Styrbjorn se alejó de la zona de los combates y del gentío rápidamente. En un tiempo récord se encontraba atravesando la puerta del castillo.
Al fin, podré relajarme sin que todo el maldito castillo me esté observando...
Tras recorrer los pasillos de piedra y madera de Puntaférrea llegó hasta sus aposentos. Nada más entrar se desabrochó las hebillas de latón con las que se sujetaba la coraza de cuero y la lanzó a una esquina de su cuarto sin demasiados miramientos.
Por fin...
Suspiró mientras se estiraba y movía, libre de la opresión de la armadura. Sin embargo su gozó se convirtió en un dolor punzante al mover las zonas donde el fiero acero de Astrid había mordido su carne.
¡Ahh!
Debí tener más cuidado, ahora me pasaré unos días con incómodos moratones en las costillas...
Se quitó la túnica mientras se dirigía hacia la imperturbable y siempre llena jarra de cerveza que había en su mesa. Ni siquiera se molestó en servirse un vaso, bebió directamente de la jarra un largo trago que refrescó su garganta.
Dulce placer de los dioses....
Tras limpiarse con el dorso de la mano los labios y la barba, chorreantes de líquido ambarino, se dirigió hacia la palangana con agua que algún sirviente había dejado allí, lista para ser usada a fin de limpiarse el sudor del combate ritual. Se limpió un poco, lo justo para quitarse algo de sudor y la tierra que se había adherido a sus manos debido a este, metió la cabeza en la palangana, mojándose algo el pelo para refrescarse y dejando que el agua cayera por su rostro y torso.
Una vez hubo terminado se sentó en la silla y dio otro largo trago a la jarra. Abrió el libro que tenía sobre la mesa y comenzó a ojearlo.
Queda todavía largo tiempo para la ceremonia, descansaré y haré tiempo hasta dentro de un rato y me vestiré entonces...-pensó el heredero mientras sus ojos comenzaban a recorrer las letras de color negro del pergamino.
Astrid mantuvo la compostura hasta el momento en el que su hermanita la abrazó. Correspondió a su abrazo con fuerza y la dio un beso en la cabeza cuando se incorporó.
Cuando llegó el turno de su madre, Astrid la abrazó fuertemente. La conversación que habían tenido unos días atrás la había dado fuerzas, y esas fuerzas eran las que su madre le estaba tratando de transmitir con ese gesto.
Mientras Karl la susurraba al oido, Astrid no pudo evitar una sonrisa de satisfacción creí que ibas a echármelo en cara bromeó todo lo que he hecho lo he aprendido contigo y de ti hermanito, al igual que mi cabezonería y dejó escapar una pequeña risa; cuando éste se separó Astrid articuló sin sonido un gracias mirando a su hermano.
Llegó el turno de su padre, mirándole a los ojos Astrid escuchó todo lo que tenía que decirles, tanto a ella como a su futuro esposo. Sonrió ante el comentario de Styrbjorn.
No tengáis tanta prisa, nadie va a huir dijo mientras su padre les apremiaba para cambiarse. A pesar de ello a Styrbjorn le faltó tiempo para irse a cambiar. Astrid no pudo evitar levantar una ceja mientras le veía caminando hacia sus aposentos y movio la cabeza haciendo un gesto negativo.
Al ver que sus palabras se las había llevado el viento, Astrid agarró la mano de Hanna y se dirigió a sus aposentos, donde el traje que la esperaba no iba a resultarle desde luego nada divertido y facil de llevar.
Lil...
El afortunado ganador de la apuesta se quedó perplejo al ver el dineral que portaba su hermanastra. Su rostro reflejaba la sorpresa, mientras la veía alejarse.
Niñata... ¿de dónde sacará para apostar tanto?
Sigfried recordó cuando no era precisamente el preferido, alegrándose por su actual posición, y sonriendo ante el recuerdo de una ligera envidia infantil ya pasada. Recuperado, pidió con gestos una jarra pequeña de cerveza, la cual se bebió de un sorbo. Dejó el dinero y volvió rápidamente a sus aposentos, para vestirse con sus ropas más elegantes. Ya habría tiempo de cambiarse para el torneo.
El gran salón de Puntaférrea bullía de expectación. La gran mayoría de los invitados de mayor importancia llenaban la mayor parte de la sala, presidida por el orgulloso anfitrión, Ottar Rothgar, que se encontraba sentado en su sillón degustando un cuerno de cerveza junto a su futuro consuegro. Casi la totalidad de los miembros de las dos familias que celebraban el enlace estaban reunidos alrededor, sonrientes, conversando entre si y con el resto de invitados... prácticamente la totalidad de los grandes señores de los alrededores se encontraban en esa sala, en la que parecían faltar tan solo los prometidos...
Styrbjorn descendió de sus estancias, engalanado para la ocasión, al tiempo que dos guardias entraban en el salón escoltando a lo que parecían ser dos campesinos. Uno de los guardias, el que parecía más veterano, se acercó con prudencia a Lord Rothgar y le susurró unas palabras... Este dirigió su mirada con expresión de incredulidad hacia los supuestos campesinos, que aguardaban en un rincón sombrío al fondo del salón, y tras un breve escrutinio sus ojos brillaron de alegría y se incorporó de golpe, gritando, por un momento olvidado dónde se encontraba, un nombre... Un nombre que pocos reconocieron, pero las expresiones de aquellos que sabian de quién se trataba resultaban de lo más variopinto...
Justo en ese momento, en medio de toda la conmoción, y apenas unos minutos más tarde que Styrbjorn, entró en el salón la prometida, Astrid, acompañada por su hermana menor y su amiga Lilith, que según sus propias palabras "estaba obligada a comprobar que se vestía como toda una futura señora Rothgar, y no como una ostentosa sureña".
Nota: no penseis en una ceremonia a lo católico, aqui los novios antes de la ceremonia pueden verse "vestidos de gala" y beber juntos antes de hacerlo oficial.
¡¡Dag!! - el rugido del señor hizo a más de uno pensar que era ese potente grito la causa de que el señor de Puntaférrea fuese apodado "el dragón" - ¡Finalmente has venido!
El anteriormente ruidoso salón quedó en silencio, escuchándose apenas algún que otro murmullo aislado. Todas las miradas se concentraron en las personas a las que, al parecer, se dirigía el señor del castillo... aunque no podia ser, no podía mostrar tal emoción por saludar a dos campesinos... Sin embargo, así parecía ser, pues Ottar dió un par de pasos e hizo un evidente gesto llamando a uno de ellos para que se acercase.
¡Vamos, no te quedes ahí parado! ¡Acércate y dale un abrazo a tu padre! ¿¡Son esas pintas las que elijes para venir al enlace de tu hermano!?
Tras sus últimas palabras, la gran mayoría de las miradas que se dirigían a Dag pasaron del desconcierto a la más evidente sorpresa. Todos habian oido hablar del hijo bastardo de Ottar, el que renunciase a su apellido y se marchase a servir en la guardia del lobo... pero nadie habría esperado que se presentase en este dia tras tal afrenta a su familia, ni mucho menos que su padre le recibiese con tal alegría...
Styrbjorn, que se había sentado donde le correspondía debido a la ceremonia justo antes de que su padre hiciera público el nombre de lo que parecían ser dos campesinos, enarcó una ceja mientras miraba hacia los recién llegados.
Parece que el bastardo por fin aparece...me pregunto que infiernos le habrá retenido tanto como para faltar al respeto a dos familias juntas...Habrá cambiado de nombre y logrado una posición pero parece que no es capaz de demostrarlo,tiene pinta de que sigue siendo el mismo que cuando se largó de aquí...
Pensaba Styrbjorn mientras llenaba su cuerno de cerveza y daba un mesurado sorbo.
Después de la ceremonia, Astrid subió con su hermana pequeña al cuarto que le habían dejado, Lilith pisándola los talones, para asearse y vestirse, pues el banquete y la ceremonia oficial estaban a punto de empezar.
Una vez vestida, peinada y arreglada, Astrid miró por la ventana; el paisaje como entonces no la decepcionó, pero lo que vio quiso guardarlo en su memoria. Respiró profundamente, se dio la vuelta y sonrió a Lilith y a su hermana.
Me siento mucho mejor con otro tipo de ropas dijo mientras las miraba y con ella de la cintura señaló a la espada pero bueno, es lo que hay, vamos terminó mientras se dirigía a la puerta de la habitación. El ruido del gran salón se fue intensificando a medida que se acercaban, más alboroto y el olor se iban haciendo patentes, confirmando lo que estaba por llegar.
Astrid echó una rápida mirada por toda la sala parece que ya estamos todos pensó mientras se mordía los labios intentando poner nombre a todas las caras que por allí había.
Sigfried meditó sobre la invitación de estar en la mesa familiar. No es que estuviese avergonzado de su posición ni del evento, por supuesto. El problema era que no quería que nadie pudiese confundir a los que eran los verdaderos protagonistas. Por supuesto, esto no se lo dijo a su hermano ni a su padre, porque temía que pudieran sentirse incómodos, incluso ofendidos. El hermano pequeño del novio dio algunas vueltas mientras se ataviaba a ese asunto. Finalmente decidió, que una conducta así no era propia de alguien como él, y que eso solo haría que lo que trataba de evitar ocurriese. Por tanto, descendió al salón, y con una enorme sonrisa de satisfacción, se colocó en el asiento preparado para él.
Cuando Strybjorn apareció, Sigfried le observó hasta que se cruzaron sus miradas. La sonrisa de Sigfried se marcó hasta un nivel inimaginable en un guerrero, y asintió para transmitirle su apoyo. En ese momento, la escena de los campesinos dejó boquiabierto al Guardia del Kaiser.
Vaya, parece que no soy el único con la sangre Rothgar en volver al hogar. Maldito Dag, a pesar de algunas cosas, ¡bienvenido seas si alegras a padre!
Pensamientos de todo tipo le vinieron a la cabeza al Teutógeno.
Bueno, espero que ya no se pueda apuntar al torneo, o tendré que esforzarme un poco más. -La cara de sorpresa se borró y volvió a dibujar una sonrisa, riéndose de su propia arrogancia simulada.- Bueno, lo más importante es que padre se lo ha tomado de buena forma, con una buena alegría.
Esta sorpresa si que el maestro de armas no se la esperaba. Se preguntaba quien le había informado o incluso invitado, el temor blandió su espada contra Kendrick cuando escucho el grito de su señor y poco a poco al ver su reacción se fue tranquilizando. Parece que la boda tenia a su señor de muy buen humor.
Veamos en que desemboca toda esta historia.
Dicho esto ocupo su lugar en la boda y oteo el panorama.
Los gritos de su padre daban al traste con el plan de Dag para la boda, ya no podría quedarse en un rincón observando, deseando pasar desapercibido. Aunque lo que más conmocionó al joven fue la reacción de su padre, nunca pensó que esas serían las primeras palabras que escucharía al regresar a Puntaférrea.
Con una sorpresa apenas disimulada Dag se alejó de su compañero y emprendió el camino en dirección a su padre, su cuerpo estaba rígido completamente por la conmoción, cuando estaba lo suficientemente cerca de su padre como para no necesitar gritar (ya que no habría podido hacerlo de haber querido) dijo en un volumen apenas audible: Saludos padre.
Cuando Dag llegó frente a su padre, éste se acercó y le abrazó con fuerza, acercando su rostro para besarle en la mejilla... y murmurarle algo al oído, aunque nadie pudo ver ningún cambio en su rostro ni escuchar lo que decía. Tras lo que debieron ser unas brevísimas palabras, se apartó pero le mantuvo firmemente sujeto por los hombros, luciendo una amplia sonrisa en su rostro.
¡Bien, que les proporcionen ropas adecuadas a él y a su acompañante, rápido! - en ese momento pareció reparar en que ya habían entrado ambos miembros de la pareja, y siguiendo la tradición, se aproximó a Erik e hizo un gesto a ambos para que se acercasen - ¡Ah, estupendo, ya está la pareja preparada! ¡Venid aquí hijos míos!
El abrazo de Ottar era realmente poderoso, se notaba a la legua que su fuerza no habia menguado... Dag sintió cómo le apretaba con una fuerza que parecía un poco excesiva durante unos instantes, aunque se moderó al susurrarle al oído... en ese momento, el afecto parecía ausente de su voz.
Me alegra que al final estés aquí, pero tenemos muchos asuntos pendientes... más vale que te comportes durante la ceremonia y el banquete, tu y yo ya hablaremos más adelante.
Kendrick fue parte del circulo que rodeo a la pareja, en realidad al viejo le hacia ilusion la boda, y no solo por la cerveza y las mujeres, si no porque algo le removía por dentro, tal vez nostalgia o tal vez ternura paternal.
También formo parte del clamor general que seguia a la pareja hacia el señor de todos.
Empieza lo bueno.
Astrid contemplaba la escena con una mezcla de curiosidad, duda y sonrisa en la cara.
Cuando Ottar les llamó, Astrid suspiró profundamente e intentó relajar la expresión de la cara, no quería dar ninguna mala imagen pero tampoco quería que se la notase nerviosa o excesivamente entusiasmada pues quienes la conocían sabrían que estaba fingiendo, simplemente fue ella misma.
Cuando ya estaba delante de Ottar, Astrid se quedó mirándolo fijamente y después sonrió, estaba esperando a su futuro esposo, a aquel con el que compartiría el resto de su vida
Dag retrocedió, en busca de su compañero y de los sirvientes que les tenían que guiar en busca de "ropas adecuadas", hizo todos estos movimientos tratando de pasar desapercibido nuevamente, intentando que la atención centrada en él gracias al saludo de su padre se esfumara.
Esa es una respuesta más adecuada a lo que Dag se esperaba de su padre, parece ser que en Puntaférrea no se han olvidado de guardar las apariencias y la ceremonia del primogénito no se podía estropear con el regreso del bastardo.
Dag estaba más tranquilo, tenía permiso de su padre para estar calladito en un rincón sin tomar demasiado protagonismo durante la celebración, pero luego hablarían....una fría sensación le recorrió la espalda, habría preferido volver al bosque y enfrentarse a las criaturas que allí se esconden que tener que hablar con su padre... y sobretodo, que tener que vestirse de gala.
Cuando su padre hizo ver que quería empezar la ceremonia Styrbjorn sonrió, alzó el cuerno de cerveza y lo apuró de un trago.
Ni todo el alcohol del mundo me dará la necesidad imperiosa de realizar esto, pero es mi deber, y tampoco es que sea plato de mal gusto...
Se alzó de su silla mientras se acariciaba la barba y el bigote, colocándoselos para que no le entrasen pelos en la comisura de los labios, y se dirigió con paso firme hacia su lugar al lado de su padre, donde se irguió, henchido el pecho y alta la mandíbula. Orgulloso de ser quien era, de su posición y de lo que se iba a sellar en ese momento.