Fenrir se quedó solo cuando todos los jinetes que iban a participar en la cacería abandonaron el lugar, dejando tras de si el silencio y el olor a caballo. Complacido, había podido comprobar cómo la gran mayoría de los herrmans presentes habían agradecido sus palabras y al salir le dirigieron cabeceos de respeto a su posición...
Fenrir despidió a los cazadores con abundante bendiciones y retornó al pueblo para dedicarse a una tarea que tenía en mente desde que llegara al lugar. Recorrió a pie las calles entre la gente hasta encontrar un lugar predilecto para predicar sobre la Fe y ganar seguidores para su templo.
Eligió un lugar por cuál pasara un gran caudal de personas, subiéndose a una posición un poco elevada para estar a la vista de todos mientras decía sus razones. Sostenía uno de sus libros sagrados en una mano, y la otra la mantenía alzada para llamar la atención de la gente antes de comenzar a exponer sus ideas.
- ¡Oidme, hijos míos! ¡Yo, Fenrir de Alioth, sumo sacerdote de nuestra Fe, os insto a todos a escuchar mis palabras en estos tiempos de Caos! ¡Los Dioses tienes una misión para vosotros, y yo seré su guía y mensajero!
Por ahora digo eso. Según que cantidad que se acerque a escuchar y el entusiasmo que demuestren digo mis palabras, y de ser necesario alguna tirada, bienvenida sea xD.
La mayoría de las personas que recorrían las calles parecían bastante atareadas, unos en sus propios menesteres, y otros portando lo que evidentemente era equipamiento militar para los preparativos que se estaban llevando a cabo e implicaban a casi toda la población. A pesar del bullicio general, el sacerdote pronto logró congregar ante si un grupo aceptable de gente, unos, meramente curiosos, otros con sincero interés en las palabras de un hombre que sin duda hablaba con palabras sagradas... Se apreciaba a la legua que las gentes de Deresla eran personas supersticiosas, Fenrir no podia saberlo con certeza, pero habia escuchado que en otros reinos, los sacerdotes que trataban de pregonar la fe de esa forma se topaban en ocasiones con absoluta indiferencia o, incluso, hostilidad.
- Nuestras tierras viven tiempos de gran desorden y falta de Fe en nuestras altísimas deidades. La gente se entrega ahora más que nunca al envilecimiento del espíritu ignorando la guerra que se avecina sobre sus cabezas. Y hablo de una guerra que hemos de luchar todos tarde o temprano. No muy lejos de aquí se alzan altares dedicados a un Dios perverso que cultiva el libertinaje y la sedición entre sus seguidores. En los últimos días ha llegado a mis oídos la noticia de que los sacerdotes de aquella corrupta Fe han comenzado a perseguir a nuestros hermanos. Sus exigencias son la conversión forzada o la muerte... - En ese momento Fenrir hizo una pausa para dejar fluir los murmullos y la indignación de los presentes, justo antes de continuar con su historia de fatalidades en tierras lejanas. Invenciones de su mente casi en su totalidad, pero funcionales a sus planes de crecer en poder e influencia en vistas a la inminente campaña.
- Pero ante tanta barbarie e injusticia es que nuestros poderosos dioses nos han llamado a defender la viejas creencias y valores de nuestro pueblo. Uníos a mi en la sagrada misión que nos han encomendado los poderes supremos. El templo de Koulema será nuestra fortaleza contra las herejías de aquellos salvajes que amenazan con quemar vuestros hogares y familias. Aquellos que se unan tendran asegurada la gloria y el favor de los Dioses durantes siete generaciones, además de los despojos que justamente se recuperen de las manos del Enemigo. ¿¡Oirán la llamada, hijos míos, o dejarán que la turba de infieles les obligue a adorar a sus falsos ídolos antes de despojarlos de todas sus bien logradas pertenencias!?
Fenrir pudo contemplar con satisfacción como el grupo de personas congregadas frente a él escuchaban con atención y una evidente indignación pintada en sus rostros ante lo que estaban escuchando. La forma en que gritaron y agitaron sus puños cuando realizó la pausa le dió el convencimiento de que los tenía en sus manos... pero lo que era más importante aún, semejante reacción unánime entre las gentes del pueblo probaban que, incluso en los pueblos que tramaban la rebelión, los campesinos y ciudadanos de a pie seguían siendo fieles a los dioses... si se mandaba aviso al Káiser de lo que estaba sucediendo, el podía transmitir sus sensaciones al Förnolvir, y si éste instaba a la población a alzarse contra los herejes... Dudaba mucho que unos simples campesinos pudiesen aplastar las huestes ortianas unidas a las fuerzas de los traidores, pero si les causarían muchos problemas y darían tiempo a los señores fieles de organizar su respuesta...
Andaba perdido en esas reflexiones, disfrutando de su éxito, cuando su mirada detectó un movimiento en una esquina de la calle. Un guerrero que llevaba el oso de los Bors había estado contemplando la escena y ahora se movía con rapidez directamente hacia la fortaleza del señor... no era probable que Günnar encajase bien que soliviantase a su pueblo.
Fenrir sonrió desde su lugar al ver la chispa de la Fe y la ira encenderse en los corazones de aquella gente del pueblo llano. Se había probado a sí mismo como elocuente orador que era, descubriendo en el acto un conmovedor entusiasmo de la plebe por las palabras que salían de su boca. Esas personas estaban dispuestas a seguirlo, pero bien sabía el sacerdote que ese no era el momento ni el lugar indicado para comenzar un levantamiento. La llama tendría que permanecer en la sombra por el momento, siempre latente y a la espera de ser liberada de una vez y para siempre.
Fue así prefirió retirarse victorioso de aquél lugar, entre bendiciones y buenas palabras para toda persona que se acercara a saludarlo y darle las gracias por su discurso inflamado. Tenía que reunirse nuevamente con el resto de sus compañeros e intercambiar experiencias antes del final del día, así que apuró su andar por las calles y se esfumó rápidamente por las calles de la ciudad.
Regreso a la base xD, ya he armado suficientes disturbios.
Fenrir pudo abandonar el lugar con facilidad, pues las gentes que se habían reunido para escucharle le habrían paso e incluso inclinaban la cabeza con gesto de respeto, dirigiéndole distintas bendiciones... al volver la vista atras mientras caminaba rumbo a la fortaleza, pudo ver cómo la multitud seguía ahí, sin duda alguna discutiendo lo que acababan de oir. Llevaba medio camino andado, por una calle ahora menos transitada, cuando desde una calle lateral escuchó unas palabras que, sin duda, iban dirigidas a él.
Jumalat suojella sinua ja antaa viisautta, veli Kuolemii - las palabras eran un saludo bastante formal común entre los sacerdotes consagrados a los distintos dioses de la iglesia del invierno, se trataba de una bendición en el idioma antiguo: "los dioses te protejan y den sabiduría, hermano de Kuolema" - ¿Podríamos tener unas palabras?
El que le había interpelado era sin duda uno de los sacerdotes del templo local de Voormund. Parecía mirar a ambos lados de la calle por la que caminaba Fenrir con cierta preocupación y le hizo un gesto con la cabeza indicando el callejón.
Fenrir accedió a las señas del otro sacerdote y le siguió de inmediato hacia el callejón. El sujeto parecía tener algo interesante que decirle, quizás relacionado con lo que había pregonado en su discurso más reciente. Si el templo local se aliaba a su cruzada, aquél sería un bastión de suma relevancia proyectando a futuro. Los creyentes todavía eran fuertes, sólo necesitaban de un líder que los guiara hacia la verdad. Los nobles a menudo desestimaban la pasión del pueblo. Fenrir prentendía convertila en su punta de lanza...
Al ver que le seguía, el sacerdote caminó internándose en el callejón, pero continuó andando, girando primero a izquierda, luego a la derecha... no tardó demasiado en detenerse frente a una casa y abrir la puerta, invitando a Fenrir a entrar. El interior era el típico de cualquier casa de alguien pobre, escasa en lujos, con un mobiliario toscamente trabajado en madera. El sacerdote apartó un taburete y le ofreció asiento.
Mi nombre es Vestein, siervo de Voormund. Esuché tus palabras, hermano, y aunque en algunos aspectos está claro que te falta información, no estás muy lejos de la verdad. Es por eso que deseaba hablar contigo a solas, en algún lugar seguro... - miró a su alrededor antes de proceder a explicar por qué había escogido ese lugar - Esta casa pertenece a mis padres, son ya mayores, pero desde que todo esto comenzó todo el mundo tiene la obligación de arrimar el hombro, asique podremos estar tranquilos un tiempo.
- Habla entonces, acólito de Voormund. Cierto es que todo cuanto puedas decirme sobre la situación religiosa de estas tierras será más que bievenida en mi cruzada por devolverle a nuestros hermanos el favor de nuestros buenos dioses... - Respondió con aplomo el sumo sacerdote, complacido por la humildad de aquél siervo e intrigado por la información que pudiera salir de su boca. Cada pieza de conocimiento debía ser aprovechada en aquél ambiente de cambios inminentes.
Vestein asintió ante las palabras de Fenrir y comenzó a pasear por la casa, con expresión pensativa, pensando por dónde comenzar.
Veamos... como sin duda sabreis, hace muchos años que las actuales tierras de Deresla pertenecieron al imperio, pero aquel era otro imperio, que aunque los llamase y adorase de formas distintas, creia en los mismos dioses que nosotros y respetaba nuestras creencias. Ahora, este reformado imperio sigue esa nueva fe de "El Único", esa absurda idea de un dios todopoderoso que es responsable de toda la creación, y lo peor, es que toda idea de respetar los cultos de aquellos que son sometidos al yugo imperial, se desvaneció hace mucho tiempo. - Vestein dejó de hablar y tomó asiento en otro taburete, frente al que había ofrecido a Fenrir, y le miró a los ojos - En fin, en una cosa que afirmaste sobre este culto te equivocaste, no cultiva el libertinaje sino más bien todo lo contrario... pero, en su excesiva rectitud y convencimiento de poseer la verdad absoluta, tal y como dices exigen la unión a la fe... o la muerte. Todo aquel que no acepte servir al único o que blasfema contra él, acaba siendo torturado y llevado a la hoguera, y ese es el destino que espera a Deresla... pues, según los informes que me han llegado, la alianza del joven endemoniado que tenemos por Valorg no es solo matrimonial, sino que además se ha convertido y ha comenzado a exigir a sus señores que hagan lo mismo.
Las palabras de Vestein eran terribles y, como Fenrir sabía, eran consideradas alta traición en toda Deresla si se equivocaba, y si estaba en lo cierto... era aún peor. Eran muchos los rumores que se habían escuchado sobre el joven Sigor Voalen y su esposa ortiana, como que era ésta quien le controlaba y realmente gobernaba, pero de ahí a abrazar a un dios extranjero y forzar a los herrmans a cambiar su fe... Vestein se estaba arriesgando mucho al contarle esto, sin duda, debía tener una necesidad imperiosa para arriesgar su propia vida contandole tanto.
- Y decidme una cosa, noble Vestein de Voormund, ¿Hay en esta ciudad recursos con los que podamos contar para combatir tal herejía? El pueblo todavía se aferra a los genuinos Creadores, pero una turba de campesinos no sirve de nada contra los soldados experimentados de los señores locales. Necesitamos armas y gente capacitada para entrenarlos como cruzados de la Verdadera Fe. Pero eso requiere oro en grandes cantidades, y dudo que la limosna logre cubrir siquiera parte de los gastos. Estamos atados de pies y manos en esta sagrada tarea, a menos que consigamos a las personas indicadas para apoyar nuestra cruzada... - Explicó con cierta resignación Fenrir a su compañero de fe Vestein. El dinero era lo que movía el mundo, y sin él sería imposible pensar en una levantamiento exitoso contra la opresión del Único y sus crueles seguidores.
- Mi templo puedo servirnos de fortaleza, mis hermanos inferiores serán mis generales y asesores, y mi carisma atraerá a mucha gente a nuestra causa. Pero necesitamos oro, Vestein, mucho oro....
El sacedote agachó la cabeza con tristeza. Después de haber compartido sus preocupaciones con Fenrir, parecía más relajado y ahora era más facil interpretar sus emociones... la desesperanza estaba pintada en su rostro.
Estimado hermano, admiro vuestro fervor y entrega, y comprendo que como siervo de Kuolema no temas a la muerte ni te preocupe enviar cruzados a ella... pero yo sirvo a Voormund, y nuestro deber es proteger a los ciudadanos y sus hogares de todo mal. Como sin duda sabrás, los seguidores de Krieger no son los únicos sacerdotes que se entrenan en combate - el sacerdote, ahora, apretó los puños, revelando su fuerte musculatura, sin duda fruto de un entrenamiento militar - mal cumpliriamos la voluntad de Voormund de defender una ciudad si no fuesemos capaces de colaborar en la defensa de sus muros... Pero no, no hay fuerza en Lokhar capaz de detener lo que se avecina, ni aunque el mismo señor nos apoyase con sus huestes... huestes que ya se sabe van a luchar por el hereje.
Vestein volvió a incorporarse y reinició su anterior paseo por el interior de la estancia, gesticulando con los brazos mientras exponia la situación.
Ya es dificil que la guardia del lobo contenga en el muro el poder de las legiones ortianas dirigidas por el emperador o uno de sus principales lugartenientes, incluso aunque el Kaiser convocase a todas sus fuerzas, el imperio es ahora más fuerte que en la última invasión, casi recuerda a sus primeros tiempos, cuando gobernaban sobre toda la actual Deresla, Viens y Anglad... dominios que, si las cosas no cambian, no tardarán en recuperar. ¿Pero con la ayuda del Valorg que debería ayudar a defender el muro? No, no tenemos ninguna posibilidad... a no ser...
Y aquí quedo claro que, al fin, el sacerdote había llegado a donde quería llegar. Se acercó a Fenrir y le tomó de las manos, con un brillo especial en sus ojos.
A no ser que avisemos a tiempo al Káiser. Los Lobrock derrotaron a los vieneses librandonos de su yugo, y después lograron derrotar a los ortianos... si nuestro gobernante es informado a tiempo y busca la alianza de Anglad, que aún se mantiene fiel a los dioses, y la de las ciudades libres, que al menos mantinen el derecho a seguir cualquier culto, entonces tendremos alguna posibilidad. Sobre todo si... si el Förnolvir es informado y proclama una tempestad contra los infieles.
Sus ultimas palabras sorprendieron a Fenrir. Una cosa era instar a los fieles a armarse contra los ortianos, pero... ¿proclamar una tempestad? Hacía siglos que no sucedía tal cosa, desde que los últimos esbirros de Morgath azotaron el mundo, y en teoría solo podía proclamarse la tempestad si tal circunstancia volvía a repetirse. Sin embargo, si el fervor de los fieles se mantenía, proclamar una tempestad podía suponer que cientos de miles de campesinos, herreros y artesanos tomasen las armas y se uniesen al ejército del Káiser... una cosa era intentar detener el poder de los ortianos con el ejército, pero ¿añadirle varios cientos de fanaticos armados? Podía funcionar...
- Si el Káiser es nuestra única esperanza, entonces yo mismo marcharé para pedir una reunión en persona con él. Sé que esto puedo costarme muy caro, pero no puedo admitir ni un instante más que los herejes invadan nuestros sitios sagrados o las almas de nuestra buena gente. Para nosotros, fiel Vestein, la guerra hace mucho tiempo que esta en marcha. Debemos recuperar entonces el tiempo perdido, y actuar con todas nuestras fuerzas para cambiar el rumbo de la marea. Solo así habrá esperanzas para nuestro pueblo...
- Proclamó Fenrir efusivamente mientras se ponía de pie y llevaba el puño derecho a pecho. Estaba decidido a encabezar los esfuerzos que devolvieran de una vez por todas la Verdadera Fe a esas tierras, coronándolo probablemente en el acto como un salvador y figura de enorme renombre e influencia en las tierras liberadas del yugo del Único y sus corruptos seguidores.
Vestein sonrió ante la emoción de Fenrir y se aproximó a él, agarrándole por los hombros como dos soldados que marchasen al combate.
Me complace ver que entendeis la gravedad de la situación. Pero no os aconsejaria una reunion personal con el Káiser... informad al Förnolvir, el tiene suficiente autoridad para que su palabra no sea puesta en duda, nisiquiera acusando a un Valorg. Iria yo en persona pero... a los sacerdotes de Voormund nos tienen controlados pues saben que desaprobamos esta herética alianza, y no nos permiten abandonar la ciudad... es más, creo que si el pueblo no fuese fiel, ya habrían quemado el templo. Por eso te necesitamos, hermano, las esperanzas de todos los hombres de bien y de los fieles de esta tierra reposan ahora sobre tus hombros, debes partir junto a los hombres que viniste si aún se lo permiten... y una vez a salvo, tendrás la opción que a nosotros nos está vedada: viajar hasta la capital. Pero ésta es solo mi humilde sugerencia, sin duda, encontrareis la forma de hacerlo.
- Eso haré entonces, buen Vestein. Todo cuanto este a mi alcance será llevado hasta las últimas consecuencias, de eso no tengas dudas. El Folnovir oirá mis palabras, y entonces haremos temblar los cimientos de las iglesias infieles...- Prometió con entusiasmo el sacerdote de Koulema, quién ahora se sentía más importante que antes en la misión que le concernía. Estaba llamado a ser el salvador de la Fe, y grandes historias se narrarían en torno a su nombre en el futuro.
- Regresaré entonces junto a los míos cuanto antes, y luego marcharé con presteza hacia la capital en busca de mi destino. Pronto todos seremos libres, hermano. Hasta entonces... - Dijo Fenrir a modo de despedida para luego abrazar fraternalmente a Vestein y encaminarse de regreso a las estancias designadas para la comitiva de los Alberick
Que el escudo de Voormund te proteja y el sonido de su cuerno llene de terror los corazones de tus enemigos.
Con esa sencilla bendición, típica de los sacerdotes del protector, se despidió Vestein, que abandonó el lugar tras Fenrir y tras cerrar la puerta marchó callejeando, sin duda rumbo al templo. El camino de vuelta a la fortaleza de los Bors fue rápido, nadie molestó a Fenrir, y al llegar se topó de bruces con un soldado que salia... su rostro lo era vagamente familiar. Apenas entró en la fortaleza, un sirviente le indicó que los cazadores aún no habian regresado, pero que sus compañeros habían concluido la reunión con el Khül, y se interesó por si precisaba algo.
Fenrir bendijo con pías palabras al sirviente por su buena predisposición, pero no requirió de él más que ser guiado de regreso junto a sus compañeros de viaje. El sacerdote no tenía intención alguna de comentar lo ocurrido durante su paseo por la aldea, mucho menos frente al necio de Markus o a su camarada igual bruto, Knut. Guardaría sus planes como un tesoro, y seguiría de buena gana los pasos del resto del grupo hasta la capital. Una vez allí, ni siquiera el monje de Koulema no podía asegurar que rumbo tomaría luego de su encuentro con el Folnovir ...