La noche anterior le había cobrado factura a Jaime Lannister, el encuentro pasional y arrebatado con la reina Cersei combinado con la pésima característica de su destrero Argento y aunado a la habilidad o mejor dicho la buena suerte del viejo capablanca le habían arrebatado de las manos la justa.
Desde su tienda mientras le vendaban el torso, Jaime ordenó una copa de vino a su paje, una vez que le llenaron su copa con un dejo de amargura bebió todo el contenido de un solo trago mientras escuchaba los aplausos y gritos de alegría que le lanzaban a los campeones, Ser Barristan y Brienne de Tarth.
De esta última inexplicablemente sentía un gran orgullo muy dentro de sí, sabía que algún día se convertiría en caballero.
El tiempo le daría la razón o no.