Partida Rol por web

Desde mi posición inicial, sentado junto a una de las cintas de las cajas cerca de todos los demás, con mi preciada botellita de La Navarra bien asida junto a mí, me limito a alzar una ceja curiosa cuando la lluvia comienza a hacerse presente entre las paredes del Mercadona.

- ¿Esto? - exclamo en voz alta con los mofletes rojos, en esta ocasión a causas iguales por la vergüenza de pronunciarme en público y por el efecto embriagador, amoroso, místico y celestial del Patxaran.

- Bah, esto es sólo un txirimiri - exclamo con un aaspaviento de mi mano hacia atrás haciendo restar importancia a las cuatro gotas que caen.

- Es casi como estar en casa, oye. - digo a nadie en particular. Bueno, igual sí, tal vez a la botellita de carmesí contenido junto a mí.

Una vez cesada la lluvia, ya más calmados aquellos sureños no acostumbrados a las condiciones de las vascongadas, pongo una gran sonrisa pues, para empezar, aún me queda media botella y, para seguir, veo que se está montando un auténtico txikiteo entorno a las cajas.

- Gracias Sara - contesto a la solicitud de la copa - Pero de momento me quedo con esto - alzo el inmaculado vidrio perlado relleno del brebaje color sangre.

Miro al resto con creciente interés.

No será una fiesta en la casa de alguna de estas cangrejitas, pero por lo menos es lo más cerca que podamos estar de que lo sea: alcohol, gente joven, ganas de pasarlo bien... ¿qué mas se puede pedir?

- Bueno qué - me aventuro - ¿Jugamos a algún juego de beber? - propongo mientras aguardo que algún otro ponga música en su móvil pues, a pesar de las acuciantes ganas de poner a Latzen que tengo ahora mismo, creo que no es lo más apropiado en un lugar como Prosperidad.

Mi pecho se encogió un poco cuando Lourdes se echó a llorar. Para mí era fácil tomármelo bien: quedarnos me iba a servir que te cagas como investigación, y al fin y al cabo estaba con mis amigas. Mi madre me había cogido el teléfono y se había quedado bastante preocupada, pero tampoco es que dependiese de mí, ni mucho menos.

Sin embargo, las que sí cambiaron mi humor fueron las palabras de Saray con respecto a Sara. Aquello había sido como un puñetazo en el estómago. Así que aunque no quería recurrir a eso tuve que sacar mi arma secreta: La Mirada. Con seriedad mis ojos se posaron en los de ella y avancé unos pasos en su dirección, hasta quedar frente a frente a apenas dos metros. A pesar de que mi cuerpo estaba más o menos relajado mis párpados se entrecerraron, concentrando toneladas de desprecio en las pupilas y dedicándoselos plenamente a ella. Durante largos segundos permanecí así, haciéndole entender con los ojos lo que pensaba de ella. Eso, o haciéndole creer que estaba loca, cosa que cuando alguien tenia muy poca vista a veces pasaba.

Era una mirada cargada de sensaciones, de advertencias y de muchas cosas que ni siquiera llegaba a comprender. Contenía todo el aprendizaje de la vida, de años de estudios sobre arte dramático y, sobre todo, toda mi herencia actoral malagueña.

Poco a poco todo lo que había alrededor de ella empezó a desenfocarse y yo empecé a marearme. Así que consideré que había sido suficiente. Sólo con eso ya tendría que saber que no podía insultar así a mi amiga.

Finalmente me separé de ella hiperventilando un poco por el tiempo que había pasado conteniendo la respiración sin saberlo. Eso lo hice dándole la espalda: de nada servía intimidarla así si ahora me veía ahogándome. Tomé el vaso que me tendía Sara y volví a mi caja, satisfecha de haber cumplido como amiga.

- Venga, yo me encargo. - Respondí al asunto de la música. Estaba la opción de poner la radio, pero había otro mucho mejor. Saqué el móvil y moví el micrófono de megafonía, pudiendo escoger así qué música poner. Lo hice insegura, mordiéndome el labio, esperando escoger algo que gustase al menos a los que estábamos más cerca, y al pulsar el play los miré para ver su reacción.

- ¿A qué queréis jugar? - Pregunté después de que la música empezara a sonar.  No me atrevía a proponer nada, pero temía que escogieran lo de siempre: el yo nunca.

Cuando notó el agua caer se metió la bolsa de gominolas bajo la sudadera y dio un ultimo trago al refresco para luego tirarlo a una de las cestas que había frente las cajas,por un segundo pensó que la ducha había servido para algo pero esa idea se esfumo al ver el humillo y al oír a alguien decir que la ultima revisión había sido en el 99

-¿En serio? joder que ratas,yo ni había nacido ¿que son? ¿los que no quiso poner Moisés en la arca porque eran demasiado viejos?-

Un llanto conocido lo saco de su ensimismamiento,Lourdes estaba llorando a moco tendido.Ya la había visto así antes,la mayoría de veces por su marido Tremendo imbécil o porque alguien había dicho algo de sus amadas frutas,se acerco a ella y torpemente intento consolarla -Oye tía no llores que te vas a poner aun mas fea- cuando se acerco la muchacha de pelo rosa vio el cielo abierto,si con esto Lourdes no reaccionaba no lo haría con nada,lanzo a Sara una miradita de falso enfado y comenzó a hablar con chulería -¿Que? ¿a mi no me ofreces?- y le arranco el vaso de la mano

La juventud ésta me recordaba a mis nietos, cada uno a lo suyo. 

-Vamos a ver. Que a mí me parece bien que lo estéis tomando a broma, pero yo dejé al gato sin comer. Los que se hayan inflitrado, ya está bien de bromas. ¡Confesad de una vez, que mi Napoleón Segundo necesita su Whiskas Hacendado ya!

¡Tanto rollo y tanta música! ¡Ésto con Alfonso XIII no pasaba!

Akinlabi, hombre práctico donde los haya, al percatarse de la escasa afluencia de público en el lugar donde solía ubicarse (puertas exteriores), decide trasladarse a la puerta del aseo, donde continua abriendo paso a cualquiera que trate de franquearla.

- Pase usted, Prójimo Bienamado, permítame ayudarle en el nombre de Jesucristo.

Tras un buen rato dedicado a la noble labor de la asistencia social indeterminada, se dirige al anciano señor Hipólito con la intención de ayudarle en la preparación de... lo que sea que esté preparando.

- ¿No le vas a echar buche de avestruz? Todo saber mejor si se le echa buche de avestruz... 

La niñata había tenido el desaire de contestarle con malos modos, pero antes que Saray pudiera responder, Eva se plantó delante de ella. Entonces la Gothorita la retó a un duelo Psíquico allí mismo, delante de todos. ¿Que pretendía con eso? ¿Mostrar que ella si había evolucionado, que era una Gothitelle? ¿O estaba siendo algo más?

Finalmente fue Eva quien dejó el duelo por terminado, y a Saray no le quedó claro si fue una advertencia, o que había sido un falso intento de demostrar que había evolucionado. Lo que tenía claro, es que no le iba a quitar el ojo de encima. Si realmente había evolucionado... ¿lo había hecho por defender el Mercadona, o porque algo de afuera lo había hecho lograr? Y si no había evolucionado, pues iba a seguir siendo más un estorbo que una ayuda...

Aicha siguió bebiendo, aceptando el vodka de Sara, aun que no sin antes ir a por hielo para todos*.
-Arsenio, ¿Por qué metes a mi padre en esto? Cuando esto acabe y vuelva del viaje, él es quien se encargará de que el gilipollas ese del bulldog se vaya a tomar por culo de este mercadona y no te conviene que critiques tanto, a no ser que tengas algo en contra, siempre te estás quejando, ¿Tienes algo que decirnos a todos?-Aicha insinuó una amenaza, no por pensar que podría ser uno de los saboteadores, sino más bien por meterse con su padre.

- Quita, niño. Suelta eso o te doy un mascón - . Sara recuperó el vaso de la mano de Paquito mientras levantaba la otra mano, amenazándole con darle una colleja si volvía a intentarlo. - Que no te vea yo cogiendo alcohol... ¿No ve el niñato este que se cree que puede hacer lo que le sale del pito? - 

Dejó el vaso junto a Lourdes, para que lo cogiera si le apetecía más adelante, y se volvió a donde había estado hacía nada, junto a Aicha y Eva. Se sentó y recuperó su vaso para darle un buen trago.

Al cruzar su mirada con la de Aicha puso los ojos en blanco y dibujó una mueca con los labios mientras señalaba indirectamente al Lejía. 

- Podríamos jugar al spin duro - . Propuso mientras se recolocaba. - Necesitaríamos una jarra y cerveza o vino. Hacerlo con vodka es demasiado bestia. Uno coge una moneda de dos euros y la hace girar. Mientras gira tiene que llenar la jarra. Si la llena antes de que caiga la moneda, elige quién tiene que bebérsela. Peeeeeeeero, si la moneda cae antes, ha de beberse él lo que haya metido - . Explicó mirando alternativamente a los más jóvenes. 

Me quedé esperando a ver qué hacía Sara con respecto al chaval y el alcohol. Esa era una de las ocasiones en que no sabía cómo actuaría Klara. A mí no me parecía bien, eso era seguro, pero ella era más abierta para esas cosas. Cuando mi amiga le quitó el vaso y le respondió busqué mi libretita para anotar un par de cosas antes de coger otro vaso de plástico y la fanta naranja para servir al chaval. Lo llené hasta arriba y se lo dejé cerca. Si intentaba dárselo directamente era capaz de tirármelo por encima, o algo así.

Cuando Aicha volvió con hielo cogí un par de cubitos para mí y otro par para el vaso del crío, y después volvía mi sitio.

- No se me ocurre ningún motivo por el que el padre de Aicha pudiera hacer algo así. - Dije entonces. - Su curro está bien, cobra de puta madre y su hija está trabajando aquí. Pensar que él puede ser el responsable de esto es una chorrada. - Argumenté antes de dar un trago y escuchar la explicación de Sara sobre el spin duro.

- ¿Una jarra? - Pregunté con los ojos como platos. Ni de coña iba a poder llenar una jarra mientras la moneda giraba, y no sólo iba a quedar en ridículo, sino que además me iba a tocar beber más que un pez de esos del río. Salvo que... Si no llenaba prácticamente nada no tendría que tragar demasiado, aunque fijo que luego los demás me escogían. Vaya mierda. Estuve a punto de proponer empezar con un vasito e ir aumentando, pero al momento la imagen de Klara vino a mi mente. ¿Qué era lo que ella haría ahora? Lanzarse a la piscina. Y si había algún coma etílico, mejor. Culpa del Bulldog. Ya pagaría.

Abrí la caja y saqué varias monedas de dos euros. Luego la rodeé para sentarme delante, en el suelo con mi vaso, y las dejé sobre las baldosas.

- Cuando queráis. - Dije intentando sonar dura, a pesar de que tenía un poco de cague. Y acto seguido, mientras solucionaban el tema de la jarra, comencé a jugar con una de las monedas, intentando practicar disimuladamente.

-¿Beber? ¿Eso es todo lo que se os ocurre? ¿Con la que está cayendo?

Asunción seguía engullendo de una manera compulsiva las papas fritas, mientras el agua comienza a caer del sistema de apagado de incendios. Empieza a correr en círculos, mientras el agua acaba su peinado. Enojada, sale a los pasillos y dice - ¿Quién fue el de la gran idea? - sin esperar respuesta, sigue gritando - ¡¿Saben cuánto tardo en dejar el Mercadona impecable?! ¡Ahora es más posible que muramos de hambre porque han estropeado una gran cantidad de comida! Y pregúntense: ¿Quién limpiará este desastre? ¡Pues Asunción porque es la única persona que se preocupa por el aseo de este lugar! - se esconde entre los estantes otra vez y espera a que el agua cese para poner sus audífonos en sus oídos.

Para evitar su mal humor, coloca un poco de música en un alto volumen para no tener que escuchar las quejas de los presentes, mientras agita su cadera de manera exagerada y canta la canción con un alto volumen de voz. Saca la fregadora de alguna parte de su pantalón y trata de limpiar todo el suelo del lugar.

Al tratar de terminar una limpieza decente, se va a dormir en su habitación.

Poco a poco entre puchero, alcohol, llamadas infructuosas a la familia y a la policía, vasos y monedas, cigarros que dan paso a los porros, risas y discusiones los empleados y clientes del Mercadona de la calle Prosperidad van cayendo dormidos.

Algunos se hacen algo parecido a una cama con los bricks de leche, o con los paquetes de arena para gatos. Otros se acurrucan en algún rincón seco al que no haya llegado el agua de la lluvia provocada por Sara y su mechero. Y algunos se quedan dormidos con el vaso en la mano, entre risas por la juerga improvisada. 

Y cuando todos están dormidos, una melodía suena por la megafonía, acunando sus sueños.