Partida Rol por web

No lo puedes evitar, eres una casamentera. Has tenido una vida difícil y has aprendido a valorar los sentimientos por encima de todo. Te encanta que la gente se enamore, y que sean amigos para siempre. Lo tuyo son los finales felices. Sobretodo si has tenido algo que ver en ellos. 

Tienes cuatro llaves que dan acceso a los dos cuartos de mantenimiento, dos llaves por cada cuarto. Durante el prólogo podrás elegir a quién le metes cada una de estas llaves en el bolsillo. Podrás elegir cada día espiar las conversaciones privadas que se mantengan en uno de los dos cuartos.

En el cuarto A hay un ambientador que desprende unas feromonas del amor. Las personas con esas llaves se sentirán irremediablemente atraídos el uno por el otro. Tanto que si uno de ellos es despedido o expulsado, el otro lo seguirá de inmediato. Y si readmiten a uno, tendrán que hacerlo con los dos. 

En el cuarto B el ambientador desprende un olor a marihuana triposa que provoca un colocón lleno de exaltación de la amistad. Las personas con estas llaves se apoyarán entre sí de manera que la primera vez que uno de ellos sea despedido o traten de expulsarlo, la fuerza conjunta hará que se mantenga en el supermercado. A cambio si esto se repite una segunda vez, ambos serán despedidos o expulsados.

En algún momento de aquella larga mañana, Sara se dirigió al baño y, sentándose sobre la taza del váter se fumó un par de cigarrillos. 

Sostuvo en cada mano dos llaves. Eran las de los cuartos de mantenimiento y había colocado en ellos un par de extraños ambientadores. Deseaba probarlos y ver los efectos que pudieran ejercer en los demás.

Estaba cansada de tantas discusiones y que unos atacaran a los otros por tonterías. Ella tenía suerte, llevaba poco tiempo allí y se llevaba bastante bien con Aicha y con Eva. Pero en parte temía al Lejía. Desde que había empezado a trabajar allí, parecía que le tenía ojeriza. No entendía por qué le metía esos gritos y siempre parecía estar acosándola laboralmente. 

Seguro que no ha conocido el amor de verdad... Se dijo y una sonrisa traviesa se formó en sus labios mientras empezaba a imaginarse al hombre enamorado perdidamente. 

Pero también estaba el idiota de Rigoberto, que por tener la "placa" de segurata se creía que era alguien. Por un momento se imaginó al joven bebiendo los vientos por Justina y una carcajada salió de sus labios.

Se llevó el cigarrillo a los labios y le dio una buena calada. En la cajetilla de tabaco tenía varios porros preparados. No sería la primera vez que se escondía en el baño para fumarse uno. Pero a esa hora era arriesgado, así que se contentó con el tabaco simple, sin aliñar como decía Raúl, su novio.

¿Y a quién podía meter en el otro almacén? Se mordió el labio pensando en sus amigas. Se llevaba bien con Eva y Aicha, pero esta última no tragaba mucho a la pseudo punk. ¿Y si les diera las llaves a ellas? Se preguntó entrecerrando los ojos. Así serían más amigas y... Y me dejarán a mi de lado... Se dijo con un suspiro. 

Terminó el cigarrillo y se levantó del váter, dejando caer la colilla en el charco de orina y tirando de la cadena. Se guardó de nuevo las llaves en el bolsillo y, tras lavarse las manos, salió del baño con la intención de seguir pensando en quién podía regalarle ese don de la amistad...

Sara volvió al baño, cerrando la puerta con llave tras haber entrado. Últimamente era donde más horas pasaba. Eva solía cubrirla sin ningún problema y, al menos hasta el momento, nunca se había quejado.

Esta vez se encendió un porro y aspiró el gusto a yerba que inundó su boca. Llevaba toda la mañana dándole vueltas al mismo asunto. ¿A quién podía darle aquellas llaves?

Al principio había pensado en Justina. Pero aquello hubiera sido más para poder espiarla y echarse unas risas. Suspiró y repasó mentalmente a todas las personas que solían estar en el Mercadona. Hubo alguien que predominó en su pensamiento y una sonrisa triste se formó en sus labios.

No es que se llevara especialmente bien con la Sholi. Pero tenía un crío y, para el gusto de Sara, no cuidaba bien de él. Dónde se había visto que una madre llevara a su bebé al trabajo y apenas lo atendiera. Y más que ni lo llamara por su nombre. No, no le gustaba nada como lo cuidaba.

Le dio una nueva calada al porro, dejando que el humo hiciera su recorrido. Tengo que encontrar a alguien que cuide de ese niño. Alguien a quien de verdad le importe y haga que la Sholi asiente un poco esa cabeza de chorlito que tiene. 

Si alguien leía sus pensamientos podía pensar que Sara era una inmadura. Una porrera que en su primer trabajo se escaqueaba para fumar en los baños y parecía no preocuparse por nada. Pero en verdad, la joven solía fijarse en lo que había a su alrededor y quería ayudar a la gente.

Pero... ¿Con quién podía juntarla? Dioooosss... Pedazo ambientadores... Nunca se hubiera imaginado que podía provocar que dos personas se enamoraran. Aquello era lo más y tenía la responsabilidad de escoger a alguien que cuidara de aquel pobre niño. 

Una idea empezó a crecer en su mente. De los que allí estaban, la persona que veía más capacitada y a la que podía llegar a importarle de verdad ese pobre crío, era Lourdes. Mira como se encariñado con ese niñato que se pasa el día aquí, faltando a clase. Se dijo y le dio una buena calada al porro. 

Tiró lo que quedaba en la taza del váter y tiró de la cadena. Al salir se lavó las manos y la cara, para refrescarse un poco y que no se notara mucho lo empanada que empezaba a estar. Cogió las llaves del almacén A y se dirigió al vestuario. Una la metió en la chaqueta de Lourdes y la otra en la de la Sholi. Ya había decidido y no había vuelta atrás...

Sara todavía tenía dos llaves a su disposición. Las llevaba en una mano y no paraba de dar pequeños botecitos con ella, haciendo que saltaran y volviendo a recuperarlas en el aire. 

Les acababan de encerrar y aquello tenía pinta de ir para largo. Una de las llaves se la metió en un bolsillo. Lo tenía claro, si aquello se alargaba quería poder estar en ese almacén y pillarse una mierda de las buenas. Pero la otra llave no tenía muy claro a quién debía dársela.

Al principio pensó en Aicha y en Eva. Pero siempre estaban juntas y acabarían sospechando de ellas. No, no podía permitirse que los demás supieran de la existencia de su almacén. Seguro que les jodía y por pura envidia iban y se lo chapaban. Los viejos estaban descartadísimos. Lo que quería era evadirse y no tener que aguantar sus cotilleos ni sus mierdas. La de la limpieza estaba majara perdida y la Pokemon otra que se le iba la chaveta. 

Empezó a descartar a gente, quedándose solo con Iker y Joel. Una sonrisa aleteó en sus labios. Sería divertido ver a Iker, con su rollo treki, fumado. 

Cogió la llave que quedaba y se dirigió al vestuario para meterla en la chaqueta del joven. La decisión ya estaba tomada.

El cuarto A y el B están separados por un pequeño aseo que se suele usar como cuarto de las escobas y al que dan las dos trampillas en las que colocaste los ambientadores. Al despertar decides ir un rato a espiar desde allí el cuarto A... Pero cuando intentas abrir el aseo te das cuenta de que no tienes la llave encima. Alguien ha debido robártela mientras dormías y no podrás espiar mientras no la recuperes.

Cuando sales del baño después de ponerte el sujetador, metes la mano en el bolsillo buscando un chicle y te das cuenta de que allí tienes una llave del pequeño cuartito desde el que se puede espiar. No es la llave que tenías tú, sino otra, y no sabes cómo ha llegado hasta ti. Parece que alguien quiere que sigas espiando.

Sara estaba casi convencida de saber quién le había quitado la llave. Así que te gusta espiar ¿eh...? Se dijo, pensando en Joel. Debió aprovechar cuando estaba dormida para quitarme la llave, ¿será mamón? 

Nuevamente, la joven se había encerrado en el baño. Estaba fumándose un cigarrillo, sentada en la taza del váter y con la llave del almacén A dando vueltas en su mano. Después me pasaré un rato por allí. Pero... ¿Quién me habrá dejado esta llave y por qué? Se preguntó, todavía extrañada. ¿Habrían sido la Sholi o Loudes? Quizás les gusta que las espíe, serán guarris... Se echó hacia atrás y empezó a reír a carcajadas. 

Mientras te diriges a espiar desde el pequeño aseo vas dándole vueltas a una idea. ¿Por qué no llevar a alguien allí para hablar en privado? Claro que sería arriesgado y alguien podría veros, pero... Tal vez en algún momento puntual podrías intentarlo.

Una vez en la partida puedes elegir a otro de los personajes para hablar en privado con esa persona durante un turno.

Cuando Iker se acercó a la Justina y empezó a increparla, Sara detuvo su absurdo baile y se quedó observando la escena con la boca abierta y cara de idiota. No entendía nada de lo que había dicho, pero la Justi había empezado a gritar como una loca. 

- ¿Pero qué mierdas dice? Cago en la puta con los viejos estos. Están aquí pa jodernos, ya lo decía yo. Tantas horas metidos en el super no podía ser para algo bueno - . 

Escuchó a Eva delatar a Miriam y se volvió a mirarla, estallando en carcajadas. - Jajajajaja... La puta china como se lo tenía escondido. Qué, Miriam, ¿ya habéis hecho chingui chingui? - Le preguntó haciendo un gesto obsceno con las manos. - Aunque dicen que los chinos la tienen pequeña, Jajajajaja... Joder, Eva, que mala leche has tenido - . Se volvió hacia su amiga, riéndose todavía. Pero la risa se heló en su rostro cuando vio al Hipólito sacar un papel y empezar a sobreactuar para echar al Iker. 

- ¿Será hijo de puta el viejo este? - Soltó, acercándose y arrancándole el papel de las manos. - Déjame ver esto, viejo chocho - . Le echó una rápida ojeada y lo rompió en sus narices. - Como me toques al Iker te mato. ¿Lo entiendes? Por el Iker yo mato - Le dijo mientras hacía añicos el papel. - Esto no te va a servir de una mierda y dejaos ya de gilipolleces. Vosotros sois los putos infiltrados que no tenéis una vida y venís aquí a joder al personal - . Dijo y tiró al suelo los diferentes cachitos de papel.

Sara salió del almacén donde se reunía con Eva y se asomó entre las estanterías. Buscó con la mirada a Manuel y le hizo una señal para que se dirigiera a los baños. Tras comprobar que nadie miraba, se dirigió ella también hacia ellos. 

Estaba nerviosa, sabía que al Manuel se le iba mucho la pinza, pero tenía que saber qué estaba pasando y tenía que convencerle de que la Aicha no jugaba limpio. Joder, espero que confíe en mi...

Al salir del servicio donde se había escondido con el Manu, Sara se metió en los vestuarios. Sentía un nudo en el pecho. Ella siempre había sido una tía muy legal y no le molaba utilizar a la gente. Sabía que con el Manu se había pasado. 

Era un colega, más amigo del Raúl, pero gracias a él ella estaba currando en el Mercadona. Aunque a veces se le iba la pinza y hacía cosas como correr en bolas en medio del súper, era un buen tío y por eso Sara se sentía tan miserable. 

Había utilizado lo que él le había confesado para intentar asegurarse su "lealtad". En ese momento sus sentimientos estaban tan divididos y hechos mierda, que no sabía ni lo que quería. Quería ayudar al Iker, se sentía responsable de la Eva y con el Mauri estaban empezando a entenderse. Aparte de todo eso, el Raúl había ignorado todas sus llamadas, hasta el punto de apagar el móvil y no querer saber nada de ella.

Se sentía una mierda. 

Joder... Yo qué voy a tener con el Manu. Si es un puto crío... Pero había sido tan bonito lo que le había dicho, que por un momento llegó a creérselo y a fantasear con todo aquello. Pero no podía ser, era amigo del Raúl y no podía hacerle eso.

Cogió un porro y se lo llevó a los labios. Lo encendió, dándole una buena calada y respiró profundamente. Poco a poco empezó a calmarse y nuevamente empezó a pensar en el Manu, en lo último que le había dicho. No pudo evitar que una sonrisa tonta se formara en sus labios. Joder, que no, que no se te vaya la puta pinza...

Cuando el Bulldog hace el recuento de los votos te das cuenta de que algo no encaja. Tú habías votado a Shakiro, pero en el voto que saca el encargado pone el nombre de Eva.*