Me giro tras la buena pregunta de Lyssdar -Antes de que eso ocurra y ponga en peligro vuestra integridad, seréis devueltos a Arkham. Pero...- me giro para cruzar la mirada con ellos y revelar el peor momento -Cuidaos de las zonas de magia muerta. Una cosa es que os lancen un conjuro de disipar magia y, en respuesta, antes de que ocurra el artefacto os devuelva. Otras cosa muy distinta es que vayáis caminando y entréis en una zona sin magia por voluntad propia. Ahí, estáis solos y sin posibilidad de regreso.-
La sonrisa vuelve a mi rostro -Pero para eso está vuestro buen entrenamiento. ¿No es así?-
La magia nunca fue mi especialidad, sin embargo Lyssdar mencionó un tema delicado y planteó una pregunta que rápidamente Elvurith respondió, no me había pasado por la cabeza eso, una zona de magia muerta... en alguna ocasión mi hermano Uritharn intentó explicarme que era, aunque en ese momento no le puse demasiada atención, aunque suponía que el nombre lo decía todo, así que, cualquier combatiente arcano muy posiblemente nunca se acercaría a una de esas, y nosotros deberíamos estar atentos a ellas, pero aún quedaba un detalle -Fuera de la ciudad que tan comunes son esas zonas?-
No creo que deban ser tan comunes, tienden a estar en lugares donde algo grande paso, pero eso no les quita lo peligrosas que son en ciertas situaciones o con ciertos artefactos, en especial si por alguna razón no nos damos cuenta de que entramos en una, pero confió que podremos superar una adversidad así.
Tras ese asunto zanjado mantuve silencio mientras nos movíamos para conocer a quienes serían nuestros canidos compañeros en algunas o la mayoría de nuestras misiones.
Salís del salón del trono y camináis por las calles hasta una cuadra cercana. Allí, Saiasi "El Domador" os atiende con una sonrisa e informa a Elvurith que la manada de Ahradiel corre libre por entre las arboledas del parque Ruina de Viajero (sede de los druidas), y por el Bosque de las Bestias.
El domador se acerca a Ahradiel y le entrega un silbato. -Úsalo. No escucharás nada, pero tus pequeños sí lo harán y no creo que tarden en llegar hasta aquí-
Ahradiel, tienes la oportunidad de describirle tu manada a Lyssdar. Usa el silbato, describe, y, acto seguido, continuaremos hasta El Bastión Rojo. ;)
Sonreí al recibir el silbato, me sentía bien al saber que mi manada estaba bien atendida y en un espacio tan amplio como la arboleda de los druidas, y ya hacía un buen tiempo que no estaba con ellos, seguro me extrañaban tanto como yo a ellos, pues para mi eran parte de mi familia también, pues a todos los había criado desde cachorros -Bueno, aquí vamos...- susurré más para mi mismo que para los demás mientras soplaba el silbato.
Tras una breve espera, comencé a percibir el movimiento en el bosque, los años habían pasado y no en balde, hacía bastante que habían sucedido los acontecimientos contra el antiguo Neck Zeros y los miembros de mi manada original habían muerto desde hace ya bastante tiempo, sin embargo, gran parte de la manada actual era descendiente de esa manada original.
El primero en salir fue un lobo de pelaje blanco, ojos azul glaciar y con una expresión bastante salvaje, aunque con unas pocas manchas de color marrón claro, una silueta ágil y escurridiza - Nieve, ven aquí!- el que haya sido el primero en aparecer significaba que su posición en la manada había aumentado, hasta hace poco era apenas un cachorro, y ahora, el más joven se había convertido en el líder de la manada, y tras el, un coro de aullidos y patas se acercó a nosotros a velocidad de trote.
El segundo lobo en salir a recibirnos era una hembra, su color era gris con manchas pardas, -Nimue- apenas unos meses mayor que nieve, quien al parecer se había vuelto su compañero, ella era bastante más pequeña pero igualmente más rápida y ágil, además de ser una excelente rastreadora, seguramente ella habrá sido la primera en detectar mi presencia, de eso estoy seguro, apenas salir se dirigió junto a Nieve y se sentó, esperando su turno para recibir caricias como cuando era un cachorro.
Tras Nimue otros 3 lobos llegaron casi al mismo tiempo, uno grande, corpulento y algo viejo, de pelaje negro y encrespado, con zonas cicatrizadas carentes de pelaje, -Eclipse- era el anterior alfa de la manada, pero la edad le empezaba a pasar factura, fuerte y agresivo, con mucha experiencia en la batalla, seguía siendo uno de los lobos más fuertes que hubiera criado, y al parecer se había convertido en el segundo al mando, pues a un gruñido suyo, los otros dos lobos los cuales eran uno de un pelaje gris plateado y otra de color cobrizo, el primero -Fantasma- era el mejor a la hora de acechar, además también era el más tranquilo de la manada aunque de un tamaño considerable, el fue quien hizo varias de las cicatrices de Eclipse cuando era más joven, por su parte -Triela- ella presentaba un carácter fuerte y algo rebelde además de desconfiado, me tomó bastante entrenarla aunque al final resultó el más confiable y leal de mis cachorros, siendo normalmente mi primera elección cuando tenía que llevar a solo un animal en alguna misión.
-Los extrañé, espero que se hayan portado bien en mi ausencia chicos, es hora de volver al trabajo- acaricié a cada uno de ellos mientras empezaban a retozar a nuestro alrededor, olfateando a todos los miembros de la comitiva para comenzar a acostumbrarse a su presencia
Hechas las presentaciones sonrío satisfecha por tener a dos poderosos miembros de nuestro lado -Vayamos pues al Bastión Rojo- sentencio para no alargar más la situación.
Continuamos en El Bastión Rojo
El Salón de Mármol Blanco es una edificación relativamente nueva. Pese a que el edificio lleva cientos de años construido (en la Barriada del Fin del Mundo), jamás lo habías visto antes. Su riqueza y opulencia resulta obscena para alguien que ha vivido en una prisión y ha visto la decadencia d los niveles inferiores. Es una muestra de poder. Ciudad de conquistadores que nutre sus arcas y su dominio más allá del horizonte. Reflejo de esta solemne codicia es el lugar donde te encuentras ahora. Tus pies se posan sobre la mullida alfombra roja. Una gruesa y larga mesa de marmol adornada con pan de oro yace en medio de la estancia. Enormes cuadros con diferentes escenas humanas (caza, batalla, retratos) adornan las paredes donde no hay tapices heráldicos o vidrieras. «Debo regresar» comenta Robillard antes de recurrir a su magia para volver a La Universidad. «¡Padre! Exijo saber qué está pasando». A juicio de la princesa, la sangre que tiñe sus cabellos es suficiente excusa para alzar la voz. Desafiante, se planta delante de su padre tras pasar por los allí presentes. Sin pensarlo, el rey da un sonoro guantazo. «Rendred, acompañad a mi hija a sus habitaciones. Me reuniré con ella después.» El soldado accedió con valentía sacando a una enrojecida Alanea (por el golpe y por la ira contenida). «Da'daclan. Quedaos, necesitaré vuestro consejo» el rey os mira y el Rakshasa os presenta como Socar. El rey queda visiblemente sorprendido. Más viejo y de aspecto más cansado de lo que recuerdas. Necesita de sus ayudantes para reaccionar y salir del estado en el que se encuentra tras asociar tu apariencia actual con la del soldado que eras.
Lo dejo aquí por si quieres decirle algo al rey.
Aquella sala le recordó la imagen de una antigua corte del pasado y con ella también llegaron los mensajes de advertencia sobre lo que el forjado debía y no hacer si pretendía llegar cumplir alguna de sus misiones y promesas. No obstante, el pulso no le tembló, ahora carecía del mismo, por lo que simplemente se limitó a observar.
Observó el temperamento de la joven princesa y como su arrojo era suprimido al instante por el desdén de un decrépito monarca que apenas parecía capaz de dirigir hacia buen puerto la situación que le tocaba afrontar en aquel día ¿Aquel lugar de opulencia sería su gabinete de crisis o un refugio en el que buscar cobijo al amparo de las glorias pasadas? En cualquier caso aquello no le importaba, sabía que lo importante en esa situación era no pronunciarse salvo orden directa. Para la mayor parte de los allí presentes no era más que un peón encerrado en una extravagante armadura. Por el contrario, adoptó una postura militar tras el felino humanoide en espera de ver lo que tenía que decirse en aquella sala de mando.
Si tenía suerte pronto sería informado de la situación actual, en verdad tenía sus dudas de si ahora verían lo sucedido en la prisión como una verdadera amenaza para la capital, aunque el ataque a la Universidad le había desconcertado en la misma medida que el hecho de que ya era la segunda vez que el dispositivo de Ibrahim fallaba a no ser que la activación del disco requiriese de alguna condición más que aún estuviera por cumplirse. Volvió a examinar a los presentes, era conocedor de los puestos ocupados por algunos de ellos pero quienes serían el resto, alguno sería capaz de descubrir el que ya no estaba atado a los mismos conjuros que el resto de los reos y de ser así, lo delatarían por miedo a lo que aquello pudiera implicar. Debía de estar atento a las reacciones y a las palabras que usase ante aquellas personalidades, el único que podría hablar en su favor era el rakshasa y apenas recordaba nada de él... Falco, aquel nombre apareció en su mente casi por accidente, en verdad se encontraba en la corte, no era tan descabellado creer que de no estar dirigiendo a las tropas desplegadas acabase por hacer acto de presencia allí, cómo reaccionaría si volviera a tenerlo frente a frente.
Me sentía mal por muchas cosas. -La insolencia de mi hija en un momento tan delicado me hizo perder la compostura. La visión de aquella armadura viviente con el mismo nombre que el caballero que antaño trabajó bajo nuestras órdenes.- Pero hacía mucho tiempo que había aprendido a que el regusto amargo en la boca es parte de ser rey.
Pronto supe que las fronteras entre planos se están cerrando de nuevo y que, a nuestros ojos, veremos desaparecer esas tierras que llegaron hace ya tanto tiempo. -¿Qué pasará entonces con mi capital?- Hacía ya años que nos habíamos convertido en una nación poderosa, en un país próspero y temido gracias a esta ciudad y sus recursos.
Acaricié la barba con preocupación cuando tuve pruebas de que la caída de las barreras mágicas del noroeste. -¿Nos hemos convertido en objetivo de los gigantes?- pregunté tajante -Sí-. Arkhania toca en aquella dirección con un plano de existencia peculiar. Es idéntico al plano material pero está sometido a una era glacial y, claro, en esas condiciones los gigantes de la escarcha gobiernan sobre el resto de razas. -¿Estamos preparados para repeler un ataque del plano glacial?- la pausa que siguió a mi pregunta no me gustó -Ese no es el principal problema- apuntó uno de los consejeros -Bajo Arkhania se encuentra el volcán Liadom, llamado así por el reino de elementales de fuego que conecta con él. Siguen siendo nuestros aliados pero cada vez les cuesta más contactar con nosotros y el volcán se vuelve más inestable. Por su ubicación, si entra en erupción, sepultará Necrópolis y la lava ascenderá por los niveles inferiores, todo ello entre fuertes y repetidos temblores-
El rey apoyó la espalda contra el asiento. -¿Recomendáis una evacuación?-
Todos negaron abandonar la ciudad y pronto comenzaron a lanzar sugerencias, estrategias y tácticas para protegerla usando los portales de Bastión Rojo. Aquello atrajo tu atención. Unos minutos más de charla, un poco más de paciencia. Pronto estarás frente a un portal.
Tu nombre fue pronunciado de nuevo. Por tu ausencia de cuerpo eras idóneo para acompañar al grueso que iniciará la defensa en Glacial contra los gigantes de la escarcha que pretenden asaltar la ciudad. Infantería, caballería, artilleros... pero muy pocos arcanos (que marcharán a contener el volcán).
-La tierra tembló de nuevo, un susurro leve pero suficiente para agitar las copas sobre la mesa-
Sin apoyo arcano, los gigantes se enfrentarán a un grupo de hormigas muy numeroso, pero de tamaño reducido al fin y al cabo. El éxito de aquello dependerá del estratega al mando. Pero poco o nada te importaba pues, delante de un portal, verás si el disco cogido en La Aguja funciona.
Un par de horas más tarde, así fue. Estabas en Bastión Rojo, rodeado por hombres que sudaban a chorros por la exitación de la batalla y por estar demasiado abrigados para aquella atmósfera. El grueso frente a un enorme portal en el punto más alto de la fortaleza. Aguardabas en silencio. No tenías nada que te atara a esos compañeros de armas. Ni siquiera eras ya preso. Sólo un forjado con un objetivo.
El portal se abrió y al otro lado podías ver que nevaba copiosamente. La columna de cuerpos comenzó a andar tras la orden. El disco se calentaba al acercarte al portal, sentías sus vibraciones.
Y, por fin lo atravesaste...
Continuamos en esta escena.