Partida Rol por web

A Dag se le había olvidado cómo era la vida en Puntaférrea, ese honor y orgullo con el que se investian los hombres sólo por tener un nombre o un blasón, más allá del muro el honor te lo ganabas con tus actos.
Dag hizo memoria de sus años vividos con su familia, de todo lo que le enseñaron y había tratado de olvidar en el muro.
Tomo la postura más regia que pudo y dijo...Soy Dag Rothgar, hijo de tu señor, vengo a los festejos de la boda de mi hermano
Déjanos pasar, para que pueda saludar a mi familia

      El guardia que se habia mantenido en silencio, algo más mayor, estudió con la mirada a Dag, y debió ver en el rasgos de la familia pues le hizo un gesto al otro para que se apartase y dió un paso adelante, con una actitud que no era hostil pero tampoco precisamente respetuosa... Sin duda, intuia de quien se trataba.

Disculpad a mi compañero, es joven... Acompañadme, por favor... habeis llegado tarde para el duelo ritual, sin embargo, seguro que el señor querrá saber que estais aqui.

      Como a última hora, se le ocurrió realizar una inclinación de cabeza, sin duda por cubrirse las espaldas... Bastardo o no, Dag era de la familia... Tras ello, comenzó a caminar en dirección a la zona de las gradas.

Dag iba a darle las gracias a los guardias por dejarle pasar cuando recordó dónde estaba. En Puntaférrea los señores no se rebajaban a agradecer nada a los seres inferiores.
Cuando cruzó el umbral de la puerta un nudo se formó en su estómago, había vuelto al hogar de su familia, de donde no guardaba gratos recuerdos, por primera vez en todo el viaje empezó a imaginarse cómo sería el recibimiento que le iban a brindar todos sus parientes, y las ideas que afloraban en su mente no le gustaban.
El bastardo había regresado.

      Los guardias les llevaron directamente a la torre del homenaje, donde se encontraban las estancias del señor y la familia. Todo el castillo se encontraba engalanado, las armas y armaduras de la guardia relucian... sin duda Herr Kraig, el maestro de armas de los Rothgar, se había asegurado personalmente de que todo estaba perfectamente limpio y pulido para dar la impresión de disciplina y fuerza de que el clan se enorgullecía.

      No se le escapó a Dag la forma en que se les guiaba "en secreto", sin grandes aspavientos, ni escolta, ni ser anunciados... el guia tuvo la prudencia de acompañarles por la puerta principal, pero una vez en el salón les hizo quedarse en un rincón oscuro y se dirigió hacia el fondo, donde se alzaba el sillón de Lord Rothgar. Apenas tuvo tiempo de intercambiar unas palabras con él cuando Dag sintió la mirada del señor de Puntaférrea sobre si, y el poderoso dragón sonrió con sorpresa y alegria...