El vicario frunce el ceño al ver que algunos de los presentes se dirigen a él. Es él quien debe hacer las preguntas aquí, no ellos. No obstante, resulta difícil negar que dichas preguntas son razonables, dadas las circunstancias, por lo que finalmente el hombre habla.
Las brujas obviamente no van a actuar de una forma diferente a como lo haría cualquiera de ustedes. Practican sus artes en secreto y buscan los rincones oscuros, como los bosques o los lugares abandonados. Si fuese tan obvio reconocer a una de ellas, la Comisión no necesitaría de sus ojos. Ni siquiera haría falta una Comisión, probablemente.
Pero por cuidadosos que sean los siervos del Maligno, son humanos. Errarán, en algún momento. Alguien será visto moviéndose por la noche, o estando cerca de algún lugar en el que no debe. Faltarán pollos o carneros en algún corral, ya que se ultuilizan en seacrificios y bien sabemos que el Diablo se manifiesta como cabrón. Algún enfermo recobrará sospechosamente la salud, o alguien que estaba sano enfermará sin explicación de los galenos de repente. Alguien que habitualmente no cocine o prepare plantas tendrá morteros o potes en su casa. Son esos errores los que deben buscar, entre ustedes y sus convecinos. Es ahí donde sus ojos ven más que los nuestros.
Hay una serie de pruebas y procesos que la Comisión conoce, y que se detallaron en los textos canónicos. Pero no voy a divulgar ninguno de esos. Lo último que necesito es añadir al caos ya reinante grupos de legos creyéndose cazadores de brujas, o usando esa excusa para perpetrar fechorías contra la población. Ustedes apunten a mis hombres a los sospechosos. Nosotros nos ocuparemos de ellos.
Recordando a las gentes de la picota, os cuesta pensar que esos "métidos" sean precisamente oraciones y meditación.
El silencio cae sobre la sala cuando el sacerdote termina de hablar. La gente se mira entre ellos. Es muy distinto temer a una aberración de la naturaleza que parece hecha para que se la tema, que tener que vivir preguntándote si tus vecinos, la gente a la que le compras tu comida, que cuida de tus hijos o inclina el lomo en los campos contigo, es una de esas aberraciones.
Las pocas conversaciones que iban saliendo mueren, y Förner se sienta de nuevo.
Bien. Parece que por hoy no queda más que discutir. Escribas, procedan.
Las figuras encacpuchadas que habían permanecido de pie en las sombras tras el estrado se ponen en movimiento y vuelven a dirigirse hacia las filas de congregados.
Teneis todo el día de hoy para votar, en mensaje Solo para el Director.
Berthold seguía igual que al principio, sin entender siquiera dentro del compendio de posibilidades cómo o qué eran las brujas más allá de entes malvados. No tenía ninguna pista que pudiera decantarle por alguien, tampoco un mensaje de su señor, por lo que su respuesta no dictó demasiado de la anterior votación.
Nonsé si hay brujazos.- Se encogió de hombros antes de volver a su sitio, realmente confundido.
voto nulo
5: Muriel Tudor
Voto a Wilburg.
Voto por 10: Wilburg
Voto a Franz Laurentius
Los escribas vuelven a hacer su camino entre las gentes. La desconfianza parece haber aumentado. Algunos de los locales insisten en susurrar prácticamente al oído mismo de los confesores, tan cerca que en alguna ocasión estos les apartan de un empujón. Hay un par de conatos de pelea cuando algún vecino especialmente suspicaz acusa a otro de estar demasiado cerca. Lois gritos de "chivato" y "espía" vuelan, y se intercambian un par de puñetazos antes de que la guardia los reduzca con el mango de sus alabardas, que usan con la práctica de quien no es un extraño a estos menesteres, y se los lleven a rastras. Otro par de personas insisten en hablar personalmente con Förner. Finalmente, el díacono hace la señal de que le traigan a uno de ellos. Escucha con el oido pegado a la boca del hombre, antes de levantarse con expresión furiosa.
¿Es que aquí nadie escucha cuando hablo? He dicho que la Comisión está aquí para conducir los procesos, no para investigar supercherías de hombres supersticiosos que interfieren con nuestra labor extendiendo rumores falsos. Llevénselo. Creo que necesita un tiempo en la picota cerca de la bruja para reflexionar sobre lo que de verdad es relevante que sepa en casos como este.
Nadie vuelve a pedir hablar con el dignatario tras eso. Todos se limitan a susurrar un nombre. Algunos, presos aún de la locura, o tal vez rotos por los nervios, susurran el suyo propio. Los guardias y escribas parecen asombrados, pero lo recogen de igual modo.
Finalmente, el recuento termina. Los hombres y Förner debaten en silencio mientras escriben, y la expresión de este se va tornando más y más sombría. Cuando finalmente se levanta para hablar, su ceño fruncido en sombras le da una expresión casi tenebrosa, como su fueran las mismas sombras y no él quien habla.
Parece ser que ni siquiera haber visto de primera mano el poder de las Tinieblas en acción ha bastado para romper la indecisión de la gente de esta villa. Quizás el miedo se haya instalado en vosotros tras la pasada noche y este día de locura. Quizás hayáis visto y aún así no creáis. Lo ignoro y no es mi trabajo averiguarlo. Sea como sea, preferís dejar al destino o a la fortuna las elecciones. Rezo porque os sean benévolas y nadie haya de lamentar esta elección que habéis hecho, por segunda vez. El mayor logro del Diablo, al fin y al cabo, es hacer creer a los hombres que no existe. Se cierra la sesión. Vuelvan a sus casas, y Dios nos guarde a todos.
Förner se retira, seguido por sus hombres. Pero sus palabras quedan en el aire, mucho después incluso de que los guardias echen al último de los asistentes.
Motivo: Jugador inicial
Tirada: 1d10
Resultado: 1 [1]
Eleanora, Franz y Horst no han dado ningún voto durante el día de votaciones, y por tanto cada uno vota contra si mismo.
Se ha producido un empate múltiple de votos. No se ejecuta a nadie este turno.
Al ser el segundo empate consecutivo, todo el mundo debe coger una piedra donde hay 9 piedras blancas y una negra. La persona que coja la piedra negra muere automáticamente.
Las reglas no especifican como hacer esto, y dado que la probabilidad de sacar la piedra negra aumenta con cada piedra blanca que sale del saco, para que 1 y 10 no tengan siempre ventaja en este juego, voy a lanzar 1d10 para determinar que Jugador saca primero, y seguiremos en sentido de las agujas del reloj (+1).
La tirada determina que 1 (Wilhelm) empieza a sacar.
Voy a emplear un generador de numeros aleatorios sin repetición para que me de un número para cada uno de vosotros (no voy a usar dados porque los dados pueden repetir un número). La regla para esta partida es que en estos casos quien saque "1" coge la piedra negra.
Según el D10, se empieza contar por Wilhelm, de modo que los resultados son:
Wilhelm: 10
Clara: 6
Eleanora: 5
Edeltraut: 9
Muriel: 1
Franz: 7
Harby: 3
Berthold: 2
Horst: 4
Wilbur: 8
Muriel saca la piedra negra y muere, convirtiéndose en la primera víctima de la Caza de Brujas.
Te despiertas en medio de la noche. Sientes un peso enorme sobre el pecho. Un bebé llora en algún lugar, y sientes el impulso de ir a buscarlo, aunque sabes que no puede ser tuyo. Sin ambargo, eres incapaz de moverte. El peso te oprime las costillas y te cuesta respirar.
Abres los ojos. Una figura está en el lecho sobre tí, montada a horcajadas sobre tu pecho. Cuando te fijas en la cara, ves que es Muriel, la cazadora/tabernera.
No, te corriges tras un par de segundos. Es algo que lleva su rostro.
La piel de la mujer, que recuerdas firme y nervuda, está cubierta de lo que parecen ser costras. Pequeñas protuberancias en la piel de un color más oscuro que se extienden por sus brazos, pechos y vientre. Algunas tienen una pelusa blanca creciendo sobre algo verdoso que en un principio pensáis que son pústulas de lepra, pero enseguida reconocéis como musgo. Hormigas y orugas reptan sobre otras
No son costras. Es madera.
Toda la piel de la mujer está resquebarajada, y madera viva, de árbol, de un color oscuro, sobresale entre ellas. El olor a madera podrida y vegetación muerta es insoportable, y ya os sería difícil respirar sin el peso de la mujer sobre vosotros. Muriel te posa sobre los labios un dedo nudoso y retorcido de uñas curvas y largas, una garra casi, y sonríe. Cuando abre la boca para hablar, una nueva vaharada de olor a hojas muertas te hace toser, y una riada de escarabados y avispas salen del agujero negro en que se ha transformado su boca.
Os doy las gracias, buenos vecinos. Me habéis dado todo el tiempo que necesitaba para preparar mi ritual. Los bosques han sido bendecidos con vuestra sangre y la de vuestros animales. Mi señor los ha encontrado de su agrado, y me ha dado sus regalos. Mis hermanas os creen demasiado peligrosos para eliminaros de una sola vez, pero yo no soy de esa opinión. Siempre he sido una cazadora. Y ahora, con mi Señor mi lado, eliminaré a todo vuestro falso Rebaño de un solo golpe. Quizás así aprendáis que vale más servir a un señor que os hace lobos que a uno que os ve como ovejas.
Muriel alza su otra mano que, ahora si la veis, acaba en uñas quitinosas que rematan sus dedos sarmentosos, y sabes que en segundos, esas uñas te van a abrir la garganta como quien abre una nuez.
El llanto se intensifica. Giras la cabeza y ves que viene casi al lado tuyo, de una cuna. Es una cuna rústica, hecha de madera bien trabajada pero basta, y que contiene a un bebé cubierto con una manta blanca.
Agh. Maldito crío. ¿Quién demonios eres tú? Se que no eres de este lugar. Está bien, entonces, me ocuparé de ti antes. No te muevas, amor- dice, tirándote un beso burlón- enseguida estoy contigo.
La bruja se aproxima a la cuna y coge al niño entre sus garras. Se oye un crujido seco, y las manos de Muriel se quiebran como ramas podridas. Deja caer al bebé, que desaparece antes de tocar el suelo. El mismo crujido empieza ahora a oírse una, dos, cinco, diez veces, y con cada uno de esos chasquidos, el cuerpo de Muriel se convulsiona de formas imposibles a medida que todo en su interior se parte. Una voz varonil, grave y cargada de una autoridad y sapiencia como no habéis conocido en vuestra vida, empieza a declamar a medida que Muriel se va cayendo a pedazos poco a poco.
Pero estas dos cosas vendrán de repente sobre ti en un mismo día: pérdida de hijos y viudez. Vendrán sobre ti en toda su plenitud a pesar de tus muchas hechicerías, a pesar del gran poder de tus encantamientos. Te sentiste segura en tu maldad y dijiste: "Nadie me ve." Tu sabiduría y tu conocimiento te han engañado, y dijiste en tu corazón: "Yo, y nadie más." Pero un mal vendrá sobre ti que no sabrás conjurar; caerá sobre ti un desastre que no podrás remediar; vendrá de repente sobre ti una destrucción que no conoces.
Despertáis.
Isaías 47:9-13, para el que tenga curiosidad XD
Acudís corriendo a la habitación tras la posada de Muriel, pensando que debe de haber sido simplemente un sueño. Deseando que sea así. El espectáculo que veis cuando derribáis la puerta cerrada, después de que la mujer no responda a vuestras pesquisas, desmiente vuestras esperanzas.
Amuletos hechos con huesos y calaveras de pájaos- cuervos, probablemente- cuelgan de cada viga y poste. Instrumentos tallados en hueso cubren une mesa de trabajo en la parte de atrás. Los pegotes de sagre reseca y el montículo de huesos, no todos ellos de animales, bajo la mesa y a los lados dejan poca duda a qué se ha dedicado este lugar. Sobre otra mesa, reposan varias tartaletas a medio hacer. La masa está hecha y ha adquirido la forma, y parece estár rellenándolas a partes iguales con el contenido de dos tarros. Uno parece ser mermelada de frambuesas. El otro es de un color rojo también, pero mucho más oscuro y profundo. Huele fuertemente a hierro y está empezando a formar grumos. Un par de personas que pasaron a comer por la posada salen a toda prisa de la habitación, y podéis oír el ruido de las arcadas desde fuera.
Muriel no está. O al menos, no en la forma en que la recordáis. Sus ropas estan sobre el suelo, en medio de un montón de madera podrida, de una forma vagamente reminiscente como humana. Pequeños gusanos blancos salen a cientos, o miles, de sus huecos, y el olor a azufre es sofocante. Förner llega más o menos una hora después de vosotros, y le basta un vistazo para salir y ordenar a la guardia que prenda fuego a todo el lugar. Os quedáis observando las llamas devorar el lugar, hasta que el cansancio vuestros deberes os reclaman.
Podéis consideraros afortunados. Dios ha intervenido para detener a una bruja que se había vuelto demasiado ambiciosa. Las que queden serán ahora más débiles... pero también más cautas.
Muriel Tudor ha muerto.
Una Bruja ha caído. El pueblo de Bamberg está un paso mas cerca de su liberación.
Fin del Día 2