Partida Rol por web

Oberyn había madrugado algo más de lo necesario para poder beber antes del combate, pues el alcohol despeja a su mente y centraba sus ideas. Aunque la justa no era un tipo de combate que le entusiasmara, aprobaba enfrascarse en estos simulacros que hacían los caballeros que no acostumbraban el campo de batalla para mejorar sus habilidades y medirse entre ellos, sabiendo el príncipe que una batalla real distaba mucho de aquello. 

Tras el matinal desayuno, viajó al establo donde aguardaba su fiel montura, aquel caballo negro con la cola de color fuego que simbolizaba su apodo de víbora roja. Al no requerir un escudero, él mismo ensilló al animal a su particular estilo para que su cuerpo quedara acomodado en su lomo, para luego dirigirse al terreno de la justa deseoso de conocer a su rival.

A su llegada, sonrió al descubrir que la rosa de Alto jardín iba a ser su rival, aquel que la noche anterior ofendiera el honor de su familia iba a pagar las consecuencias aquella mañana. Cuando los jueces dictaminar on el comienzo, Oberyn cargó aquella lanza tan inverosímil que se usaba en aquel juego y la enroscó sobre su brazo al tiempo que montaba a su destrero y se colocaba en posición. 

Cuando llegó el momento, espoleó a su caballo y enfiló su lanza de la manera que había hecho tantas otras veces dispuesto a golpear a su rival a su paso. 

Cuando se anunció quién sería su oponente el joven Tyrell estaba especialmente feliz. Tenía muchas ganas de humillar a Oberyn por sus comentarios de la noche anterior, pero sobre todo por lo acontecido con su hermano tiempo atrás. Era momento de ajustar cuentas y Loras estaba confiado de poder hacerlo. 

El caballero de las flores llegó entre gritos de apoyo del público, la gente le quería y le apoyaba. Su armadura brillaba por el sol y su adornado casco lucía majestuoso. Aquel caballero siempre tenía una apariencia impecable, algo que no pasaba desapercibido por las doncellas que estaban en la tribuna, quienes ya empezaban a susurrar divertidas. Él se detuvo un momento y saludó a manera de agradecimiento, pronto les daría un espectáculo. 

Subió a su caballo y bajó su visor, sus ojos se centraron en la víbora roja y apretó con fuerza su puño. Vas a caer maldito Martell. Sujetó su lanza con firmeza y espoleó a su caballo. Al encontrarse ambos caballeros Loras golpeó con fuerza a Oberyn en el escudo, pero éste también le golpeó en el mismo lugar, afortunadamente el joven Tyrell era un muy buen jinete y mantuvo bien el equilibrio. 

Oberyn y Loras cruzaron sus caminos al galope y aunque Oberyn no logró alcanzar a su objetivo, la rosa sí lo hizo con él y descubrió una fuerza mucho mayor de la esperada, pero aún así no cayó del caballo. 

Al final del recorrido, frenó su caballo y cogió otra lanza de caballería, intentando juzgar mejor la velocidad de su oponente para golpearle esta vez. Sabía que no sería un encuentro fácil, pero la víbora no iba a dejarse vencer fácilmente. 

Por un momento Loras pensó que Oberyn caería, pero su rival mostró una ferrea determinación y se mantuvo en su caballo. Al menos ese primer cruce de lanzas había servido para mostrar que el joven caballero iba en serio y que si el Martell lo subestimaba estaba cometiendo un gran error. 

Le acercaron una nueva lanza y se lanzó de nuevo contra su oponente. Esta vez fue mucho más preciso y no rompió su arma contra el escudo de su rival, sino que impactó en la víbora roja. Al ver el golpe se sintió orgulloso, estaba tomando la delantera en el combate. 

Oberyn y er Loras volvieron a chocar en medio del campo con sus lanzas y esta vez Oberyn salió despedido de su caballo con una fuerza y velocidad que nunca hubiera esperado del caballero de las rosas.

Tras un corto periodo de tiempo que al príncipe se le hizo eterno mientras se debatía en que cara poner al levantarse del suelo, intentó disimular su enfado profiriendo una sonrisa burlona y enigmática que no reflejaba sus verdaderos sentimientos para dirigirse a la plebe. 

- Recordad el día donde un joven destrona a un viejo en el inevitable ciclo de la vida. - Vomitó aquellas palabras para luego encaminarse a paso lento hacia su rival. - Enhorabuena Ser Loras, habéis ganado justamente y debéis recibir el mérito de vuestra victoria. Mandaré a alguien a pagar el rescate de mis pertenencias cuando finalice el evento. Sin más dilación, os deseo la mayor suerte en la justo para que la ganéis, pues me avergonzaría perder contra alguien que no acabara coronando se campeón. 

Pese a que sus palabras parecían cordiales, dada su formación, en el fondo podía detectarse cierto toque de sarcasmo para acabar su discurso un un simple saludo al tiempo que se dirigía a ocupar el lugar designado a los Martell para acabar de ver la justa. 

Dada la fama de la víbora roja el joven Tyrell no había esperado que el combate terminara tan pronto. Esperaba una pelea épica, pero aquel hombre que tanto le dijo la noche previa al torneo no le había durado ni dos cruces y eso le llenaba de satisfacción y orgullo. 

Se retiró el casco y se pudo ver como una bella sonrisa adornaba su rostro. Cuando el príncipe Oberyn le habló Loras correspondió a la cortesía, aunque para él estuviera claro que esas palabras bonitas era una actuación. -Le agradezco vuestros deseos y le aseguro que daré lo mejor de mi en los enfrentamientos que quedan. Dicho eso levantó el puño animando a la plebe que tanto le apoyaba. 

Su escudero se acercó y le entregó una preciosa rosa blanca. Era el momento que caracterizaba todos sus enfrentamientos, la entrega de aquella rosa a una afortunada jovencita. Hizo como si escudriñaba la tribuna para decidir a quien se la daría, aunque la verdad ya lo tenía claro desde antes. Su abuela ya le había dicho a quienes tenía que entregarles las rosas en caso de que ganara. Se acercó hacia donde se encontraba la "hija" del rey, Myrcella, y le ofreció la rosa. -No rivaliza con su belleza princesa, pero le dedico esta victoria.