó hacia atrás con violencia, contra la cubierta convulsionó como un muñeco de trapo.

Afortunadamente para Diraknian, los golpetazos metálicos junto con los crujidos del hueso al romperse atrajeron la mirada de algunos Vrocs. Pero el resto se precipitó hacia el paladín, encontrándose con un luchador preparado empuñando una hoja que rezuma poder divino.

Pese a que el paladín hizo una exquisita muestra de destreza en combate, con paradas, esquivas y bloqueos, no fue suficiente para evitar el ataque de los demonios que le superaban ampliamente en número. Uno de los Vrocs agarró a Diraknian con sus garras y lo tiró por la borda. El paladín vio cómo la gravedad lo arrastraba, demasiado lejos del navío como para agarrarse a nada, parecía caer irremediablemente a una muerte cierta, hasta que sintió un tirón. Una tela de araña se había fijado en su armadura y lo unía al casco. Una araña enorme... no, una araña no. Reconoció a Aracne. La araña del elfo loco que saltó por la borda.

Daxherina comenzó a gesticular y el cielo pareció oscurecerse. Descargaría todo su poder contra Sócar, un poder que parecía abrir un agujero de energía negra entres sus palmas... no pudo terminarlo. Un águila gigante cayó sobre ella a una velocidad de infarto. Sus garras se clavaron fuertemente en los hombros desnudos de la súcubo que gritó impotente. El pico de acero le golpeó la cara con saña y bastaron tres rápidos movimientos para sacarle un ojo.

Cuando Socar y Diraknian alzaron la cabeza, vieron al grupo de águilas dirigidas por Ahradiel. Unas aves magistrales. Ahora los Vrocs fueron superados en número, pero Socar no se quedaría para ver el combate. El navío se acercaba peligrosamente al suelo. Con rápidas zancadas salvó la distancia que le separaba de sus aliados, aferró a Yzlín y Daebius y saltó siendo apresado al vuelo por el águila más grande que rápidamente abrió las alas y los elevó hacia el frío cielo nublado por las tormentas del plano glacial.

Diraknian agradeció en silencio ser salvado por Aracne, pero de seguir colgado en la parte baja del navío estaría sentenciado. Cortó la tela y se dejó caer, siendo cogido al vuelo por otra águila.

Eliannha, seguía aferrada al navío. La cuenta atrás llegaba a su fin y su único objetivo era que el barco no impactar contra el centro de poder de la ciudad pues entendió que aquellos gobernantes fueron influenciados por un poder maligno. Hans Estertich se negaba a abandonar el barco. Las águilas y Vrocs abrieron sus alas y sus cuerpos se elevaron. Al igual que la montura del elfo Ahradiel, segundos después de devolver a Aracne a su plano.

En el barco sólo quedaron Daxherina, Elianha y Hans. Todos desaparecieron junto con el navío. Los cristales estallaron por el viento empujado por el gran barco pero todos sus ocupantes estaban ilesos.

Las águilas se posaron en la amplia balconada y de ellas descendieron Ahradiel, Diraknian, Socar, Yzín y Daebius. Rostros gordos y asustados los miraron a través de cristales rotos y llamó la atención el desconcierto y el terror de sus rostros al comprender que fueron influenciados en el pasado. A los héroes no les pasó desapercibido el semblante de aquellos que no se arrepentían. Diraknian podía leer en sus corazones si la maldad había enraizado.

El peligro había pasado pero, desgraciadamente, para la ciudad era tarde. Las fronteras entre los planos seguirá con su restablecimiento separando barriadas enteras aunque aún había tiempo para salvar a los ciudadanos y encontrar un nuevo comienzo, un nuevo hogar.

Días más tarde, un grueso grupo llegó dispuesto a hacer la guerra liderado por un grupo de mujeres. Sin embargo, lo que vieron cambió sus corazones y auxiliaron a los exiliados.

Sólo el destino de los gobernantes quedó en manos de Diraknian, Sócar, Yzlín y Daebius. Pero antes saldrían de la ciudad con la comitiva. Y verían libres. Arkhania desaparecer...

...desde la lejanía.

Fin