Llegaba el atardecer de esta jornada de leyenda. Todas las justas y contiendas estaban resultas, se os ha do tiempo para que todos lavéis vuestras heridas y os cambiéis de ropa si así lo deseabas, con ánimo de estar debidamente acicalados para el cúlmen de la noche, el homenaje a los vencedores.
Entretanto, una multitud de pajes y sirvientes han dispuesto un amplio convite en la zona campestre que había sido escenario de vuestras luchas. Ahora las gradas de habían convertido en una palestra para los vencedores, manteniendo el lugar privilegiado de los reyes por encima de la plataforma donde se colocarían los campeones.
El campo se ha rodeado de antorchas para aportar visibilidad y poco a poco, los contendientes y los que habían observado el torneo desde las sombras iban acudiendo al acto final que cerraría la noche.
Cuando vais llegando, Rober y Cercei ya están situados en sus sitios, preparados para recibir a los campeones, las nobles damas caminan entre el resto de asistentes o acompañan a sus familiares en su llegada al campo. Por su parte en una zona cercana, podéis ver a Arya y a otros niños que jugaban con espadas de madera, gritaban, reían y corrían de un lado para otro, todo lo cual unido a la alegre música interpretada por los bardos, hacia de esta tarde una estampa única y ciertamente bucólica.
Después de bañarme y de que me limpiaran y curaran las heridas, me puse un peto de cuero limpio y de calidad. Llevaba la insignia de los Tarth en el pecho, en grande, para que se viera bien. Estaba bastante cansada, pero la adrenalina que todavía recorría mi cuerpo hacía que me mantuviera en pie. Me ajusté la espada al cinto y salí de mi tienda, directa a la zona donde se haría el acto final del torneo: la entrega de premios y la comilona. Según iba paseando por las tiendas, veía muchas banderas de casas importantes ondeando en lo alto de las mismas. Al poco, llegué al lado de las gradas. Los reyes ya estaban allí. Me aproximé e hice una genuflexión en señal de respeto. Me levanté y seguí al paje que me llevaría a mi sitio.
Entre murmullos de aprobación y los vítores del pueblo llano Ser Barristan el Bravo hizo el camino hasta la entrega de premios. A pesar de su edad, para muchos ya venerable, y de las fatigas de un cuerpo que había sufrido mil quebrantos había logrado salir vencedor de las justas. Al ver que la doncella de Tarth también se había alzado con la victoria, en su caso en la melee, tuvo que alzar la ceja.
Quizás Haya llegado el momento de repensar quien puede ser o no caballero. Murmuró mientras avanzaba hacia los reyes de Poniente para recibir su premio.
Llegado un momento de la noche, con los asistentes reunidos, al menos aquellos que se habían podido recuperar de sus heridas para acudir, la música de los juglares cambio de sonata y variaron su melodía por una especie de fanfarria triunfal.
Las cornetas indican a los campeones que suban a la palestra y entonces un ebrio, pero aún en pie Rey Robert toma la palabra, levantándose de su trono.
-Bueno acabemos rápido con esto...- carraspea un poco, incómodo en su papel de rey en los eventos sociales- Todos habéis luchado con valor, destreza, honor y sabiduría. Bueno unos más que otros claro, pero solo los dos hombres, perdón...--mira a Brienne y vuelve a carraspear- los dos contendientes que tenemos aquí, han demostrado ser poseedores de estas virtudes en mayor grado. Y por ello, serán recompensados, con arreglo a sus deseos.
--Ser Barristan Selmy. A vos os concedo el señorío de Harrenhal.
-Lady Brienne de Tarth...a vos os nombro caballero de los siete Reinos.
No había lugar a discusión posible, el rey no tenía ganas de más trabajo, así que despide a los contendientes con un gesto de la mano y vuelve a ocupar su asiento con intención de seguir bebiendo y comiendo.
La fiesta continua hasta bien entrada la madrugada, y al pasar las horas, el sueño del Torneo que reunió a las mejores espadas de los siete reinos, se desvanece como llegó, arrastrado por nubes de humo y polvo de un tiempo que nunca fue. Poco importa si todo fue un sueño o realidad, lo importante es que todos demostraron su valía y todos recibieron lo que justamente merecían. Como en la vida misma.
Porque la vida es sueño y los sueños... sueños son.
Todo por lo que había luchado se veía cumplido en un momento apoteósico. Mi corazón estaba a cien mil revoluciones. Bajo la atenta mirada del rey, hinqué la rodilla y agaché la cabeza. Al escuchar sus palabras, por casi me desmayo. ¡Era la primera mujer caballero que había en los Siete Reinos! Una pequeña lágrima luchaba por salir, pero no la dejé, ¡no podía llorar ahora! Me levanté y saludé a mi público, sobre todo al grupo de fans que me había apoyado durante los combates. Bajé del estrado y volví a saludar a mi rey. Di media vuelta y salí de allí.
De camino al sitio que me había tocado en el banquete de despedida, toda mi vida pasó delante de mi en segundos. Lástima que Lord Renly no hubiera estado para verme, pero no importaba. Ahora que era caballero, podría entrar a su servicio como su guardia personal y estaría siempre cerca de él...