Intriga:
Los jugadores con número más bajo y más alto ven sus respectivos equipos. Por lo tanto...
Wilhelm (1) y Wilburg (10) se revelan mutuamente a qué equipo (El Pueblo o El Culto) pertenecen por mensaje dirigido al otro en esta escena.
Desviación
El personaje con el tercer número más bajo vota de forma pública, pero su acusación cuenta como doble. Revela su votos después de que se hayan contado los anónimos. Es decir...
Para no depender ni estar esperando, en esta votación, Eleanora (3) me mandará su voto en un mensaje sólo para el Director, como hasta ahora. Pero una vez se hayan computado todos los votos, pondré ese voto como público para todos los PJ. Ese voto cuenta como 2 votos.
(Y si, si no votas, eso contará como 2 votos contra ti).
Para que lo vayas sabiendo, independientemente de cuando te informen, Wilbur pertenece a El Culto.
Para que lo vayas sabiendo, independientemente de cuando te informen, Wilhelm pertenece a El Pueblo.
El molino en un pueblo como Bamberg es mucho más que un edificio. Es un hogar para el molinero, sin familia viva conocida, es un lugar de trabajo donde diariamente se muelen sacos y sacos de harina y es un lugar de comercio donde se intercambian víveres y favores.
Sea como sea, es un lugar de reunión. Visitado de manera casi continua por gentes del pueblo. Mientras la muela gira al ritmo marcado por las aspas del gran edificio, los entresijos de unos y otros salen a la luz en forma de chismes.
Pero... ¿Qué hay del propio molinero? ¿Dónde resuenan los chismes que le afectan a él? La respuesta es en ningún lado. No resuenan porque no los hay. El molinero es una persona frecuentemente ignorada a pesar de su tamaño y falta de ingenio. Quizás precisamente por ambas razones.
Por eso tu sorpresa fue total cuando, en una de las frecuentes visitas al molino, encontraste la puerta abierta y entraste al interior buscando a Wilburg. En el interior del gran edificio, la muela giraba aplastando las mieses con un ronroneo casi siniestro que evocaba en tu mente, sin tener muy claro por qué, el sonido de huesos siendo triturados. Del molinero, ni rastro.
Una escalera de peldaños en voladizo se enroscaba hacia el piso superior del edificio, donde estaba la vivienda del molinero. Ascendiste por ella llamando a Wilburg por su nombre sin obtener respuesta. Al llegar arriba, encontraste la trampilla que daba acceso al piso superior abierta. Era una forma extraña de acceder a una casa a través de una portezuela cuadrada en el suelo, de tal modo que a medida que ascendías, tu punto de vista iba ganando altura sobre el ras de la habitación. Ibas a asomarte por ella en busca de tu vecino cuando su voz inquieta y enfadada retumbó desde el piso inferior.
¡Aonde te crés que vas tú, malaje!
Retrocediste sobre tus pasos imprecado por el molinero, que estaba fuera de sí, lo que te hizo sentir algo angustiado y dispuesto a resolver el malentendido. La cosa terminó bien, o todo lo bien que se podía esperar en un clima de desconfianza como el que sobrevolaba el pueblo. Conseguiste calmar a Wilburg e incluso intercambiar con él los bienes que habías ido a buscar y te alejaste del lugar aun algo azorado.
No fue hasta que llegaste a la tranquilidad de tu hogar que pensaste en aquello que habías visto en la vivienda del molinero. En el suelo de su hogar había ciertos objetos de extraño aspecto que hacían pensar en alguna especie de culto del que el molinero formara parte. No era ningún objeto determinante para saber si practicaba o no artes oscuras, pero no dejaba lugar a dudas respecto a su afinidad.
Aquello te robó el sueño esa noche.
Wilburg es parte de El Culto
Mi voto va para Edeltraut, sospecho un poco de su actitud a la hora de no querer ciertas cosas (sobre todo al principio de los juicios, que parecía un poco reacia a asistir y demás)
Después de que Harby, ese zoquete ovejero al que bien le vendría enjuagarse en el río, dijera en un susurro tan poco discreto como el que haría un sereno al comienzo de su turno, que yo iba por ahí acusando a la gente, me quedé mascullando en privado.
Y lamento decir que yo tampoco fui discreto, como mandaba la ocasión. Mi padre siempre decía que las paredes oyen. Y el suelo también. Y un recinto en el que estábamos todos, apretados, temerosos, casi rozando la histeria, y deseando acusar al vecino para salvar el propio pellejo, no tuve mejor idea que quedarme hablando para mi mismo en voz alta. Si, fueron susurros incoherentes, muy probablemente, pero para alguien que lo oyera todo, bien podían significar algo.
Mierda... ese botarate... bien podía callar, sobre todo si no sabes nada... pardiez... es... no tengo nada que ocultar, solo soy... joder, solo un maldito herrero. Pertenezco al pueblo llano, no ando por ahí cortando gaznates para bañarme en sangre, ni entiendo... ni quiero entender de magias.
Para mi... solo existe el metal... no se de otros menesteres... ¿por qué habrá dicho eso ese desgraciado?
Y seguí y seguí un buen rato, hasta que la atronadora voz de Förner nos sumió a todos en un mutismo absoluto. Y más valía que así fuera, no era buen plan dar motivos para que te subieran a la picota.
Pertenezco al Pueblo.