Partida Rol por web

Tras ver como la dudosa hombría de Renly Baratheon, en ello muy distinto de su hermano mayor, lo hacía rehuir la primera justa Ser Barristan se alegró de que el llamado "Caballero de las Flores" si que estuviese dispuesto a aceptar el desafío. El muchacho realmente prometía: no solo había recibido una esmerada educación propia de un caballero si no que además demostraba afinidad natural con el ejercicio de las armas caballerescas.

Así pues enfundado en su armadura de torneos y sosteniendo la pesada lanza de justas Ser Barristan se dejó guiar por un palafrenero hasta le inicio del campo de liza. Saludó con la lanza primero al palco donde el Rey Robert contemplaba, ya amodorrado por la bebida, la justa y luego dedicó un saludo. Esperaba poder dar un digno espectáculo contra el joven.

Sonaron las trompetas y Ser Barristan se olvidó de los achaques de la edad, el peso de los años y la consciencia al picar espuelas y poner toda su mente solo en la punta de la lanza. A lomos de un corcel, con las trompetas sonando, los pendones al viento y la emoción del torneo Ser Barristan volvía a sentirse un hombre joven.

El joven caballero estaba realmente emocionado por enfrentarse a una leyenda. Ser Barristan Selmy "El Bravo" era de los pocos hombres que representaban en todo sentido lo que era ser un caballero, su valentía y destreza eran conocidos en todos los siete reinos y todo aquel que alguna vez soñó con ser caballero le admiraba. Loras creció escuchando las historias sobre sus hazañas, así que enfrentarlo era un honor y un sueño cumplido. 

Su corazón latía a toda velocidad y por un momento todo el bullicio que había desapareció. Cuando espoleó su caballo Loras pudo escuchar a la perfección el sonido del polvo al levantarse, la respiración de su caballo e incluso como sonaba la madera de su lanza al apretar el más la mano. Ese silencio desapareció cuando ambos jinetes estrellaron sus armas el uno en el otro. Un gran estruendo se produjo que de seguro dejó a todos perplejos. El impacto de la lanza del Lord Comandante de la Guardia Real fue tal que el Tyrell casi sale despedido por los aires, pero cuando estaba por caer su determinación por no ser humillado frente a uno de sus héroes fue tal que logró sostenerse forma casi milagrosa. Ahora quedaba ver si Ser Barristan lograba hacer lo mismo. 

Los dos caballeros impactaron con sus lanzas en las corazas uno del otro. Una lluvia de astillas y un estruendo propio de un trueno fueron rápidamente ensordecidos por el clamor del público. Aquella justa prometía ser materia de cantares.

Ni el joven Loras ni Ser Barristan cayeron. Aunque el golpe hizo que Ser Barristan quedase sin resuello rápidamente se recompuso y no fue descabalgado. Llegado al final de la liza tendió la mano a los escuderos que ya corrían a traerle una nueva lanza.

Tras volver la grupa de su montura volvió a espolear al corcel. El rugir de la multitud volvió a crecer mientras Ser Barristan buscaba un punto débil donde asestar el golpe.

Como era de esperarse Ser Barristan también aguantó el golpe, Loras comenzaba a comprobar de primera mano el por qué de su apodo. Había llovido mucho desde que su oponente había gozado de la juventud que él tenía, pero ahí estaba demostrando que la edad para el guardia real era tan solo un número. 

Loras sonrió cuando se lanzó al ataque por segunda vez, la justa estaba siendo verdaderamente emocionante y de seguro si seguía así él pasaría a formar parte de alguna historia que se contaría por generaciones. Aunque esperaba que sea por una victoria y no por una derrota. 

Una vez más el choque de los caballeros causó un gran estruendo, el joven Tyrell había impactado por segunda ocasión en el pecho de su oponente, mientras que Ser Barristan lo hizo en el escudo de Loras. Gracias a la protección de escudo pudo mantenerse en el caballo, pues de lo contrario ese golpe de seguro lo descabalgaba. Barristan Selmy era un hombre de una fuerza impresionante. 

El muchacho demostró que tenía el brío de la juventud para no caer así como el valor para realizar una nueva pasada sin inmutarse. De nuevo como si fuera una ola el griterío de la multitud volvió a crecer a medida que disminuía la distancia entre ambos caballeros.

Ser Barristan había estado torpe en esta pasada y su golpe apenas dejo muesca en el escudo de Ser Loras. El joven por su lado volvió a acertarle en el pecho. Ese golpe, otro mazazo que robaba el aliento, hubiera dejado en el suelo a muchos pero no a Ser Barristan.  Consiguió mantenerse en la silla y arrojó sin mirar la lanza rota e inservible mientras a gritos reclamaba a los escuderos una tercera.

Y de nuevo ambos caballeros se lanzaron el uno contra el otro lanza en ristre mientras retumbaban los cascos y los gritos de la multitud.

Ninguno cedía, ninguno se rendía, ambos caballeros estaban dándole todo en esta justa. Afortunados aquellos que estaban disfrutando de semejante demostración de bravura y talento. Por un lado Loras demostrando que es capaz de enfrentarse a los mejores y por otro Ser Barristan dando una muestra de lo que es ser un verdadero caballero. 

La multitud aguardaba expectante el comienzo de un nuevo cruce, el enfrentamiento estaba siendo bastante igualado y era difícil poder decir quien saldría victorioso. Los cascos de los caballos galopando a toda velocidad adornaban el momento, donde una vez más las astillas volaron por todos lados cuando las lanzas de los dos impactaron en el escudo del otro. 

Loras estaba molesto por no haber podido acertar un mejor golpe, pues así como él logró mantener el equilibrio sin dificultad estaba seguro de que su oponente también lo haría. ¿Acaso esta sería la justa más larga de la historia? 

La multitud enloqueció entre rugidos de emoción. Las damas olvidaron la propiedad y el recato y en pie vitorearon junto a lores y escuderos a los dos campeones que cruzaban la tercera lanza en ese torneo. De nuevo ambos golpearon el escudo de su oponente, se quebraron las astas, volaron las astillas y el público contuvo el aliento. Al ver que ninguno de los dos campeones caía los vítores fueron ensordecedores.

De vuelta en su lado de la liza Ser Barristan se abrió el yelmo y a gritos ordenó que le trajeran agua con la que refrescar su reseco gaznate. Mientras un escudero le retirada el escudo, ya maltrecho, otro le proporcionaba algo de beber en tan calurosa mañana mientras dos nuevos escuderos traían a prisa una lanza. ¿Quizás llegarían a romper siete lanzas como en el mítico encuentro entre Ser Arlan de Pennytree y el Principe Baelor Targaryen?

Mientras era rearmado gritó por encima del bullicio ¡Bies os habéis batido Ser Loras! Hacéis a vuestra corta edad gran honra a vuestra casa. ¡Que el Guerrero dé fuerza a vuestro brazo! Y dicho esto volvió a bajar la visera y a asir una nueva lanza ¡la cuarta! Resonaron las trompetas, prorrumpió la masa en aclamaciones y de nuevo ambos se lanzaron a la carga. La lanza de Ser Barristan dirigida hacía el centro de la coraza del muchacho.

Las palabras de Ser Barristan emocionaron al joven Loras, recibir semejante cumplido del Lord Comandante de la Guardia Real era algo con lo que muchos solo podían soñar. -Usted le hace honor a su leyenda Ser Barristan, para mi es todo un honor el enfrentarme a tan grandioso caballero. Que los Siete le protejan siempre. Respondió inclinando su cabeza como señal de respeto. 

Otro cruce comenzó, ambos jinetes dispuestos a llevarse la victoria, ambos caballos botando espuma por la boca debido al esfuerzo y la multitud rugiendo entretenida. Al llegar el uno junto al otro se volvió a escuchar un gran estruendo, solo que estaba vez solo uno de los caballeros impactó al otro. Todo fue tan rápido que el joven Tyrell no se dio cuenta cuando la lanza de Ser Barristan le impactó de tal manera que lo sumió en la oscuridad. El caballero de las flores impactó fuertemente contra el suelo y allí se quedó, tendido, como si estuviera muerto. No se movía y por su armadura no se podía ver a lo lejos si respiraba. El público cayó y el silencio comenzó a reinar. 

Magullado y sudando bajo el confinamiento de la armadura Ser Barristán detuvo al caballo. Al ver que los escuderos y mozos se acercaban sin una lanza para una nueva pasada dedujo que su adversario habría caido.

Con dificultad debido al sofoco y al agotamiento de sus ancianos huesos Ser Barristan desmontó ayudado por dos de los palafreneros y un escudero. Hizo gestos para que le ayudasen a quitarse el yelmo y bebió con avidez del agua que le ofrecían. Volviose entonces para mirar hacía le caido Loras y rápidamente hizo gestos a los siervos.

¡Corred! ¡Acudid junto a Ser Loras y ved si puede mantenerse en pie! Señaló con gesto severo a otro de los criados Tu, corre a buscar un maestre por si fuera necesario.

Y con paso renqueante se acercó a la figura caida.

Ser Barristan hizo venir al maestre y a unos cuantos mozos para llevar en unas parihuelas al joven inconsciente de vuelta a su tienda. Mientras lo retiraban deshizo el broche que sujetaba la blanca capa de la Guardia Real y con ella cubrió al joven Loras, clara señal de que el valor y pericia del muchacho habían impresionado al Lord Comandante.

Quien sabe si el joven vestiría en breves su propia capa blanca.